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Niki Lauda, el piloto de película y el mito resucitado que brilló entre los mejores de la Fórmula 1
Fue tres veces campeón del mundo y protagonizó duelos memorables en las pistas con los pilotos más destacados entre 1971 y 1984. Desde James Stewart a Alain Prost, pasando por los brasileños Emerson Fittipaldi y Nelson Piquet. Incluso con Carlos Reutemann, al que respetaba, pero con el que no tuvo la mejor relación cuando compartieron techo en Ferrari. Pero la némesis de Niki Lauda fue el británico James Hunt, con el que desató una feroz batalla por el título de la Fórmula 1 en 1976, año en que el austríaco se convirtió en leyenda sin ceñirse la corona. Una temporada salvaje entre las mejores espadas de la Scuderia y de McLaren, una rivalidad que resultó el argumento de la película Rush.
En el segundo año en Ferrari, en 1975, Lauda no solo se coronó por primera vez en la F. 1: rompió el récord de los siete minutos para desandar los 22 kilómetros y doblar las 176 curvas del circuito de Nürburgring, el más agotador del plantea y al que Stewart denominó el infierno verde. La extensión del dibujo no era atractivo para la televisión, ya que era imposible de cubrir con las cámaras, y quienes formaban la Gran Prix Driver Association (GPDA) sugirieron, con razón, que era demasiado peligroso. Con la intención de quitarlo del calendario, lanzaron un boicot para la siguiente temporada, la de 1976. Casi una declaración premonitoria por lo que fue uno de los accidentes más espeluznante de la historia de la F. 1, con Lauda como actor principal.
Las victorias en los Grandes Premios de Brasil, Sudáfrica, Bélgica, Mónaco e Inglaterra señalaban a Lauda como favorito para celebrar el bicampeonato. La cita siguiente, el 1° de agosto, era el GP de Alemania. Hunt, que se trepó a lo más alto del podio en España y Francia, registró la pole position en el Ring, mientras que el austríaco lo controlaba desde el segundo cajón de la grilla. Una leve llovizna mojaba aquel domingo el asfalto y los pilotos tomaron decisiones opuestas al momento de la elección de los neumáticos: Lauda, con dibujo, para pista en condiciones húmeda; el británico optó por slicks y acertó.
Un giro demoró el campeón para entrar a los boxes y calzar la Ferrari con gomas lisas. El retraso lo invitó a ensayar una remontada, una escalada que no fue. El despiste en Bergwerk, a siete kilómetros de la línea de largada, el golpe contra el guardarrail y el retorno a la ancha pista con el auto desmembrado y en llamas... Como si a la escena le faltara espectacularidad, fue embestido por Brett Lunger (Surtees). La desesperación del italiano Arturo Merzario (Williams), junto a Guy Edwards (Hesketh) y Harald Ertl (Hesketh), logró desabrocharle en cinturón de seguridad y rescatarlo del infierno. Lunger, que tenía experiencia en reanimación y primeros auxilios, asistió a Lauda hasta el arribo de la ambulancia. La carrera continuó y Hunt fue el ganador. La diferencia en el campeonato de pilotos era de 33 puntos.
En la clínica de Ludwigshafen, los médicos lograron salvarle la vida por primera vez, aunque un sacerdote llegó a administrarle la extremaunción. El director deportivo de Ferrari, Daniele Audetto, llamó a don Enzo Ferrari desde el sanatorio y el Commendatore le ordenó que contratara a Fittipaldi, aunque finalmente quien arribaría para la siguiente temporada fue Reutemann.
Llegó el turno de Monza, el Gran Premio de Italia, y aunque Enzo Ferrari se negó a que Lauda fuera parte de la grilla, 42 días después del accidente el austríaco estaba preparado para largar. La decisión fue una de las más valientes de la historia del deporte, analizó el diario británico The Guardian, en un análisis del libro biográfico de Lauda que escribió Maurice Hamilton y que se publicó en 2016. "El viernes de ese fin de semana no pude conducir. Salí del auto porque tenía miedo. Fui al hotel y lo medité, lo tomé con calma y el sábado volví a ponerme en marcha", confesó el piloto, que sufrió vómitos y ataques de pánico. Se repuso, se clasificó quinto y finalizó la carrera en el cuarto puesto. Los tifosi lo ovacionaron y pasearon en andas, aunque la actitud de retornar sin su bendición nunca sería perdonada por el Commendatore, con quien sostuvo una relación de tirantez, al punto que cuando probó por primera vez la Ferrari, en 1974, le señaló que su auto era "una porquería".
Lauda se convirtió en leyenda en Monza y la rivalidad con Hunt –un playboy, un personaje siempre polémico aunque carismático y que llegó a llevar un parche con el mensaje transgresor Sexo, el desayuno de los campeones – acumularía capítulos hasta llegar al clímax en el GP de Japón, en Monte Fuji, el desenlace de la temporada. "Confiábamos el uno en el otro. Él no te sacaría de la pista, lo que en esos días era importante", confesó Lauda antes de la prueba final.
"Fueron las peores condiciones que había visto al inicio de una carrera. El circuito se inundó y los organizadores dijeron que no se podía correr. Estábamos sentados, a la espera de que el clima mejorara, cuando un asistente ingresó a la sala y comunicó que en media hora se largaría el GP, debido a los derechos de televisión", recordó años después Mario Andretti (Lotus). La orden de la TV no fue una razón suficiente para Lauda, que le comunicó a Ferrari que giraría un par de vuelta y se detendría. Mauro Forghieri, director deportivo de la Scuderia, le ofreció justificar públicamente el abandono con una falla mecánica como excusa. El austríaco se negó. "Haría lo mismo otra vez, pero tengo que admitir que sin mi accidente en Nürburgring, tal vez, habría tenido reservas para no correr", señala en su biografía.
No se quedó en el circuito a esperar el final, se marchó al aeropuerto. Le pidió al chófer de la limousine Rolls Royce que le asignó la organización que lo trasladara, que escuchara la radio y le dijera quién había ganado el campeonato de F.1. Recién conoció la noticia cuando un asesor de Ferrari lo saludó al embarcar y al ver su rostro leyó que Hunt lo había logrado. El británico le arrebató la corona por apenas un punto.
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