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Bundesliga. El clásico de Berlín: el rico occidental contra el pobre oriental, entre las bengalas recientes y el silencio del Olympiastadion
Un clásico efervescente se reconvertirá en un partido sin público y ajustado por los protocolos que estableció la Bundesliga con el objetivo de reanudar la competencia, debido a la pandemia mundial de Covid-19: Hertha Berlín y Unión Berlín abrirán este viernes la 27ª jornada del campeonato alemán que lidera Bayern Munich. Los planteles tuvieron que esperar más de dos meses para jugar el derbi, pero los hinchas durante ese tiempo no dejaron de alimentar la llama de un encuentro que en el pasado reciente causó sorpresa por el calibre de los actos que se desarrollaron en el Stadion An der Alten Försterei de Unión, en Köpenick, al este de la ciudad, allí donde ese club fundado por obreros se ganó su espacio y recuerda, de alguna manera, a la vieja Alemania Oriental. Sin rodar la pelota, el pulso de la rivalidad se mantuvo en las calles, donde los postes de alumbrado, la cartelería de señalización y las paradas de colectivos fueron decoradas con calcos que responden a los clubes que dividen la capital de Alemania.
Apenas un punto los separa en la tabla de posiciones, aunque las sensaciones no son iguales: las 31 unidades se ofrecen como un número flojo para las aspiraciones de Hertha, donde juega el volante Santiago Ascacibar. El club más poderoso de la ciudad, tradicional en la Bundesliga, se asienta en la zona occidental de la capital alemana. Para Unión, en cambio, la treintena de puntos es una cosecha aliviadora, que le posibilita mantenerse alejado los puestos de descenso en la temporada de retorno a la Bundesliga.
El Olympiastadion, el segundo con mayor capacidad de la Alemania, con aforo para 74.475 aficionados, será un gigante desnudo, cuando la pelota empiece a girar, desde las 15.30. Los simpatizantes deberán contentarse con toda la acción previa que desplegaron al teñir la ciudad de azul –Hertha– y rojo y amarillo (Unión), porque las tribunas estarán vacías. En una cita sin las restricciones actuales que se impusieron por el coronavirus, las plazas hubieran sido agotadas por los fanáticos. "No es el derbi que queríamos tener, con estadio lleno", señaló el zaguero Florian Hübner, de Unión, en una teleconferencia. "Será todo muy distinto, pero como equipo sabemos lo que está en juego", agregó, quien cumple su segunda temporada en el conjunto que la semana anterior cayó 2-0 con Bayern Munich.
"Nos espera una noche apacible", comentó el director deportivo del Hertha, Michael Preetz. Los bares y clubes permanecen cerrados en Berlín, debido a las restricciones por el coronavirus, pero los cafés y restaurantes pueden abrir con estrictas condiciones, lo que permitiría que algunos hinchas se reúnan en pequeños grupos. Sin embargo, se estipula que la mayoría verá la acción desde su hogar. "Queremos tener una competición deportiva en la cancha y asumimos que todos los hinchas que hubieran querido estar ahí seguirán el partido desde casa", agregó Preetz.
El clásico será el segundo partido del entrenador Bruno Labbadia en el banco de suplentes de Hertha. De 54 años, con una trayectoria de dos décadas como futbolista, es el cuarto técnico del club en una temporada caótica. Hertha generó expectativas desde que el empresario Lars Windhorst inyectó 250 millones de dólares al adquirir el 49.9% de las acciones; el equipo salió airoso en el regreso, tras la victoria 3-0 sobre Hoffenheim. En la vereda opuesta, la caída ante el poderoso Bayern Munich, que intentará sellar su octavo título en cadena, el trigésimo de su historia, confían en levantarse como el Stadtmeister –los campeones de la ciudad– como en noviembre pasado, cuando celebraron el agónico 1-0, mediante un penal que ejecutó Sebastian Polter. "Para mí, lo que realmente es prioritario es la permanencia. Nos jugamos tres puntos muy importantes para alcanzar ese objetivo y ganarle al Hertha ayudará a cumplirlo", comentó Urs Fischer, el DT que se ausentó del juego con los bávaros debido a la muerte de un familiar.
Bengalas, disturbios, detenidos
El estreno del derbi en primera división a punto estuvo de convertirse en un gigantesco caos. Los desórdenes, con un exceso de fuegos artificiales que lanzaron los hinchas de Unión, a modo de celebración del ascenso, provocó que el encuentro debiera interrumpirse por seis minutos por los cientos de bengalas encendidas. La situación crítica aumentó y generó que las autoridades evaluaran cancelar el partido, después de que tres hinchas de Hertha cayeron al campo de juego desde las gradas.
El desenlace del cotejo poco ayudó a sostener la calma. El festejo de Unión, con el penal que anotó Polster, enardeció a los seguidores de Hertha, que respondieron con brutalidad y lanzando butacas. El pequeño estadio de Köpenick, un suburbio de la zona este de Berlín, resultó un campo de batalla. El arquero Rafal Gikiewicz y los jugadores de campo Keven Schlotterbeck y Christopher Lenz, de Unión, impidieron que la situación volátil desembocara en actos de violencia descontrolada al intervenir ante sus hinchas, que encapuchados tenían intenciones de atacar a los grupos rivales, a pesar que 1100 policías fueron movilizados para custodiar la seguridad del encuentro en un estadio en el que solo caben 3000 espectadores. El saldo de los disturbios fue de tres personas lesionadas y 25 detenidas.
"No olvidamos aquella visita al Alten Försterei. Fue una jornada negra, pero ahora tenemos una oportunidad de hacer olvidar todo aquello", señaló Preetz. "Las condiciones son completamente diferentes, es otro derbi", desalentó el técnico Labbadia.
La mirada en los protocolos
Otro derbi y otro fútbol, también. No será el comportamiento de los hinchas en el estadio lo que las autoridades y los medios analicen, en tiempos de coronavirus la lupa se posará sobre los jugadores, para verificar que respetan las distancias de seguridad sanitaria y los movimientos, por ejemplo, en el caso de la celebración de goles.
En la reanudación de la Bundesliga, el pasado fin de semana, Hertha estuvo en el centro de las críticas porque su delantero belga Dedryck Boyata besó a su compañero Marko Grujic, tras el primero de los tres tantos de la victoria frente a Hoffenheim. Algunos días antes, uno de los referentes del equipo, el marfileño Salomon Kalou, había sido suspendido por el club tras difundir un vídeo en el que se estrechaba las manos a sus compañeros en el vestuario. La Bundesliga no aplicó sanciones, aunque insiste en el deber de los protagonistas de ser ejemplares. El objetivo es difundir también un mensaje correcto sobre las medidas de distanciamiento social que deben cumplir los ciudadanos.
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