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Adentro y afuera, River es un equipo inestable
Mereció ganar, pero empató 0 a 0 con Gimnasia; lleva cuatro partidos sin triunfos y el descontento se reflejó en los silbidos de la despedida.
Por Alberto Cantore
LA NACION
Viejos fantasmas sobrevolaron el Monumental. Aquellas imágenes oscuras, que parecían olvidadas y que llevaron a River a una situación de angustia, se hicieron presentes. El desarrollo y el resultado envolvieron al equipo en un estado de confusión y de inestabilidad. Por primera vez, el técnico fue cuestionado por la gente, que con una silbatina mostró el desconsuelo por el empate 0 a 0 con Gimnasia y Esgrima La Plata. Lo paradójico fue que River se transportó a sí mismo de la ilusión a la desazón. Todo lo bueno y lo malo que realizaron los millonarios, que empezaron para imponerse con comodidad y terminaron el encuentro padeciendo cada réplica que ensayó el Lobo, fue la resultante de cada movimiento que reflejó el conjunto que dirige Ángel Cappa. Y el entrenador fue uno de los personajes salientes para esa mutación, porque a partir de sus decisiones tácticas y de las modificaciones de nombres que puso en práctica hizo que el desempeño oscilara, sin escalas, de un extremo a otro.
Fue extraño lo que le sucedió a River, que hizo méritos suficientes para ganar y debió contentarse con sumar un raquítico punto frente a un rival endeble, que nunca se animó a plantear una lucha franca por miedo a quedar desairado. Por situaciones generadas River debió convertirse en un claro vencedor, ya que las atajadas de Gaston Sessa, los postes y la descalibrada mira al momento de definir le impidieron celebrar; por juego, los millonarios fueron infinitamente superiores y hasta por pasajes desplegaron un abanico de virtudes propias de aquellos conjuntos que se reconocen mejores a partir del control de la pelota y la profundidad de los ataques; la jerarquía de las individualidades impedía determinar equivalencias, y para acentuar esa enorme diferencia, River, además, enseñó desde la banda izquierda a Erik Lamela, el futbolista más punzante del partido, aunque por decisión del DT apenas jugó un tiempo.
Las dudas que invadieron a River en el comienzo friccionado del partido se fueron disipando cuando la pelota empezó a circular por los pies de Lamela. En el Monumental, el equipo siempre busca recostarse sobre la figura emblemática de Ortega para lanzar sus ofensivas. Aunque en el declive del equipo en las últimas fechas, el rol principal lo acaparó éste juvenil de tranco largo y gambeta fácil. Con desparpajo encaró sin temores y propició los momentos de mayor clarividencia del equipo. No se quedó en el lucimiento personal Lamela, que a su actuación le añadió poder de fuego con remates que devolvieron el travesaño y el poste. Sin dudas, River entendía que era posible jugar sin que la pelota pasara irremediablemente por Ortega.
La andanada ofensiva del primer tiempo sobre el arco de Gimnasia incluyó disparos de Funes Mori, uno de los cuales rebotó en el palo; remates de Pavone, y hasta una aparición del paraguayo Román que se nubló frente a Sessa y estrelló la pelota en el pecho del guardavalla. Sólo restaba acertar en el blanco. Era cuestión de mínima precisión.
Pero llegó el descalabro. Cappa intentó un cambio de intérpretes y sorprendió quitando de la escena al futbolista que imponía condiciones. River relegó a Lamela y le dio pista a Buonanotte, que necesita rodaje, es cierto, pero cuyas últimas producciones lo muestran muy lejos de su mejor versión. El dominio de River siguió su curso, aunque el equipo carecía de la lucidez que le aportaba Lamela para vulnerar a la defensa rival. Tuvo chances para ganar, aunque el cansancio, la imposibilidad de romper el cerco y la impaciencia de la gente -el fastidio por no lograr la victoria no perdonó ni a los ídolos, ya que hasta a Ortega le recriminaron algunos desaciertos- crearon una atmósfera negativa.
La confusión llegó a límites insospechados, y la receta a la que acudió Cappa echando mano de otro delantero -Caruso reemplazó a Arano- terminó descompaginando todavía más la desdibujada imagen. River se fue deteriorando, y lo peor fue que debió encomendarse a Carrizo para sostener el empate. A esa altura, con cuatro ráfagas en 12 minutos, Córdoba, la única referencia de área que presentó Gimnasia, dejó sin aliento a los hinchas.
Cuatro partidos sin ganar provocaron la reacción de la gente, que frente a los manotazos innecesarios del DT intuye que quitarse la mochila del descenso será una cuestión de largo aliento.