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Omar Da Fonseca: “Si Messi va al Louvre, tal vez la Gioconda le guiñe un ojo”
Campeón con PSG en 1985/86 y actual comentarista de la cadena beIN SPORTS, el argentino describe la felicidad y la locura que envuelve a los hinchas del PSG desde el arribo del rosarino
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“Yo no como con Messi, no le hago las compras”, dice con inconfundible tono porteño el hombre que una semana atrás, durante la conferencia de prensa de presentación de Lionel Messi en Paris Saint-Germain, se robó por unos segundos la escena y hasta sorprendió al astro rosarino, dibujándole una sonrisa. Fue él quien se paró, al final de la conferencia, y se puso a gritar “¡Messi, Messi!” o “¡Grande, Leo!”, mientras aplaudía, dejando de lado los protocolos y formalismos Omar Da Fonseca es una referencia en París, en PSG y también en los medios de comunicación franceses por su tarea en la cadena televisiva beIN SPORTS.
Nacido y criado en Liniers, socio de Vélez desde los ocho meses por mandato de su abuelo Manuel; subcampeón con el Fortín en el Metropolitano 1979, tras caer en la final con River, el llamado de un amigo como Carlos Bianchi lo llevó al año siguiente a Francia y ya no hubo retorno. Fue parte del plantel de PSG que ganó el título en la campaña 1985/86, el primero para los parisinos en la Ligue 1. Convirtió dos goles esa temporada, aunque una fractura de clavícula lo dejó en un segundo plano en un equipo en el que sobresalían Joel Bats, Luis Fernandez, Dominique Rocheteau, Michel Bibard -integrantes de la selección de Francia en el Mundial de México 1986-, el bosnio Safet Susic… “Era un equipazo, pero ni locos le haríamos partido a este equipo que se está formando ahora. Era otro fútbol, era otra época, eran otras canchas. La pelota pesaba tres kilos y por esa patada por la que me lesioné y estuve más de tres meses inactivo al rival no lo amonestaron. Hoy no lo expulsan, directamente lo llevan preso”, relata Da Fonseca a LA NACION, y se ríe al comparar esas tres décadas y media que pasaron desde los días de futbolista en el equipo que días atrás se convirtió en una moda en el fútbol mundial con la llegada de Messi.
INCROYABLE CRAQUAGE TOTAL DE L’AMI @Omar_daFonseca C’EST LÉGENDAIRE OMARRRRR.❤️💙 pic.twitter.com/gIedpMdQRm
— La Source Parisienne (@lasource75006) August 11, 2021
-¿Había tenido contactos anteriores con Messi o fue algo espontáneo lo que pasó en la presentación?
-Estuve seis o siete veces. Por ejemplo, hace cuatro años cuando vino con Barcelona a jugar con PSG por la Champions [el 4-0 en Parque de los Príncipes], por la tarde estuve en el hotel. El director deportivo era Eric Abidal y estuve tomando mates con él, Mascherano… Yo soy un tipo que demostró una locura, representé al hincha: fui un tipo que estuvo invadido por todos esos hinchas a los que nos gusta la pelota… ¡Quién en la escuela no querría ser Messi en un recreo! Fue el corazón y la cabeza de un niño en un tipo que tiene 60 pirulos. Dicen algunos que son cosas que no se deben mostrar porque por la edad no se puede actuar de la misma manera que un niño, mientras que yo digo que era un momento de alegría, de satisfacción. Yo lo viví de esa manera y por eso canté y aplaudí al final de la presentación. Después estuve con él, hablé con todo el mundo. Pasé un muy buen momento, egoísta también, pero un buen momento.
-¿Recibiste críticas por ese comportamiento?
-Acá algunos me criticaron por ser así: visceral, genuino. Algunos, los que se dicen “los pensadores del futbol”, creen no hay que comportarse así. Ellos no quieren dar ese ejemplo de que desde el exterior piensen que los periodistas somos hinchas. Para mí, la pelota no piensa: es un juego. Hay que valorizar el juego y el fútbol es pasión, exuberancia. Hay una teoría muy discutida acá respecto a la neutralidad de los periodistas en el fútbol, mientras que en otros sectores de la sociedad nadie es neutral: política, economía… Uno es un ser humano y tiene lo que se llama preferencia: puedo tenerla por la carne vacuna y no por eso voy a hablar mal de la de pollo y del pescado.
