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Entrevista. Alimentación y sueño: qué hace Pechito López en los descansos durante las 24 Horas de Le Mans
“Ganar esta carrera es más importante que los campeonatos del mundo que logré”, sostiene el cordobés de 38 años, que cuenta cómo ganó la tradicional competencia y cómo es la hermandad con sus compañeros de equipo.
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La frescura de un joven y la experiencia que ofrece la madurez. En el cuerpo y en la mente de José María Pechito López se ensamblan las dos virtudes que le posibilitan disfrutar de esos momentos que están reservados para los distinguidos. La reciente victoria en las 24 Horas de Le Mans expuso el nivel y la jerarquía de un piloto de 38 años que viajó a los 14 a Europa, se repuso de las frustraciones, volvió al país y tomó impulso para ganar cuatro mundiales: tres de turismo (WTCC) y uno de resistencia (WEC).
El domingo pasado, en el circuito de La Sarthe, volvió a flamear la bandera argentina, como hace 67 años con José Froilán González. “Si miro para atrás, y si bien hubo momentos muy difíciles, mi carrera deportiva refleja que tuve muchos momentos felices. Una carrera deportiva que muchos soñarían. Soy un agradecido, porque los momentos malos son necesarios para hacerse más fuerte y aprender. En los momentos en que uno toca fondo es cuando se replantea y repiensa las cosas”, señala el cordobés ante LA NACION, después de instalarse en Río Tercero para cumplir con la cuarentena y a partir de la próxima semana enfocarse en los 200 Kilómetros del Súper TC2000, en los que formará binomio con el campeón Matías Rossi bajo el paraguas de Toyota Gazoo Racing Argentina.
El logro de López
–Cuando mirás al chico de 14 años que se fue a Europa, ¿qué sentís?
–Si miro atrás, no cambio nada. No se dio lo de la Fórmula 1, pero por no haberse dado lo de la F. 1 se dieron otras cosas. Porque quizás si yo estaba en la F. 1 en un equipo que no me daba la posibilidad de ganar carreras ni campeonatos, habría perdido el entusiasmo. Muchos pilotos y les pasa lo que a Romain Grosjean, que ahora que hizo la pole en Indy dijo “recuperé lo que me faltaba. Me siento feliz porque tengo la posibilidad de ganar que no tuve en la Fórmula 1″. Aquello no se dio, pero encontré la felicidad en otro lado y me di cuenta de que había automovilismo fuera de la F. 1, campeonatos del mundo fuera de la F. 1 y carreras superimportantes. De llegar a la Fórmula 1, quizás no habría sido campeón del mundo ni ganado en Le Mans.
–¿Es tu mejor momento deportivo?
–Sí, y por varios factores. Logré bajar de peso para estar en la mejor forma. Estoy muy cómodo en el auto, porque no me canso, que era algo que me pasaba. Y estoy tranquilo, porque la edad da equilibrio. Yo siempre fui muy sanguíneo, impulsivo. Rápido, pero propenso a cometer algún error, y con los años aprendí a estar más calmo sin perder velocidad. Logré consolidarme y encontrar esa regularidad para sentirme importante. Además, estoy en un equipo de altísimo nivel, de los mejores del mundo, porque Toyota Gazoo Racing abarca mucho en el automovilismo: Dakar, rally, WEC… Y soy un privilegiado al estar en una butaca que quiere todo el mundo.
–Ustedes corren pruebas de 6 y 8 horas, ¿Cómo es la preparación física y mental para una carrera de 24?
–Las 24 Horas de Le Mans suman casi todos los kilómetros de un campeonato de Fórmula 1 en un día. Hay entrenamiento físico y personal, y el que se realiza arriba del auto. Nosotros tenemos limitadas la cantidad de horas y de días para trabajar en pruebas. Este año llevamos 10 pruebas y tres de ellas son las que denominamos “de endurance”, de resistencia: el auto gira durante 36 horas. El entrenamiento se hace con un solo auto y con los seis pilotos, y hay tres turnos de mecánicos. Se gira de noche y cada piloto hace dos stints en lugar de los cuatro que hace cada uno en Le Mans. En lo personal, sacando el entrenamiento específico, hago mucha bicicleta. ¿Por qué? En el auto estamos muchas horas en una misma posición, en una butaca estrecha de fibra de carbono en la que, si uno se acalambra, tiene que resistir tres horas, y en la bici se maneja el dolor. También nos ayuda con el peso. Nosotros somos como los boxeadores: tres kilos en una vuelta en Le Mans son dos décimas en tiempo. Al competir contra los japoneses, que son de contextura más chica, cuando me sumé desde los autos de turismo la diferencia de peso era de 10 kilos y el handicap era muy grande; la bici me afinó mucho. Y en lo cardiovascular, la frecuencia es muy parecida a la de cuando estoy arriba del auto. Quizás tengo más kilómetros en la bici que en el auto.
–¿Se descansa después de un stint en Le Mans? ¿Cómo es la alimentación?
