Bienal de Venecia: Cecilia Vicuña, ganadora del León de Oro, advierte sobre “el colapso del medio ambiente”
La primera artista chilena en recibir el prestigioso premio se anticipó a muchos debates ecológicos y feministas según Cecilia Alemani, curadora de la 59ª edición de la muestra y encargada de postularla
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En los mismos canales venecianos donde el artista neuquino Aaron Nachtailer exhibió días atrás un bosque flotante, y que fueron coloreados de verde hace más de medio siglo por Nicolás García Uriburu, un par de ojos observan desde la popa de un barco. Son los de Norma Ramírez, de 97 años, recreados por su hija, Cecilia Vicuña, que promocionan la 59a edición de “la madre de las bienales”. La ciudad italiana -que corre el riesgo de hundirse como consecuencia del calentamiento global- tiene un significado particular para la primera artista chilena en ser reconocida con el León de Oro, ya que algunos de sus antepasados paternos llegaron a América del Sur desde el norte de Italia en el siglo XIX.
“Mi línea materna es indígena, por lo que estoy muy orgullosa de ser parte de la bienal curada por Cecilia Alemani, que destaca a ‘artistas que imaginan una condición posthumana desafiando la supuesta condición occidental utilizando al hombre blanco como medida de todas las cosas’ -declaró Vicuña tras recibir el premio, el sábado último, según un comunicado difundido por la bienal-. Estoy acompañada por un conjunto extraordinario de artistas que comparten el espíritu de La leche de los sueños, necesitamos urgentemente encontrar una nueva forma de estar en esta Tierra”.
Aludía así al título elegido por Cecilia Alemani para esta 59a edición de la bienal, The Milk of Dreams, que evoca a su vez un libro de Leonora Carrington (1917-2011): una publicación compuesta por cuentos imaginados para sus hijos por la artista británica exiliada en México. También exiliada en Colombia tras el golpe militar de 1973 en Chile, donde nació en 1948, y radicada en Nueva York desde la década de 1980, Vicuña dijo sentirse honrada por recibir este reconocimiento “en un momento en que la humanidad trata de mantener la paz y la justicia contra viento y marea”. “Creo que nuestro arte y nuestra conciencia pueden desempeñar un papel en la urgente necesidad de alejarnos de la violencia y la destrucción –advirtió-, para salvar nuestro medio ambiente del colapso”.
“Siento que este premio no es solamente para mí, sino para el mundo indígena y mestizo de América del que vengo, cuya potencia creativa está aún por desplegarse para ser todo lo que puede llegar a ser –declaró la artista-. En un sentido profundo mi obra es el cuerpo fructífero del hongo subterráneo invisible que es el mundo nativo de esta Tierra. El León de Oro confirma la potencia de las obras y memorias negadas, que al ser reconocidas pueden fertilizar la creación de otros mundos posibles”.
Esa “reivindicación de la identidad originaria” fue señalada como una tendencia la semana pasada por Eduardo Costantini, luego de que el coleccionista comprara el conjunto escultórico de Gabriel Chaile. Obras que también integran la muestra central curada por Alemani en Venecia, y que rinden a su vez homenaje a la familia del artista. El fundador del Malba destacó entonces el trabajo de Vicuña inspirado en los quipus –nudos que conformaron el sistema contable de la antigua civilización Inca-, como los que dieron forma a Quipu Womb (2017), obra presentada en la Documenta 14 en Kassel y adquirida por la Fundación Tate Americas.
“El León de Oro a la Trayectoria que la Bienal de Venecia otorgó a Cecilia Vicuña es un motivo de orgullo y celebración para el arte latinoamericano. Un reconocimiento al compromiso y la visión de una artista pionera que durante más de cincuenta años ha trabajado en múltiples soportes, para abordar en forma crítica y poética temas actuales como la ecología, los derechos humanos y el reconocimiento de las tradiciones indígenas”, dijo hoy a LA NACION Costantini, que posee dos obras de la artista en su colección: Janis Joe (1971), que se exhibirá en la retrospectiva del Guggenheim, y la instalación Quipu desaparecido (2018). En el Malba, en tanto, se puede ver Sueño (1971), obra comprada por el museo en 2018 gracias al Comité de Adquisiciones.
