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La temporada comenzó con una victoria. Y con un triunfo la finalizó y se consagró campeón. Entre la apertura en Suiza y el desenlace, en España, siempre se mantuvo al frente del Mundial de Pilotos. El 28 de octubre de 1951, Juan Manuel Fangio logró la primera de las cinco coronas de Fórmula 1. El brillante piloto empezaba a moldear la figura del mito, el balcarceño subía peldaños para convertirse en una leyenda.
Siete décadas más tarde de aquella proeza en el circuito de Barcelona y 26 años después de su muerte, se siguen escribiendo capítulos que agigantan al hombre que hizo del automovilismo internacional una pasión para los argentinos: por esa razón, el 10 de noviembre, en Balcarce, el homenaje, la caravana, la presencia de sir Jackie Stewart. El tributo a Fangio y a su gloria eterna.
La Fórmula 1 tuvo su primer campeonato en 1950. El título lo celebró Giuseppe Farina, con Alfa Romeo, y el subcampeón resultó Fangio, que en el Gran Premio de Italia rompió dos autos: el suyo, con el N°18, y un par de giros después el que le cedió Piero Taruffi, otro de los pilotos que conducía una Alfetta y que a diferencia del balcarceño no tenía posibilidad de consagrarse monarca.
El desquite
Desde el 3 de septiembre de ese año, fecha del desenlace en Monza, a la apertura de la nueva temporada el almanaque se devoró 266 días. El Chueco no utilizó ese tiempo para descansar, quería alistarse para el desquite. Ya estaban archivada las palabras de cuando inició el periplo europeo, en 1949: “Solo espero ganar alguna carrera para no defraudar tanto esfuerzo”, dijo, con humildad, en la despedida. En el estreno mundial había vencido en los GP’s de Mónaco, Bélgica y Francia.
Entre noviembre y diciembre de 1950 participó en carreras en el Parque Urquiza, de Paraná; en Santiago de Chile y en las 500 Millas de Rafaela; ganó las tres. Al año siguiente, se preparó con dos competencias en la Argentina -de Fórmula Libre- y otras dos en el Viejo Continente, en Monza y en París. La estadística le devolvía una mueca de insatisfacción: en tres de las cuatro carreras de 1951 tuvo que abandonar. No se le encogió el espíritu, no se doblegó frente a la adversidad.
La plena confianza en Alfa Romeo se vislumbró en el arranque de la temporada de F.1 en el trazado de Bremgarten, donde ganó con ¡55 segundos de ventaja! Con la victoria, además, hizo sucumbir a Ferrari, que le presentaría batalla a la escuadra milanesa. Un comienzo de ilusión.
El gato negro y el avance de Ferrari
Ese primer éxito de 1951 tuvo una reseña: Fangio prácticamente no durmió la noche anterior a la carrera, que se desarrolló bajo la lluvia. Después de marcar la pole y antes de terminar la jornada recorrió el circuito, de siete kilómetros, junto a unos amigos en un auto particular. En medio de la vuelta atropelló a un gato negro, un signo de mala suerte para los que confían en la superstición. Y en esa época, como ahora, las creencias existían, aunque no se confesaran. La abrumadora victoria en el circuito suizo convirtió en anécdota aquel incidente, pero las siguientes tres pruebas ensombrecieron la figura del Chueco.
Las escuderías europeas no viajaron a la segunda fecha del calendario, en Indianápolis. La cita estadounidense era la que sostenía la categoría de Mundial a la F.1, que desandaba el resto del calendario en escenarios europeos. De regreso, Spa-Francorchamps, donde Fangio logró su segundo triunfo en el Gran Circo, tras su estreno en Mónaco, en 1950. Pero esta vez la aventura resultó incómoda, al extremo que fue una de cuatro carreras que descartó en el camino a la corona.
