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Franco Armani, a solas con LA NACION: "Entro a jugar y siento que no me van a meter ni un gol"
La cicatriz junto a la oreja derecha desciende casi imperceptible por la quijada. Diez años tenía Franco Armani cuando salió al patio a jugar con el Gran Danés de la familia. Como siempre, pero esta vez el perro reaccionó como nunca. La mordida, la desesperación por las calles de Casilda , la docena de puntos de sutura y la habilidad del médico de turno por esas puntadas extra en el interior de la boca para evitar que quedara ladeada para siempre. La infancia santafesina aparece una y otra vez en la charla. La escuela Manuel Dorrego, la casa sobre la calle Remedios de Escalada y esa pintada en el paredón de enfrente que estuvo hasta hace poco: "Chili roñoso", una humorada de su hermano Leandro, el ‘Beto’ que jugó en Newell’s y Tiro Federal. ‘Chili’ es Franco.
El cuarto de los Armani estaba empapelado de rojiblanco. Fanáticos de River , colgaban los pósters de las revistas en cada pared. Todos, Crespo y Ortega, y también Francescoli y Gallardo, claro. Qué se iba a imaginar que años más tarde serían sus jefes. Pero en sus relatos infantiles, Franco se transformaba en German Adrián Ramooooooónn…, Buuuuurgos! Siempre fue arquero, desde que tiene memoria. Y siempre fue de River, pero nunca sobraron unos mangos para viajar hasta Núñez. Recién pisó el Monumental con la Reserva de Estudiantes; luego, cuando jugó la final de la Copa Sudamericana 2014 con Atlético Nacional. Y la tercera vez ya llevó el escudo de River en el pecho. El primer saludo con Gallardo resultó protocolar…, debieron pasar algunos días hasta que el hincha se atrevió a darle un abrazo al técnico.
–¿Por qué no quedaste en Estudiantes?
–No tenía muchas posibilidades porque cuando subí desde las inferiores estaban Andújar, Albil y Dobler. Era el cuarto arquero, así que tomamos la decisión de salir a préstamo para jugar y agarrar experiencia. Me fui a Ferro un año, pero solo jugué un partido. Cuando volví a Estudiantes seguían los mismos arqueros, así que estaba esperando y surgió lo de Deportivo Merlo. Me llamó el técnico De la Riva y me dijo si quería ir, pero le puse la condición de que quería jugar, no quería volver a vivir lo de Ferro. Y él me dijo que yo iba a jugar, si andaba bien. Así que tomé la decisión de irme a Merlo y ahí empezó todo.
–De la Riva puede decir que te descubrió…
–Sí, estoy agradecido porque me brindó su confianza cuando no tenía equipos adónde ir a jugar.
–¿Y si no llegaba esa oportunidad?
–Volverme a Casilda no era una opción porque todavía tenía contrato con Estudiantes. Si no salía nada, me tenía que quedar a pelearla ahí. Pero tampoco podía jugar en Reserva porque ya empezaban a subir pibes… tenía que quedarme de cuarto arquero. Pero dejar el fútbol, en ese momento, no se me pasó por la cabeza.
Armani lleva dos títulos y 34 partidos en River: mantuvo 20 veces la valla invicta, recibió 16 goles, solo Godoy Cruz (2-2) y Flamengo (2-2) le anotaron dos veces y el equipo acumula 19 triunfos, 12 empates y dos caídas con él.
–¿Por qué decís "en ese momento"? ¿En alguno sí?
–Tuve momentos difíciles en Colombia por la lesión en la rodilla [NdR: en 2012 sufrió una rotura del ligamento cruzado anterior]. No sé si pensé en dejar en fútbol, pero sí me preguntaba cómo volvería: si lo haría de la misma manera, si iba a ser el mismo. Te pasan mil cosas por la cabeza. Pero gracias a Dios volví mejor que antes.
–Suplente de Gastón Pezzutti, en Atlético Nacional también tardaste en afirmarte. ¿Alguna vez te arrepentiste de haber ido a Colombia?
–Nunca. Durante dos años no tuve lugar y me tocó esperar, pero después de la lesión cambió todo. Cuando me recuperé, el técnico Juan Carlos Osorio apostó por mí, fuimos campeones de la liga y empecé a crecer en mi carrera. Jamás bajé los brazos, sabía que la posibilidad de jugar iba a llegar y la tenía que aprovechar. Y fue así.
–Escuchaste leyendas sobre Pablo Escobar…
–Sí, muchas. Pero ya era otro club cuando llegué, y yo estaba totalmente al margen. Pero siempre alguno te contaba algo, alguna anécdota de esas épocas. Y sí, hay muchas.
–Y de René Higuita también…
–¡René! René es una gran persona, siempre lo tuve cerca. En los últimos seis meses estuvo en Nacional como entrenador de arqueros, así que aprendí lo mejor de él.
–Era algo más excéntrico que vos…
–Ahhh, sí, eso seguro. Ahora no se puede. Si hacés lo que hacía René, no te contrata nadie. Lo recuerdo con gran cariño.
–La triple atajada contra Rosario Central, en Arroyito, ¿fue tu mejor intervención?