“Durante décadas, Vicuña ha recorrido su propio camino, de forma tenaz, humilde y meticulosa, anticipándose a muchos debates ecológicos y feministas recientes e imaginando nuevas mitologías personales y colectivas”, sostuvo por su parte Alemani, encargada de postular a la artista y poeta para el premio ante el comité directivo de la la bienal. Lo mismo hizo con la alemana Katharina Fritsch, también reconocida con el prestigioso galardón, que en 2007 fue otorgado al argentino León Ferrari.
Entre los motivos que la llevaron a proponer el trabajo de Vicuña, que en mayo inaugurará en el Guggenheim su primera muestra en un museo de Nueva York, Alemani destacó que “ha dedicado años de invaluable esfuerzo a preservar la obra de muchos escritores latinoamericanos, traduciendo y editando antologías de poesía que de otro modo se hubieran perdido. También es una activista que ha luchado durante mucho tiempo por los derechos de los pueblos indígenas en Chile y el resto de América Latina”.
En cuanto a sus creaciones relacionadas con las artes visuales, Alemani señaló que abarcaron “desde la pintura hasta la performance, pasando por montajes complejos. Su lenguaje artístico se basa en una profunda fascinación por las tradiciones indígenas y las epistemologías no occidentales. Muchas de sus instalaciones están hechas con objetos encontrados o materiales de desecho, entretejidos en delicadas composiciones donde lo microscópico y lo monumental parecen encontrar un frágil equilibrio: un arte precario que es a la vez íntimo y poderoso”.
En la página de la bienal, que abrió al público el sábado pasado, Madeline Weisburg ofrece otras claves sobre la obra de Vicuña, representada en importantes museos como el Guggenheim de Nueva York o la Tate de Londres. Y marcada, según ella, por “un sentimiento distintivo de transitoriedad, a menudo expresado a través de obras abstractas y efímeras hechas con materiales encontrados”.
La curadora y editora explica allí que su proyecto de construcciones “antimonumentales” conocidas como “precarios” -esculturas que a menudo se dejan expuestas a las fuerzas del clima y las mareas- se inició en 1966. El que realizó para esta edición de la bienal, titulado NAUfraga (2022), está compuesto por cuerdas y escombros hallados in situ para denunciar “la explotación de la Tierra, que ha provocado que Venecia se hunda lentamente en el mar”. Sus pinturas, en tanto, evidencian según Weisburg una “deuda con las formas de pensar indígenas. Leoparda de Ojitos (1977) y La Comegente (1971) se inspiran en las pinturas del siglo XVI de artistas incas en Cuzco, Perú, quienes se vieron obligados a convertirse al catolicismo y pintar y adorar íconos religiosos españoles”.
“¡Gracias Cecilia por tanto arte visionario, compromiso político y deseo transformador!” Así celebró en Instagram el curador peruano Miguel López el reconocimiento a la trayectoria de Vicuña. El curador de la actual retrospectiva dedicada a la artista en el Museo de Arte Miguel Urrutia, en Bogotá, se sumó de esa manera a las felicitaciones multiplicadas este fin de semana en esa red social, devenida vidriera global de la bienal.
La revista especializada Artishock también celebró la noticia como “una ceremonia histórica para el arte chileno” y declaró que Vicuña fue “reconocida por su dedicada creación artística, sostenida sin descanso por casi medio siglo, y por desarrollar un arte comprometido con la tierra, la mujer, la cosmovisión indígena y las luchas sociales”.
“Mediante imagen y palabra, Cecilia Vicuña ha construido por décadas una obra poética, visionaria, cargada de constancia, rigor, sensibilidad e intuición –dijo a LA NACION la directora de Artishock, Alejandra Villasmil-. Ella nos revela un mundo -nuestro mundo- en cada acción y cada gesto. Nos invita con cariño y consideración a reflexionar y a dudar de lo que damos por sentado. Cecilia ofrece todo aquello que un arte comprometido y auténtico debe alcanzar para remecernos y despertar conciencia”.
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