Cuatro décadas atrás, Olavarría vivió un sueño efímero pero que revolucionó a la ciudad con la participación del equipo de Amalia Lacroze de Fortabat en los torneos Nacionales de 1981 y 1983; la histórica victoria sobre URSS
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Un sueño efímero, pero también una revolución. Cuatro décadas atrás, Loma Negra ideó un plan para convertir una ilusión en realidad y agitar a la ciudad de Olavarría, instalarla en el mundo de la pelota. El gigante cementero, en medio de la villa Alfredo Fortabat, irrumpió con estruendo en la elite del fútbol argentino.
El campeonato Nacional 1981 resultó la explosión de un proyecto ambicioso, aunque a los dos años los resultados y la idea de varios de los protagonistas de mantenerse en la vidriera terminó por derrumbarlo. Las cíclicas crisis económicas y las devaluaciones que castigan al país fueron otros factores que influyeron en el desplome. Las camisetas celestes vestidas por jugadores de relieve, el estreno con victoria frente al Ferro que dirigía Carlos Timoteo Griguol, la visita de River, la presencia de Amalia Lacroze en la platea o en un par de entrenamientos, curiosidades y anécdotas de una historia que asomó como un cuento.
Las fábricas de cemento de Barker, Zapala, Neuquén y Olavarría tenían su club. La conducción del Club Social y Deportivo Loma Negra, después de ganar el campeonato Mayor de la Liga en 1980, decidió pegar el salto y solicitar apoyo económico para afrontar el torneo Regional del año siguiente, clasificatorio para los torneos Nacionales que la AFA había instaurado en 1967, cuando Valentín Suárez -ex presidente de Banfield- era interventor. El dirigente político y deportivo resultó uno de los artífices del diseño del proyecto, a pedido de Amalita, que solventaría los gastos a través de la Fundación Fortabat.
El primer paso fue la contratación de refuerzos para afrontar un recorrido que le demandó 20 partidos, un examen para entender en qué posición estaba Loma Negra entre los clubes encumbrados de la provincia de Buenos Aires, como Olimpo (Bahía Blanca), Ramón Santamarina (Tandil), Douglas Haig (Pergamino)… El entonces presidente Jorge Alexander, junto con el director técnico Norberto Desanzo, armaron las valijas y se instalaron en la Capital Federal para negociar: el arquero Luis Barbieri (Atlanta) fue el primero en firmar. “Vino Desanzo con un amigo, al que conocía de Chacabuco, y le pregunté qué estaban haciendo. Apenas me dijeron que buscaban jugadores, entre ellos arquero, le dije si podía ser yo. Esa misma tarde nos reunimos en un hotel y aunque Atlanta no quería que me fuera la oferta económica de Loma Negra era inigualable”, recuerda el guardavalla, que viajó por seis meses y se terminó por instalar en Olavarría.
La cadena
Con Barbieri se inició una cadena. El arquero recomendó a Jorge Gallego Vázquez y a Carlos Carrió, de Atlanta; a Carlos Squeo, de quien había sido compañero en Racing. El lateral de la Academia y campeón con Boca de la Copa Libertadores 1978 hizo el contacto con Mario Husillos (Boca) y Ricardo Lazbal (San Lorenzo). También Carlos Magistral (Rosario Central) y Osvaldo Guitiérrez (Vélez) se incorporaron al plantel, que en la parte física entrenaba el profesor Jorge Habbeger.
El 22 de enero empezó la pretemporada, el 8 de febrero el torneo Regional y el 5 de julio de 1981 logró la clasificación al golear 6-1 a Biblioteca Mitre (General Baldiserra) en el juego desquite de la Final de Perdedores; en esa instancia también sacó pasaje Atlético Tucumán, al derrotar a Deportivo Roca (Río Negro). Setenta días más tarde, el 13 de septiembre, Loma Negra debutaría con Ferro en el estadio de Racing, de Olavarría.