Volvió a registrar el mejor tiempo en la prueba de clasificación, pero solo Farina dio la talla con Alfa Romeo; el defensor del título ganó y detrás suyo asomaron Ferrari y Talbot. Fangio arribó noveno, a dos giros, porque en la parada en los boxes se atascó un neumático y se demoró 15 minutos en reemplazarlo; sumó un punto por señalar la vuelta más rápida de la carrera.
Dos semanas después, otro circuito “amigable”: Reims marcó el estrenó europeo de Fangio y la F.1 se presentaba en Francia. Por segunda vez en la temporada el Chueco necesitó de un compañero para terminar un gran premio. Esta vez fue una victoria compartida con Luigi Fagioli, el vencedor de mayor edad de la historia del Gran Circo, con 53 años; cada piloto cosechó cuatro puntos y el argentino sumó uno más por marcar la vuelta rápida de la carrera. Pero la orden del equipo de tener que entregar el auto a Fangio enojó al italiano, que abandonó la escudería.
Sin triunfos, los Grandes Premios de Gran Bretaña y de Alemania acrecentaron la esperanza de ceñirse la corona. Dos segundos puestos, detrás de José Froilán González en Silverstone -primer triunfo de Ferrari en la F.1- y de Alberto Ascari, en Nürburgring, lo posicionaban como máximo aspirante al título. Las batallas con los dos pilotos de la Scuderia enseñaban que el desenlace sería dramático.
Fangio le anticipó a Froilán que los autos que llevaban al Cavallino Rampante serían superiores en la cita británica: “Juan me llevó en su auto, un Alfa Romeo, de Reims a Inglaterra. Tres días antes del gran premio me hizo recorrer el circuito de Silverstone. Nunca había visto un autódromo transformado”, recordaba el arrecifeño, sobre los arreglos de lo que había sido una base aérea durante la Segunda Guerra Mundial. “Los dos sabíamos que las curvas de ángulo recto se adaptarían mejor a la Ferrari que a las Alfettas, por lo que en un momento del recorrido me dijo: ´Pepe, creo que esta vez cobramos y la vas a ganar vos´”.
No falló en el pronóstico, a pesar de intentar darle batalla. Froilán se impuso por 51 segundos de diferencia. Fangio lideró durante 30 giros y el arrecifeño, en 59. La restante vuelta fue para el italiano Felice Bonetto (Alfa Romeo).
La primera experiencia en Nürburgring, aunque el clasificador demuestra que fue el escolta de Ascari, reflejó porqué Fangio, en 1957, consumaría en el Infierno Verde la más fabulosa hazaña de la historia del automovilismo para consagrarse quíntuple campeón del mundo. Pero en 1951, Ascari y Froilán González dominaron la qualy y el italiano resultó imbatible en la carrera. Los motores aspirados de las Ferrari consumían menos combustible que las Alfettas, cuyo desarrolló empezó antes de la Segunda Guerra Mundial.
El Chueco programó dos detenciones de reabastecimiento de combustible, mientras que la Scuderia necesitó de una sola parada, aunque no fue la única desventaja: los problemas de embrague, al comienzo de la carrera, provocaron que debiera ingeniárselas para no caer en el clasificador. Su enorme talento le permitió llegar segundo y sostener la diferencia el frente del Mundial de Pilotos.
Con 11 puntos de diferencia, aunque en aquella época se computaban los cuatro mejores resultados de los ocho grandes premios que le daban forma al calendario, Monza podía consagrar a Alfa Romeo nuevamente campeón o darle una última esperanza a Ferrari para viajar al desenlace de la temporada con posibilidades.
La rivalidad entre Fangio y Ascari se limitaba a la pista; fuera del circuito reinaba la camaradería. Pero existieron sospechas de un sabotaje contra el balcarceño, que desertó por la rotura del motor. Fangio registró la pole, en parte por los 40HP que estrenó el impulsor Alfa Romeo, pero antes de la carrera integrantes del propio equipo boicotearon el auto N°38. Ferrari atropelló con cuatro de sus cinco autos en las primeras posiciones del clasificador y Ascari, con sus dos victorias en cadena, imponía condiciones, de cara a la definición en el Gran Premio de España.
