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Rosario Central cicatrizó la herida de Ángel Di María con el pase a los octavos de final de la Copa Sudamericana
En Porto Alegre, consiguió un 1 a 1 con Inter en el desquite del repechaje; Agustín Sandez anotó el gol en Beira-Rio; Fortaleza es el próximo rival
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La ilusión de Rosario Central sigue intacta, aunque en el camino debió curar una herida. La esperanza por superar el repechaje de la Copa Sudamericana y abrazarse a los octavos de final se combinó con la negativa de Ángel Di María de regresar al club, por cuestiones de seguridad. En Porto Alegre, los canallas se enfocaron en el juego, en cómo contrarrestar el poderío de Inter, y que con el tiempo se determine si Fideo tendrá su cierre en el fútbol argentino. El equipo jugó con inteligencia e hizo del sacrificio una virtud para lograr el objetivo: con poco lastimó en ataque y en defensa se enseñó granítico para soportar los avances del rival. La victoria por 1 a 0 en el juego de ida, en el Gigante de Arroyito, fue la diferencia que posibilitó el pasaje, después de un 1 a 1 en Brasil, a donde tendrá que volver para jugar con Fortaleza en la próxima instancia.
La victoria de Rosario Central una semana atrás estableció con claridad la urgencia y la disposición de cada equipo. En nombres, los canallas realizaron una sola modificación: Jonathan Gómez, con más predisposición para la marca, reemplazó a Maximiliano Lovera, que en el primer tiempo en el juego de ida tuvo una tarea deslucida y fue reemplazado. Inter, en cambio, lanzó al terreno a dos futbolistas que no utilizó porque recién regresaban de sus selecciones, tras la Copa América: el ecuatoriano Enner Valencia y el colombiano Rafael Borré. El que dejó la alineación fue Lucas Alario, un llanero solitario en la ofensiva en la derrota en el Gigante de Arroyito y que en el Beira-Rio entró en los minutos finales.
Con el estilo brasileño de defensores laterales lanzados en ataque, Inter manejó la pelota y al minuto de juego asustó con un remate de René de media distancia. Jaminton Campaz, autor del gol la semana anterior y que en su paso por el fútbol de Brasil vistió la camiseta de Grêmio, sorprendió posicionado por la derecha: el colombiano lo había hizo frente a River en una semifinal de la Copa de la Liga, pero en esta ocasión la ubicación tenía como objetivo frenar las escaladas de René, que no tomó nota de su presencia y avanzó siempre. En el sector opuesto, el que trepaba era el argentino Fabricio Bustos. Con los volantes empujando, plantados en el campo ajeno; descubrir hasta dónde se sostendría la presión era la expectativa del equipo rosarino.
El juego aéreo fue el elegido por Inter para lastimar; Valencia y Borré fueron dos faros. Los tres tiros de esquina en los primeros cinco minutos resultaron una señal de la ambición de Inter. El colombiano ensayó una chilena que se perdió por sobre el travesaño; más tarde, después de una sucesión de rebotes, definió sin fuerza y Jorge Fatura Broun atrapó la pelota en una acción que el árbitro Gustavo Tejera invalidó por una mano de Wesley en el área. La dupla de zagueros centrales que componen el uruguayo Facundo Mallo y Carlos Quintana –tienen casi la misma cantidad de partidos: 68 el oriental, 65 el experimentado defensor– se agigantó para despejar cada balón por aire que cayó en su área.
De los defensores de Rosario Central llegó el primer golpe de escena. Gabriel Mercado cometió foul contra Enzo Copetti en la mitad de la cancha. El atacante tuvo que dejar el terreno para ser atendido y Campaz tomó la responsabilidad de ejecutar el tiro libre; el colombiano tiró la pelota al área, pero no encontró receptor. Capturó el rechazo Emanuel Coronel, que de cabeza lanzó otro centro; Quintana peinó la pelota, Mallo aguantó de espalda como un delantero y Agustín Sández, con un remate de zurda, derrotó a Sergio Rochet. Los cuatro del fondo participaron en el gol.
Compacto de Inter 1 vs. Rosario Central 1
Un verdadero infierno era el estadio Beira-Rio antes del comienzo. Luego, el gol rosarino elevó el fuego y al término del primer tiempo los silbidos y algunos insultos mostraron el descontento de los hinchas. La floja campaña de Internacional, que provocó el despido al DT Eduardo Coudet, no desanimó la presencia y los de afuera alentaban, pero los de dentro no devolvían con juego ese apoyo. Eliminado de la Copa de Brasil, 13º en el Brasileirão –a 20 puntos del líder, Botafogo–, Inter elevó la expectativa de los gaúchos con la Copa Sudamericana, que, por cierto, no ofrece una recompensa económica generosa para los clubes de Brasil. No era mejor la campaña de Rosario Central: la Copa Argentina no lo tiene entre los animadores –cayó contra Barracas Central–, la Liga Profesional lo descubre navegando por la mitad del tablero, y la Copa Libertadores era la ilusión canalla, pero el conjunto se desplomó en la última jornada frente a Peñarol en Montevideo. A diferencia de los brasileños, el dinero para los representantes argentinos oxigena las tesorerías.
Con Bruno Gomes y Alexandro Bernabei, por Rómulo y René, respectivamente, Inter desplazó piezas y ganó en movilidad. De tiro libre, Valencia puso a prueba a Broun, que rechazó al córner; el ecuatoriano, minutos después, fue determinante para el empate. Wesley, una vez más por la izquierda, ejecutó un centro para que Valencia volviera a sostener un duelo con el arquero; resolvió Broun, pero en el rebote convirtió el capitán Alan Patrick. De los silbidos y las palabras malsonantes se pasó al apoyo, y el clima cambió en las tribunas y en el campo, donde la serenidad de los rosarina empezó a tambalear. Internacional asfixió, desbordó con Bernabei y atacó el área; la receta de Central era descubrir a Marco Ruben o a Copetti para enlazar un contraataque, asociándose con Campaz.
La dinámica de Inter no encontraba oposición, porque los volantes argentinos quedaban en inferioridad numérica para la contención: Franco Ibarra y Mauricio Martínez intentaban el bloqueo, pero Inter hacía viajar la pelota de un lateral al otro y así desgastaba físicamente al adversario y, además, generaba espacios para desbordar, trazar diagonales y rematar desde fuera del área. Miguel Russo tomó nota y envió a la cancha a Ignacio Malcorra para que el equipo volviera a amigarse con el balón y quitó a Ruben. Para refrescar el mediocampo, Kevin Ortiz y el paraguayo Alan Rodríguez suplantaron a Ibarra y Gómez; este último armaba una defensa de cinco jugadores cuando el rival avanzaba y se desprendía para acompañar en ataque.
Que el reloj consumiera minutos era el deseo de Rosario Central, que agotó las variantes con Agustín Módica y Lautaro Giaccone: jóvenes para contrarrestar la energía de Inter, que sin ser claro no se doblegaba y amontonaba jugadores en el área ajena. El final tuvo protestas, reclamos, un pedido de un penal por una inexistente falta de Mallo contra Borré, que el árbitro no validó. No quedó tiempo para más: sólo para el festejo de los 1800 canallas que acompañaron al equipo a clasificarse para los octavos de final.
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