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Fangio, de aquel futbolista de Balcarce a trascender con cinco coronas en la Fórmula 1
La muerte nunca podrá superar al piloto, un mito viviente del automovilismo. El acta señala que el 17 de julio de 1995, a las 4.10, Juan Manuel Fangio falleció en la clínica Mater Dei, de Buenos Aires, producto de una bronconeumonía. A los 84 años, nació el 24 de junio de 1911, el deceso del balcarceño que se consagró quíntuple campeón mundial de la Fórmula 1 enlutó al deporte motor.
Las reacciones se multiplicaron alrededor del planeta y su gigantesca y sencilla figura provocó que los británicos Stirling Moss, el monarca sin corona que falleció en febrero pasado, y Jackie Stewart, tomarán un vuelo desde Londres para despedir al hombre que despertó pasión y admiración desde el primer Gran Premio, en Silverstone, en 1950. Michael Schumacher, Ayrton Senna, Lewis Hamilton, talentos que marcaron épocas y se rindieron ante las hazañas que protagonizó el Chueco.
De destacada velocidad y habilidad, Fangio estaba predestinado a ser jugador de fútbol. Un club de Mar del Plata lo tentó, aunque los compañeros de Leandro N. Alem, de Balcarce, lo convencieron para que no abandonara el pequeño y humilde equipo. Fangio sobresalía, pero la pelota era un hobby que se fue extinguiendo a medida que crecía lo que era su pasión: la mecánica, los fierros, los autos… Un entusiasmo que desarrolló en los talleres de la ciudad, donde se instalaron Herminia y Loreto, sus padres. Cuarto hijo, el matrimonio no sospechó de la agudeza del muchacho, de 25 años, que convirtió el taxi de un amigo en un auto de carreras y participó, bajo el seudónimo "Rivadavia", en Benito Juárez. El debut oficial sería en 1938 en Necochea; un año después, con el apoyo de 200 vecinos de Balcarce, compró un Chevrolet para correr en Turismo Carretera, la popular categoría en la que se consagró campeón en 1940 y 1941.
El recorrido del TC por el país era sinónimo de apertura de caminos, de nuevas rutas. Y la prueba Buenos Aires-Caracas, en 1948, una aventura que recorrió 15 mil kilómetros por senderos de siete países, un dolor para el alma de Fangio: en el noveno día de competencia protagonizó un espectacular vuelco en Huanchaco (Perú) y murió su acompañante Daniel Urrutia. "Había una curva a la izquierda que no la vi. Es más, creí que del lado de afuera había un precipicio y no un terraplén. Al querer seguir la trayectoria de la curva el auto se desplazó y cuando pisé la arenilla de la banquina entramos a dar vueltas y más vueltas; soy un hombre de suerte, me protegió la jaula antivuelcos", recordó desde el hospital en el que fue internado por los golpes.
La conquista de Europa y de la F.1
El regreso de la competencia europea, después de la Segunda Guerra Mundial, también modificó la geografía y los escenarios para Fangio, que recibió apoyó del Estado –a través del Automóvil Club Argentino- para viajar al Viejo Continente. "Solo espero ganar alguna carrera para no defraudar tanto esfuerzo", dijo, con humildad, en la despedida. Era el inicio de la conquista de Europa, de las cinco coronas de F.1, una marca que rompió Schumacher en 2003.
Con Alfa Romeo fue una de las estrellas en el estreno del mundial, en 1950: en el debut en Silverstone abandonó por una fuga de aceite; firmó su primer éxito en la carrera siguiente, en Mónaco, y en la 7ma y última fecha del calendario, en el GP de Monza, se quedó vacío por un desperfecto mecánico –válvulas- y el título quedó en manos del italiano Giuseppe Farina (Alfa Romeo). El desquite lo tuvo al año siguiente, también con Alfa Romeo, tras doblegar a Alberto Ascari (Ferrari); tres triunfos y dos segundos puestos en siete carrera lo consagraron por primera vez monarca de la F.1.
Ausente en 1952, después de protagonizar un espectacular accidente al volante de una Maserati en Monza –salió despedido del auto y despertó en un hospital, donde permaneció internado durante 12 semanas-, el hecho lo marcó y tomó la experiencia como un aprendizaje. Fangio debía retornar de Londres y terminó manejando de París al autódromo italiano. Largó último y después de superar a seis autos, el golpe. "A las dos de la tarde llegué al circuito, a las dos y media estaba en la grilla y a las tres, en el hospital", la frase famosa con la que describía el accidente. "Fue producto del cansancio. Nunca más manejé cansado, ni siquiera el automóvil particular", reconoció.
La reaparición en el Gran Circo, en 1953, tuvo su sello distinguido con el triunfo espectacular en Monza, que generó el interés de Mercedes Benz. La escudería alemana lo contrató como piloto estrella y los resultados fueron apabullantes: con las célebres Flecha de Plata conquistó el mundo en 1954 y en 1955; la relación con los germanos se mantuvo activa con el paso del tiempo, ya que fue nombrado embajador y en 1974 presidente de la filial de la Argentina; en 1987 fue designado presidente Honorario y Vitalicio.
