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El 'Chelito' César Delgado, del oro olímpico y la sombra del doping a Central Córdoba
El ex delantero surgido en Rosario Central regresa a sus orígenes, y cuenta su realidad y cómo lo afectó su caso positivo en el club 'canalla'
ROSARIO.– Revisar cómo, dónde y porqué empezó la aventura es, para algunos deportistas, redescubrirse. Alejarse del confort que se ganó después de un recorrido de 16 temporadas, con experiencias en otros países y entremezclarse con la elite, y decidir de qué manera se desea continuar, es un proceso que muchas veces duele y que no todos tienen la capacidad de enfrentar. Con 36 años, César Delgado se atrevió a salir del plano, ensayar un giro y retornar a los orígenes. Jugar con responsabilidad, pero para divertirse, sin sentir la presión del medio ni tener que rendirle cuentas a lo periférico. Una sanción por doping provocó el quiebre, lo empujó a observar todo con otra mirada. Central Córdoba , de Rosario, le cursó una invitación y el Chelito, sin proponérselo, se reencontró con su pasado: las limitaciones, los contratiempos, la falta de estructura, la ausencia de materiales, rasgos inconfundibles de los clubes que participan en las categorías menores del ascenso, se hacen presente otra vez en la vida de un futbolista que se colgó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, jugó la Champions League, y hasta hace unos días, junto con Messi, Luis Suárez y Cristiano Ronaldo, era uno de los goleadores históricos del Mundial de Clubes, galardón del que se adueño en soledad, en Abu Dhabi, el portugués. “Venía de un año difícil y acá me abrieron las puertas, me invitaron a ser parte de un proyecto: ir a entrenar ya era un desafío y verme de nuevo en la cancha es algo de lo que disfruto”, dice con sencillez Delgado, desde la comodidad de un piso 23, con vista al río Paraná y a las islas. Podría recostarse en ese pasar placentero, pero se siente futbolista y también desea involucrarse y devolver los beneficios que recibió de niño: en el corazón del barrio Las Flores, una zona caliente del sur de la ciudad, le dio vida al club Deportivo Amistad Las Flores, un espacio para que los chicos practiquen deportes y se formen en valores.
–Elegiste salirte de la burbuja.
–Salí de un montón de cosas, pero no me arrepiento de volver a sentir las limitaciones. Y acá son muy marcadas: las canchas, los vestuarios, el agua de la canilla y en bidones… No hay marcas top de nada. ¿Cómo me puede gustar si no hay comparación? Es simple, me hace bien. Disfruto de algo que, de algún modo, ya viví cuando empecé, en el barrio, en las inferiores. Porque es todo muy amateur, hecho a pulmón, con esfuerzo. Disfruto de que haya tres duchas para 16 tipos, seis pelotas para 20 muchachos. No vine a renegar, vine a sentir el olor a vestuario, a pasto, a cloaca, a pis… Bañarme con agua fría, algo que no es la primera vez que me pasa, porque no salí de una cuna de oro.
–¿Quién te propuso jugar en Central Córdoba?
–Ariel [Cuffaro Russo, el entrenador]. No lo conocía; me llamó, tomamos un café y me dijo que me arrimara a entrenar, a pasarla bien. ‘No te ofrezco más que jugar y que la pases bien’, me dijo. Y esto es fútbol y hace bien a la cabeza, venía de un año y medio sin jugar…
–¿No tuviste ninguna otra oferta?
–Me invitaron de Boca Unidos [de la B Nacional], pero no tenía muchas ganas de moverme de Rosario. A mi representante tampoco le dije que agitara el avispero, porque lo contactaron de equipos de primera y de la Segunda de México. Estuve mucho tiempo afuera, épocas de muchos viajes, concentraciones, presiones de rendir siempre en alto nivel para que no te puteen, no te critiquen… Cosas que ya me fastidiaban un poco, me agotaban. La mochila la cargué muchos años, quería tranquilidad. Ahora entreno y al rato estoy en casa; juego, de local o de visitante, y a la noche estoy con la familia. Disfruto de los últimos cartuchos que me quedan: siento que es un pasatiempo, no una presión. Claro que lo tomo con responsabilidad y quiero ganar, pelear el campeonato [Central Córdoba marcha 3ero, a dos unidades de los punteros Midland y Defensores Unidos].
–¿Cuánto influyó el caso de doping para tomar esta decisión?
