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El día que cambió la historia de la Fórmula 1: a 25 años del primer título mundial de Michael Schumacher
Fue un año maldito, trágico. Los accidentes mortales de Ayrton Senna y de Roland Ratzenberger en el fin de semana del Gran Premio de San Marino, en Imola, vaciaron el resto del calendario de la Fórmula 1 de 1994. La seguridad del Gran Circo quedó jaqueada con las dos muertes, aunque los infortunios no se detuvieron. Trece días después, Mónaco fue el escenario del espectacular despiste de Karl Wendlinger: el Sauber, descontrolado, golpeó con dureza contra el muro del circuito callejero; el austríaco estuvo diez días en coma. Los episodios desgraciados encontraron continuidad durante el GP de Alemania: en Hockenheim, la novena parada de las 16 que tuvo aquella aventura, mostró a Jos Verstappen envuelto en una gigantesca bola de fuego durante un repostaje de combustible... Sanciones, autos que no se ajustaban al reglamento, controversias, complots, el desastre y el horror componían un marco desesperanzador. El 13 de noviembre finalizó la caótica temporada y, sin saberlo, la F.1 consagraba a un talento único, que destrozó los moldes: en Adelaida, Australia, Michael Schumacher ganó el primero de los siete títulos. Pasaron 25 años desde que el piloto alemán inició con Benetton una carrera de éxitos, récords y plusmarcas que se consolidaron en Ferrari, a partir de 2000. La leyenda del Káiser estaba en marcha.
Un desenlace polémico que hizo revivir las accidentadas y feroces definiciones que protagonizaron Senna y Alain Prost en Suzuka, Japón, en 1989 y en 1990. Cambiaron el continente, el circuito y los actores, pero las dudas por el modo y el mecanismo con el que terminó el curso se instalaron otra vez. El Gran Premio de Australia abrazó un final que no entraba en el libreto cuando la temporada desandaba la mitad del recorrido. Seis victorias y un segundo puesto en siete Grandes Premios presagiaban una coronación anticipada de Schumacher, el alemán que deslumbró en su estreno en Spa-Francorchamps, en 1991, después de tomar la butaca que forzosamente dejó vacante Bertrand Gachot, el piloto belga que fue detenido y encarcelado por participar de una pelea callejera con un taxista en Londres.
Aunque el debut apenas lo exhibió durante 25 segundos en la pista (explotó el embrague del Jordan N°32 a los 500 metros de la largada), Schumacher evidenció durante ese fin de semana virtudes que no pasaron inadvertidas para Flavio Briatore, el director deportivo de Benetton. El magnate tomó los puntos oscuros del contrato que ligaban al alemán con la escudería Jordan y a la carrera siguiente del estreno lo sentó en uno de sus autos en el Gran Premio de Monza. Tres años más tarde, la jugada, que contó con la estrategia de Willi Weber (el agente de Schumacher), rendía sus dividendos: los 66 puntos del Káiser asomaban indescontables para el inglés Damon Hill, su principal rival bajo el ala de Williams, tras la muerte de Senna; el británico, con 29 unidades, era un escolta sin motivación.
Exclusiones, sanciones, reclamos y suspenso
La escala de la Fórmula 1 en Silverstone trastocó planes y abrió una ventana que no se cerró hasta el final. En la pista, la victoria de Hill –la segunda de la temporada– tomaría una fuerza mayor con la desclasificación de Schumacher, que finalizó en el segundo puesto, pero ignoró una bandera negra, tras un adelantamiento irregular a Hill en la vuelta de formación. La investigación del hecho agravó la situación del Káiser y de Benetton: se determinó que el piloto no vio la bandera, pero también que el equipo no le comunicó la sanción. El confuso episodio agitó el conflicto en un año en que las desavenencias se multiplicaban: el cambio de reglamentación, las medidas de seguridad que se tomaron tras los fatídicos accidentes, las luchas internas entre algunas escuderías y la FIA, cuyo presidente Max Mosley resultó inflexible. "El reglamento es el mismo para todos. Es como si un jugador de fútbol no quisiera salir del campo cuando le muestran la tarjeta roja", atacó el dirigente, que a la vez defendió el castigo de la quita de los seis puntos y la suspensión por un Gran Premio que imponía el Consejo Mundial de la FIA.
La apelación de la sanción le posibilitó a Schumacher participar del GP de Alemania, un escenario que no le era favorable a Benetton, aunque la tradición automovilística alemana –se refleja en la industria, a través de las grandes marcas– y la oportunidad del público de ver al ídolo –hasta ese año nunca un piloto germano se había consagrado campeón de la F.1– empujó a Briatore a presentar la protesta y retrasar la sanción que se le había impuesto al piloto en Silverstone. El resultado fue desastroso: Schumacher no sumó puntos y aunque tampoco lo hizo Hill, la FIA no perdonó ese reclamo y aplicó un desmesurado golpe al aumentar de una a dos carreras la suspensión, manifestando que la apelación no era justificada.
