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Mundial Qatar 2022: un ida y vuelta constante de la angustia al alivio, y los vaivenes emocionales de la selección
Especialistas en psicología y exjugadores debaten sobre las presiones y sus efectos en la Copa del Mundo, el éxito y la responsabilidad
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Lionel Messi celebró su gol contra México casi con furia, al borde de ese llanto que no pudo reprimir Enzo Fernández cuando marcó el suyo. Mucho menos pudieron resistir las lágrimas Lionel Scaloni y Pablo Aimar en el banco de suplentes cuando el triunfo empezó a quedar sellado. Más tarde, a la hora de las declaraciones, Emiliano Martínez confesó su sesión de terapia para superar el trauma que le produjeron los dos goles de Arabia Saudita en el debut y quién más quién menos dejó claro que el 2-0 frente a los aztecas fue antes una liberación emocional que un éxito deportivo.
Pasan las Copas del Mundo, se ganan y pierden partidos, pero la Selección Argentina parece siempre caminar por la cornisa del conflicto psicológico. “Es una cuestión cultural, un error social de nuestro país”, define Alberto Márcico, quien jugó y vivió muchos años en Francia. “Todos queremos ganar, pero podés perder, y es posible que tengas una gran actuación y te encuentres con un equipo superior que la opaque. Pero eso en nuestro fútbol no se digiere. Hay que ser el mejor, a todo o nada, y eso no puede ser”, refrenda Miguel Ángel Brindisi.
La (mala) costumbre es la norma, pero reconoce picos de exacerbación en momentos que, como el actual, coinciden con penurias económicas, tal como sucedió en 2002, o exigencias por demandas insatisfechas, como en 1978, cuando la localía obligaba a ser campeón para borrar 48 años de frustraciones futbolísticas. Y la conjunción puede potenciar en los protagonistas un estrés que repercute en rendimientos y tomas de decisiones.
“El deporte de alta competición conlleva en sí mismo una dosis muy alta de presión y estrés, incluso en actividades que no captan la atención masiva”, dice el psicólogo y escritor Pablo Melicchio, quien cuenta entre sus pacientes con atletas de primer nivel, y añade: “Pero para un pueblo tan futbolero como el argentino, los jugadores son como gladiadores que concentran idealizaciones, envidias y admiraciones. Así, aunque sean profesionales, sufren sin duda los efectos del exceso de presión social, y lo mismo les ocurre a los técnicos”.
Qatar 2022 condensa, además, una serie de condimentos y simbolismos que amplifican todavía más lo ocurrido en otras ocasiones. Es el primero sin la presencia física de Diego Maradona, casi con seguridad será el último de Messi, el país atraviesa un grave período de crisis socioeconómica, y la selección llegó a Qatar vestida con el traje de candidata, con un título reciente bajo el brazo y una treintena larga de partidos sin perder. “Y no olvidemos las redes sociales, los medios, la familia... que multiplican todo por un millón”, recuerda Brindisi. Demasiados ingredientes que dejan la olla emocional a medio grado del hervor.
“Perder con Arabia hizo caer toda la estructura de seguridad, no vulnerabilidad e incluso soberbia que arrastraba la selección. Fue un golpazo para el equipo y para el pueblo”, señala Melicchio. La victoria frente a México abrió la espita de esa olla y permitió disipar buena parte de la carga que bloqueó el juego de la selección. Leonardo Seiref, médico psiquiatra y también psicólogo especializado en deportistas, considera que “hoy la confianza tiene que haber subido en un 40 o un 50 por ciento, pero la clave será volver al placer. La presión externa o las exigencias no deberían repercutir en un deportista de élite si funciona bien el cable que lo conecta con el disfrute y el goce. Es la manera de que sus energías fluyan y el rendimiento sea el óptimo”.
También Roberto Saporiti, quien era colaborador de César Luis Menotti en el cuerpo técnico de la selección de 1978, habla de recuperación para solventar situaciones complejas en medio de un Mundial, aunque en otro sentido. “La única vez que el Flaco levantó la voz en esos días fue después del 0 a 0 con Brasil. Estaba enojado porque el equipo había perdido las formas. Al día siguiente recalcó la necesidad de recuperar la memoria futbolística. Fue fundamental. La firmeza emocional es imprescindible para salir del bloqueo y volver a jugar bien, y después de esa charla vi a los jugadores mentalmente descansados”.
Las angustiosas reacciones de Scaloni y Aimar durante el encuentro ante los aztecas fueron, por inusuales, las más llamativas. Saporiti las comprende desde su propia experiencia: “En el banco de suplentes también hay un ser humano como cualquier otro”, afirma. Brindisi las explica partiendo de la base de las “pocas batallas adversas que habían padecido hasta ahora Scaloni y Aimar en su recorrido como entrenadores. Son capas que te van curtiendo. Ellos solos saben lo que sintieron que se les venía encima si perdían con México, pero pienso que José Pekerman, Alfio Basile o el mismo Gustavo Alfaro habrían digerido ese momento de manera diferente”. Más científico, Seiref entiende que en esos puestos “la angustia no sirve. Un técnico tiene que transmitir tranquilidad y serenidad al margen del resultado. El jugador debe recibir un mensaje firme y el entrenador no puede mostrarse vulnerable ni volverse loco”.
El interrogante es si el alivio de la victoria del pasado sábado fue suficiente para que el peso extra de la representación de una sociedad que quiere aliviar sus penas con una alegría en el fútbol haya desaparecido de las curvas cerebrales de jugadores y técnicos. “Cuando Messi le dice a la gente ‘no los vamos a dejar tirados’ está haciéndose cargo de la situación general, algo así como ‘quédense tranquilos que nos vamos a ocupar de ustedes”, comenta Márcico. “La exigencia que significaría defraudar a 40 o 50 millones de personas genera una carga brutal”, sostiene Melicchio, quien apela a la realización de “prácticas relajantes y divertidas para bajar los niveles de tensión”.
“La receta para combatir esa situación la tiene el propio grupo. Se necesitan jugadores de personalidad fuerte -como tuvimos nosotros y creo que también hay actualmente- para afrontar los momentos difíciles y custodiar la intimidad, no trasladar demasiado para afuera lo que pudiera pasar adentro”, propone desde la propia Doha Omar Larrosa, campeón del mundo en 1978.
La Selección saldrá a jugar contra Polonia casi con los mismos condicionantes que ante México. La necesidad de ganar, la obligación de no perder y la presión de cargar con el deseo de un pueblo que, como describe Melicchio, “se sienta frente al televisor ilusionada con una Argentina campeona, con el imperioso deseo de vivir algo lindo, distinto, una alegría en medio de los problemas de cada día”. Las únicas respuestas, como siempre, la tendrán los jugadores tendrán en sus mentes, sus emociones y sus piernas.
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