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El recorrido de Guillermo Farré, una aventura cruzada por River y Boca, y la tarde mágica de Belgrano
Es un actor principal de la historia de Belgrano, de Córdoba, pero el recorrido futbolístico de Guillermo Farré está atravesado, desde la niñez, por River y Boca. A los 39 años, el colonense pretende escribir las últimas hojas de una aventura que el tiempo convirtió en una montaña rusa de emociones. La pandemia mundial de Covid-19 podría apurar un retiro que el volante madura con pausa, aunque el deportista abraza la esperanza de sellar la despedida dentro de un campo de juego. El presente es Mitre, de Santiago del Estero, en la primera Nacional, pero la actualidad también es la familia, los métodos de entrenamientos singulares en tiempos de coronavirus, la relación tramposa entre jugadores y clubes… El pasado resultó un cuento: un camino de sueños, sacrificio, decepciones, alegrías y una tarde mágica.
Farré escribió una historia entrelazada, un relato que tejió una ilusión individual hasta descubrir el protagonismo colectivo. Un destaque para quien hasta ese día y a pesar de ser hincha de River, nunca había pisado el Monumental. "Ni como jugador ni como simpatizante", afirma. "El tricampeonato con Ramón Díaz, la Copa Libertadores de 1996, los recuerdos más fuertes que tengo de la adolescencia en Colón. Después, como futbolista fui perdiendo al hincha y la cabeza empezó a pensar de otra manera: me gustaba que ganara River, pero si perdía miraba el resultado desde otro costado, le buscaba las razones. Era más analítico que pasional", le comenta a LA NACION; hermano menor de los mellizos Jorge y Raúl, en ese estreno en Núñez, el 26 de junio de 2011, clavó el puñal más doloroso para los millonarios en el partido desquite de la Promoción, que marcó el descenso de River.
Esa tarde se convirtió en una leyenda. Su gol sumará testigos presenciales en un estadio en el que aquel latigazo detuvo el tiempo por unos segundos, minutos. Un punto de quiebre: la foto interminable de un festejo que recorrió el planeta y le dio forma al día más calificado del esforzado Belgrano y el más triste del gigante River. "La función del volante central, con características como las mías, era la de controlar al jugador creativo del equipo rival, y ese día ese jugador era [Erik] Lamela. Pero la jugada me fue empujando hacia el área rival: el espacio libre hacia adelante, el cierre [de Juan Manuel Díaz] y el rebote en [Alexis] Ferrero… Fue el instinto de acompañar la jugada. Y cuando le pegué la sentí hermosa, porque le pegué de lleno, con el empeine del pie derecho, aunque casi cayéndome. Es que cuando le pelota venía en el aire lo único que pedía era que no picara, porque ahí el arquero [Juan Pablo Carrizo] salía y me pasaba por arriba", rememora la jugada del 1-1, la que lo puso en contacto con Diego Maradona, cuando en el vestuario era todo festejo desenfrenado. "Él llamó a [Ricardo] Zielinski para felicitarlo y el Ruso le dijo si quería hablar con alguno de los jugadores; Mariano Campodónico agarró el celular y todos me miraron. Yo pensaba que era una broma, hasta que escucho ‘hijo de p…, el gol que hiciste. Fue uno de los goles que más grité en mi vida’. Ahí caí que era de verdad Maradona y me temblaron las piernas, no sabía qué decirle".
Las redes sociales se encargan, todos los años y en esa fecha, de mantener viva la acción, esa que vio infinitas veces y que casi nueve años más tarde se convirtió en un tema de conversación con Salvador, su hijo mayor, que tenía tres meses cuando Farré dio la estocada. "Con inocencia me preguntó si por ese gol yo era famoso. Y de ahí salió lo que publicaron los medios, de que me gustaría ir con mis hijos [Guillermina (6 años) y Benicio (2)] a ver a River al Monumental. Quizás más adelante pueda pasar, ahora no lo veo posible: primero, porque no está tan enganchado con el fútbol y es de Belgrano; segundo, porque entiendo que quizás para el hincha de River no sea grata mi presencia, aunque siento mucho respeto por la gente de River", analiza y deja entrever la intolerancia que en oportunidades confunde. Como sucedió la noche anterior al trascendental encuentro, cuando un grupo de fanáticos hostigó a la delegación cordobesa que se alojaba en el hotel NH City, a metros de la Plaza de Mayo. En la madrugada se activaron las alarmas de incendio y los futbolistas tuvieron que bajar a la calle.
