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La selección ya se dio cuenta de que puede sin Messi y la pregunta se invirtió: ¿Qué será de mí sin ustedes?
La final de la Copa América fue la certificación del definitivo cambio de una era marcada por el protagonismo de su capitán
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MIAMI (enviado especial).- Hay una decena de imágenes alrededor del tobillo derecho de Lionel Messi, tumescente y bordó. Y también las hay de un rostro en pleno ejercicio de la angustia. Cuando Messi perdió todas esas finales que se le cargaron a la mochila el gesto fue de cierto estupor, incredulidad, como si necesitara salir rápido de esa situación, buscar refugio, escapar. El Messi que tomaron las cámaras, arrumbado en el banco de suplentes con una bolsa de hielo en la pierna, era uno aprisionado por el desconsuelo. El llanto fue un grito, un mensaje. La vida después de las lágrimas.
¿Qué será de la selección sin Messi? Es la pregunta que hace años da vueltas en nuestro medio. ¿Cómo hará Argentina para llenar el vacío que deje el 10 cuando diga ‘hasta acá llegué’? Las respuestas empezaron a aparecer en la calurosa noche de Miami. La selección, por primera vez en los 18 años de vigencia del mejor de todos, ganó un título sin Messi.
Messi conoció su propio umbral de dolor y salió. Nunca había pasado. Salió en una final. Reñida, cerrada, que necesitaba de su liderazgo. Pero hasta ahí llegó. El cuerpo habla. Y un cuerpo como el de Messi, que se forjó para ser el mejor, cuando dice algo hay que escucharlo. Y entonces se respondió a la gran pregunta que durante casi dos décadas martilló las cabezas de los argentinos. Qué será de la selección sin Messi: un grupo al que el propio 10 moldeó para no claudicar, para sentirse ganador. Argentina ganó el partido clave y fue campeón sin su líder, sin su guía.
¿Qué significaron las lágrimas? Desde el momento en el que hundió el botín derecho en el césped y la torción brutal le alteró el sistema nervioso, Messi supo que el viaje había terminado. A los 37 años, ya no quedan muchas estaciones por delante. Las lágrimas reflejan eso. La toma de conciencia de que el cuerpo ya no tiene la resistencia de antes. Para un competidor feroz, programado para ser el mejor, la obsolescencia es difícil de asimilar.
Una vez que pasó el shock, se sumó tímido, en chinelas, con una cierta renquera al círculo humano para la arenga de la prórroga. Hasta que recibió el regalo del gol para ganar la Copa. Lo buscaron con abrazos. Roberto Ayala quedó prendido a su cuello; Gio Lo Celso fue directo a buscarlo. Y ahí cambió el semblante. El Messi compungido dio paso a otro feliz por sus camaradas. Ya en la entrega del trofeo, tenía zapatillas. Lo acompañaron los viejos Di María y Otamendi. Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, le susurró algo al oído. Messi no paraba de sonreír. Y alzó la copa…
Messi había llorado casi desconsoladamente cuando anunció su salida de Barcelona. Fue traumática, no lo esperaba. Buscó competitividad en PSG, pero encontró en París un universo hostil. Entonces armó el plan de retiro, que incluyó al gran sostén de toda la carrera: su familia. Los tres hijos y Antonella. Apareció David Beckham, Inter Miami y una propuesta integral para la transición hacia la vida después del estrellato. Pero en el medio está la selección, el sitio en el que Messi encontró, después de muchos años de oprobio y sufrimiento, el lugar que merecía. Hoy, Messi es la selección. ¿Cómo hacer para seguir sin él?
A diferencia de Ángel Di María, que tomó la determinación –indeclinable- de dejar motu proprio la selección una vez finalizada esta Copa América. Messi, en cambio, va evaluando y retocando su discurso público de acuerdo con el transcurso de su vida futbolística actual y con las señales que su cuerpo le envía. En esta aventura de final feliz, el cuerpo le mandó dos.
Ya la pregunta sobre si estará disponible para el Mundial 2026 parece retórica pura. La vida de Messi hoy es un paso a paso permanente. Dosifica su esfuerzo y frena cuando la aguja está por llegar al rojo. La administración de energía es parte del plan del presente.
En septiembre vuelve la actividad para los campeones de América y del mundo. Una doble fecha de eliminatorias en la Argentina será local de Chile y viajará al calor de Barranquilla para cruzarse otra vez con Colombia. En octubre visitará a Venezuela y recibirá a Bolivia. En noviembre, viajará a Paraguay y será local de Perú. Estará Messi en condición de afrontar todo ese derrotero de viajes y partidos o es el momento de, como ocurre en su participación en Inter Miami, graduar sus aportes.
En principio, estará un tiempo sin jugar. ¿Un mes? Los estudios que se realizará en Inter Miami lo determinarán.
La selección demostró que ya dio el paso de jugar y ganar (un partido, un título) sin Messi. Es más, lo hizo con su amigo, líder y referente llorando en el banco de suplentes. Ahí hubo otro punto a favor: el de la templanza para ganar en nombre del ídolo.
Hubo otra imagen simbólica en la noche de festejos del Hard Rock Stadium. Consumada la victoria, el campo de juego fue durante más de una hora el patio de juegos hijos, primos, hermanos de los futbolistas. Todas las familias celebraron allí, con el público como espectador. En un momento, Messi se fue hacia los vestuarios. Con paso lento y la mirada calma, casi sin emociones. Lo rodeaba Antonela; también Celia, su mamá. Los tres chicos correteaban a su alrededor.
Ya con los suyos, en esta ciudad que ha hecho propia, habrá procesado las angustias, ansiedades y alegrías de una noche extraña. Después, dejó señales en su Instagram: “Se terminó la Copa América y lo primero que quiero es agradecer a todos por los mensajes y saludos. Estoy bien, gracias a Dios, y ojalá pueda estar pronto en la cancha de nuevo disfrutando de lo que más me gusta hacer. Estoy feliz, mucho, sobre todo porque logramos el objetivo que teníamos y Fide nos deja pero con otra Copa más. Los más grandes, como él, Ota o yo, lo vivimos con especial emoción, con otros compañeros que ya llevan varios torneos y suman su experiencia también, y con una camada de jóvenes que lo dan todo en cada pelota. Somos un equipo y también una familia, un grupo espectacular. Gracias a todos los que nos estuvieron apoyando, esta Selección tiene mucho presente y mucho futuro también”.
En la carrera contra el tiempo, el genio va pasando el testimonio. Después de la congoja, de las lágrimas y del abrazo que le dio un grupo que halló en él su inspiración y que le dio la Copa como ofrenda. ¿Messi sigue? Messi sigue… hasta cuando él lo decida.
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