La ventaja seguía siendo tranquilizadora para el equipo Benetton, que firmó el primer doble podio de su historia en el siguiente capítulo: el Gran Premio de Hungría. Triunfo de Schumacher y tercer puesto de Jos Verstappen; entre ellos, Hill –terminó 2°– se esforzaba por mostrarse competitivo y dar batalla por una corona que se alejaba de sus sueños.
Schumacher desmoralizaba a Hill en Spa-Francorchamps, pero la victoria encontró un giro inesperado: vencedor en la pista de principio a fin, fue desclasificado cinco horas más tarde por irregularidades técnicas. El Benetton B194 N°5 fue precintado y en el despacho el alemán perdió lo que construyó en 44 vueltas. Una placa de madera de la parte baja del auto no se ajustaba a la medida que señalaba el reglamento; un trompo que dibujó Schumacher destruyó el elemento y provocó el castigo. La pérdida de la carrera y el ascenso de su rival al primer puesto del clasificador en el GP de Bélgica fue el mal menor: la FIA confirmó la sanción de Silverstone, por lo que el Káiser debía devolver seis puntos y observar desde el paddock las carreras de Monza y de Estoril, las que festejó con victorias un revitalizado Hill.
Un clima enrarecido los cobijó cuando se volvieron a encontrar en Jerez de la Frontera, sede del Gran Premio de Europa. Tres carreras le restaban al calendario y la diferencia era de apenas un punto: 76, Schumacher; 75, Hill. La relación entre los pilotos era fluida, cordial, pero en Benetton agitaban un complot contra el equipo para mantener la emoción de un campeonato que a mitad de temporada estaba encaminado para la estructura que armó Briatore.
Razones no le faltaban, aunque la trampa, como la ayuda electrónica mediante el control de tracción que a partir de ese año era ilegal, era propiedad de Benetton. Williams le dio descanso a David Coutlhard y en su lugar sentó al experimentado Nigel Mansell –participaba en las carreras de IndyCar– para que apuntalara a Hill, al que los nervios lo traicionaban. Schumacher se focalizó en lo suyo y firmó la pole por delante de los pilotos de Williams. En la partida, Hill sorprendió al alemán y lo adelantó. Benetton contestó con la estrategia: se diseñaron tres detenciones para que el auto viajara con menos combustible. Si el tráfico en la pista era normal, la victoria le pertenecería a Schumacher. Y así resultó.
El viaje a Suzuka fue la primera prueba que tuvo Schumacher para consagrarse. Pero Hill respondió con clase en un Gran Premio accidentado, emocionante por la dificultad para conducir y las tácticas. Williams decidió una sola parada para repostar combustible y cambiar neumáticos; Benetton, dos. La lluvia torrencial determinó que la dirección de la carrera neutralizara el GP durante siete giros, a causa de la escasísima visibilidad. Cuando se relanzó, Schumacher tomó vuelo y marcó el pulso. La vuelta 13 trastocó el desarrollo con el espectacular accidente de Gianni Morbidelli y el de Martin Brundle, que atropelló a un comisario deportivo, fracturándole la pierna derecha. Una nueva neutralización y la polémica: algunos equipos pedían la suspensión de la carrera y otros la reanudación. Se decidió la continuidad, pero el ganador saldría de la suma de tiempos de las dos mangas: la estrategia de Williams de ajustarse a una detención le dio la victoria al inglés.
La polémica definición
Gran Premio de Australia, circuito de Adelaida. Última prueba de la temporada. Schumacher y Hill, nuevamente separados por un punto, rivalizaban ya no sólo por la victoria: la corona esperaba al nuevo monarca. La pole que marcó Mansell quedó en el anecdotario, el británico patinó en la partida y fue superado por Schumy y por Hill, que se desafiaban en un duelo mano a mano de 88 giros. Una guerra psicológica. Los cronómetros reflejaba la tensión: la diferencia no superaba el segundo y se alternaban la obtención del récord de vuelta. Todo era tan detallado que hasta ambos entraron en boxes en el mismo giro (el 18), aunque tras la detención Hill asomó mejor sentado: solo le valía terminar por delante del Káiser, por lo que ensayó intentos de superación.