Boca, del rechazo a la búsqueda
La canchita en el barrio, en Colón, era el espacio en el que se movía Farré junto a sus hermanos, que le llevan tres años. Cuando Jorge y Raúl se sumaron a la 7ma división de El Fortín, también se agregó Guillermo, que por una cuestión de edad jugó en esa categoría durante cuatro temporadas. Se volvieron a juntar en un campo de juego en 1997/98, después de que los mellizos probarán suerte en Douglas, de Pergamino, y Estudiantes, de La Plata. El Fortín los juntó nuevamente por un puñado de partidos. "Jugábamos con la camiseta de Boca, la que tenía la publicidad de Fate", recuerda, quien desde ese momento parecía estar emparentado con los xeneizes. Una relación que se convirtió en pesadilla.
"Me entrené durante casi un semestre en Boca. Fueron como 15 viajes de Colón a Buenos Aires, viajes complejos, de tomar un remise o de hacer combinaciones de colectivos todas las semanas. Era un sacrificio económico muy grande para la familia y además tenía que pedir permiso en el colegio por el tema de las faltas. Para fines de 1998 me dicen que si me conseguía una pensión era jugador de Boca", cuenta cómo fueron los avatares de aquella experiencia. Pero sin razones, el rumbo giró y la fantasía se convirtió en desengaño: "Cuando volví, después de las Fiestas, como ya me tenía que quedar en Buenos Aires viajó toda la familia. Pero me mandaron a practicar con los jugadores que se incorporaban ese año, los que iniciaban el período de pruebas. Terminó el entrenamiento y se acercó Jorge Griffa y nos dijo una frase que me quedó en el centro del cerebro: ‘Gracias por venir, pero de ustedes no queda ninguno’. No entendía nada, de asegurarme un lugar a descartado: quería largar todo y no jugar nunca más al fútbol".
Pasaron 14 años y Boca volvió a aparecer en el radar de Farré, aunque esta vez fue el jugador quien desestimó un posible acuerdo. Allegados de un representante se contactaron anunciándole que podía convertirse en jugador xeneize; Independiente era también una alternativa. Pero las condiciones frenaron las charlas: el futbolista debía negociar la ruptura del vínculo y quedarse con el pase en su poder. "No tenía representante y en Belgrano yo estaba muy bien: el club estaba creciendo, se veía que se podía pelear por cosas importantes, como clasificarse a los torneos internacionales. Además, el presidente [Armando Pérez] me tenía como uno de los jugadores que le daría identidad y yo había asumido el compromiso: negociar la salida era traicionar esa confianza", explica. Caída la negociación, Boca cargó por el uruguayo Ribair Rodríguez y Claudio Chiqui Pérez, integrantes del plantel Pirata y compañeros de ruta de Farré en la histórica jornada en Núñez.
El inicio de la aventura: de Rosario a Córdoba
El golpe después de ser rechazado por Boca fue devastador para el espíritu de Farré, tanto que Racing realizó una prueba y su desempeño fue flojísimo. A través de un contacto lo llevarían a Rosario Central, aunque en medio del viaje le informaron que las divisiones inferiores auriazules ya estaban conformadas y que sería muy difícil lograr una prueba. La oferta pasó a ser Central Córdoba, que jugaba en la primera B Nacional. "El coordinador me destacó por sobre los chicos que ya entrenaban por la rapidez con la que entendía los conceptos. Mis hermanos estudiaban en Rosario, tenía un lugar donde vivir, y eso ayudó a quedarme. Al principio también estudié y me recibí de Técnico Superior en Administración Bancaria, pero después el fútbol me quitó tiempo y no seguí en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Rosario", reconstruye aquellos años felices para el juego y críticos para la economía, cuando estalló el Corralito y el Corralón.
"Por la crisis, en Central Córdoba los jugadores pedían la libertad de acción por falta de pago y ahí fue cuando debuté. Después, Eduardo Bermúdez –actual presidente de Newell’s- asumió como gerenciador, pero si habías firmado por 10 te pagaban 2, así que andábamos siempre con lo justo. Es un mito que nos pagaban parte del suelo con sándwiches. Miga Miga, una fábrica de sándwich envasados, era el sponsor y cuando viajábamos nos daban una vianda. Muchos no la comían y las dejaban en los asientos, así que con un par de compañeros nos bajábamos últimos y levantábamos esos sándwiches para tener algo más en la heladera en la semana. Fue una época fea, pero de mucha enseñanza: de solidaridad y compañerismo", recapitula, quien en 2007 llegó a Belgrano porque Francisco Ferraro buscaba un volante central y un periodista le recomendó a Farré.
