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A 40 años de Las Vegas 1981, aquella carrera en la que Williams pareció hacer todo lo posible para que Carlos Reutemann no fuera campeón de Fórmula 1
El 17 de octubre de 1981, en la playa de estacionamiento del Caesar’s Palace, Lole sufrió su mayor frustración: con el equipo en contra, perdió el título por un punto ante el brasileño Nelson Piquet.
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Pudo convertirse en héroe nacional, pero nunca figuró en su plan de carrera quitar de la pista al rival y consagrarse campeón. Tan lejos estuvo su pensamiento de ensayar un acto desleal, aunque la historia de la Fórmula 1 más tarde entregaría capítulos bochornosos en definiciones por la corona, que observó sin reacción el insólito festejo del equipo Williams por la victoria que firmaba Alan Jones. El Gran Premio de Las Vegas 1981 resultó el episodio final de un desencanto anunciado para Carlos Reutemann, que arribó como puntero del certamen al circuito que se montó en la desaparecida playa de estacionamiento del hotel Caesar’s Palace y, después de 75 vueltas, se retiró un punto por detrás del nuevo campeón, Nelson Piquet (Brabham). El argentino, codiciado por los principales jefes del Gran Circo, lo sabía: un título no se gana ni se pierde en una carrera, y la estrella se apagó por una combinación de situaciones que desencadenó su propio equipo y que lo esmerilaron hasta derrotarlo.
Un cuarto de siglo después de aquel triste 17 de octubre de 1981, Lole recibió algunas respuestas con el propósito de cerrar una herida que jamás se curaría. Paradójicamente, un viaje para recibir un premio, de la revista Autosport, resultó la excusa para escuchar de la boca de Frank Williams los argumentos que desencadenaron la debacle y el infame desenlace. La fábrica de Grove, último bastión que tuvo la F. 1 de los románticos equipos familiares, fue el escenario del reencuentro entre el piloto –por entonces senador nacional– y un patrón que había dejado de liderar el Mundial de Constructores y cuyos conductores habían dejado de aspirar al título y ya espaciaban demasiado sus victorias.
Compacto de Las Vegas ’81, el gran premio fatídico para Reutemann
“Frank, ¿por qué cambiamos de Michelin a Goodyear a mitad de camino aquel año? Sumé 37 puntos con los neumáticos franceses y sólo 12 con los americanos. No lo entiendo”, atacó Reutemann. El intento de explicación de Williams, según reprodujo Peter Windsor, periodista de la revista F1 Racing y que compartió gran parte de la campaña del santafesino en el Gran Circo, fue tan titubeante que provocó que Lole lo contragolpeara con ironía. “Creo que fue una cuestión política. Bernie [Ecclestone] pensó que era mejor usar Goodyear, porque Michelin favorecía a Renault”, esgrimió sir Frank. “Claro que era mejor para Brabham [escudería propiedad de Ecclestone] que nosotros usáramos Goodyear. En el momento en que cambiamos dejamos de ser rápidos...”, respondió el argentino.
En aquella temporada, Reutemann sintió que la deuda de ser el piloto Nº 2 de Williams, por detrás de Jones, había sido saldada un año antes, cuando el australiano se consagró campeón y él resultó un escudero que desarrolló una brillante tarea para el equipo. Ganó en Kyalami, Sudáfrica, pero el conflicto entre la FISA (federación internacional de automovilismo deportivo) y la FOCA (asociación de constructores de Fórmula 1) le impidió puntuar; la garantía de Williams y Ecclestone de que ese gran premio tendría validez fue una farsa. Una orden de equipo le negó la posibilidad de atacar a Jones en Long Beach [”hold positions”; “conserven las posiciones”, marcó la pizarra], en el segundo episodio del calendario, el primero que contó para el campeonato mundial, que por reglamento consideraba para la sumatoria 11 de las 15 carreras. Entonces llegó el GP de Brasil, el del mar, la arena y la rebelión: el santafesino triunfó en piso húmedo ignorando el cartel “Jones-Reut” que sostuvieron durante cuatro giros Jeff Hazzell y Charly Stuart. En Jacarepaguá vencía a su compañero y a la voluntad de Williams, motivo de un desquite que las partes ejecutaron en capítulos hasta colocar el último clavo en el oeste estadounidense.
En Hockenheim comenzó a percibir que, a pesar de haber tomado una distancia de 20 puntos sobre Jones, el compañero de garaje era para la consideración interna de Williams el piloto Nº 1. “Recuerdo que el 349 era muy rápido, ¿pero te acordás del problema con el 310 en Hockenheim? Creo que perdí el campeonato en esa carrera”, azuzó en el reencuentro Reutemann a Williams. Para el GP de Alemania, la escuadra había llevado tres motores: los DFV 349, 359 y 310. En la rueda de prensa, Frank anunció que el piloto mejor ubicado en la qualy tomaría el mejor impulsor. Lole batió a Jones, pero el patrón no cumplió la promesa y accedió al pedido del australiano. “A veces me pregunto quién dirige este equipo. Tengo una gran ocasión de ganar el título, pero estamos estropeándola”, comentó el argentino a su ingeniero, Neil Oatley. Dos semanas después, en el GP de Austria, en Osterreichring, Jones le cerró la puerta al cuarto puesto, que recompensaba con un punto más (3 contra 2) que el quinto. Y por esa diferencia superó Piquet al argentino al final del calendario.
La batalla final en Las Vegas, con la puntuación 49 a 48 en favor de Reutemann contra el brasileño y con Jones sin opción de revalidar la corona, descubrió insólitos mecanismos que dinamitaron la ilusión de Lole. Williams viajó con cuatro chasis, algo inusual; el plan era clasificarse con los autos suplentes y utilizar la mejor versión en la carrera. Reutemann logró la pole position con el habitual FW07/12 y su temor era que le asignaran el FW07/17 para correr. Su deseo era participar con el mismo con el que se había clasificado o con el FW07/16. “¿Por qué corrimos con el chasis 17? ¿Por qué debimos asentar los frenos en la mañana de la carrera? No tuve un set de neumáticos adecuado... Todo fue un desastre”, se desahogó el santafesino en aquel encuentro, 25 años más tarde.
Nigel Mansell, que circulaba por detrás de Reutemann, comentó que los neumáticos estaban tan desequilibrados que la rueda trasera interna se separaba entre cinco y ocho centímetros del asfalto en las curvas rápidas del extraño trazado. Un auto indócil, imposible de manejar, fue desvaneciendo hasta la mínima esperanza que albergó Lole de romper con los 24 años sin títulos de un piloto argentino en la Fórmula 1. Finalizó octavo, y el quinto puesto de Piquet hizo viajar la corona a la cabeza del carioca. Amargamente, Reutemann se dirigió a su habitación en el Caesar’s Palace, mientras el equipo Williams celebraba la victoria de “su” piloto, Alan Jones.
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