“Es un disparate tirarse a ganar el Nacional. Nos interesa realizar un trabajo decoroso y echar raíces sólidas. Pensamos en las futuras divisiones inferiores, en la Escuela de Fútbol. Aquí se dan las condiciones para trabajar y lo haremos sin superar los límites. Tenemos 1500 socios y solo 200 no pertenecen a la fábrica”, resumía el nuevo presidente, el coronel Luis Prémoli. “El hecho de traer al fútbol grande a Olavarría justifica el esfuerzo, pero entendemos que esto debe ir más allá del éxito o del fracaso deportivo”, agregaba Valentín Suárez, el manager, en una charla con El Gráfico.
Apellidos de jerarquía
El foco se centró en una segunda tanda de apellidos de jerarquía para robustecer el grupo: Félix Orte (Rosario Central), Miguel Ángel Lemme (Tigre), Osvaldo Cristofanelli (Quilmes), Rubén Scalise (Racing), Mario Belloni (Estudiantes), Jorge Pellegrini y Osvaldo Mazo (Independiente) y Juan Manuel Sotelo (Murcia, de España). El toque regional lo daban Eduardo Draghi, Néstor Rivera, Aldo Varales, Juan José Urrutia, José Beguiristain y Horacio Ferrero (de Independiente de Tandil), artífices de la clasificación al Nacional y que fueron relegados por las estrellas que dirigía técnicamente Ezequiel Llanos.
“Ir era una apuesta arriesgada: había buen dinero, pero en principio era para jugar el torneo Regional con el objetivo de llegar al Nacional”, recordó Husillos, que era el capitán y quien negoció los premios. Antes del debut con Ferro, Amalita se acercó al goleador y le preguntó qué cifra habían acordado. “Si ganamos será el triple y un mexicano de oro para cada uno”, subió la apuesta la Señora, comentaba el delantero. “¿De verdad que esto lo van a pagar?”, recuerda Lemme, que venía de Tigre. Al día siguiente del festejo, la promesa estaba cumplida. “No creo que haya equipo en Buenos Aires que disponga de tantas facilidades y de tanta tranquilidad para encarar un trabajo”, resumía Habbeger, sobre la historia prácticamente de fantasía que vivía el grupo. Los futbolistas vivían en departamentos o en hoteles y después de los partidos tenían permiso para regresar a Buenos Aires a visitar a la familia. El martes se volvía a entrenar en doble turno.
Del estreno con victoria 1-0 sobre Ferro al empate 0-0 con Talleres, que lo marginó de clasificarse a los cuartos de final. Un comienzo demoledor, con tres éxitos en cadena (el debut, San Lorenzo -Mar del Plata- y Samiento -Junín-) y una serie invicta de siete juegos. El desquite con Ferro significó el primer tropiezo; los de Caballito ganaron la Zona B, Loma Negra y River igualaron en puntos, pero los millonarios -Fillol, Kempes, Ramón Díaz, Passarella, Américo Gallego, Juan José López, Tarantini…- tenían mayor diferencia de goles y accedieron a los cuartos de final. Ese equipo, dirigido por Alfredo Di Stéfano, se consagraría campeón al vencer en las finales a Ferro. Casualidad, los dos clubes que eliminaron a los olavarrienses en su primera excursión por el fútbol de elite.
Entre la desilusión, la victoria a URSS y el final
Loma Negra no tenía una plaza fija y la segunda experiencia resultó una frustración con eliminación, en noviembre de 1981, del torneo Regional clasificatorio para el Nacional 1982. Olimpo (Bahía Blanca) resultó la piedra en el zapato. A la nueva estructura la conducía Rogelio Domínguez y al plantel se habían sumado Norberto D’Angelo (Lanús), Osvaldo Rinaldi (San Lorenzo), José Luis Gaitán (Rosario Central), Pedro Magallanes (Racing). Olavarría, sin embargo, sería noticia mundial.
