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Los hinchas ya hablan de la "maldición" de los técnicos de Independiente
Jorge Almirón, que llegó a Lanús después de trabajar en el Rojo, repitió la costumbre de consagrarse después de dejar al equipo de Avellaneda, tal como le había pasado a Ramón Díaz, Omar de Felippe y Claudio Borghi
El fútbol está lleno de mitos, supersticiones, leyendas. También de historias que se tejieron alrededor de hechos que resultan difícil de explicar. Algunos lo llaman maldición, otros se apartan de los conjuros y resaltan que se trata simplemente del destino. La condena de Benfica en las competiciones europeas, donde lleva ocho finales perdidas en 52 años, desde la salida del entrenador húngaro Béla Guttmann, la fallida brujería de Haití frente a Polonia, en la Copa del Mundo de 1974, y hasta la represalia que habría sufrido Quilmes por no saldar el trabajo de una hechicera, en 1994, forman parte de las historias oscuras que recorren los continentes. En los últimos 11 años, Independiente, sin llegar a esos extremos ni a la participación de pitonisas, es protagonista de una curiosidad: cuatro directores técnicos que dejaron el cargo fueron campeones en la siguiente experiencia. El ciclo lo inició Claudio Borghi y se cerró, por ahora, con la consagración de Jorge Almirón, en Lanús; Ramón Díaz y Omar De Felippe completan el póquer.
Los brazos en alto apuntando al cielo de Almirón, en el Monumental, un desahogo para el entrenador y un nuevo puñal que se clavó en el club de Avellaneda. Diez meses duró su experiencia, con 14 victorias, 11 empates y 10 derrotas. La última, frente a Racing, en el clásico, provocó el estallido en una relación que estuvo marcada por la tirantez, la desconfianza. De los hinchas, que nunca le perdonaron que el Comandante le pusiera punto final a los ciclos de futbolistas emblemáticos como Rolfi Montenegro o Pocho Insúa; tampoco los dirigentes respaldaron al hombre de trato frontal, ya que el deseo de quienes mandan era que Gabriel Milito, quien ahora tomó las riendas, aceptara el ofrecimiento en julio de 2014. "La gente va a decir ‘por fin se fue este negro de miera’. Renuncié por los jugadores, estaban muy presionados y no estaban tranquilos por mi culpa. La gente ya no me quiere por más que el equipo gane. Si no me iba, al siguiente partido los iban a putear a ellos también, así que prefería alejarme", confesaba con crudeza Almirón, confeso hincha de los Rojos, pero que llegó a la cima con Lanús.
El Comandante sucedió en el puesto a De Felippe, el conductor que devolvió al club a primera. Su ciclo no llegó al año, se detuvo a los 322 días. Llegó de la mano de Javier Cantero –que renunció cuando el equipo no encontraba el rumbo en la primera B Nacional- y se marchó tras las desavenencias en materia de refuerzos con Hugo Moyano, quien se impuso con holgura en las elecciones anticipadas. Otra vez el apellido Milito tomó envión, pero el Mariscal tampoco sintió que era el momento para cargar la mochila. "Era imperioso traer cuatro o cinco refuerzos. No hay torneo de Transición, hay que sacar puntos. Siento que tomé la decisión correcta. Me tiene triste y con bronca no estar, porque se luchó mucho", expresaba De Felippe, dolido por la imposibilidad de dirigir a Independiente en primera. Ocho meses más tarde, volvió al ruedo, aunque en Ecuador. Llegó a Emelec para reemplazar a Gustavo Quinteros, que tomó el control del seleccionado; en su primera experiencia fuera de la Argentina, llevó al conjunto eléctrico al tricampeonato, algo que no sucedía hacía 32 años en la liga ecuatoriana.
Una visita de la barra brava al vestuario fue el eslabón que terminó con el trabajo de Antonio Mohamed, ganador de la Copa Sudamericana 2010 con Independiente. Un corto interinato de Christian Díaz –apenas dos juegos- y el anuncio rimbombante de la contratación de Ramón Díaz. El riojano sumaba su tercer grande, después de River y San Lorenzo. Un corto recorrido de 20 partidos, en los que el equipo se hundió un poco más en los promedios. Debutó con una derrota –ante Colón- y se despidió con otro tropiezo, frente a Argentinos. El riojano sumaba frustraciones, la tercera en continuado, después de las malogradas experiencias en América, de México, y el segundo ciclo en el Ciclón. "Fue todo culpa mía. Decidí dar un paso al costado porque Independiente tiene todo el material y jugadores jóvenes para salir de esta mala situación", señalaba Ramón, tras su última función. Ocho meses más tarde, encontró su espacio en River, su lugar en el mundo. Y ahí volvió a festejar: no fue de inmediato, como en los casos de Almirón y De Felippe. La celebración llegó en el torneo Final 2014, tras 18 meses de gestión.
Y la historia llega a su inicio, con Claudio Borghi. Cuatro títulos en Colo Colo encandilaron a los Rojos y al entonces presidente Julio Comparada, pero el Bichi no solo estuvo lejos de repetir: su ciclo tuvo un recorrido de cinco meses. "No vengo a apagar ningún incendio", anunció en su presentación; "me voy dignamente porque he hecho mi trabajo como lo hice como jugador, como técnico y como en toda mi vida, lo único que lamento es haber defraudado. Muerto el perro, muerta la rabia. Así que espero que ahora que me voy, no sigan criticando cosas que no son criticables", se despachó en la despedida, tras la derrota 1-0 con Huracán. La Paternal le abrió las puertas para un desquite en el fútbol argentino. "Vinimos a pelear el descenso y salimos campeones", expresó, y así empezó la secuencia de técnicos que después de dar el portazo en Avellaneda encuentran el éxito a la vuelta de la esquina, con otros colores.
ac/jt
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