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Lionel Messi se va de Barcelona: el recuerdo de otras diez estrellas que dejaron huella y se fueron mal
La relación entre Barcelona y algunos de sus jugadores emblemas es un capítulo de rarezas y de situaciones particulares, tal como el conflicto actual entre Lionel Messi y la entidad blaugrana. Algunos devolvieron títulos honoríficos, otros ni tan siquiera tuvieron una despedida acorde a la trayectoria y debieron retirarse lejos del Camp Nou. La crisis actual, una suma de fracasos que se encadenaron en las últimas temporadas, se hizo imposible de disimular con la goleada frente a los bávaros y la pérdida de la Liga a manos de Real Madrid. Dos golpes que desarticularon a un bloque que se agrietó hasta el derrumbe y por el que varios jugadores pagarán un alto precio, con la salida y el destrato.
Acaso los blaugranas jamás imaginaron que el desmadre futbolístico que provocó la catastrófica derrota por 8-2 con Bayern Munich, reciente campeón de la Champions League, podría arrastrar a la estrella, al futbolista ícono de la historia del club catalán. Con la contratación del director técnico Ronald Koeman para reemplazar a Quique Setién, los dirigentes dieron una señal: con el holandés arribó un entrenador al que no le tiembla el pulso para renovar el plantel ni para desafectar a futbolistas que dejaron una huella.
Un rápido repaso de diez figuras que Barcelona, por múltiples motivos, desasocia del corazón y el sentimiento de los simpatizantes, esos que ahora elevan plegarias para que Messi, con el que tocaron el cielo, no los abandone cuando suplican escapar del infierno.
Las tres etapas de Cruyff
El 26 de mayo de 1978 y después de cuatro temporadas, Johan Cruyff enseñó su primera despedida. La menos traumática de las que el genial holandés tuvo de Barcelona, club al que regresó una década más tarde como entrenador para ser el puntal de un modelo futbolístico que los catalanes replican hasta el presente. El Dream Team fue la semilla que más tarde reverdeció con el ciclo Guardiola, volante central de esa formación mágica que deleitó entre 1988 y 1996, por la que también pasaron Romario, Hristo Stoichkov, Michael Laudrup, Ronald Koeman... Pero las rispideces entre Cruyff y el presidente Josep Lluís Núñez –un romance deportivo que terminó en un divorcio- crecieron al punto de convertirse en una batalla diaria; la derrota 4-0 con Milan, en Atenas, por la final de la Liga de Campeones –actual Champions League-, dejó en una posición incómoda al holandés, que el 18 de mayo de 1996 fue cesanteado, una vez que los catalanes acordaron con el inglés Bobby Robson. "Lo que más daño me hizo fue no poder decirle adiós a mí público", se lamentó Johan, que a la vez recibía acusaciones de deslealtades de parte de Núñez.
Diez años atrás y apenas tres semanas después de la asunción de Sandro Rosell como presidente, Cruyff se apersonó en la sala noble del Camp Nou para devolver la insignia que le acreditaba como presidente de honor. Las palabras del mandatario, acerca del papel que cumplía el holandés, ofendieron al ex jugador y entrenador, que sin dobleces señaló: "Parece que soy una molestia: por lo tanto, la devuelvo. Estas cosas cuestan mucho aceptarlas, pero devolverlas poco trabajo".
Luis Figo y la Operación Florentino
La salida que marcó un quiebre, la partida que en Barcelona se tomó como una traición, después que el portugués aceptará el pago de la cláusula de rescisión de 61,7 millones de euros de Real Madrid. Un golpe impensado, porque diez días antes de la transferencia el jugador, que estaba en el radar del candidato a presidente madridista Florentino Pérez, señaló: "Esta es y será mi camiseta. Gane o pierda Florentino las elecciones, no seré jugador del Real Madrid. Yo sólo jugaré en el Barcelona". El acuerdo fue catalogado de inmoral y al luso lo persiguió el mote de "pesetero".
