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Las razones que empujaron a Ramón Díaz a renunciar como DT de River
Lejos de coincidir con el proyecto de los dirigentes, el Pelado tomó la decisión de no continuar: ¿por qué?
De repente, las burbujas de champagne desaparecieron. El clima festivo que envolvía a River se terminó. La relación entre el técnico Ramón Díaz, el más ganador de la historia del club, finalizó de manera abrupta, ocho días después de la obtención del título del torneo Final, tres más tarde de lograr la clasificación para la Copa Sudamericana. Durante la convivencia, el riojano y el presidente Rodolfo D'Onofrio expusieron varios chispazos, porque desde la gestión le fueron cercando los movimientos y recortando el poder aun antes de ganar las elecciones, en diciembre pasado. El Pelado, cuyo contrato se extendía hasta 2015, tragó saliva y cada vez que intentó mostrar las uñas lo cruzaron con advertencias. Entonces, Ramón esperó el desarrollo de la jugada, se guardó su mejor carta, aunque advirtió, antes de conquistar su octava estrella en el club, que tenía cosas para decir. Golpeó con dureza en el momento más inesperado, y así se tomó un desquite. Con la decisión fijó que no acepta que le limiten el campo de acción, que su autoridad es superior hasta que la de aquellos que conducen. Relució el ego que lo mantuvo alejado durante casi 10 años, y antes de soportar que volvieran a manifestarle que su ciclo estaba terminado, como lo hizo José María Aguilar después del título del Clausura 2002, él tomó las riendas, prefirió no continuar y les trasladó los problemas a los dirigentes.
Una práctica distendida, porque el sábado River jugará con Boca en México el último compromiso antes de entrar en el período de vacaciones, no hacía presagiar este desenlace. El círculo íntimo del riojano se enteró de que Ramón ejecutaría su venganza antes de que subiera a las oficinas del Monumental, donde lo esperaban D'Onofrio, Matiás Patanian, vicepresidente y titular del consejo de fútbol, y el secretario técnico Enzo Francescoli. La conferencia de prensa que algunas horas antes brindaron el vicepresidente 1° Jorge Brito y el tesorero Andrés Ballota acerca de la dificultosa situación económico-financiera de la entidad resultó una excelente plataforma para el mensaje que dio el entrenador, que en el cónclave estuvo escoltado por Emiliano, su hijo y ayudante de campo, y el representante Adrián Castellano.
No se sentó a escuchar Ramón, que estableció con rapidez que la charla sería breve y él llevaría la voz cantante. El anuncio de que River precisa recaudar más de 100 millones de pesos en ventas y que no se cometerían locuras en el mercado de pases en materia de incorporaciones provocó que el riojano sentenciara que ya había puesto en riesgo su prestigio en el reciente torneo y que no estaba dispuesto a volver a hacerlo. "Si querían una demostración, yo ya la di. El prestigio no me lo juego más, ya me lo jugué", expresó.
La idea de que no le desmantelaran el grupo y reforzarse con nombres de jerarquía siempre contrastó con el plan que iba a sugerirle la conducción, aunque nunca se llegó a esbozar. Aquellas definiciones de D'Onofrio, en las que dejaba trascender que el club no tenía un técnico como cabeza del proyecto sino que el modelo es propiedad del club al que el entrenador se debe adaptar, nunca le agradaron al técnico. La relación con Francescoli, que asistía a algunas prácticas y visitaba la concentración de manera regular, siempre fue vista con desconfianza por Ramón. Una remake de aquella tirantez que vivieron cuando el riojano dirigía y el uruguayo era la estrella del equipo.
Sin nombres rutilantes, con la latente posibilidad de que el club se desprendiera de Lanzini, Carbonero, Álvarez Balanta, Vangioni, Teo Gutiérrez, Chichizola... la imposición de aceptar los regresos de Trezeguet -a quien él desechó hace un año- y de Rodrigo Mora, que se fue en el verano a Universidad de Chile para destrabar el conflicto con el técnico, y la continuidad de Ponzio, que no figuró entre los futbolistas concentrados en la mitad del torneo, resultaron demasiadas concesiones que el Pelado no estaba dispuesto a entregar.
No era todo: en la cabeza del riojano todavía hacían ruido aquellas versiones acerca de los llamados a Ricardo Gareca y Marcelo Bielsa para establecerlos como posibles reemplazantes, aunque los éxitos determinaron que se discontinuaran las conversaciones. "Ramón nos manifestó sus ganas de irse. No dejó que le habláramos de lo que viene. No lo esperábamos, estoy sorprendido. A veces los hombres tienen sus decisiones. Él nos manifestó que estaba muy feliz por haber alcanzado los objetivos", fue el escueto mensaje de D'Onofrio, tras la reunión.
Anoche, Ramón cenó con el plantel en el restaurante Rodizio, en Costanera Norte; hoy, a las 16.30, ofrecerá una conferencia de prensa. Será la despedida, aunque esta novela seguramente regalará algunos otros capítulos.ß
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