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Lionel Messi, Juan Román Riquelme y la historia detrás del festejo contra Louis van Gaal y los Países Bajos
La imagen de la Pulga parándose frente al DT neerlandés con las manos sobre sus orejas tiene antecedentes que involucran al propio entrenador y al actual vicepresidente de Boca
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Horas después de que la selección argentina sellara su pase a las semifinales del Mundial de Qatar 2022 tras superar a los Países Bajos, el foco estuvo puesto en gran parte en algunas reacciones que tuvieron los jugadores hacia sus rivales de la noche, siendo el DT Louis van Gaal el principal apuntado. Lionel Messi, capitán y figura del encuentro, fue el más vocal de todos, acusando al entrenador de “no ser respetuoso” por sus declaraciones previas, y más tarde de “vender que juega bien al fútbol y hoy metió puro pelotazo”, pero la imagen que más dio que hablar fue sin duda la que protagonizó cuando convirtió su penal para el 2-0 parcial: luego de festejar con sus compañeros, se acercó al banco de suplentes neerlandés, frenó y se llevó las manos a las orejas.
Fue un gesto que, como no podía ser de otra manera, dio la vuelta al mundo y se repitió incontables veces en las redes sociales, convirtiéndose en una de las grandes fotografías de esta Copa del Mundo. Y a nadie se le escapó la referencia directa: el festejo característico de Juan Román Riquelme. Con aquella acción, la Pulga se tomaba revancha de los dichos de van Gaal sobre él, y otros jugadores argentinos, que llegaban hasta horas antes del partido. Pero para comprender su valor en su totalidad es necesario retrotraerse hacia el origen del llamado “Topo Gigio”, por el tradicional programa de TV infantil italiano.
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— Santuke (@santuke_) December 10, 2022
La historia comienza en 2001, en una época legendaria para el club de Riquelme, Boca, que había conseguido tres títulos locales consecutivos, una Copa Libertadores (al final de aquel año conseguirían otra) y aquella histórica Copa Intercontinental contra Real Madrid, con el número 10 como figura indiscutida de ese equipo. Su sueldo, no obstante, no reflejaba su gravitación: el salario de Riquelme era, según denunció él mismo, se correspondía con el un jugador juvenil. Como consecuencia, reclamó repetidamente al entonces mandamás del club de la Ribera, Mauricio Macri, que le ofreciera un contrato de mayor valor, pero el futuro presidente de la Nación no solo le negó el pedido, sino que también anunció públicamente que el jugador había sido vendido a Barcelona por 26 millones de dólares, un récord en el fútbol argentino, apenas diez días antes de jugar el Superclásico contra River.
Ante lo que consideraba una injusticia, Riquelme eligió ese partido, el 8 de abril de ese año, para por fin enviar un mensaje en público, luego de haberse mantenido en silencio hasta entonces. Su oportunidad llegó a partir de un penal a los 28 del segundo tiempo, que primero contuvo el arquero Millonario Franco Costanzo, pero después pudo responder al rebote con un cabezazo para anotar el 2-0 parcial. Y ahí llegó el momento de la imagen: eludió los festejos con sus compañeros, levantando las manos en señal de “alto”, corrió hasta la mitad de la cancha, miró hacia el palco presidencial de la Bombonera, frenó y se llevó las manos a las orejas.
“El festejo fue para mi hija porque le encanta el Topo Gigio”, fue la sarcástica respuesta de Román al término del encuentro, que terminó con triunfo por 3-0, pero años más tarde Cristian Traverso, su compañero de concentración, aportó más contexto al suceso en torno a la renovación: “Riquelme no aceptaba que la operación no la manejara Marcos Franchi (su representante de por aquel entonces) y la traía otro empresario”, contó en diálogo con TyC Sports. “Empieza una guerra con Macri, guerra que ya había empezado alguna vez cuando él decía que ganaba cinco y Macri hizo trascender el recibo donde figuraba que ganaba diez, ponele. Ya había quilombo. En esta era o renueva o se va al Barcelona o no acepta la oferta del Barcelona. En ese contexto empiezan los despelotes. Cuando se cae la operación, pienso que este gesto de Román significa ‘quiero cobrar lo mismo que me hiciste perder con Barcelona’. Ese es el gesto, para mi”.