Apuestas, estrategias y mentiras
La batalla final, apenas dos puntos separaban a Fangio de Ascari, promovió que corresponsales argentinos y hasta la BBC enviara un equipo para la cobertura de la carrera. Pedralbes, en Barcelona, resultó un circuito urbano que se agregó al calendario de 1951, el desconocido escenario. El interés superó las expectativas y la tribuna principal tuvo un largo de 1500 metros. La entrada más barata costaba 15 pesetas -para ver el espectáculo de pie- y los palcos alcanzaban las 1000.
La firma suiza Longines puso a prueba una cronocámara, que medía con precisión el paso de cada vuelta y media la velocidad final de los autos. El Chueco arribó al escenario cuatro días antes y a las horas ya lo había recorrido en un Alfa Romeo particular, un detalle que demostraba su profesionalismo y la búsqueda de la perfección.
Para quitarle presión al ambiente, los dos principales candidatos a la corona ensayaron una apuesta: el ganador pagaría una fiesta y el perdedor elegiría el lugar. Froilán también tenía posibilidades matemáticas, pero debía vencer, registrar el giro más veloz de la carrera y esperar que los favoritos no sumaran. Fangio dominó el primer entrenamiento, demostrando que la moral del equipo estaba intacta a pesar de los últimos resultados, pero Ascari devolvió el golpe al marcar el mejor tiempo en la prueba de clasificación.
Ferrari equivocó la estrategia en la elección de los neumáticos y además cayó en el engaño que montó Alfa Romeo, respecto al plan de detención en boxes. Pirelli puso a disposición de los equipos gomas para llantas de 18 pulgadas, que adoptó el equipo milanés. La Scuderia, en cambio, eligió las de 16 pulgadas -contrariamente a la sugerencia del proveedor-, imaginando una mejor performance en la carrera y reducir el desgaste del caucho.
Las 70 vueltas en un circuito callejero, de 6.316 metros y con un asfalto abrasivo, fueron una combinación que destruyó el pensamiento de la casa de Maranello. Las vueltas seis y siete alertaron del error, cuando los autos de Taruffi y Luigi Villoresi perdieron una banda de rodadura. En el octavo giro, Ascari ingresó al box con el neumático desgastado.
De la equivocación al engaño, porque Alfa Romeo hizo circular un rumor de que llevaría tanques de combustible extra en la carrera para no hacer detenciones. Para darle veracidad a las palabras colocó falsos tanques en cada uno de las Alfettas, lo que determinó que Ferrari modificara su estrategia de paradas para repostar. Ni el propio Fangio sabía la verdad, ya que cuando le marcaron que debía ingresar a realizar la detención pidió explicaciones y la respuesta de los mecánicos fue contundente: “No te dijimos la verdad del tanque extra porque siempre te vemos hablando con tu amigo González”.
Fangio tomó la delantera en el cuarto giro y manejó hacia la victoria. Incluyó el récord de vuelta de la carrera. El escolta fue Froilán González, con el que se estrechó en un interminable abrazo. Como decía el piloto británico Reg Parnell: “Argentina puede presentar el lote de pilotos que no le es posible presentar a ningún otro país”.
El Chueco pagó la apuesta: el restaurante Savini, en la Galería del Duomo de Milán, fue el lugar elegido por Ascari. La cuenta, 30.000 pesos de la época. “Nunca pagué tan a gusto”, repetía el balcarceño. A la fiesta asistieron varios pilotos, que a modo de recuerdo le entregaron una bandeja de plata con la leyenda “Un pequeño recuerdo para un gran campeón”.
En el asfalto de Pedralbes, Juan Manuel Fangio empezaba a convertirse en leyenda. En Barcelona grabó por primera vez su nombre entre los campeones del mundo de la F.1, cuenta que llevó hasta cinco. La historia le debía un nuevo homenaje, Balcarce se lo ofrecerá el próximo 10 de noviembre.
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