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¡Campeón! Lanús, un éxito que reivindica el juego y la identidad de un proyecto
Con la goleada 4-0 sobre San Lorenzo se consagró por segunda vez en el fútbol argentino; mostró personalidad y convicción para desarrollar su libreto y minimizar al rival; con el título, el técnico Almirón coronó un ciclo que iniciaron los Barros Schelotto
Campeones hay muchos, pero no todos pueden ser señalados como modelos. El título de Lanús trasciende más allá del resultado, de la goleada, de las diferencias que estableció en el juego frente a San Lorenzo en la final del Torneo Transición. Los valores y las virtudes de este equipo son los que sirven para prestigiar el fútbol, muchas veces esquizofrénico, en el que el ruido tapa a las voces, en el que el apuro, el vértigo, la inmediatez del éxito, no dejan tiempo para saber dónde se está parado, cómo se juega, desde dónde se construye. Lanús representa el triunfo de la mesura, las ideas claras, las convicciones firmes. Una estructura que nunca se creyó más de lo que era, porque nunca se sintió menos que nadie. Superó cualquier complejo que podía heredar desde aquella histórica consagración de 2007; llegó más lejos que nadie en un campeonato extraño, de 16 partidos y una final, pero ése no era su problema. Lanús jugó cada uno de sus encuentros como si fuera el definitorio. Ahí quizá se sintetizan las razones de la nueva vuelta olímpica.
Un campeón se construye, y Lanús edificó a partir del pasado reciente. Eligió a un director técnico en la línea de la tarea que ejecutó Guillermo Barros Schelotto durante tres años y medio, en donde el club fue protagonista y campeón de la Copa Sudamericana 2013. Descubrió en Jorge Almirón al hombre que podía cerrar el círculo que inició el Mellizo. En seis meses coronó lo que el club no pudo durante la gestión anterior en el medio local. Con pequeños retoques, con algunos cambios de figuritas, de nombres, pero con la misma filosofía. "Entiendo que son procesos. Estuvimos en la final porque los Mellizos dejaron algo importante: un equipo competitivo, trabajado. A mí me tocó, en otro lado, que el proceso que dejé le sirvió a otro entrenador. Somos colegas y tengo que agradecer el momento que me está tocando vivir", comentó quien no se corrió del dibujo táctico 4-3-3, que le agregó pinceladas propias con elecciones propias: del explosivo José Luis Gómez, un lateral que pide pista en la selección, a José Sand, el emblema que en el Sur encontró su lugar en el mundo. Con menos exposición, aunque relevantes en una campaña sin fisuras y con números que impiden abrir un debate sobre merecimientos, Pablo Mouche e Iván Marcone revalorizaron sus acciones entre los titulares, los que forjaron el pulso del recorrido. Cuatro refuerzos que encajaron en una matriz diseñada por otros, pero a la que Almirón hizo brillar.
La del Monumental era la última prueba que Lanús debía superar para ser campeón. El destino le impuso los dos estadios más emblemáticos del país para la consagración, ya que en 2007 fue la Bombonera la que latió al ritmo del equipo que conducía Ramón Cabrero, alguien de las entrañas de la institución. Y como en aquella oportunidad, estuvo a la altura del desafío. Un partido espectacular, de colección, disputado con seriedad y personalidad. Un examen de carácter y temperamento. Minimizó con su fútbol y con un andar arrollador a San Lorenzo, que venía encendido, lanzado, con un invicto de ocho partidos.
Lo desarticuló desde el primer minuto, lo ahogó, le impidió pensar y ejecutar su partitura. Con intérpretes en un altísimo nivel borró al Ciclón. El desequilibrio que ejerció Miguel Almirón, la joya paraguaya, fue la expresión del fútbol que impuso Lanús en el torneo. Mientras él marcó el ritmo con habilidad y aceleración, Román Martínez manejó la pausa.
Pero será un error reducirse a dos jugadores, todos fueron partícipes de la goleada. El capitán Velázquez lanzó el centro que derivó en el gol de Junior Benítez, el que abrió la cuenta y estableció que el desarrollo ya no tenía vuelta atrás; José Luis Gómez hizo un surco por la banda derecha y habilitó a Sand, aquel goleador que moldeó River en sus divisiones inferiores, pero que jamás logró afianzarse en la primera de la entidad de Núñez, y quien debajo del arco señaló el 3-0 para llenarse de gloria y ovaciones en un estadio que en el pasado lo destrató; antes, el N°9, que aguanta y genera espacios para sus compañeros, con un movimiento sin pelota dejó a Almirón de frente al arco para que La Joya se bañara de gloria también con un gol. Lautaro Acosta, una ardilla que atacó por los dos laterales, pícaro para tirar diagonales y distraer al adversario, tuvo oxígeno para guapear a falta de dos minutos y redondear la victoria? Monetti dominó el área y respondió en la jugada de mayor riesgo de San Lorenzo: un disparo de Cerutti, en el primer tiempo; los zagueros Gómez y Braghieri fueron infranqueables, no dieron lugar para que Blandi descargara su poder de fuego? Todos fueron figuras.
Fiel a un ideario que empezó hace tres años y medio, con un estilo atractivo y demoledor, Lanús volvió a establecerse como el mejor del fútbol argentino. Una diferencia que marcó desde el principio y ratificó en la final, apabullando a un rival que nunca estuvo a la altura y que sufrió a un equipo que impuso su marca para gritar campeón.
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