–Comer es fundamental, al igual que la hidratación. Después de bajarse y antes de subir al auto el piloto se alimenta. Con carbohidratos, algo de rápida digestión y que da energía. El sueño es un tema: corrí cinco veces en Le Mans y siempre llegué con la idea de dormir y no puedo. Dejo el auto y paso media hora con los ingenieros, después voy al fisioterapeuta para que me relaje, tomo un baño y cuando quiero acordame se me pasaron 90 minutos. Y cuando pongo la cabeza en la almohada, late el corazón como si galopara, los niveles de adrenalina son muy altos, pienso cómo estará yéndole a mi compañero, repaso cosas que hice arriba del auto. No puedo desconectarme: la realidad es ésa.
–Al piloto difícilmente le gusta prestar el auto. ¿Cómo se construye el factor humano en un trinomio?
–Tenemos personalidades parecidas, somos muy calmos. Una de las cosas que uno aprende en las carreras de resistencia es a dejar el auto. Entiende que cuando se baja está confiando en el que lo toma, y también que cuando uno no tiene un buen día muchas veces es el compañero el que lo salva. Porque el que se sube es igual que uno o mejor. Se aprende a confiar, cuáles son los puntos débiles y fuertes de cada uno para complementarse, qué situación de carrera le gusta más a uno y a otro. Y así se crea una atmósfera de hermandad, porque tanto se comparte y se confía en el otro que somos tres pero a la vez somos uno. Un día, a Kamui [Kobayashi] no lo encontrábamos a diez minutos de una largada porque se había quedado mirando una serie en Netflix y no había dormido. Tomó un par de cafés, subió al auto y fue impresionante. En la qualy uno corta clavos, porque el japonés es sanguíneo. Mike [Conway] es un señor inglés: correcto. Se puede contar con él en toda situación y siempre va a traer el auto a boxes, en las circunstancias que sean. Es exigente. Así fuimos afianzándonos cada vez más, y más allá de haber ganado un campeonato, rendir con un auto nuevo en Le Mans fue importante.
–¿Trabajaste con ayuda externa, con psicólogos, aquellos momentos complejos y de frustración?
–Cuando volví a la Argentina en 2006 conocí a quien ahora es un amigo, José Luis Pepe Visconti, que no es un psicólogo pero es campeón del mundo de esquí náutico y hace coaching de deportistas. Él me ayudó en ese momento a fortalecer puntos, cosas que seguí aplicando. La cabeza en un deportista de alto nivel es un tema, porque hay que estar readaptándose, aguantar presiones, vivir con incertidumbre sobre qué puede pasar porque los contratos son anuales o de dos años. Y además hay muchos pilotos que quieren estar en el lugar en el que está uno y con mi edad tengo que compararme con chicos de 20 años que vienen con mucha fuerza. Un ciclo normal de la vida que exige y empuja a no relajarse.
–Fuiste compañero de Fernando Alonso y rival de Lewis Hamilton. ¿Cómo los describís?
–Puedo hablar más de Alonso, porque lo tuve como compañero de equipo durante una temporada completa. Siempre destaco de estos grandes talentos el hambre y el nivel de competitividad: son personas que no pueden perder ni a las bolitas. Yo soy muy competitivo, pero Fernando está en otro nivel: ya sea al correr como al jugar a la PlayStation. Con Hamilton lo que siempre noté y rescaté era el temple, la tranquilidad para correr en las carreras y en los campeonatos. Sabe administrar lo que tiene contra lo que le falta. Eso lo mantiene tan competitivo durante tantos años. Mentalmente son de otro planeta y tienen la capacidad de rendir muy bien en todas las pistas. No es que en una andan bien y hay cinco o seis en que no rinden: son constantes y eso es lo más importante para ser campeón. Por eso los mejores equipos tienen a los mejores pilotos.
–¿Seguís la Fórmula 1?
–Pruebas, clasificación, carrera. Me gusta la velocidad de los autos nuevos y la Fórmula 1 es lo máximo a lo que puede aspirar un piloto, donde está la máxima tecnología... Nunca me aburro, aunque me digan que siempre gana Hamilton. Pero en la época de [Ayrton] Senna siempre ganaba Senna o se dividía los triunfos con [Alain] Prost y el que ganaba era McLaren. Son tantas las personas que trabajan en un equipo que cuando se logra que todo funcione en armonía se dan muchos años de mantenerse en lo más alto. Entonces aparecen los cambios profundos de reglamento, y en un automovilismo en el que cada vez hacen más cosas para nivelar para abajo, está muy bien que el equipo que encontró con trabajo la superioridad gane y marque un ciclo. No me molesta que gane el mejor y el que más trabajó; me molesta que hagan cosas para dar más show si eso implica nivelar para abajo.
Compacto de la carrera
–¿Ganar en Le Mans te quitó la espina de la Fórmula 1?
–Es lo máximo que alcancé en mi carrera deportiva. Es más importante que los campeonatos del mundo que logré, porque es la carrera que todos los pilotos queremos ganar: de Fórmula 1, de Indy, de lo que sea, todos quieren correr en Le Mans. Fue mi objetivo principal durante muchos años y me siento realizado. Es la frutilla de la torta para una trayectoria que es muy linda y que tengo que disfrutar, porque vendrán otros objetivos pero no sé si mayores.
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