Mientras el 2 de abril las tropas argentinas desembarcaban en las Islas Malvinas, 15 días más tarde Loma Negra derrotaba a la selección de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que realizaba una gira por el país, preparatoria para la Copa del Mundo de España. Los soviéticos habían igualado con la Argentina, aumentando el invicto a 18 partidos; no sabían de tropiezos desde 1979, cuando en Tbilisi, Georgia, Alemania Federal los había superado por 3-1. El cachet de la selección era de 30.000 dólares y con la recaudación apenas se recuperaron US$12.000.
El estadio de Racing de Olavarría estuvo colmado -la capacidad era de 17.000 espectadores- y Loma Negra festejo el 1-0, a través de Husillos, después de una acción de Orte. “Contra la selección tuvieron miedo de atacar y a nosotros nos subestimaron”, confesó Rinaldi, campeón juvenil en el Mundial de Japón 1979, con Diego Maradona como estandarte. El mito señala que Diego estuvo en los planes de Amalita Fortabat, aunque ella lo desmintió. Sí, reveló el jugador que era su sueño contratar: Fillol.
“Con la Señora nunca hablamos de fútbol. Con ella estuve dos veces: una cena en la estancia San Jacinto y después en las oficinas en avenida Diagonal Norte. También fuimos a un departamento en la avenida Del Libertador con el plantel, después de jugar con River”, comenta Roberto Saporiti, el director técnico que condujo la última aventura de Loma Negra en los torneos Nacionales. “Fue a presenciar dos veces los entrenamientos. La primera detuvo el helicóptero en la mitad del campo de juego y el coronel Prémoli le dijo ‘a Roberto no le gusta que detengas el helicóptero en la cancha cuando entrenan’. La siguiente vez bajó en la cancha auxiliar y se quedó agarrada del alambrado, observando cómo trabajábamos. Paramos el entrenamiento y fuimos a saludarla con los jugadores. Ese gesto la impactó. Fue una relación corta, pero muy amigable”, recuerda, quien mantenía diálogos en francés con Amalita: “Cuando Prémoli le habló de mí, le dijo ‘aparte te va a gustar porque viene de Europa. Ella ni me conocía, esa era la verdad. Pero le dieron mi currículum y le dijeron que hablaba francés perfectamente”.
El entrenador, recibido en Francia, tenía ya una hoja de ruta por su paso por Chacarita, Talleres de Córdoba, Rosario Central, además de ser parte del staff de César Luis Menotti en la selección. “Me dieron el manejo del fútbol. El plantel estaba bastante armado y me permitieron sumarle jugadores de gran personalidad y de renombre. Uno fue Luis Galván, campeón del mundo en 1978, al que conocía de la selección. Le agregué a Rubén Rossi, campeón juvenil en Japón, y a José la Pepona Reinaldi. Husillos trabajaba de 9 y por su inteligencia pasó a ser N°10: hicimos trabajo personalizado todos los días, tenía una inteligencia privilegiada”, rememora, quien año después sería campeón con Argentinos.
Después de ganar las zonas de las dos primeras etapas, el cruce de octavos de final fue con Racing. El 15 de mayo, Loma Negra se impuso 2-1 en Olavarría; tres días después, en el Palacio Tomás Adolfo Ducó, la Academia sorprendió y goleó 4-0. “Ahí la señora había tomado la decisión de jugar solo el campeonato local y liberar a algunos jugadores. Yo le dije a Prémoli que, sin faltarle el respeto a la Liga de Olavarría, había ido por un proyecto más ambicioso y que todos esos jugadores que conformaban el plantel eran de demasiada jerarquía para jugar un campeonato de Liga local. Nos pagaron todo, los 14 meses de contrato, y nos liberaron”.
Saporiti, que se trasladó con su esposa Liliana y sus hijas Lorena y Vanesa, mantiene un grato recuerdo de la excursión. La amabilidad de la gente, el trato del ciudadano olavarriense, la pequeña revolución. “Más allá de lo futbolístico, la experiencia más positiva fue las fuentes de trabajo que se generó con todo lo que rodeaba al equipo: empleados, utilería, cuidado de la cancha, médicos… Las visitas de River y de Racing”, explica el último conductor de Loma Negra, que volvió a ser un club de barrio, después de ser una sensación y de codearse con los mejores del país.
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