Una jugada estratégica que jamás se resolvió y de la que quedó al descubierto la ambición de Pérez por darle el matiz de Galáctico a Real Madrid. El actual mandatario, conocedor de las disidencias entre el futbolista y la dirigencia catalana que se resistía a elevar el contrato, le apuntó al astro para ser la figura que le ayudara a vencer a Lorenzo Sanz en las elecciones del 17 de julio de 2000; con el triunfo aplicó la cláusula gatillo acordada con el representante José Veiga. Un acuerdo previo –en Barcelona aseguran que era ilegal- ajustaba que si Figo se arrepentía del traspaso debía indemnizar con un pago de 35 millones de euros; el futbolista, según el compatriota Paulo Futre, no imaginó que Florentino ganaría los comicios y al enterarse del resultado rompió en llanto.
Después de cinco temporadas y siete títulos, Figo quebró el mercado y agigantó la grieta entre Barcelona y Real Madrid.
Maradona y el efecto Menotti
El 4 de junio de 1982, nueve días antes del comienzo del Mundial de España, Barcelona abrochó la contratación de Diego Maradona. La destitución de Udo Lattek provocó, en noviembre de 1983, el arribo de César Luis Menotti a la dirección técnica del club al que en 1978 le confeccionó un informe para que los catalanes ficharan al crack. La fórmula argentina alzó una Copa del Rey, una Copa de la Liga y una Supercopa española, pero los 700 días que duró la aventura del Diez fue amarga desde lo futbolístico: una hepatitis que lo marginó durante tres meses de los campos de juego, la fractura del tobillo izquierdo –demandó una operación-, tras la violenta entrada de Andoni Goikoetxea y el escándalo en la final de la Copa del Rey de 1984, frente a Athletic Bilbao, en el estadio Santiago Bernabéu, episodios que marcaron la vivencia.
Camino a la temporada 1984/85, Menotti aconsejó al presidente Josep Lluís Núñez desprenderse de Maradona, aunque el titular culé se negó. Sin embargo, la comisión directiva estaba dividida, ya que problemas extrafutbolísticos empezaban a acorralar al genio de la camiseta N°10. El 30 de julio de 1984 se cerró la venta a Napoli, en 7.500.000 dólares, medio millón menos de los desembolsados para su contratación."Lo mejor es irme y prefiero hacerlo sin decir barbaridades. No llegamos a las manos porque creo que somos razonables. Era como hablar con una pared, pero yo sabía que, a poco que fueran inteligentes, darían la vuelta al asunto", relató Maradona, que ya no se sentía cómodo en Barcelona y recibía críticas por los cambios de hábitos que el plantel aceptaba para complacer al Diez.
Neymar, por el brillo de su estrella
Compuso junto con Messi y Luis Suárez un tridente armonioso y letal, con el que Barcelona dominó el planeta futbolístico. Pero el crack brasileño observó que para tener brillo propio y pelearle la pulseada a la Pulga y a Cristiano Ronaldo para ser considerado el mejor futbolista del planeta debía marcharse de Barcelona. La salida de Ney a París Saint-Germain fue agitada y ni los 222 millones de euros, monto de la cláusula de rescisión, llevó calma. "Nos hubiera gustado bastante más claridad de su parte. Queremos jugadores comprometidos y que sientan que estar en el Barca es estar en el mejor club del mundo", lo atizó el presidente Josep Maria Bartomeu.
En una charla con la BBC, Xavi admitió que Neymar comentó en el casamiento de Messi su deseo de marcharse de Barcelona y el intermediario Pini Zahavi, que operó en la negociación con PSG, reconoció que "si hay tres superestrellas futbolísticas, dos no pueden jugar en el mismo club", en relación a la superposición entre el rosarino y el paulista.
Neymar celebró ocho títulos en Barcelona, pero cuando Messi firmó la renovación de su contrato hasta junio de 2021 entendió que para liderar un equipo debía abandonar a los blaugranas. Durante el receso que provocó la pandemia mundial de Covid-19, la posibilidad del retorno a la ciudad condal inundó los medios. Sería la primera megaestrella en volver.