–Cuando saltó el doping hubo gente que ni se acercó, dirigentes que nunca preguntaron nada: ni como estaba, si necesitaba algo. No lo digo con rencor, porque no se lo guardo ni a Central ni a la gente que no se ocupó de lo mío. Es la triste realidad que me tocó vivir. Una experiencia fea.
–¿Vos sabías que el Oxa B12 estaba prohibido?
–Nunca me enteré. Pedí un inyectable para calmar el dolor y el médico [Marcos Diez], después que salí sorteado para el control, dijo que estaba en el informe. Éramos cinco los que nos infiltramos para ese partido con River de Montevideo: Marco [Ruben], Montoya, Salazar y el Loncho [Ferrari]. Le podría haber tocado a cualquiera, me tocó a mí y me comí el garrón.
–¿El jugador nunca pregunta qué le inyectan?
–En 15 años me inyecté por algún dolor, alguna molestia y siempre confié en los médicos. Jugué Copa América, de las Confederaciones, Champions League, Juegos Olímpicos, en la liga de Francia y de México, Mundial de Clubes… Nunca tuve problemas. No hice ni la contraprueba. Nadie se movió, sólo el doctor hizo una carta... pero me hundió: puso que era mi responsabilidad. Como si yo hubiera querido sacar una ventaja deportiva inyectándome: si miran el partido, jugué horrible.
–¿No viajaste a la sede de la Conmebol a declarar?
–No, nunca había pasado por algo así y no conocía el protocolo ni los pasos a seguir. El único descargo lo hice en Buenos Aires, ante gente de la Conmebol y del TAS, para ver si se reducía la sanción. No bajaron nada.
–¿Por qué sentís que el club no se movió?
–La única explicación que siento es que mi rendimiento no iba de acuerdo a las expectativas de ellos y habrán decidido no esforzarse por alguien que no rendía. Cuando me trajeron, mi nombre hizo ruido; después, me soltaron la mano. Tenía la expectativa de que una vez que se cumpliera la sanción me dijeran que me quedara seis meses… Yo sabía que no estaba en mi mejor nivel, boludo no soy, y tampoco exigía jugar. Pero quería aportar, ayudar a los más jóvenes… Nadie me llamó para decirme ‘gracias por el esfuerzo por volver’.
–¿Te dolió la forma en que te fuiste más que el nivel de juego?
–Si me decían ‘el técnico no te quiere, no te queremos renovar, pero sí agradecer’, lo entendía. Pero hasta hoy nadie me llamó y eso que voy a la cancha, al vestuario, a ver entrenamientos... Me cruzo con los dirigentes, a quienes saludo con respeto, pero no soy yo el que tiene que pedir una explicación. No era tan siquiera un tema de plata, me podía quedar gratis. Si para volver puse plata para liberarme de Monterrey.
–¿Te arrepentiste de haber vuelto?
–Nooo, para nada ni por nada del mundo. Si tuviera que pasar por lo mismo, lo hago de nuevo. Quería volver a Central, que Santino [el hijo menor; Dulcinea, la mayor] me viera con esos colores… Y todo eso se dio, hasta pudo ver un gol mío, entrar a la cancha de mi mano. Eso es impagable, el recuerdo más hermoso que tendré con la camiseta de Central.
Menotti y Bielsa, dos técnicos que lo marcaron
De su futuro no proyectó nada, se siente todavía futbolista César Delgado. Imagina que será algo relacionado con el fútbol, aunque descarta el rol de director técnico. Dos entrenadores, y rosarinos como él, fueron los que más sedujeron al Chelito. “A Menotti lo único que tenía que hacer era escucharlo, porque era como estar en el teatro. Me hubiera gustado tenerlo de más grande para entender todo lo que decía. Te enamoraba del fútbol cuando hablaba”, fue el recuerdo sobre el Flaco, el director técnico que lo hizo debutar en Central, en 2001. Años más tarde, Marcelo Bielsa, en la selección, también lo cautivó: “Con él aprendí muchísimo en lo táctico, de movimientos, el posicionamiento en la cancha. Cuando te explicaba las cosas por primera vez te quedabas mirándolo y no entendías nada; después, lo entrenábamos en la cancha y los movimientos salían solos, como él te lo había explicado. Me dio mucha pena cuando se fue, estaba seguro de que si seguía yo tenía posibilidades de jugar un Mundial”, destaca.
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