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Independiente se hunde en la cancha, como si la inercia institucional destructiva lo centrifugara. La caída por 1-0 con Rosario Central es un reflejo emocional de un equipo que no logra salirse de la espiral negativa que lo envuelve. Un triunfo, en el estreno, en Córdoba, sobre Talleres, el 28 de enero pasado, fue la única señal positiva de la campaña que se devoró al entrenador Leandro Stilllitano y que empujó la llegada de Pedro Monzón, que el domingo dirigirá el clásico con Racing en el estadio Libertadores de América, que resultará una caja de resonancia del convulsionado presente.
Difícilmente en la cancha los futbolistas pueden revertir el desorden que se vive fuera. Y esa tensión por tener que maquillar con victorias lo que no se respalda desde lo institucional suele derivar en errores que cuestan puntos, que se pagan con derrotas. Le sucedió el fin de semana con Estudiantes y lo repitió frente a Rosario Central. De una salida fallida, con una mala entrega del uruguayo Elizalde a Barreto, los canallas desataron el nudo: combinaron Campaz y Malcorra y el colombiano, con una definición cruzada, superó a Rey y dejó su primer sello en el fútbol argentino.
Un golpe para una estructura que solo sabe de castigos y que no descubre los modos de recuperar la vertical. Independiente no ofrece poder de fuego y tampoco tiene a la fortuna como aliada. La primera acción de riesgo la generó el Rojo, con su artillero Cauteruccio, pero entre el poste y Broun dibujaron la mueca de frustración. Rosario Central avisó con un cabezazo de Quintana y, en la segunda oportunidad que dispuso, fue implacable.
En la postura también se demuestra el presente de los equipos. Independiente se alistó para cerrar espacios, recuperar y perfilarse para encontrar en la velocidad del juvenil Vallejo un argumento ofensivo. Pero las ataduras y el nerviosismo solo generaron errores. Con el resultado en contra, Monzón pidió que el equipo se adelantara en el terreno, aunque la serie sin triunfos –diez partidos sin ganar, con seis empates y cuatro derrotas– empuja a los jugadores a mantenerse cautelosos, con temor de repetir un yerro que derrumbe por completo las esperanzas. Marcone, como capitán y futbolista de experiencia, intentó ordenar dentro de la cancha para mantener las líneas y no perderse en el desconcierto.
En la disyuntiva de ir a buscar en ataque o desprotegerse en defensa se movió Independiente. La idea de modificar el dibujo táctico con los ingresos de Cazares y de Cuero, invitó a ilusionarse. No le alcanzón para revertir el destino: la suerte le fue esquiva, como un tiro en el poste de Vallejo a pocos centímetros del arco, y los goles anulados a Cauteruccio, uno en cada tiempo, el segundo con la polémica de la salida del charrúa Mallo, que la decisión del VAR dejó como una anécdota, aunque los canallas también dispusieron de situaciones para aumentar la diferencia y apuntalar con otro gol el invicto en el Gigante de Arroyito, donde acumulan 12 juegos sin caídas. Y, casi en puntas de pie, el canalla ya está tercero en el campeonato, para el delirio de los miles de hinchas que poblaron Arroyito.