Pero tratándose de una situación que involucraba a Riquelme, Macri y Boca, ¿qué relación tendría ese suceso con Louis van Gaal? Eso se sabría más adelante, cuando un año después se concretara el pase al club culé. Aunque van Gaal era el entrenador de los catalanes en aquel momento, la llegada de Román respondía más a un deseo personal y movida política del presidente Joan Gaspart que un pedido del neerlandés, tratándose de un jugador que estaba en las antípodas de lo que él buscaba en un equipo. El campeón de la Champions League con Ajax se lo hizo entender al número 10 en uno de los primeros encuentros, cuando lo llevó a su oficina y le mostró videos de sus actuaciones con el Xeneize, dejándole una frase que pasó a la historia: “Usted es el mejor jugador del mundo cuando tiene la pelota, pero cuando no la tiene jugamos con uno menos. Acá tengo un sistema y confío en él, usted va a jugar de extremo izquierdo”.
Curiosamente, varios meses antes de su llegada y en el contexto del Mundial sub 20 de 2001, celebrado en la Argentina, van Gaal ya había adelantado su opinión acerca de Riquelme en el contexto de su no convocatoria a la selección mayor por parte de Marcelo Bielsa: “Es un gran jugador... calculo que Bielsa querrá que trabaje sobre sus aspectos negativos que sólo él conoce. Para Marcelo, el equipo está por encima de las individualidades, y yo coincido con él”. Y aunque años más tarde Román reconocería su “honestidad”, las rispideces entre ambos harían irremontable su relación, causando su salida en 2003 a Villarreal, donde se convirtió en ídolo.
Pero la historia se repetiría con los años venideros con varios otros jugadores argentinos. Martín Demichelis terminaría en malos términos tras su paso por Bayern Munich, en el que fue relegado al banco de suplentes. Marcos Rojo tiene un buen recuerdo, pero advierte que “es buena persona... si le hacés caso”. Pero Ángel Di María, actual integrante de la selección argentina, fue el más lapidario de todos: “Mi problema en Manchester era el entrenador. Van Gaal fue el peor entrenador de mi carrera. Yo marcaba, asistía y al día siguiente me enseñaba mis pases mal colocados. Me desplazó de un día para otro, no le gustaba que los jugadores fueran más que él”.
El patrón es claro, aunque existan algunas excepciones como Sergio Romero y Juan Antonio Pizzi, que lo elogian hasta hoy: la ideología futbolística de van Gaal, centrada en los automatismos mecanizados, el sacrificio defensivo de todos los jugadores y la renuncia del talento individual por el esfuerzo colectivo, chocó históricamente con la percepción en el imaginario del futbolista argentino, expresivo, creativo, “lagunero”, individualista. Y desde el momento en que se conoció que los Países Bajos sería el rival de la Argentina en los cuartos de final del Mundial, la narrativa se escribía por sí sola. Iba a ser un duelo de principios.
Por su parte, van Gaal no hizo el más mínimo intento en apaciguar la rivalidad. En todo caso, la reavivó. Habló de tener “ventaja” en el caso de que el partido terminara en la tanda de penales sin explayarse en el asunto, declaró que el hecho de que Scaloni jugara con un sistema similar al suyo en el partido “demuestra que Argentina nos tiene miedo” y, fundamentalmente, despertó la ira de Messi: “Messi es un jugador que puede decidir un partido en una acción individual. En la semifinal que jugamos contra Argentina en el 2014 no tocó una pelota y perdimos en los penales. Ahora queremos revancha. Por supuesto que Messi es su jugador más peligroso y creativo. Por otra parte, no participa mucho en el juego cuando el adversario tiene la posesión. Ahí está nuestra oportunidad”. Muy similar a lo que le había señalado a Riquelme hace 20 años.
Toda esa historia previa, terminó en el gesto que Messi tomó “prestado” de Riquelme, su ex compañero de la selección entre 2005 y 2008 y que pasará a la historia de los Mundiales. Tal como lo había asegurado antes y después del encuentro Emiliano Martínez, las desafiantes declaraciones de van Gaal fueron un combustible para el seleccionado en general y la Pulga en particular para encarar el partido como el producto una rivalidad de décadas, que se manifestó en cada minuto del encuentro e incluso en las horas posteriores. El “Topo Gigio” fue por Riquelme, por Demichelis, por Di María, por él mismo y por toda una forma de entender el fútbol.
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