Se quedó una década en Córdoba, donde fijará su residencia cuando deje de jugar. "El fútbol tiene situaciones que son difíciles de entender: en la temporada del ascenso pensé que nos echaban a todos, después de quedar últimos en la tabla de posiciones, tras perder 3-2 con Tiro Federal. Faltaban de nueve minutos, ganábamos 2-1 y nos dieron vuelta en resultado en Córdoba. Tuvimos una charla con el presidente e hicimos un clic. El jugador siempre pone lo externo como excusa cuando todo viene torcido, son excusas en beneficio personal que perjudican al grupo. Nos fuimos al receso y ahí asumió el Ruso [Zielinski]. Lo primero que nos dijo fue que al equipo le hacían un promedio de dos goles por partido, lo que provocaba que tuviéramos que hacer tres para ganar, algo que era muy difícil. Construyó a partir de un equilibrio emocional para que no nos superara la ansiedad y pasamos a ser competitivos", el resumen de lo que sería una campaña de ensueño, con la Promoción como coronación. "Zielinski me sacó el máximo rendimiento, me hizo sentir protagonista a través de la confianza, pero también me enseñó con charlas que podía ser un líder. Me hizo sentir importante en todos los aspectos", el reconocimiento para el entrenador que lo pulió hasta darle brillo.
Complejidades de una realidad atípica
En Santiago del Estero, como antes en Junín, donde en las dos temporadas en Sarmiento jugó las finales del torneo Reducido de la primera B Nacional, frente a San Martín (Tucumán) y Central Córdoba (SdE), Farré siempre estuvo acompañado por su esposa Mariana y sus hijos. El coronavirus modificó costumbres y el volante comenta los cambios de rutina, pero también apunta a las consecuencias del parate. "El profe nos arma itinerarios de trabajos físicos. Es un trabajo delicado, porque no todos tenemos las mismas comodidades y espacios para entrenarnos. Las primeras dos semanas trabajamos con ilusión de que volveríamos a jugar pronto, pero pasa el tiempo y con la vuelta tan lejana inconscientemente nos vamos dispersando y la exigencia deja de ser la misma. Igualmente, sería irresponsable volver si no está garantizada la salud de todos los protagonistas que encierra un partido: volver y en el primer acto tener un caso positivo de coronavirus sería tirar todo para atrás, volver al principio", resalta sobre las medidas adoptadas por el Gobierno Nacional y que desataron en su momento una fuerte discusión, con River negándose a jugar con Atlético Tucumán, en el inicio de la Copa de la Superliga.
"Es una situación en la que todos los actores involucrados, los jugadores, dirigentes y la AFA, tendremos que ceder algo. El panorama es muy atípico, es casi imposible hacer un diagnóstico. Se puede hablar de quitar los descensos, pero también hay una realidad que muchos contratos se están por vencer y si se quitan los descensos muchos no serán renovados porque los clubes jugarán con juveniles antes que pagar nuevos acuerdos. Los clubes que se retrasan en los sueldos del último mes pueden estar justificados, pero hay jugadores que no cobran desde hace tres meses, es decir que existió una irresponsabilidad anterior, una falta de respeto para con el trabajador. Un jugador del ascenso, para sostenerse, no puede estar más de un mes sin cobrar", relata acerca de una realidad que necesitará ser analizada y regulada por la AFA, los clubes y Futbolistas Argentinos Agremiados, antes de darle luz verde a un calendario.
La incertidumbre no lo condiciona a Farré, al que la experiencia le señala que extender los tiempos podría significar la despedida. "El regreso nos va a costar a los jugadores más grandes, porque sin entrenamientos vamos perdiendo masa muscular y no la vamos a recuperar de manera rápida, como un jugador de 25 años. El futbolista de mi edad necesita medirse con el compañero y de la competencia, precisa del día a día más que los jóvenes. Por eso el retiro es una decisión que estoy analizando. Estar parado dos de los últimos cuatro meses es como acelerar la despedida", dice el jugador que lleva 18 años en el fútbol profesional, que fue y será bandera de Belgrano y que tuvo un recorrido cruzado por River y Boca.
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