-¿Con qué compararía esta llegada de Messi al fútbol francés?
-No creí que la repercusión de la llegada iba a ser tan popular, tan variada. Los tres días anteriores a su arribo había gente por la zona del hotel, del campo de juego, el aeropuerto… Pero esa gente no eran los jóvenes que vemos siempre, los fanáticos. No: había adultos, ancianos, mujeres... Gente que no se relaciona habitualmente con el fútbol y que aunque sabía que no estaría ni cerca de la estrella quería estar en ese lugar. La variedad, la paleta de gente que quería verlo es lo que me asombró. Asistí a un montón de conferencias, en Turquía y Marsella, donde el público es sanguíneo, visceral, pero esto superó toda dimensión. Algunos me dicen que es nada más que un jugador de fútbol y seguro, es la realidad, pero el fútbol es mundial y no lo podemos racionalizar siempre. Está a la misma altura que la presentación de un gran artista, un cantante, un actor… Es gente que tiene un reconocimiento, porque son consagrados, elegidos. Después discutimos de la importancia en la humanidad de un jugador de fútbol, porque seguro que un médico que salva vidas es muchísimo más importante…
-¿Fuiste guía de muchos jugadores argentinos que llegaron a Francia?
-No, siento orgullo que venga un argentino a Francia y particularmente a París. Yo me ofrezco nada más para, con mi modestia, ser útil si llegaran a necesitar algo. Imaginemos que en un club como el PSG está todo organizado y Messi tiene personas a su disposición que si quiere le prenden hasta el ventilador. Es un club de un profesionalismo extremo, fuera de cualquier dimensión, y él no van a necesitar de un pobre viejo de sesenta y pico pirulos que lo guíe. Además, Di María hace seis años que está acá y seguramente será una persona de consulta; ellos se ayudan. Por ejemplo, tengo una buena relación con Di María, que es un fenómeno como persona, pero no ando detrás de él. No quiero ni me interesa tener una estrategia para estar más cerca.
-¿Y si Messi te pidiera una recomendación a dónde ir en París?
-Que vaya a cenar al restaurante de la torre Eiffel, ahí se ve París desde lo más alto y es algo maravilloso. Es un lugar selecto. Después, seguramente con sus hijos podrá subirse al barco y recorrer todo el Sena y le diría que fuera al Louvre: al verlo, quizás la Gioconda por ahí se pone a bailar, se sonríe, se pone en movimiento. Todos dicen que la Gioconda siempre te está mirando, por más que cambies de ubicación: quizás a él le hace un guiño de ojo.
Hoy Messi y ayer, Diego Maradona. De adolescente, Da Fonseca compartió algunos entrenamientos en la selección juvenil que se preparaba para el Mundial de Japón 1979 y una vez instalado en Francia -además de PSG jugó en Mónaco, Racing de Paris, Tours FC y Toulouse- cuando el fixture se lo permitía se escapaba a Italia para ver a Diego en acción. “Cuando estuve en Mónaco y jugábamos los sábados, si los domingos a Maradona le tocaba jugar en Génova, Milán o Turín me iba a verlo. Son esas cosas que te movilizan de por sí, sin encontrarle una razón más allá de querer disfrutar, de sentir a un crack mundial, a un artista. También tuve la fortuna de entrenarme con él, con Juan Simón, Ramón Díaz, Juan Barbas, los hermanos Hugo y Abel Alves, Osvaldo Rinaldi, Osvaldo Pichi Escudero… aunque yo era medio pelo al lado de ellos”, suelta, entre risas.
-¿Qué estilo de fútbol le espera a Messi en Francia?
