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La imagen de River se desdibujó cuando era imperiosa la lucidez, con el Superclásico a la vuelta de la esquina
La figura de Franco Armani sostuvo el empate 1-1 con Banfield; suma un triunfo en los últimos 14 juegos fuera del Monumental, la peor racha histórica
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Una racha invicta histórica en el Monumental y la peor serie sin triunfos fuera de casa. La estadística puede señalar el presente revuelto de River, que llamativamente perdió lucidez en el campo de juego, y entre la fortuna para anotar y las respuestas de Armani, descubrió el sostén para rescatar un empate de la visita a Banfield. La igualdad 1-1 es una marca peligrosa, con el superclásico a la vuelta de la esquina, en un semestre en el que los millonarios tienen como única meta la Copa de la Liga.
El ímpetu del local provocó a los 40 segundos de juego la primera situación de riesgo y dos minutos de asedio sostenido sobre el arco de Armani. Como si la energía de Banfield en el inicio estuviera multiplicada, mientras que River salió del vestuario con las luces apagadas. Los múltiples errores de sincronización de la defensa millonaria posibilitaron tres acciones de peligro y una atajada a puro reflejo del guardavalla y capitán, Armani. No terminó de acomodarse del sofocón que, con las manos hacia abajo, el N°1 pidió serenidad y aplomo a sus compañeros, ante la tromba que se desataba sobre su zona. Era una formación testigo, peligrosamente atada, alejada de la idea que pregona su entrenador Demichelis.
El empate de River ante Banfield en el Sur
El choque de dos estilos definidos y opuestos, entre la intención de River de asociarse y juntar pases como metodología del armado de la apuesta ofensiva, y la explotación de los espacios que señalaba Banfield no tardó en efectivizarse. Pero en ese contrapunto había un espacio en común: la búsqueda del faro de área. El venezolano Rondón –autor del agónico gol frente a Atlético Tucumán, que no era titular desde hace dos meses-, el blanco que intentaban ubicar los laterales Simón y Enzo Díaz o Solari, que por pasajes era un compañero de ataque y en otros se convertía en volante, intercambiando el rol con Lanzini. Giménez, en soledad, era el jugador que pretendía ser abastecido en el Taladro por los volantes externos Bisanz y Juan Pablo Álvarez, rápidos y gambeteadores para desequilibrar.
Con una de las cuatro plazas de clasificación en la mano, un triunfo le posibilitaba a River saltar a la cima de la Zona A, igualando la posición de Huracán. Un éxito, además, dejaba fuera de circuito la serie de cinco encuentros sin ganar fuera del Monumental y no emparejar la racha que compuso el club entre octubre de 2013 y marzo de 2014, bajo el mando de Ramón Díaz. La ausencia del jugador más desequilibrante del momento, el uruguayo Nicolás De la Cruz –como la del referente Enzo Pérez– fueron situaciones de desgaste y cargas que manejó el entrenador con miras al superclásico del próximo fin de semana en la Bombonera. No ocuparon un lugar entre los suplentes, como sí lo hizo el colombiano Miguel Borja, que reemplazó a Rondón en el tramo final del juego.
Entre los relevos asomó el regreso de Aliendro –ruptura completa del tendón del pectoral– y Gonzalo Pity Martínez, que tuvo su primera citación desde su regreso al club, recuperado de una rotura de ligamentos en la rodilla derecha sufrida cuando jugaba en Al Nassr. Los dos fueron piezas de recambio en el segundo tiempo, cuando el entrenador movía elementos como si estuviera en un laboratorio.
Despojado de esa postura pasiva y dubitativa, cuando los engranajes empezaron a aceitarse River pasó de dominado a dominador. La diferencia de los momentos de zozobra y pulso firme estuvo en la eficacia y la fortuna: en ataque, un rechazo sobre la línea de Coronel rebotó en Solari y rompió la paridad del marcador, después de una jugada que contó en los pases finales con la participación de Simón, Nacho Fernández y Rondón. El gol fue un estilete que se clavó en un cuerpo que llegó herido a la cita –tres derrotas consecutivas y una posición inestable y comprometida en la tabla de los promedios- y envuelto en un clima enrarecido, entre las señales de violencia que se sucedieron entre la rotura de uno de los vidrios del micro que trasladó al plantel al estadio y, en el inicio del juego, el grito de “ponga huevo” como bandera de la impaciencia.
Con el nuevo escenario y ante la ventaja, River no logró tomar las riendas y apoderarse de la desesperación y el adelantamiento del rival, que lejos de enseñarse doblegado volvió a ser sofocante e intenso. Con ideas por momentos confusas, pero obligando a los millonarios a refugiarse en las cercanías de Armani, que con manotazos salvadores y la ayuda del poste evitó la caída ante remates de Giménez. Un dato llamativo resultó la facilidad con la que Banfield capturaba los rebotes en la cercanía del área, lo que promovía el inicio de una nueva acción o el remate.
La tenencia de la pelota es una virtud, un sello distinguido del reciente título que obtuvo River. Una característica que no logró sostener en el actual torneo y de la que Banfield tomó nota, incomodando con la presión y forzando a los millonarios a ensayar pases de riesgo o a dividir la pelota. La imprecisión dejaba expuesto a Kranevitter, único volante de contención que no descubría colaboración en la desventaja numérica. En el barullo, Lanzini era el que menos desentonaba, aunque en el momento de las modificaciones el DT lo utilizó como variante en la primera tanda de cambios; Nacho Fernández y Barco, dos que se mostraron erráticos, tuvieron un puñado más de minutos.
Insistente, pertinaz, Banfield no se doblegó y entre un resbalón de Enzo Díaz, un despeje timorato de Aliendro y una perfecta definición de Ignacio Rodríguez tuvo la recompensa. La convalidación de la acción precisó de la intervención del VAR, que le informó al árbitro Rey Hilfier que la pelota, después de impactar en el travesaño, superó la línea de gol.
Un nuevo fallo de Aliendro que derivó en otra atajada de Armani; una supuesta falta sobre el juvenil Rivera dentro del área, un innecesario empujón de Enzo Díaz a un rival sobre la línea lateral, los cambios que no rindieron... Señales preocupantes de un segundo tiempo en el que River perdió la brújula cuando precisaba encontrar el Norte. Y con Boca ahí nomás, a la vuelta de la esquina.
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