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Fernando Batista, con el fútbol en la sangre y la ilusión del Sub 20: "Somos entrenadores, psicólogos y padres"
El papel ya está sepia y tiene algunas letras borroneadas. Pasó el tiempo, pero esa carta lo acompaña siempre a Fernando Batista. Cuando abrió la valija, hace tres décadas, descubrió una nota que le había escrito su padre, don José. Fernando estaba lejos, en la ciudad de Taif, cerca de La Meca, en suelo saudí y a pocos días de debutar en el Mundial Sub 20 de 1989. El ‘Turco’ Mohamed jugaba con él. Lo encontró secándose las lágrimas al ‘Bocha’, le arrebató el papel, comenzó a leerlo..., y minutos después también lloraba. Don José había elegido escribirle a su hijo sus sentimientos. La carta ahora está en Katowice, en Polonia. Otra vez faltan pocos días para abrir un Mundial Sub 20, 30 años más tarde. Ya no juega Fernando Batista de lateral derecho. Tampoco acompaña a su papá de cancha en cancha disfrazado del ‘Loco’ Gatti, como ocurría en la infancia. Parado frente al mayor desafío de su carrera como entrenador, nuevamente se encuentra lejos, pero no está solo. Esa carta se lo recuerda.
Una familia futbolera los Batista. Todos entrenadores. "Creo que empecé a ser director técnico cuando comencé a jugar profesionalmente, sin darme cuenta, claro; tengo guardados todos los entrenamientos que hice desde 1988 hasta 1995. Guardaba todos los trabajos que hacíamos; camisetas no tengo muchas porque un día entraron a robar a casa y se llevaron todo, incluso las camisetas de ‘Checho’ en el Mundial, pero mis anotaciones se salvaron. ¡Quién se las iba a llevar! Yo volvía a casa después de entrenar y, antes de irme a dormir la siesta, anotaba: el día y los trabajos con pelota, y además los dibujaba. Ahora los veo y me divierto, pero ojo que muchas cosas que hacemos hoy, también se hacían por entonces", analiza el ‘Bocha’.
–Jugaste casi 200 partidos entre Argentinos y San Lorenzo y fuiste campeón con Veira, en 1995. Si un chico te pregunta qué jugador fuiste, ¿qué le decís…?
–Era criterioso, me gustaba ver y analizar. Me gustaba leer los partidos, entender qué pasaba y por qué pasaba. Creo que fui de esos jugadores a los que todo entrenador le gusta tener. Si me hubiese animado un poquito más adentro de la cancha, podría haber llegado algo más lejos. Yo era volante, 8 o 5, pero en una gira con ‘Nito’ Veiga, se lesionó un compañero, jugué de lateral y me quedé cumpliendo la función. Llegué al fondo, tiré un centro y Dertycia convirtió en un amistoso contra Emelec. Parecía Cafú, Zanetti, y quedé. Pero internamente siempre sentí que podría haber dado más. Me faltó un poquito más de determinación, me conformaba con lo que hacía... Me criticaban mi viejo, y también el ‘Checho’ por eso. Tenían razón, sí, pero no lo hice. Ahora a los chicos siempre les digo que no se guarden nada.
–En el Mundial Sub 20 de Corea 2017, la selección no pasó la primera rueda. Pero de ese plantel, ya debutaron en la mayor Foyth, Montiel, Lisandro Martínez, Ascacibar, Zaracho, Lautaro Martínez, Palacios…
–Nos tocó agarrar un momento difícil de la AFA, con Armando Pérez. Era un lío, pero nos tocó estar, junto con Gerardo Salorio y Claudio [Úbeda], que era el entrenador. Creo que acertamos mucho en la elección de los jugadores: Claudio entrenaba en Reserva y yo era coordinador de juveniles; conocíamos a los chicos. Por ejemplo, a Montiel lo conocía de cuando jugaba de 5, no de central o lateral; a Foyth de cuando era enganche. Cuando trabajás en juveniles, ves y preguntás hasta por la familia de un jugador. Y cuando te toca, ya tenés un panorama amplio. Deportivamente nos fue mal, pero cuando mirás un poquito más lejos... Más allá de los títulos mundiales que son buenísimos y respetados, lo mejor que tuvieron José [Pekerman] y Hugo [Tocalli] fue la cantidad de jugadores que llegaron a la mayor.
–Después de participar de los seleccionados de Pekerman, 35 jugadores jugaron un Mundial de mayores entre 2002 y 2018.
–Ahí está el proyecto. Hoy se está hablando bien porque se ganaron algunos torneos, se clasificó a los mundiales, pero lo más importante es cómo se llegó a eso. No solo desde lo deportivo: estuvimos bajo el mando de José y sabemos lo que él piensa. Si vos salís cuarto en un torneo con la Sub 15 o la Sub 16, no significa que esté todo mal: vos vas armando, proyectando a ese chico. Estar en la selección no es para cualquiera a nivel jugador y entrenadores, porque nosotros nos tenemos que capacitar. El jugador de selección tiene que ser el mejor dentro y fuera de la cancha. Por eso le decimos que cuando vuelven a jugar en sus clubes, en las inferiores o en la Reserva, tienen que demostrar porqué están en la selección. Cómo se dirigen a los rivales, a sus compañeros y a los árbitros. Si te eligieron para ser jugador de la selección es porque sos diferente, pero lo tenés que demostrar siempre. Sos diferente en un aeropuerto, en un hotel, en un micro; todas esas cosas que tratamos de transmitir porque es lo que nos transmitieron a nosotros.
