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Estudiantes vs. Gimnasia: el marcador en blanco, una señal del presente de los equipos platenses
Empataron 0 a 0 y reflejaron la actualidad que los envuelve en el torneo, donde marchan decimosegundos entre catorce equipos
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Mucho marco para tan poco contenido. El clásico de La Plata ofreció apenas un puñado de pinceladas de fútbol, de juego asociado y de situaciones de riesgo. La intensidad, el apuro y el temor por tropezar se impuso en el partido que protagonizaron Estudiantes y Gimnasia en el estadio Uno. Una señal del presente de dos clubes que ocupan la misma posición en la tabla de posiciones en la Copa de la Liga, aunque enfrentan situaciones muy diferentes: el Pincha batalla por sumar y abrazarse a una de las cuatro plazas para clasificarse para la Copa Libertadores 2024, mientras que el Lobo bracea para no hundirse y escapar de los puestos que marcan la pérdida de la categoría. En un contexto de intranquilidad, en el que el escenario externo puede perjudicar la tarea, la inteligencia emocional para no defraudar fue una sombra que tapó el desparpajo para tomar la pelota y atacar hasta lastimar el rival.
De los clásicos no se sale de la misma manera de la que se entra. Futbolística y en particular desde el espíritu, los equipos se robustecen o quedan heridos. En la elección del rol que tomaron quedó expuesta la ambición, el protagonismo y la materia disponible para lastimar al rival.
Estudiantes, con el empuje de los hinchas como combustible anímico, se adueñó de la pelota y del campo. Por codicia, porque un triunfo lo lanzaba a pulsear en la tabla anual por una de las cuatro plazas para la Copa Libertadores, pero también porque determinó comprometerse en ser el que marcaría el pulso en la tarde. Esbozó los mecanismos, pero le faltó efectividad en la ejecución. Las diagonales y las trepadas que trazó Leonardo Godoy por el lateral derecho fue un argumento. En una de las proyecciones enseñó convicción, aunque el arquero Durso desbarató la acción –tras la asistencia de José Sosa- con un rechazo con el pie.
Lo mejor del partido
“Para nosotros es otra final más. Estamos aprendiendo a jugar estos partidos, en los que hay que tener temple, confianza y sumar. No se sufrió, lo controlamos bastante; tuvieron algunas situaciones, pero no fueron avasallantes. Controlamos el partido sin la pelota, porque cuando robamos podíamos hacer daño. Valoro la entrega, nos faltó más tenencia, circulación y profundad, pero a veces tenés que aferrarte a una estrategia mezquina, porque tenemos que sumar”, analizó el partido Leonardo Madelón, el entrenador de Gimnasia.
“Sabíamos que sería trabado, nos faltó claridad. Nos costó entrarles, es la realidad. Nos falta terminar la jugada, encontrar el pase que nos pide Eduardo [Domínguez] para convertir. El punto para ellos es muy bueno y para nosotros, no”, señaló Mauro Boselli, un referente de Estudiantes, que arrancó el clásico desde el banco de los suplentes.
Un manotazo ante un remate de media distancia de Santiago Ascacibar –que repitió el método promediando el primer tiempo- y la seguridad para aferrarse a la pelota frente a un cabezazo de Federico Fernández lo elevaron al arquero Tomás Durso como una pieza destacada de Gimnasia en un contexto limitado. Las respuestas del Lobo, que no se involucraba en pulsear la tenencia de la pelota, si no que se agazapaba para explotar la velocidad del juvenil Benjamín Domínguez y Matías Abaldo por las bandas o lanzar pelotazos para Erik Ramírez y el peligroso Cristian Tarragona, no inquietaron. La idea la plasmó en contadísimas ocasiones y si Durso debió esforzarse en un par de jugadas, en el área rival el capitán Mariano Andújar apenas debió mantenerse alerta, pero sin sufrir sofocones.
El color que enseñaron los de afuera, con bengalas de colores, banderas y el telón que bajó a los siete minutos del primer tiempo –en alusión al histórico 7-0 en el estadio Ciudad de La Plata en 2006- se convirtió en un contratiempo al inicio del segundo capítulo, cuando el árbitro Fernando Echenique demoró el comienzo ante el humo que le quitaba visibilidad a Durso. Con otra actitud, más combativa, Gimnasia ofreció un regreso impetuoso y con sacrificio y tenacidad envolvió al Pincha, que jugaba a un ritmo cansino y sin velocidad de movimientos, lo que se traducía en no desequilibrar a la defensa rival.
Benjamín Rollheiser no descubría los espacios para recibir y explotar su gambeta; José Sosa no tenía la misma injerencia en la construcción de los ataques; el uruguayo Mauro Méndez se retrasaba para ser partícipe del armado, pero no lograba entrar en el circuito… y Boselli –reemplazó en el primer tiempo al lesionado Javier Altamirano- quedaba como un faro de área solitario. Estudiantes se dividía entre mostrarse paciente para juntar pases o ser vertical e imprimir velocidad a los avances, particularmente por las bandas, con Godoy y Benedetti. Al lateralizar sin sorpresa, simplificaba la tarea de los defensores centrales del Lobo, que controlaban el espacio aéreo.
En un pasaje en el que Estudiantes no lograba afirmarse en defensa, logró diseñar un contraataque a pura velocidad que Boselli no logró martillar de cabeza. El dibujo de la jugada era el de siempre, la profundidad que podía brindarle Godoy y el centro del lateral; repitió la jugada, pero el receptor fue Ascacibar, que ensayó una tijera, después de controlar la pelota con el pecho. Pero ni el goleador ni el volante tuvieron puntería y Durso no sufrió los sofocones del comienzo.
Para quitarle ritmo al juego y controlar más el balón, Madelón envió a la cancha a Pablo De Blasis y a Lucas Pata Castro –jugadores con experiencia- y para los minutos finales optó por Fanco Soldano, que le aportaba también presencia en el juego aéreo si el Pincha decidía un asalto final a puro pelotazo. Pero Estudiantes sorprendió con una de las mejores acciones colectivas del encuentro, aunque no tuvo puntería: Rollheiser, Eros Mancuso y Ascacibar agitaron el desenlace, aunque no modificaron el marcador.
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