En 1956 fichó para Ferrari y ganó el título, aunque la conexión con Don Enzo fue tirante, al extremo que luego del Gran Premio de Francia, en Reims, el Chueco renuncia, debido a los desacuerdos en los modos de trabajo de la Scuderia. Il Commendatore se negó a liberar al balcarceño, que tomó rédito de la disputa y pidió el nombramiento de un mecánico exclusivo. Fangio hizo socio a su hombre del taller y lo participó de las ganancias si el auto terminaba la carrera. El título con Ferrari tuvo un gesto destacado del inglés Peter Collins, compañero de escuadra y con posibilidades de coronarse si ganaba en Monza; sin embargo, le cedió el auto, después que el Chueco rompiera el brazo de dirección de su coche, lo que significaba el abandono y el final del sueño.
La hazaña más fabulosa de la historia
Regresó en 1957 a Maserati, con la que obtuvo el mejor y último de los 24 triunfos en la F.1. El 4 de agosto de aquel año, Fangio firmó una exhibición de manejo en Nürburgring, el circuito más difícil y peligros de la F.1. La tarea del Chueco fue una obra a puro acelerador, manejo y coraje para ensayar una remontada de fábula, ganar el Gran Premio de Alemania y coronarse por quinta vez.
Con la Maserati 250F, un auto que había sido puesto a punto por Moss al final del año anterior, Fangio marcó una ventaja de 30 segundos sobre las Ferrari de Mike Hawthorn y Collins, pero contratiempos en la detención en los boxes en el giro 12, de los 22 previstos, le hizo perder esa ventaja y otros 48 segundos adicionales. En las nueve vueltas restantes, el balcarceño olvidó su mantra –ganar a la menor velocidad posible- y batió el record de vuelta en los nueve giros, bajando incluso el tiempo de la pole-position que él mismo había marcado, para superar a las Ferrari una vuelta antes de la bandera a cuadros; para entonces, el soporte de la butaca se había roto y se sujetaba en el cockpit con las rodillas. Después de tres horas y media de durísima competencia, ganó por 3 segundos y 6/10 de diferencia.
"Hice cosas que no hice jamás y creo que nunca volverá a hacerlas", le comentó Fangio a Hawthorn, una frase que el británico repetiría hasta el hartazgo. "Mike y yo fuimos primero y segundo en la clase de los mortales", comentó Collins. El Chueco condujo como poseído y el desgaste físico y mental resultó tan extremo que después de Nürburgring estuvo dos noches sin dormir, reveló a fines de 1957. "La excitación era tan que cerraba los ojos y me aparecía la carrera otra vez. Yo no había conducido jamás como esa vez, pero también comprendió que jamás podría volver a conducir tan rápido", la explicación para aquella hazaña.
Se retiró en 1958, después de la muerte de Luigi Musso: "Vi morir a muchos amigos en las pistas. El destino fue muy considerado conmigo", relató. Las estadísticas en la F.1 son demoledoras: cinco títulos, dos subcampeonatos, 24 victorias en 51 carreras, 35 podios y 29 poles, pero el GP de Alemania de 1957 es la obra más espectacular que se recuerde en la historia.
El secuestro en Cuba
Una acción política con fines propagandísticos que terminó en película. El 23 de febrero de 1958, Fangio fue secuestrado en el hotel Lincoln, de La Habana, y permaneció en cautiverio durante 27 horas. Sus captores, rebeldes cubanos del Movimiento 26 de Julio, explicaron que se trató de una "retención patriótica" y la consigna se cumplió a la perfección: el planeta habló del acontecimiento, del secuestro del quíntuple campeón del mundo de la F.1 durante el fin de semana del Gran Premio de Cuba, una prueba que no era parte del calendario oficial que era impulsada por el gobierno de Fulgencio Batista.
Uno de los secuestradores, Faustino Pérez, que fue designado ministro de Comercio e Industria del gobierno de Fidel Castro, invitó al Chueco a la asunción, tras la revolución de 1959. El balcarceño recién regresó a la isla en 1981, como miembro de una comitiva de Mercedes Benz. Otro de los captores, Arnold Rodríguez Camps, escribió un libro sobre los hechos que se tituló Operación Fangio, nombre que tomó la película que filmó el director argentino Alberto Lecchi y protagonizó el actor Darío Grandinetti.
La carrera se desarrolló aun sin la presencia de la máxima figura y la butaca de la Maserati de Fangio la tomó el francés Maurice Trintignat. Pero la experiencia sería una catástrofe, ya que el piloto cubano Armando García Cifuentes se despistó en el quinto giro, mató a seis personas y otras 40 fueron heridas, lo que provocó la cancelación.
El 17 de julio de 1995, los homenajes a Fangio se multiplicaron por el mundo. El Chueco marcó una era y hoy se cumple el 25to aniversario del piloto, el mito y el muchacho que dejó la pelota por los autos y trascendió en la Fórmula 1.
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