–¿Pekerman en qué categorías te dirigió?
–Sexta, quinta, cuarta y me llevó a la tercera en Argentinos. Él tenía las tres categorías grandes con el profe Salorio y ellos fueron los formadores. Ahí yo era volante, era 8 y a veces jugaba de 5, ese era mi puesto y él nos subió a tercera a Redondo, Rudman, Hugo Maradona, después conmigo estaban Diego Cagna, Netto, Trapasso, después vino Pipa Gancedo… Todas esas camadas las armó José.
–¿Hablaste con Pekerman últimamente?
–Sí, hace algunas semanas. También lo fui a ver en el Mundial de Rusia, en el partido Colombia-Inglaterra, porque ‘Cuchu’ Cambiaso es muy amigo mío y estaba en el cuerpo técnico de José. Es un hijo adoptivo de José. A Hugo también lo veo; nos juntamos a tomar café cada dos semanas. Les pido consejos y los consulto porque ellos ya atravesaron por estas situaciones. Por ejemplo, cuando debía dar la lista del Sudamericano le consulté a Hugo si tenía que llevar más volantes que defensores, qué pensaba y cómo habían actuado ellos en otras ocasiones... Me gusta preguntar y recibir opiniones.
–¿Cómo se le llega hoy a un chico? Su mundo es mucho más grande que el tuyo a los 16/17 años…
–Siempre diciéndole la verdad. No sirve ir con la varita persiguiéndolo ni ser su amigo, hay que encontrar el equilibrio. El vínculo que tenía mi papá conmigo no es el mismo que tengo con mis hijos. Hoy, un chico quizás te tutea y nosotros a José, a ‘Nito’ Veiga o al ‘Nano’ Arean no los tuteábamos. Pero no me cambia si me dice ‘cómo le va Fernando’ o ‘como estás Fernando’, porque el respeto va por otro lado. Nosotros nos tenemos que acomodar un poco a los chicos; yo tengo un hijo de 24 años y eso me ayuda. Hay que darles un dulce, pero sin dejar de marcarles el camino. Nosotros somos entrenadores, guías, psicólogos y padres. Muchos chicos necesitan un abrazo, contención, alguien que los escuche, y nosotros también tenemos que trabajar en eso. En Primera tal vez no se dan los tiempos, pero nosotros sí tenemos que hacerlo.
–Y con un chico que ya es profesional, ¿también?
–Sí, aunque juegue en Primera, porque quizás el problema lo tuvo a los 10 o 12 años y explota a los 19. Hay chicos que arman el carácter a los 17, otros a los 15 y también están los que lo hacen a los 20. Entonces, hay que conocerlos y estarles encima para ayudarlos cuando aparece el problema. No solo hay que formar a un gran jugador, también hay que encaminar a una gran persona. Cuando ves que un chico, que quizás también juega bien, supera un problema, te puedo asegurar que sentís un placer en el alma.
–¿Dirigir en Primera es un objetivo o no te moviliza?
–Hoy me gusta dirigir juveniles, aunque esto es otra cosa porque en un Sub 20 hay muchísimos jugadores que ya juegan en Primera y hasta en Europa. Trabajar con juveniles me permite enseñar conceptos futbolísticos desde las bases. Por ejemplo, puedo planificar todo un entrenamiento de pase y control. Me apasiona involucrarme con lo que le pasa a los chicos, cosa que cuando estás en un plantel de Primera, el jugador termina la práctica y se va. Tal vez algún día dirija en Primera, pero no se trata de sacarme una espina ni tan siquiera probarme: uno se prueba todos los días en cada entrenamiento. Yo soy muy crítico y por eso me gusta capacitarme. Hablo con Gallardo para conocer cómo entrena y si me comentan de algo que está probando un técnico de la C, voy. De todos se aprende. El que cree que se las sabe todas, se choca contra la pared.
–Se despide de la selección mayor una generación. ¿Cuánto llevará la inserción de la nueva camada?
–En el fútbol nunca sabés, porque no siempre dos más dos es cuatro. Nunca se sabe qué puede pasar. Lo más lógico sería que la transición fuese de cuatro u ocho años, porque son jugadores jóvenes, aunque tengan experiencia europea. Los chicos que están en clubes que juegan Champions League aprenden mucho, pero nunca sabés si tardarán mucho o poco en asimilar la selección; sí, me queda claro que tenemos grandísimos jugadores.
