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Historias mínimas de un ascenso: los invisibles que regresaron a River a primera hace una década
Diez años después, el recuerdo: Daniel Vega, Luciano Vella y Martín Aguirre, protagonistas de la campaña que marcó el final de la pesadilla del Nacional B y el comienzo del ciclo más exitoso
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La figura del goleador Fernando Cavenaghi. El desequilibrio de Alejandro Chori Domínguez. El liderazgo de Leonardo Ponzio. La estrella de David Trezeguet… Cuatro nombres que dejaron un sello en River, un póquer de apellidos que acaparó las luces una década atrás, cuando los millonarios finalizaron con el título de campeón la temporada más angustiante de su rica historia. El recorrido de 38 estaciones por la primera B Nacional se archivó el 23 de junio de 2012, después del triunfo por 2-0 sobre Almirante Brown, en el Monumental. Las lágrimas de emoción taparon, después de 363 tensos días, a las de tristeza que brotaron en el mismo escenario frente a Belgrano, de Córdoba, luego de perder en la Promoción. En silencio, detrás de los que resultaron las banderas del ascenso, se multiplicaron los actores invisibles de la campaña que condujo Matías Almeyda, un valiente que se quitó la camiseta y se calzó el buzo de director técnico. Sin ser parte central de la vidriera, Daniel Vega, Martín Aguirre y Luciano Vella fueron partícipes del renacimiento de River, del punto de partida para la década más gloriosa que ahora se disfruta en Núñez.
Vivir el proceso que desencadenó el descenso y ser protagonista del retorno. Daniel Vega desanduvo los dos caminos: de tercer arquero con Jota Jota López a titular con Almeyda. “Lo primero que nos dijo fue que nos preparáramos para un año de entrenarse y jugar. ‘No se puede salir a bailar, a comer, a fiesta privada… Nada´”. Estaba claro que el público no nos iba a tener paciencia y era entendible. No había tiempo para traspiés. El torneo se llevó muy bien: se ganó mucho, se perdió poco y siempre estuvimos entre los dos primeros de la tabla de posiciones. Y fue uno de los mejores torneos del Nacional B, con seis o siete equipos importantes, con aspiraciones de ascender”, recordó el guardavalla lo que resultó la campaña, que dejó 20 victorias, 13 empates y cinco derrotas; 66 goles a favor y 28 en contra. Un periplo que empezó en La Plata, con el triunfo 1-0 sobre Chacarita, que se mantuvo invicto en las primeras 11 jornadas; el 7-1 frente a Atlanta -en la cancha de Vélez- fue el festejo más abultado y la derrota 1-0 con Patronato, en el estadio de Colón, de Santa Fe, en la penúltima fecha, casi provoca la desazón. “Ese domingo lo voy a recordar de por vida. Perdimos el sábado [con Patronato] y al día siguiente era mi primer Día del Padre. Chacarita jugaba con Central, en Rosario: iba casi último, estábamos como resignados. Rompí en llanto con el tercer gol de Chaca, no podía parar. Chacarita iba casi último, estábamos como resignados. Pero ganó 3-1. La miré a mi mujer y le dije: ‘el fin de semana que viene ascendemos”.
De Chipre a los Estados Unidos, donde se retiró, la fecha es imborrable en la memoria del Indio. “En el segundo gol me abracé con Maidana, lloré tanto que terminé el partido con la vista nublada. Me fui rápido al vestuario, no salí en muchas fotos. Quería desahogarme en el vestuario. Dentro del club no se quería festejar y se debatió mucho ese tema. ¿Cómo no lo íbamos a festejar? Nuestras parejas organizaron un festejo íntimo a los jugadores”, le señaló a LA NACION quien cumplió el sueño de ser hincha, futbolista, caer y levantarse con los colores que lo arroparon de niño. “River es difícil. Se sabe que el club es grande, pero no te das cuenta de lo que es hasta que estás adentro. Y si no sos parte, quizás no lo vas a entender nunca”, explicó el custodio de 20 encuentros de los 38 de la campaña; en los restantes 18 atajó Leandro Chichizola.