-Acá hay una cultura muy atlética, una mezcla de jugadores muy fuertes desde el aspecto físico. Un fútbol de transiciones y menos posesión. Y hay una visión de muchos entrenadores y centros de formación sobre resaltar el aspecto defensivo, con jugadores duros, técnicamente menos dotados que los que quizás se observan en la Liga de España. Esa tendencia se replica en los equipos medios o de bajo presupuesto: a excepción Marsella, Lyon o Mónaco, el resto son estructurados desde el aspecto defensivo. Pero Messi va a jugar en un equipo con múltiples figuras; en los últimos años de Barcelona, ya sin Suárez y Neymar, la dificultad aumentó, pero acá tiene a Mbappé, Di María, Neymar, Wijnaldum y no sigo nombrando porque debería citar a todo el plantel.
-¿La Ligue 1 ya está ganada entonces y solo resta jugar la Champions League?
-No hay que ser despectivo ni mal pensado, pero es así. Desde el punto de vista racional es imposible que no se consagren en la Ligue 1. Después están los que dirán que en el fútbol todo puede pasar, que hay accidentes… Pero es evidente que PSG tiene dos equipos, con jugadores de altísimo nivel en cada puesto. La influencia que tienen esos jugadores, capaces de romper un partido ellos solos, deberá resaltar en la Champions League, que es el título esquivo. Acá se escucha ahora que los adversarios se motivarán de manera diferente, y es verdad. Pero eso dura hasta que salís a la cancha, al campo de juego: si tengo los pies cuadrados es imposible. Yo en verdad en eso de la motivación demasiado no creo, como tampoco creo en los que me dicen que once [Gennaro] Gattuso le ganan a once Messi. Si estamos contentos porque 11 Gattusos ganan ese partido es que no queremos más al fútbol. Messi desarrolló el gusto, la pasión, la emoción del fútbol.
-Tenés el título de director técnico, ¿te gustaría estar en el lugar de Mauricio Pochettino?
-Muchos se preguntan que cómo va a hacer. Pero pará, escúchame una cosa: si a vos te gusta el automovilismo, estás en un circuito de Fórmula 1 y te dan una Ferrari para girar, ¿acaso te vas a fijar si los neumáticos tienen las libras con las que corren los monstruos de la F1? Subite y aprovechá; girá, tratá de ir lo más rápido posible… Disfrutá, que si tenés la capacidad para que te ofrezcan la Ferrari, el resto va a llegar. Hoy Pochettino tiene elección de un rey.
-Con tantas figuras, ¿la función del director técnico es controlar los egos más que entrenar al equipo?
-Creo en el talento y en la manera en que se entenderán Mbappé, Neymar y Messi, que están en etapas diferentes de sus vidas. Pienso que, en lugar de romper, eso va a ayudar. Los tres tienen ambiciones y aunque lo que los moviliza es diferente el punto de llegada es el mismo: triunfar. Mbappé querrá ganar un Balón de Oro y Messi no necesita un Balón de Oro, quiere una Champions más, ganar fuera de Barcelona. Lo individual y lo colectivo se terminarán uniéndose a favor del PSG. Y Neymar quiere demostrar que siendo artista se puede jugar en un fútbol que es mecánico, metódico, donde a veces nos quieren hacer creer que venimos con una hoja de la casa aprendida. Tienen una armonía: Ramos, por ejemplo, dijo que quiere recibir en su casa a Messi, que el castillo donde vive está a su disposición… Son tipos que ya están más allá de quién patea el penal, el córner o la pelota parada… Son tipos que van por toda la gloria en un plantel que será recordado toda la vida, por ganar o por no lograr el objetivo.
Da Fonseca hace una pausa en la charla y para despedirse, porque acordó que asistiría a un partido de Tours FC, club de la Championnat National, cuyo entrenador es su amigo Michel Estevan, y retoma el día de la presentación y su significado. “No podemos no festejar la felicidad, porque es impensado tener el control de ese momento único e irrepetible. En el fondo todos queremos ser niños en esos instantes y ser niños significa ese momento en que un tipo que te representa, un genio del fútbol, llega a un club que es especial para uno… Yo vivo acá, vivo para el futbol francés, para la Liga, para la TV y Messi representa un montón de cosas, por eso intenté darle una bienvenida enérgica. Recordemos que en los últimos meses nos hablaron de enfermedades, de muerte, de pandemia, de virus… y viene un tipo que nos destapa la olla y en esos 40 minutos que duró la conferencia de prensa nadie pensó en las máscaras, los barbijos, la vacuna…”
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