El ciclo cumplido de Ronaldinho
El anuncio del presidente Joan Laporta de nombrar a Pep Guardiola como nuevo entrenador de Barcelona en 2008 y la partida de Ronaldinho del plantel resultó en aquella época la comidilla de los medios. Pero fue la estrella brasileña la que se encargó de desmentir la existencia de algún conflicto con el catalán que derivara en su marcha del club catalán. "Decidí marcharme porque había cumplido mis objetivos y necesitaba un cambio. Con Guardiola nos llevamos siempre bien. Cuando llegó me pidió que nos viéramos, me reuní y me dijo que me quería en el equipo, que contaba conmigo", aseguró tres años atrás Ronnie, desalentando las versiones sobre que el actual entrenador de Manchester City deseaba terminar con él, el camerunés Samuel Eto’o y el portugués Deco, tres referentes del ciclo Rijkaard.
Se sumó desde PSG a un equipo que desandaba una crisis, que se observaba deprimido. "Su llegada cambió la imagen de Barcelona: transmitía alegría, calidez y un fútbol genial. Contagió a todo el club", reconoce el mexicano Rafael Márquez; Messi fue su socio y también su protegido, aunque para muchos el gaúcho podía significar una mala influencia para la Pulga. Dos Ligas, dos Supercopas de España y una Champions League, la firma colectiva en 207 partidos y 97 goles.
Tras la obtención de la Champions se rompió el encanto con los dirigentes, quienes empezaron a recibir quejas de sus apariciones en los boliches, bailando y tocando instrumentos de percusión. La ausencia a los entrenamientos, por recurrentes gastroenteritis, aceleraron las decisiones. El límite se corrió tanto que las lesiones le impidieron finalizar la temporada y no logró despedirse de los fanáticos.
Schuster, el genio que se marchó de una final
Encandiló con su fútbol, pero el carácter y su personalidad terminaron por desencadenar una relación de conflicto. El alemán Bernd Schuster compartió plantel con Maradona, aunque su aventura resultó más duradera, pero también con puntos álgidos. En las ocho temporadas en Barcelona ganó una Liga, tres Copa del Rey y una Copa de la Liga y si bien su profesionalismo y juego siempre contagió, el trato con los dirigentes se deterioró al extremo de quedar libre y fichar con Real Madrid en 1988.
"Esta directiva no trabaja con seriedad y su comportamiento es un desastre", reclamaba a fines de 1985, quien dos años antes había extendido el vínculo por cinco temporadas. El alemán estaba decidido a marcharse y empujaba hacia esa dirección: "Esta ciudad lo tiene todo: un gran club, una gran afición, un estupendo estadio, jugadores españoles y extranjeros de gran categoría. El problema está en los dirigentes, su línea habitual es esconderse y buscar un responsable", se quejaba el rubio volante, que el 7 de mayo de 1986, en plena final de la Liga de Campeones se marchó del estadio Sánchez Pizjuán, después de que el entrenador Terry Venables, que deseaba a otro extranjero en el plantel, lo reemplazará frente a Steaua Bucarest, de Rumania, que se terminó imponiendo por penales.
"El cambio fue el peor momento de mi carrera. Me entró una gran decepción. Me duché, me vestía y me fui del estadio. Tomé un taxi que me llevó al hotel y los penales los vi en la habitación", dijo en una entrevista con TV3 en 2017. Estuvo un año sin jugar, entrenándose, pero sin ser convocado. "Los dirigentes llegaron a decir que estaba mal de la cabeza", señaló quien con el pase en su poder negoció primero con Juventus y más tarde con Real Madrid, con el que firmó por tres temporadas.
La tórrida conexión Romario
Apenas una temporada necesitó Romario para ascender a la jerarquía de inolvidable en Barcelona, un feeling que se destruyó en sólo seis meses. La despedida fue humillante, en el campo de juego y con una goleada 5-0 de Real Madrid. Después de un inicio que significó un flechazo, con el título de la Liga y 32 goles en 47 partidos, la historia se derrumbó tras la Copa del Mundo de los Estados Unidos, donde el crack fue figura de la conquista de Brasil. Todo lo que pudo salir mal, salió mal.