“Fue un orgullo jugar en River. Había vuelto a Newell’s y la idea era quedarme en el club. Mi representante me dijo que existía esta posibilidad, pero que era bajar de categoría… Yo cuando dijo River no escuché más nada, le dije que sí. La situación era mala, pero cuántas veces tenés la oportunidad de jugar en un club así. Yo había tenido un pase frustrado, después de ser campeón en 2004. Estaba todo acordado para ir ese año, pero cuando viajaron los dirigentes de River a Rosario se cayó”, confiesa Vella, desde Rosario, a LA NACION. El defensor fue uno de los siete refuerzos que se sumaron, junto con Cavenaghi, Chori Domínguez, Carlos Sánchez, Agustín Alayes, César Maestrico González y Martín Aguirre, al inicio de un viaje que unió Puerto Madryn con Jujuy. “El grupo humano que se conformó era increíble, en el que fui feliz a pesar de la presión que teníamos. La unión nos dio una fuerza extra para soportar esa campaña. Por jerarquía y calidad, era un equipo para jugar en primera. Pero jugar en el Nacional B no era sencillo: no solo por las canchas, sino porque todos le querían ganar a River. Más de un club hacía camisetas especiales, porque ese día los televisaban, las tribunas estaban llenas”, señala el Tano, de 41 años, que se desligó del fútbol y es dueño de cuatro geriátricos entre Rosario y Funes.
Para el lateral, la fortaleza fue un factor gravitante para lograr el objetivo. “Existieron situaciones extrafutbolísticas que se inventaban para tratar de rompernos, de desestabilizarnos. Por ejemplo, yo estaba festejando el cumpleaños de mi hijo, al que invité a Cavenaghi, al Indio Vega, y al otro día me explotó el teléfono, porque decían que el plantel había estado de fiesta en un barco con mujeres. Prácticamente que tuve que mostrar las fotos del festejo para certificar dónde habíamos estado ese día y a esa hora. Eso te demostraba lo que generaba River”, relata quien disputó 16 juegos, entre ellos el definitorio, en el Monumental: “Unos nervios terribles, porque estábamos a un partido de devolver a River a primera, al lugar que nunca debió dejar. El que jugó siempre en River no se da cuenta a veces de todo lo que se genera alrededor, porque naturaliza. Pero con Almirante Brown la responsabilidad nos comía, nos presionaba. Una semana antes habíamos perdido con Patronato y nos ayudó el triunfo de Chacarita sobre Rosario Central para quedar primero. Cómo sería la tensión que el primer tiempo terminó 0-0; David [Trezeguet] destrabó el partido con un gol y al final lo liquidó, tras una guapeada de Rogelio Funes Mori”.
“River ahí había tocado fondo, más bajo no podía caer, más abajo no había nada. Pero ascender era una responsabilidad, una obligación. Siento que fuimos el primer granito de arena para este presente, que desde la llegada de Marcelo Gallardo es insuperable”, apunta Vella, que se mantiene en contacto con varios de los integrantes de ese grupo campeón.
River fue el último capítulo del recorrido futbolístico de Martín Aguirre, al que las lesiones le dinamitaron la carrera. La rotura de ligamentos cruzado y lateral interior de la rodilla izquierda, en el superclásico de 2012; en la misma jornada sufrió también una lesión de ligamentos Ramiro Funes Mori. El volante, que arribó procedente de Godoy Cruz, fue el sexto jugador con más partidos (30) en el ascenso, donde se ganó el reconocimiento de los hinchas. “Todos los fines de semana eran finales. Los equipos hasta cambiaban la localía para recaudar más dinero, se inventó lo de los neutrales para que los hinchas de River pudieran ir a la cancha. Igual para nosotros fue durísimo. Trezeguet nos decía que nunca sintió tanta presión en su carrera, creo que magnifica lo que fue ese torneo si lo dijo un campeón del mundo”, comenta el Gula, que una vez que dejó la actividad incursionó como ayudante de campo del Lobo Ledesma, se desempeñó como coordinador de las divisiones inferiores de Bella Vista, de Bahía Blanca, club en el que se inició e intentó, tras una quinta operación, retirarse en 2021.
“Viví todo ese proceso de llegar en el peor momento de la historia del club. Era juntar cenizas e ir para adelante. Llegar a la última fecha sin el campeonato asegurado fue muy estresante. Creo que no fue casualidad que después, en las 10 fechas iniciales en primera, cinco jugadores tuvimos lesiones de rodilla: eso fue el estrés”, explica quien tuvo su juego final con Liniers, de Bahía Banca, por los 32avos de final de la Copa Argentina 2015, bajo las órdenes de Gallardo.
El 23 de junio de 2012 River se desahogó, terminó con la pesadilla y comenzó la mejor aventura futbolística de su historia. Diez años después, mejor reír que llorar.
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