Exigido por los ataques del inglés, Schumacher contestó con velocidad y estiró la diferencia a dos segundos, el margen más amplio que se registraba desde la largada. Pero sucedió lo insospechado: se excedió en la frenada en la entrada de la Curva 5 y el Benetton B194 se despistó y golpeó con el neumático delantero derecho contra el muro. La maniobra dejó sin respuestas al paddock, a la vez que Schumacher retomaba la marcha; Hill, con todo el tiempo para ejecutar el sobrepaso –recién se desandaban el 36° giro–, vislumbró el espacio y se lanzó en una curva cerrada. El alemán demostró ser despiadado al volante y cerró el paso al inglés: por el impacto, el Benetton se levantó en el aire, quedó suspendido en dos ruedas y se detuvo de trompa contra los neumáticos multicolores de protección. Mientras Schumacher se bajó corriendo del auto y esperó el desenlace, Hill, a marcha lenta, ingresó en los pits, donde permaneció durante un giro a la espera de una solución imposible para el dañado brazo del triángulo superior delantero. Una decena de mecánicos intentaban descubrir una fórmula mágica para devolverlo a la pista, donde un quinto puesto lo consagraba campeón… El inglés, tras permanecer durante cinco minutos en el auto, rompió en llanto. A metros de distancia, el equipo Benetton desataba el festejo.Los auxiliares de pista le informaron a Schumacher del abandono de Hill y el alemán lanzaba un llanto nervioso. "Es difícil explicar lo que siento. Estoy convenciéndome de que soy campeón y también de lo que sucedió en la temporada. Fallecieron dos pilotos y Wendlinger sufrió un grave accidente. Hay una sombra que es difícil de ignorar. Por eso le dedico este título a Ayrton Senna", comentó Schumacher en la rueda de prensa, en la que admitió que pasó del desencanto a la alegría en segundos, tras la colisión con Hill: "Cuando la dirección no me respondió y tuve que abandonar sentí frustración, pero luego observé que Hill no iba detrás de Mansell, por el altavoz se confirmó el abandono y me sentí campeón".
Schumacher se convertía, con 25 años, en el piloto más joven de la historia en ser campeón de la F.1, una marca que más tarde rompería su compatriota Sebastian Vettel, en 2010. Brillante, audaz, intrépido, polémico… Veinticinco años atrás, Michael Schumacher empezaba con su primera corona a reescribir la historia de la categoría.
La reacción de Hill, la sospecha de Senna
No hizo comentarios agresivos ni ensayó una protesta el 13 de noviembre de 1994, recién con el paso de los años Damon Hill se desahogó sobre aquel episodio del GP de Australia que le dio el primer título a Michael Schumacher en la F.1. "No me esperaba que Michael fuera a chocarme cuando iba a adelantarle, todavía creo que eso fue algo que se habló con el equipo, porque querían ganar el campeonato. ¿Qué hubiera hecho yo en su posición? No lo sé", explicó en una entrevista que realizó con la Fórmula 1 por los 50 años del Káiser, cumplidos el 3 de enero pasado.
"Después de la carrera no hablé con él, recién lo felicité al día siguiente, durante el desayuno. Con los años, Michael admitió que hubo momentos en los que se pasaba de la raya. Ser el mejor era su misión en la vida, y lo consiguió. Era increíblemente competitivo, tenía mucho talento y una gran mentalidad ganadora. Hizo una mezcla con sus virtudes para convertirse en invencible", comentó Hill, que recibió las felicitaciones de Schumacher cuando el inglés se consagró monarca en 1996.
Los rumores acerca de posibles ayudas tecnológicas que tenía el Benetton B194 de Schumacher asomaron desde el estreno de la temporada, en Interlagos, Brasil. Ayrton Senna lo observó y se lo transmitió a Frank Williams e incluso compartió las sospechas con Alain Prost. El mortal accidente de Senna en Imola impuso una investigación y allí la FIA descubrió, después de pedir el software a Ferrari, McLaren y Benetton, que la escudería que lideraba Flavio Briatore mantenía el control de tracción. Era un mecanismo escondido, que por su combinación se la denominó Option 13.
El alegato de Benetton fue tan irrisorio como el comunicado de la FIA. La escudería explicó que sólo se usaba en los entrenamientos y que no fue retirado del auto –sólo Schumacher lo tenía– ante la posibilidad de dañar el conjunto del software; la FIA reconocía la existencia, pero no daba crédito a la evidencia de su utilización.
No fue la única trampa. Benetton retiró un filtro que permitía acelerar la recarga de combustible y esa anomalía fue la que causó el incendio del auto de Jos Verstappen en Hockenheim en 1994. El padre de Max, actual piloto de Red Bull Racing, reveló que el equipo y Schumacher superaron los límites deportivos y reglamentarios de aquella temporada.
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