"No llegaré el día uno. Necesito más vacaciones", avisó desde Río de Janeiro, desafiando a los blaugranas. El plantel en cinco días empezaría con los trabajos de pretemporada, mientras las imágenes que se transmitían desde Brasil localizaban a Romario en fiestas. "A mí no me preocupa, pero es una falta de respeto a todos sus compañeros… Supongo que algún día aparecerá y se le aplicarán las sanciones", comentó el técnico Johan Cruyff, el 1° de agosto de 1994. La respuesta del otro lado del océano Atlántico era impensada y la portavoz, la esposa del futbolista: "Ya no tiene nada que hacer en Barcelona. Comprará su contrato y fichará por un club grande de Brasil. No vamos a volver".
Barcelona le puso precio a la bravuconada: 11 millones de dólares, el doble que desembolsaron los catalanes en la negociación con PSV, de Holanda. Un mes más tarde de lo que estaba fijado, Romario retornaba a España, luego de que ningún club de su país pudiera satisfacer su deseo, como tampoco fueron suficiente los 6.800.000 dólares que ofertó Torino, de Italia.
Cruyff perdonó al Baixinho, que saltó como titular en el estreno de la Liga 1994/95, aunque la caída 2-1, con Sporting, en Gijón, causó poca gracia. Los dos goles a Atlético de Madrid, en la jornada tres, no calmaron el malestar: el rendimiento no era bueno y el feeling con la gente se había extraviado. El 10 de enero de 1995, tres días después de ser vapuleado por Real Madrid en el Santiago Bernabéu, Romario y Barcelona finalizaron una relación que pintaba para ser histórica y duró lo que demora en caer una estrella fugaz.
Ronaldo, la novela que llegó a la FIFA
Con 19 años y a cambio de 15 millones de euros, Ronaldo firmó con Barcelona. Un año después de la tormentosa partida de Romario, otra estrella brasileña llegaba también desde PSV para alimentar los sueños blaugranas. La temporada del joven delantero resultó mágica: 47 goles en 49 partidos, una de las mejores de su brillante carrera. Sin embargo, el Fenómeno no repetiría aventuras con los catalanes: la demora en la renovación del contrato, algunos contrapuntos en los montos y la forma de pago y las acusaciones cruzadas entre las partes derivaron en una salida que necesitó de la intervención de la FIFA.
El fenomenal promedio de goles y las conquistas de la Recopa de Europa, la Supercopa de España y la Copa del Rey agigantaron la figura de Ronaldo y también su valoración en el mercado de pases. Una cláusula de contrato accesible encendió las alarmas y aunque el deseo del delantero era permanecer en Barcelona, Milan, Lazio e Internazionale espiaban las negociaciones que los catalanes entablaban con el astro. En diciembre de 1996, el presidente Núñez y los representantes del jugador, el italiano Giovanni Branchini y los brasileños Alexandre Martins y Reinaldo Pitta, acuerdan una mejora del contrato, que deberá rubricarse antes de los 60 días.
La temporada futbolística avanzó y los papeles no se firmaron, por lo que Ronaldo advirtió: "¿Tienen el dinero? Porque esto no está funcionando". El 26 de mayo de 1997 se anunció la extensión del vínculo, aunque los avales que presentó Barcelona no convencieron. "Todo está roto, llevan siete meses engañándome. Núñez miente y seguirá mintiendo", se descargó el goleador; "Le dimos todo lo que nos pedían. Esperaban que dijéramos que no, pero pensamos que si esto se rompía sería por ellos. No tengo a Ronaldo, pero tengo 24 millones de euros: si se va es porque pagarán", contestó dolido el presidente de Barcelona.
