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El caso Balbo: un escenario que repite soluciones efectistas y el pedido de Bullrich para endurecer las penas
El sinceramiento de todos los actores, la vía para ejecutar un proyecto de seguridad para combatir con eficacia a los violentos
Cada muerte realimenta el debate. La seguridad en el fútbol vuelve a ser el eje de la discusión, aunque existan leyes, decretos, reglamentaciones y medidas que deberían servir para frenar la barbarie. El fallecimiento de Emanuel Balbo, después de la golpiza que recibió el sábado en el estadio Mario Kempes, de Córdoba, de parte de hinchas de Belgrano, quienes además lo arrojaron al vacío, enciende una vez más el reclamo. Se exigen leyes, decretos, medidas… Pero desarticular el entramado, romper con la protección que reciben los violentos, será la única acción que ofrecerá soluciones. La nueva AFA enseñó, al igual que con la decisión que se tomó con el despido del técnico de la selección y la contratación de su sucesor, que ensaya discursos sin un plan que sostenga las palabras; el Gobierno apura el urgente tratamiento de un proyecto que descansa desde agosto del año pasado en el Congreso, mientras les saca a los clubes la confección de las listas para el derecho de admisión a los estadios.
Es importante que faciliten (en el Congreso de la Nación) cuanto antes el tratamiento del régimen que agrava fuertemente las sanciones de todos los delitos cometidos en un estadio de fútbol
Desfinanciar a las barrabravas y aumentar las penas para aquellos delitos que hoy son considerados contravenciones, la matriz del Régimen Penal para Espectáculos Futbolísticos. La propuesta, a la que la ministra de Seguridad Patricia Bullrich exigió que se trate con celeridad, determina pena de hasta 10 años de cárcel para quienes, con el agravante de la utilización de armas de fuego y el concurso de dos o más personas, empleen violencia o intimidación con el objeto de alterar el normal desarrollo de un espectáculo futbolístico, incitar disturbios, amedrentar y ejercer presión sobre protagonistas, concurrentes u organizadores.
Para que la futura ley prospere se necesita del sinceramiento de varios actores para no ser parte del enredo que envuelve a todos. Los políticos y los sindicalistas, que ejercen de escudo, ya que los violentos les son serviciales en tiempos de conflicto o elecciones; los dirigentes de los clubes y los hinchas comunes, quienes negocian y hasta acompañan las exhibiciones de poder que realizan los barras de sus equipos; los organismos de seguridad y la Justicia, que debe controlar e identificar a los que lucran con los colores de una institución y no a los simples simpatizantes que van a presenciar un encuentro, y son quienes padecen el maltrato y la desprotección de las fuerzas.
“Tenemos que estar convencidos de que cuando vuelvan los visitantes, deben volver las familias. No puede ocurrir que jueguen un partido y pasen las cosas que pasan”, aseveró Claudio Tapia, el flamante presidente de la AFA, que en una charla con la nacion aventuró que la meta es cumplir con el proyecto antes de fin de año. Una frase temeraria, representativa de cómo se maneja nuestro fútbol. Porque además de la muerte de Balbo, el último fin de semana ocurrieron otros hechos de violencia que quedaron en un segundo plano: hinchas de Liniers agredieron a los jugadores de Atlas; hinchas, jugadores y hasta el director técnico de Midland embistieron contra el plantel de Sportivo Barracas; en las canchas del torneo Federal C se multiplican los ataques, pero los acontecimientos no tienen visibilidad en los medios…
Sin visitantes
La prohibición de asistencia de hinchas visitantes, medida que rige desde junio de 2013, después de la muerte de un simpatizante de Lanús en La Plata, en la previa de un partido con Estudiantes, no se traduce en cifras satisfactorias. La violencia ahora se instaló bajo la misma bandera de un club y las muertes no cesaron. Las expectativas que se crean alrededor de los partidos correspondientes a los torneos de Verano son falsas: ahí, los jefes de las barrabravas acuerdan con la seguridad y hasta con personas allegadas a la organización para que la fiesta sea en paz. En época de campaña electoral, que 50 mil hinchas convivan sin desmanes se puede ofrecer redituable.
En la provincia de Buenos Aires, distrito donde se disputa la mayor cantidad de partidos durante un fin de semana, las autoridades intentaron restablecer la concurrencia de los hinchas visitantes. Con la elección de juegos de escasa convocatoria, la prueba era positiva; los incidentes en la visita de Boca a Banfield, donde una avalancha dejó diez heridos, aunque pudo ser una tragedia, debido a que en el sector había más hinchas de la cantidad permitida; los destrozos de los hinchas de Lanús en la cancha de Racing y los desmanes de parciales de River en Lanús, provocó que la gobernadora María Eugenia Vidal, empujada por el Gobierno Nacional, suspendiera el ensayo.
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