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Manu Urcera, campeón de Turismo Carretera: el piloto que perseguía un sueño y se bañó de gloria
El rionegrino, de 31 años, finalizó cuarto en Villicum y es el nuevo monarca; es su primer título en las categorías de la ACTC y Torino regresó a la cima después de 51 temporadas
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De respuestas amables pero cortantes. Gesto adusto y la mirada casi siempre oculta por gafas. Para descubrir a José Manuel Urcera hace falta quitarlo de un autódromo, de una pista, de un garaje. Toda una contradicción, porque Manu es piloto de carreras y su hábitat son los circuitos, pero el rionegrino exhibe máxima concentración durante los fines de semana de competición y se libera, se despoja de la tensión en el resto de las jornadas.
En Villicum, San Juan, en la 15ta y última fecha del calendario de Turismo Carretera, logró combinar las dos personalidades que lo envuelven: con un auto contundente, guiado con sensibilidad y frialdad, porque en el giro final asomó una falla que lo hizo caer del primer al cuarto puesto del clasificador, se consagró por primera vez campeón en la categoría más popular de la Argentina y la más longeva del planeta. Con lágrimas surcándole el rostro y conmovido por el título se quitó la coraza y la máscara con la que pretende esconder las emociones. A los 31 años, y después de perseguir durante las últimas temporadas y con diferentes métodos de trabajo y varios equipos la gloria, llegó el espacio para disfrutar, reír, abrazarse con mecánicos e ingenieros del Maquin Parts Racing, la estructura que lo abrazó en 2022 y le ofreció los medios para convertir la fantasía en realidad.
Llegó a la definición como máximo candidato y no le pesó la responsabilidad de que le colgaran el cartel de favorito. La pulseada por el título tenía a varios contendientes, pero solo uno le quitaba el sueño: Mariano Werner. Último bicampeón, el piloto de Ford arribó a la cita con una desventaja de seis puntos, pero Urcera se encargó de esmerilar las esperanzas del paranaense desde los entrenamientos, pasando por la prueba de clasificación –marcó la pole y con los tres puntos estiró a nueve la ventaja- y ratificó en la primera serie clasificatoria sus aspiraciones y la intención de quitarle protagonismo a su principal rival: Manu ganó por escándalo la batería –más de cinco segundos en cinco giros, la luz que le hizo a Jonatan Castellano (Dodge)- y Werner finalizó tercero. La brecha aumentó a 10,5 unidades. “Sacando a Urcera, que está en otra liga, con el resto de la categoría somos parejos”, apuntaba Agustín Canapino (Chevrolet), con posibilidades matemáticas, aunque sin el medio de otros años para batallar por esa corona que lució en 2010, 2017, 2018 y 2019.
Los rivales de Urcera también estuvieron bajo la misma estructura y Esteban Gini (Torino) resultó el más bravo; también asomaron Germán Todino y Facundo Ardusso, que luego de las series quedaron eliminados. El Tubo también ganó su serie –la tercera- y largaba en la primera fila la carrera Final. El TC tiene la particularidad de que un equipo cobije a varios pilotos y aunque compartan techo e información no resultan compañeros: cada nombre corre para retribuirle el apoyo a sus auspiciantes. “Todos los rivales tienen mi respeto, pero son todos iguales y a todos les quiero ganar”, advertía Gini, que tenía la obligación de la victoria -debía cumplimentar el requisito reglamentario de acreditar un éxito en la temporada- y además aguardar que Manu y Werner se retrasen mínimamente a los puestos 23 y 14, respectivamente, en el clasificador.
“Todos los días se me cruza por la cabeza ser campeón de TC”, confiaba Urcera, en agosto, en una charla con SoloTC. Manu era reciente vencedor del Desafío de las Estrellas, en Villicum, y exploraba una situación poco común: en siete carreras manejó tres autos diferentes y de dos marcas. El espectacular accidente que protagonizó en la serie en Toay, donde su ex compañero en el Maquin Parts Racing, Marcelo Agrelo, lo embistió a 205 km/k en el ingreso a la recta, provocó la destrucción del Torino, que además impactó contra el muro de boxes. “Es una estructura inservible. Repararla es imposible”, afirmaba Horacio Soljan, el cerebro del equipo.
Como Roberto Mouras en 1985, Urcera cambió de marca: el Toro en aquella campaña empezó con Dodge –se lo compró a Johnny De Benedictis-; continuó con Chevrolet –cuatro carreras- y regresó a Dodge, con un auto que era propiedad de Hugo Mazzacane, actual presidente de la ACTC. El rionegrino disputó dos competencias con Dodge –Termas de Río Hondo y Rafaela, cosechando un octavo y un decimonoveno lugar- hasta que retornó a Torino, a partir de Concordia. Una tarea récord en el taller, que se tradujo en un cuarto puesto en el trazado entrerriano. “No fue lo ideal correr con Dodge, pero era la única posibilidad que teníamos. Era una situación de riesgo e incertidumbre y lo que intenté fue sumar la mayor cantidad de puntos posibles”, reconoció sobre aquella incomodidad, que sin embargo no lo desenfocó.
