Un proyecto de huertas que cambió la forma de comer de 50.000 chicos del país
Cuando Graciela Lumbia advirtió que sus alumnos –como la inmensa mayoría de los chicos de la Argentina– llevaban una dieta muy poco variada y prácticamente no consumían frutas y verduras, se negó a quedarse de brazos cruzados. Entonces, la directora del Jardín N°907 María Elena Walsh del partido de San Vicente, provincia de Buenos Aires, se planteó lo que primero fue un sueño: una huerta que les brindara a los chicos y sus familias más opciones a la hora de alimentarse; y, al mismo tiempo, afianzará el vínculo del jardín con la comunidad.
Hace un año, el jardín a cargo de Graciela pudo empezar a cultivar sus propias frutas y verduras. Fue gracias al compromiso de la Fundación Huerta Niño, que desde 1999 ya lleva construidas 624 huertas en escuelas rurales y urbanas de todo el país, que benefician a 50.000 niños.
Cuando el proyecto nació, 20 años atrás, se enfocó en combatir la desnutrición infantil. Con el tiempo, torcerle el brazo a la malnutrición, inculcar hábitos saludables y fomentar el desarrollo comunitario, se volvieron sus principales metas.
Desde 1999, la Fundación Huerta Niño lleva construidas 624 huertas en escuelas rurales y urbanas de todo el país, que benefician a 50.000 chicos.
Desde que comenzaron con la huerta, Graciela y las docentes del Jardín María Elena Walsh trabajan para mejorar la calidad de vida de sus alumnos. "En cuanto los nenes tengan más contacto con buenos hábitos nutricionales, tendrán más posibilidades de nutrirse bien durante su niñez, adolescencia y adultez", explica la directora.
De hecho, como los más pequeños son cuidados de cerca por sus papás y son "grandes viralizadores", Graciela afirma que es habitual que "transmitan estas costumbres saludables al resto de sus familias".
Lo primero que plantaron en la huerta fueron tomates y lechuga, ya que "crecen rápido". "Es fundamental que el proyecto tenga éxito cuanto antes, así los chicos se emocionan", asegura la directora. Hoy, sus cultivos incluyen acelga, cebolla, morrón, perejil, orégano, rabanitos, repollo y papa, entre otras verduras.
En cuanto los nenes tengan más contacto con buenos hábitos nutricionales, tendrán más posibilidades de nutrirse bien durante su niñez, adolescencia y adultez.
Cada curso siembra en su respectivo cantero las verduras o frutas que les parezca y una vez que las semillas –que son entregadas por Huerta Niño y el Ministerio de Desarrollo Social de Nación– dan sus frutos, las maestras reparten entre los chicos cada cultivo.
"El momento en que un niño se acerca a su padre a la salida del colegio y le da el alimento que producimos acá en el jardín, es superemocionante. Ellos mismos proponen en sus casas hacer ensaladas o condimentar con perejil, por ejemplo", describe Graciela. En un futuro, las docentes planean también cocinar alimentos orgánicos en el comedor del jardín.
Un impacto multiplicador
Bárbara Kuss, directora ejecutiva de Huerta Niño, considera que el éxito de la fundación se debe a que tomaron en cuenta, desde el primer momento, las necesidades de cada escuela: "Les preguntamos qué es lo que quieren y para qué lo quieren. En base a eso, codiseñamos un proyecto que es de ellos, no nuestro", cuenta.
De esta manera, explica que difícilmente las huertas de todo el país tengan un objetivo en común, sino que cada una se amolda a su colectividad. "No pretendemos tener una productividad para vender en un supermercado, sino lograr lo que se propusieron en cada comunidad, ese es el verdadero acompañamiento que hacemos", detalla.
Bárbara Kuss, directora ejecutiva de Huerta Niño, considera que el éxito de la fundación se debe a que las comunidades se adueñan del proyecto de huerta.
Las docentes del jardín María Elena Walsh articularon la huerta de manera tal que abarcara diversas áreas de aprendizaje. Los chicos de 3 a 5 años utilizan el espacio al aire libre para desarrollar el descubrimiento del entorno, la comunicación entre ellos y su capacidad de indagación. "Se interesaron desde el primer momento, les sorprendía cómo la semillita que habían plantado se transformaba en una lechuga y cómo los bichos luego se la comían", recuerda Graciela.
De hecho, producto de su curiosidad, los niños se presentaron en la última Feria de Ciencias de San Vicente y expusieron una investigación de remedios caseros para ahuyentar plagas. "Nadie podía entender cómo siendo tan chicos, estaban ahí presentando sus trabajos", cuenta la directora.
Los chicos se interesaron desde el primer momento, les sorprendía cómo la semillita que habían plantado se transformaba en una lechuga y cómo los bichos luego se la comían.
Lo que a Graciela le resultó más sorprendente y grato de la huerta fue su capacidad de generar comunidad. La directora afirma que, cuando antes sólo asistían dos o tres papás a las reuniones educativas, ahora todos participan e incluso, varias veces por semana, se presentan en la institución con palas y guantes para ayudar con los cultivos.
Hoy, el proyecto es de todos: los padres se dividieron horarios de riego, y al menos un tercio de ellos ya cuenta con huertas propias en sus hogares. "Actualmente, ellos cocinan lo que cosechan y no tienen que hacer 20 cuadras hasta el centro para comprar en una verdulería cara", concluye Graciela con orgullo.
Cómo colaborar
Con motivo de su 20 aniversario, este miércoles Huerta Niño llevará adelante su novena Cena Anual Solidaria. Será a las 20.30 en el Palacio San Miguel. Para reservar entradas, escribir a: info@mihuerta.org.ar.