–Pero casi no hay argentinos en los clubes de élite…
–Hubo una camada que jugó tres finales con la selección: una del mundo y dos de Copa América. Pero como somos tan exitistas, ahora estamos pagando esta transición. Y se siente también en los clubes de Europa. Pero quizás, Lautaro Martínez en tres años se afianza y es el N°9 de Inter. Atención que el mundo se abrió y aparecen muchos más africanos de élite, por ejemplo, que juegan en Francia o en Bélgica. Ahora la competencia para los futbolistas es mucho más exigente.
–¿Los hermanos Batista discuten de fútbol?
–Sí, debatimos bastante. Hablo más con el ‘Chino’, pero cuando estamos en competencia, ‘Checho’ siempre me hace comentarios, me manda mensajes. Llego al vestuario, prendo el teléfono y seguro ahí están sus consejos.
–¿Quién fue el mejor futbolista entre los hermanos?
–El más grande, Norberto, el ‘Chino’. Él tenía muchas condiciones. Si bien llegó a Primera, incluso debutó antes que el ‘Checho’, toda la gente que lo vio te dice que fue el mejor. Pero era el más vago, no entrenaba…, y a mi viejo no le gustaba.
–¿Y el mejor entrenador?
–‘Checho’. Ya como jugador era muy inteligente, tenía una gran lectura del partido. Decían que era lento, y en realidad era rapidísimo porque resolvía antes de recibir.
–Entonces, vos fuiste el peor…
–No me gusta hablar de mí…, yo trato de analizar. El entrenador en cinco, ocho minutos ya se tiene que dar cuenta de cómo se va a dar el partido. No puede demorarse más para entender por dónde te atacan, con qué movimientos te van a lastimar y por dónde vos podrás entrar. No necesitás 45 minutos y llegar al entretiempo para hacer correcciones. Detectar y transmitir rápido es vital en un entrenador, pero también es clave contar con dos o tres jugadores que tomen decisiones correctas. Muchos jugadores entienden el juego, entonces yo les digo ‘perfecto, si lo viste, resolvelo’. Cuántos más jugadores inteligentes tenés, más fácil es la tarea del entrenador.
Cómo llevar el apellido Batista, del patriarca del club Parque al campeón del mundo
El ‘Bocha’ Batista era un pibe de 15 años en 1986. Vivió de cerca el Mundial de México…, tan de cerca que estuvo 40 días en el Distrito Federal, con su hermano el ‘Chino’, y otros amigos. "Después de la final todos saltaron a la cancha del Azteca, pero yo no me animé. Fue increíble vivirlo de tan pibe. Después, al volver, mi casa estuvo llena de vecinos, curiosos y desconocidos durante meses. Íbamos a un restaurante y la gente se paraba y aplaudía cuando lo veía al ‘Checho’. Fue inolvidable", cuenta y todavía se emociona. Y recuerda una cariñosa advertencia que el viejo don José, entonces le hizo a su hijo campeón del mundo: "Lo único que te pido es que martes y miércoles, como antes, como siempre, te quiero acá jugando a las cartas con los muchachos del club". Y ‘Checho’ cumplió, cada martes y miércoles se mezclaba entre los parroquianos del Club Parque. Como uno más.
–¿Qué consejos te dejó tu viejo?
–La pasión con la que hay que hacer las cosas. ‘Es la pasión la que te lleva a cuidar tu trabajo’, nos decía a los hermanos. Eso te deja a salvo y tranquilo, nos repetía. También nos inculcó el respeto hacia todos el mundo. Y la humildad, los pies sobre la tierra: ‘hoy estás acá arriba y mañana allá abajo’, insistía.
El ‘Bocha’, quizá porque era el más chico, iba para todos lados con su padre. Del baby en Parque a la cancha de All Boys, o a la de Comunicaciones, y por la noche a la de River o Boca si había partido. Creció escuchando mil historias de su padre, ese hombre que había jugado hasta la reserva de Racing como volante central y que descubrió desde Fernando Redondo hasta al ‘Bichi’ Borghi en un picadito. Porque don José abría un local de artículos de camping, en Castelar, y salía a buscar jugadores. No como agente ni representante, empujado por la pasión. Mientras, en casa, tres bandidos, ‘Chino’, ‘Checho’ y ‘Bocha’, rompían vidrios a puros pelotazos.
Don José Batista es el alma del ya mítico Club Parque. Murió en 1991, pero juran que don José sigue allí. "Mis hermanos jugaban en el Anexo de Racing, sobre la calle Nogoyá. En el año 69 o 70, Parque no tenía fútbol, solo básquet, e incluso el club se llamaba "Canillitas parquenses". Nosotros nacimos a cinco cuadras de Parque, y mi papá fue a proponer que Parque tuviese fútbol infantil. Ahí empezó la semillita y con los años se fue haciendo mucho más fuerte. Después se generó un vínculo con Argentinos, incluso ‘Checho’ pasó a Argentinos estando en la 9na división de Vélez, algo que pocos saben. Pero nunca entre Parque y Argentinos existió un contrato, una sociedad ni nada, mi papá nunca lo quiso. Parque siempre fue mi segunda casa… Aunque a veces me pregunto si en realidad no fue mi primer hogar".
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