Inconformista, perfeccionista, el equipo alquiló de modo exclusivo el autódromo Roberto Mouras, de La Plata, para que Manu probara el nuevo auto. ¿Resultado? Dos carreras más tarde, triunfó en Villicum, donde largó último e hizo historia: nunca en el TC un piloto ganó partiendo desde el puesto 42°. “Una carrera que quedará en la historia por todos los matices y un premio al equipo que trabajó muchísimo para armar un auto desde cero. Siento que estoy en uno de los mejores momentos: soy rápido a la hora de clasificar, que siempre fue una virtud, pero me veo con más experiencia para descifrar el comportamiento del auto y en cómo corregir detalles”, advertía el rionegrino, que durante los recesos viaja a Valencia (España) y realiza una pretemporada en el Campos Academy.
La rutina incluye entrenamientos en simuladores, girar en autos de GP2 y karting, y ejercicios físicos y mentales. “Voy a entrenarme, no de turista. Son 15 días en los que trabajo desde las 8 hasta las 17, no reniego porque es lo que me gusta. Son rutinas con las que intento ser mejor piloto. Hay años que me funcionó mejor que otros”, afirma quien después del accidente en Toay viajó a Monza para participar en una carrera de GT italiano, con Ferrari.
La relación con del deporte motor empezó a los 4 años y las motos encendieron la pasión. Una actividad demandante desde lo físico y a la que se dedicó en la adolescencia. “Cuando corría en motocross vivía varios meses en los Estados Unidos, competía en el campeonato AMA. En la Argentina hay muy buenos pilotos, pero el motocross no tiene el peso del automovilismo y no iba a poder vivir como profesional del motocross. Entonces, en 2010, cambié por los autos y descubrí diferencias enormes: el motocross es muy exigente para el físico, le tenía que dedicar cinco días de la semana a los entrenamientos y en la cabeza tenés que entender que una vez al año te vas a lesionar, porque las caídas son fuertes. Y me cansé, porque un auto lo rompés y en la moto te rompés”, le confiaba a LA NACION, un par de años atrás, cuando conseguía el título en Turismo Nacional, categoría en la que fue campeón en 2019 y 2020.
El bienestar económico de la familia -su padre Claudio es director de TSB, empresa de servicios petroleros que trabaja con las principales operadoras del sector- siempre se impuso como un sello que persiguió al piloto. La situación le provocaba enojos y reacciones, que trató con un psicólogo. Porque además de ejercitar con personal trainer el cuerpo –también en los ratos libres le gusta jugar al tenis y fútbol- y de cuidar la alimentación –trabaja con una nutricionista-, Urcera le dedica tiempo a despejar la mente.
“Al final te das cuenta que es como pensar que un tenista juega mejor porque la familia tiene mejor posición económica que el rival. En el automovilismo profesional hay que reunir un presupuesto para subirse a un auto, pero eso no tiene nada que ver con que el auto vaya más rápido”, apunta quien se dedica con profesionalismo y que después de diez temporadas en las categorías de la ACTC –se inició en el TC Mouras- logró su primer título.
Fue piloto del JP Carrera, de Las Toscas Racing, de Alifraco Sport. Compartió preparadores, buscó exclusividad, ensayó mil caminos para cumplir el sueño. Un taller que la familia Soljan puso en marcha en 2006 en Venado Tuerto fue el espacio que le ofreció todo lo que necesitaba para desatar el festejo. “Fui aprendiendo de los errores que cometí como piloto en el pasado y también de los errores de elegir mal a la hora de armar un equipo de trabajo. Este es el sueño de cualquier piloto de la Argentina y se hizo realidad. Imposible pensar en algo mejor”, comentó desde el podio, ese que se llenó de usuarios de Torino: Leonel Pernía fue el ganador, con Gini y Marcos Landa como escoltas, todos representantes de diferentes estructuras.
“Felicito a mi equipo, son unas fieras; a Horacio Soljan, que trabaja 14 horas por días para que a los autos no les falte nada y no pierdan rendimiento. Es increíble ser campeón, siempre fue mi objetivo: me preparé y dejé la vida para ser feliz como lo estoy siendo ahora”, respondió, con una camiseta de la selección argentina en la mano, mientras su papá y su pareja Nicole Neumann acompañaban al nuevo monarca, el piloto que elevó a la cima a Torino, marca que no se consagraba desde 1971, con Luis Rubén Di Palma. “No es la más popular, pero tiene hinchas genuinos y respetuosos. Este título también es para ellos y el año que viene vamos a pintar el N° 1 en un Torino”, afirmó quien especuló con correr con Toyota.
Dominó la carrera hasta el giro final, cuando los frenos empezaron a fallar. No se descontroló, actuó con la mente fría en una jornada agobiante –varios pilotos debieron ser atendidos por deshidratación o desmayos- y no porfió posiciones, porque a esa altura lo único que le aceleraba el corazón era consagrarse campeón. Festejó en la pista dibujando trompos, se abrazó con mecánicos y se trepó al techo del Torino para celebrar, mientras el equipo lo bañaba con espuma. Fiel a su estilo, utilizó frases cortas ante el asedio de los medios. Urcera ya había hablado en la pista: el campeón quería disfrutar de su obra más gloriosa.
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