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Williams, en caída libre: el triste ocaso de la última escudería familiar
Últimos entre los 17 autos que arribaron en el Gran Premio de Australia, los dos peores tiempos en la prueba de clasificación en la apertura de la temporada en Albert Park, fondeado en la Copa de Constructores de 2018 con apenas siete puntos, una de las peores cosechas de su historia… La situación calamitosa de Williams en la Fórmula 1 no es nueva, aunque la crisis empeora y no descubre un piso. Falta de rodaje en los dos primeros días durante los test de pretemporada en Montmeló, el retraso en la construcción del monoplaza, la falta de piezas de repuesto en Melbourne, el pedido de licencia por cuestiones personales del director técnico Paddy Lowe, que se ausentó de la primera cita del calendario y en el paddock murmuran que no retornará, hechos que contrastan con los años dorados en los que prácticamente era imprescindible conducir un coche de la escuadra de Grove para aspirar a ganar el campeonato del mundo. Esa era pasó al olvido, la actualidad enseña que el conjunto apenas se sostiene, la brecha con el resto de las escuderías se agiganta y la falta de reacción empuja a imaginar el peor final.
Todavía lejos de quedar con un registro del 107% del tiempo más rápido de una sesión clasificatoria, lo que le impediría participar de un Gran Premio, los números igualmente hacen saltar las alarmas: en Albert Park, la diferencia entre el poleman Lewis Hamilton (Mercedes) y Carlos Sainz (McLaren), 18avo en la Q1, fue menor a la distancia entre el piloto madrileño y George Russell (Williams), que resultó 19no. Los pronósticos sobre que en la carrera la situación sería más compleja para Williams se hizo realidad al día siguiente: el inglés terminó a dos giros del ganador Valtteri Bottas (Mercedes), mientras que su compañero de equipo, el polaco Robert Kubica, finalizó a tres vueltas del finlandés. "Sabíamos que sería difícil, pero no creíamos que estuviéramos tan lejos del ritmo de los restantes equipos. Será complejo el camino para volver a ser competitivos, pero luchar y no rendirse es lo que hicimos siempre en Williams", comentó Claire Williams, jefa de equipo e hija de Frank, fundador y hombre que dirigió siempre con mano de hierro en los tiempos de éxitos y bonanza.
Las estadísticas son el reflejo del descalabro: entre 1979 y 1997, año en que Jacques Villeneuve resultó el último piloto de Williams en coronarse campeón, el equipo ganó nueve título de constructores –es la segunda escuadra con mayores logros en la F1–, siete de pilotos y celebró 103 victorias. En los 22 años que sucedieron a aquel festejo, apenas se trepó 11 veces al primer escalón del podio; la última le pertenece a Pastor Maldonado, en el GP de España, en 2012.
El FW42 no será el monoplaza que le devolverá la sonrisa, ya que a poco estuvo de no ser homologado por la FIA para el Gran Premio de Australia: debió modificar parte del diseño de la suspensión delantera y los espejos retrovisores, tras los test en Montmeló. La contratación de Lowe, que se alejó de Mercedes para tomar el desafío en 2017, no arrastró mejoras. Sí, creció la presión: una campaña sombría en 2018 –el primer auto con diseño y construcción de Lowe ofreció problemas aerodinámicos– y los fallos al momento de coordinar el proceso de fabricación rumbo a 2019, empeoraron el panorama.
La falta de un socio adecuado después de la salida de BMW en 2005, un golpe del que no se supo reponer, constituyó el comienzo del declive. Las bofetadas se sucedieron. La última, a fines de 2018, con la partida de Martini –bebida del Grupo Baccardi– patrocinador que le aportaba 11 millones de euros anuales. En Grove afirman que el equipo mantendrá su independencia, a pesar de todo. "Nunca seremos el equipo B de nadie. Nos mantenemos aquí por más de 40 años, ahora somos décimos y dependerá de nosotros revertirlo. Es un proceso difícil y también vergonzoso, pero nos sostiene nuestro espíritu. Este equipo es mi familia, debo proteger el legado de mi padre, un legado del que estamos orgullosos. Desde luego que no querría ser la persona que arruine a Williams, eso sería horrible", señaló Claire Williams, que se hizo cargo del equipo en 2012, en lo que fue una sucesión traumática.
Ella y su hermano mayor, Jonathan, no se hablan. Claire señala que la promoción al cargo de jefa es la razón del distanciamiento y lo deja entrever en un documental –Team Williams– que la BBC estrenó en 2017; él es el encargado del departamento de herencia de la compañía, un archivo de recuerdos y autos de colección. El calvario familiar empezó con el accidente que dejó tetrapléjico a Frank, en 1986, aunque Sir Williams –fue ungido caballero en 1999–, es una persona que no revela las emociones. Al extremo que su mujer, Virginia, escribió un libro para que su esposo entendiera el infierno que vivió desde el momento en que quedó postrado tras el accidente automovilístico en una ruta francesa, después de unos ensayos en el circuito de Paul-Ricard. Williams nunca leyó esos testimonios.
El suizo Peter Sauber cedió para esta temporada ante el interés de Alfa Romeo; antes fueron absorbidos Ken Tyrrel, Guy Ligier, Jack Braham, Emerson Fittipaldi y Bruce Mclaren. Williams es el último equipo familiar de la F.1 y participa con un presupuesto que es del 33% del que reúne Ferrari. Muy lejos de cuando Frank Williams podía elegir qué piloto manejaría sus autos, en la actualidad el aporte económico para adueñarse de una butaca se convirtió es una necesidad. El año pasado, la escuadra recibió 15 millones de euros del ruso Sergey Sirotkyn, una cifra que no logró equiparar Kubica –ofrecía casi un millón de euros por cada una de las siete primeras carreras del calendario y de no rendir le dejaba la butaca al ruso–; esos números asomaron como un vuelto con los ¡72.000.000! de euros que desembolsó el padre de Lance Stroll; el desencanto del canadiense con el equipo se decantó en la compra de Force India por parte del magnate Lawrence Stroll, que la transformó en Racing Point en 2019.
El aura de Williams se extingue y revertir la tendencia no asoma como una misión posible en el corto plazo. El domingo, el Gran Premio de Bahrein, la segunda estación del calendario, enseñará si existe una pequeña señal de mejoría o si la F1 tendrá que acostumbrarse a ver a la histórica escudería Williams en el fondo de la grilla.
Destino Bahrein
El Gran Premio de Bahrein, el segundo del calendario, empezó a correrse con la elección de los compuestos. Pirelli anunció que las escuderías Mercedes, Ferrari y el holandés Max Verstappen (Red Bull Racing) copiaron la receta: un juego de neumáticos duros (blanco), tres medios (amarillos) y nueve blandos (rojos) para encarar la carrera nocturna en Sakhir, un trazado con asfalto abrasivo.
Kubica siente que jamás silenciará los interrogantes
El regreso encontró a Robert Kubica 17mo en el clasificador, el último de los pilotos que cruzó la meta, a tres giros del ganador Valtteri Bottas. Las sensaciones del polaco tras el GP de Australia ofrecen contrastes: satisfacción, tras completar la carrera con un Williams poco competitivo, y la necesidad de silenciar las críticas, tras el accidente que sufrió hace ocho años y que limita las funciones del brazo derecho. "Tengo que demostrar siempre más que los demás, la gente siempre pone interrogantes", señaló, ya focalizado en el GP de Bahrein.
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