Inter pagó la cláusula de rescisión, pero la Federación Española de Fútbol trabó el transfer a pedido de Barcelona, que reclamaba que los nerazzurri debían cumplir con diversos conceptos –el monto de la cláusula era para transferencias entre equipos españoles- que elevaban la operación a 42.000.000 de euros. Inter contactó a Real Madrid para que actuara de puente, mientras la resolución del caso llegaba a la FIFA: Ronaldo logró la habilitación provisoria y el dictamen definitivo se conoció el 10 de septiembre. Inter debió agregar 1.700.000 euros a los 24 millones de la cláusula.
Rivaldo y el enfrentamiento con Van Gaal
Los astros brasileños se fueron reemplazando unos a otros: Ronaldo tomó el espacio que dejó Romario y Rivaldo llegó para intentar hacer olvidar al Fenómeno, que en medio de un conflicto se marchó a Inter, de Milán. La partida de Ronaldo dejó aturdido al presidente Núñez, que gastó el dinero de esa transferencia (24.000.000 de euros) para pagar la cláusula de rescisión de Rivaldo, que deslumbraba en La Coruña. Después de tres temporadas a pleno -dos títulos de Liga, una Supercopa de España y una Copa del Rey-, el Balón de Oro de 1999 resultó un premio y un detonante en la relación con el entrenador Louis Van Gaal.
Con el técnico holandés al mando y con Rivaldo como eje, Barcelona ganó las Ligas de 1997/98 y 1998/99. En la siguiente fue escolta, a cuatro puntos, de La Coruña y el curso desató el conflicto: "Jugaba en la izquierda, convertía y era desequilibrante. El equipo se adaptaba a él. Pero al día siguiente de ser elegido el mejor jugador del mundo me pidió hablar con sus compañeros, y cuando pensaba que quería dar las gracias, les dijo que no jugaría más de extremo si no de enganche, de N°10", asegura Van Gaal, que en 2000 dejó el cargo.
La tirantez hizo que el holandés planeara en enviarlo a jugar a Barcelona B, pero las dos derrotas que sufrió Barcelona sin Rivaldo en la cancha promovió que el resto del plantel pidiera su regreso. La pérdida de la Liga y la derrota en las semifinales de la Champions League frente a Valencia terminaron con el ciclo Van Gaal; Rivaldo continuó una temporada más, pero su flojo rendimiento determinó que los blaugranas lo dejaran libre a pesar de que le restaba un año de contrato.
Eto’o, el resistido de Guardiola
Un conflicto con Ronaldinho y la negativa de acatar la orden del entrenador Frank Rijkaard para jugar los últimos cinco minutos en el éxito 2-0 sobre Racing de Santander, señales del carácter díscolo de Samuel Eto’o, el delantero que Pep Guardiola no quería en el plantel cuando el actual director técnico de Manchester City asumió en Barcelona en la temporada 2008/09. Sin Deco y Ronaldinho en el grupo, la decisión del catalán era también desprenderse del camerunés, que resultó una pieza determinante para el triplete que significó la conquista de la Champions League, la Liga y la Copa del Rey.
La idea de Pep era contar con Henry y Bojan y un tercer delantero –el ideal era Benzemá-, aunque debió aceptar a Eto’o, un artillero que en una mala campaña le podía aportar 20 goles, aunque también escenas de vestuario. El camerunés, el año pasado, expuso sus diferencias que sostuvo el DT: "Estoy enamorado de él como entrenador, no como persona. Con él aprendí a jugar al fútbol, lo interpretaba mejor que nadie. Pero también le dije ‘me pedirás perdón, porque soy yo quien hará al Barça ganar, no Messi", recordando la final con Manchester United de 2009, en la que el ariete abrió el marcador. Apenas se sostuvo una temporada la convivencia, Eto’o ingresó como parte de pago de la negociación por contratar a Zlatan Ibrahimovic. Irónico, el africano agradeció ese movimiento que le posibilitó unirse a Inter, de Milán, con el que firmó su segundo triplete consecutivo, bajo el mando de José Mourinho. "Mi abogado me dijo que el club me había puesto a la venta en el mercado de pases y que fue a petición de Guardiola: me permitió incluso ser parte aún más grande en la historia del fútbol".
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