–Creo que sí. Fue una triple atajada…, todavía pienso cómo la hice. Se ve muy poco algo así. Hasta ahora, todavía no me retiro…, quizás haya una cuádruple atajada más adelante…
–¿Te sentís imbatible?
–Yo entro con este pensamiento al campo de juego: siento que no me van a meter ni un gol. Siempre quiero salir con el arco invicto, siempre. Me molesta mucho, realmente, cuando me hacen un gol. No me voy contento. Por ejemplo, cuando le ganamos 5-1 a Lanús o 3-1 a Sarmiento, de Chaco, por un lado me fui contento, pero por otro no. No me gusta que me metan goles y juego siempre con la obsesión de irme con el arco en cero. Obviamente esa confianza me la brindan mis compañeros, porque tenemos una defensa muy sólida y de ahí para adelante todos luchan. Se los agradezco, porque la clave para que a mí no me metan goles arranca desde los delanteros.
–¿Cómo te llevás con los errores? ¿Arrastrás la culpa, los olvidás rápidamente…?
–Apenas termina el partido reviso las jugadas y analizo en qué me equivoqué y qué podría haber hecho mejor. Si estaba bien ubicado, si podía dar el rebote para otro lado, si podía sacar más rápido... Soy muy autoexigente.
Siempre quiero salir con el arco invicto, siempre. Me molesta mucho, realmente, cuando me hacen un gol. No me voy contento
–Cuanto te ves, ¿sos tan bueno como dice la crítica o te encontrás defectos que nosotros no observamos?
–Yo me encuentro errores. Principalmente, porque los arqueros entendemos más de la posición y sabemos si estamos bien ubicados o no, por ejemplo. Me miro mucho y miro mucho a los demás arqueros también.
–¿Cuánto te potenció ser figura ante Boca cuando River ganó la Supercopa argentina?
–En los partidos anteriores, que no podíamos conseguir los resultados, tenía bronca conmigo mismo. Porque decía: ‘nos llegan una vez, nos convierten y yo no puedo hacer nada, no lo puedo evitar’. Me traumaba: cómo podía ser que con una sola llegada me convirtiesen. Más acá, en River, porque acá es así: hay dos y las tenés que sacar a las dos. ¡Si yo vine para eso! Pero después cambió todo: con Patronato ganamos sobre el final y gané confianza, y después llegó la final de la Supercopa con Boca. Ese fue el quiebre para empezar a ganar y cambiar la racha. Desde ahí no paramos hasta hoy.
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–¿Supiste que Oscar Córdoba te recomendó en Boca?
–No, me enteré hace poco y por los medios.
–A fines de 2016 sonó fuerte tu nombre en Boca. ¿Alguna vez te imaginaste en la Ribera?
–No, yo quería venir a River, que ya me había ido a buscar en 2016 después de ganar la Libertadores con Nacional. Pero en ese momento, con el Mundial de Clubes por delante, quise jugarlo. Y por diferentes circunstancias, no vine. Cuando me vinieron a buscar nuevamente, supe que era la oportunidad.
–¿Tuviste que presionar para salir de Nacional?
–Presionar…, no. Pero llegó a complicarse la negociación porque Nacional pedía un seguro de caución para asegurarse el pago de la operación porque traía malas experiencias con equipos argentinos. Ya había hecho la revisión médica y no me entrenaba. Estaba ansioso y me puse firme, digamos.
–¿Le encontrás algún parecido a River con el Nacional de Medellín campeón de la Libertadores 2016?
–Sí, especialmente de local. Son esos equipos que no te dejan jugar, que te comen, que tienen la predisposición de ahogar al rival. De local nos hacíamos muy fuerte en Colombia. Y a eso acá también le tenemos que sacar ventaja. Ahora que vendrá Gremio tenemos que hacernos fuertes en casa para terminar bien como visitantes. Ya estamos en las instancias finales, a un pasito de conseguir lo que soñamos. En el tramo decisivo la mentalidad será clave.
–¿Quién es Marcelo Gallardo?
–Es un gran técnico. Es una gran persona. Un estudioso del fútbol que planifica muy bien los partidos. Él nos da las herramientas bien claras para saber qué tenemos que hacer, cómo contrarrestar al rival y cómo hacerle daño. Y eso se ve reflejado en la cancha: cuando jugamos, todos sabemos qué tenemos que hacer. Lo que dice Marcelo después sucede. Es como si él jugara antes los partidos.
–¿Los elogios de Amadeo Carrizo y el 'Pato' Fillol qué te generan?
–La responsabilidad en River siempre está, hay un compromiso muy grande con la institución. Y las palabras de dos grandes me dan orgullo, satisfacción y confianza para decir: ‘tengo que hacer las cosas bien’. ¡Carrizo y Fillol creen en mí! Es una linda confianza la que me brindan. Y una responsabilidad.
–Te fuiste en 2010 y volviste en 2018, ¿cómo encontraste a la Argentina al regresar?
–¿La verdad? La encontré muy distinta. Por empezar, la gente vive a diez mil por hora, están todos revolucionados y el respeto se ha perdido. Y también me angustia la situación económica, con muchos despidos o gente que pese a su trabajo no llega a fin de mes. Antes no se vivían esas cosas, y cuando digo antes me refiero a décadas atrás. Ojalá, Dios quiera, la Argentina vuelva a ser el país de mi infancia.
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