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Balón de Oro 2023: Lionel Messi y la autoridad e influencia que podría proyectar sobre el fútbol argentino
A los 36 años obtuvo la distinción, por delante de Erling Haaland y Kylian Mbappé; su proximidad con “Chiqui” Tapia es la llave para operar las mejoras que tiene pendiente la AFA
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Si es cierto como escribió Julián Marías, que “el fútbol es el regreso semanal a la infancia” -sentencia que sentimentalmente es difícil de rebatir-, Lionel Messi, ya de veterano, nos devuelve periódicamente a ese estado de ensoñación y deslumbramiento. Aunque haga mil veces el mismo gol, siempre nos parecerá la última invención. Mientras siga viendo pases donde el resto no los detecta ni con una vista panorámica, habrá plegarias para que estire indefinidamente su carrera.
A los 36 años, Messi acaba de recibir el octavo Balón de Oro. Una proeza. Una demostración más de su vigencia. Se fue imponiendo en el tiempo por encima de los debates. Que en 2010 lo tendrían que haber ganado Xavi o Iniesta, campeones mundiales con España. Que en 2019 muchos pensaban que sería para Virgil Van Dijk, por entonces el mejor defensor del mundo y campeón de la Champions League con Liverpool. Que en 2021 relegó a un Robert Lewandowski que se había hinchado de hacer goles. Messi y más Messi.
Messi is infinity! 8 Ballon d'Or! 🌕✨ #ballondor pic.twitter.com/cSkLskDe4l
— Ballon d'Or (@ballondor) October 30, 2023
Algún desprevenido se preguntará si semejante distinción es por ganar una copita con Inter Miami. En realidad, sus tres meses en el fútbol estadounidense no entran dentro la evaluación y la votación de los 100 periodistas consultados por France Football, ya que se mide la última temporada europea, de junio de 2022 a junio de 2023, período en el que cae la gran gema de Messi: el título mundial de Qatar. El accesorio es haber sido campeón de la Ligue 1 con París Saint Germain, quizá la conquista que menos alegría le generó en su carrera porque la capital francesa se había convertido en el único punto del planeta en el que era tratado con desdén, como si no le perdonara que se hubiera interpuesto en el bicampeonato mundial de Francia.
Retrospectivamente, la trayectoria de Messi es abrumadora. Conquistó el primer Balón de Oro en 2009, con 22 años. De los 10 más votados de aquella lista, siete ya están retirados. Los otros dos que siguen exprimiendo sus piernas y mentalidad competitiva son Cristiano Ronaldo, némesis de Leo en un duelo que marcó una época, y Andrés Iniesta, un antiguo socio de delicias futbolísticas en Barcelona, equipo al que Messi catalogó sin arrogancias como el mejor de la historia.
Ser Balón de Oro con más de 35 años es poco menos que una anomalía temporal. Solo uno lo obtuvo a una edad mayor, fue en la primera entrega, en 1956, cuando el inglés Stanley Matthews lo recibió con 41 años. El récord de precocidad le pertenece al brasileño Ronaldo, a los 21 años, en 1997.
El título mundial en Qatar, donde además fue consagrado como el mejor futbolista, allanó desde lo pragmático la elección de Messi, que luego le agrega los intangibles que lo ayudan a sacar ventaja sobre el resto de los competidores: arte, magia, plasticidad, un conocimiento enciclopédico del juego, un ojo clínico para interpretar los diferentes momentos de cada partido. El fútbol dejó de tener secretos para Messi.
Su temporada constó de 54 partidos, con 37 goles y 26 asistencias. Con esa producción aguantó la embestida de la generación que debería sucederlo: Erling Haaland (57 cotejos, 56 tantos y 9 asistencias) y Kylian Mbappé (56, 54 y 13). El noruego completó un curso muy bueno, ganador del triplete (Champions League, Premier League y FA Cup) con Manchester City. Un predador del área con su aspecto de cyborg. También fue goleador de la Champions, con la única sombra de no haber convertido en las semifinales y final.
Las emotivas palabras en el día del cumpleaños de Maradona
Retirado de la elite competitiva europea, Messi es cada vez más un jugador del seleccionado argentino. Ahí está su “club”, sus compañeros que lo idolatran y lo contienen, sus hinchas que lo adoran, ya sin ningún resabio de la desconfianza y resistencia de la época en la que lo oprimían comparándolo con Diego Maradona, que este lunes habría cumplido 63 años.
Messi es la bandera del fútbol argentino, aun sin haber jugado jamás un partido de club en los torneos locales. Esa posibilidad parece cada vez más remota, por el contexto socio-económico de nuestro país y porque la estructura futbolística argentina presenta más de una irregularidad. Messi reconoce y le agradece a Claudio “Chiqui” Tapia haber puesto en valor al seleccionado, después de los tiempos turbulentos del Comité de Normalización.
Como lo hacía Julio Grondona, el actual presidente de la AFA sabe que confortar a Messi, en lo logístico y humano, es la mejor base de sustentación para su gestión. Le da crédito y acrecienta su poder. Se siente legitimado para muchas otras decisiones. Las reverencias de Tapia llegaron al extremo de imponer el nombre de Messi al predio de Ezeiza, un complejo de primer nivel mundial.
Con poco más que agregar a su magisterio futbolístico en las canchas, Messi concentra una autoridad y una influencia que podrían irradiar mejoras para nuestro fútbol, desde la primera división hasta el ascenso, con solo hacer llamados de atención que lleguen a oídos de Tapia, que lo escuchará con la consideración que difícilmente le dispense a cualquier otro.
Como lo demostró en la gala del Teatro Chatelet, al que ya le conoce todos los rincones de tantas veces ternado, Messi también se suelta en lo discursivo. Sus agradecimientos y reconocimientos, en los que fueron incluidos Haaland y Mbappé, los coronó con una jugada de lujo con las palabras en memoria del día del nacimiento de Maradona.
Messi se hace oír. Sus mensajes calan hondo. Imaginar un pedido suyo de transparencia y credibilidad en lo referente a los calendarios y desarrollo de las competencias argentinas, el nivel arbitral y la seguridad de los hinchas. Irregularidades que peligrosamente tienden a naturalizarse. Es cierto, no es su responsabilidad, pero sí podría ser de su interés. El fútbol campeón del mundo no merece manejarse con un provincialismo de componendas. Messi eleva la vara, no hay que dejar pasar esta oportunidad. Una cosa es que sea único e irrepetible. Y otra que quede como un cisne negro en el paisaje general de nuestro fútbol.
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