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Es una realidad que alarma: cada vez son más los niños, niñas y adolescentes que empiezan a desarrollar trastornos de la alimentación a edades tempranas. No existen estadísticas oficiales, pero los especialistas coinciden en que el aumento de casos es preocupante: atienden a chicas y chicos de 8 años. “Recibí en mi consultorio a niñas de 10 que cumplían con todos los criterios de una anorexia. Aunque la población adolescente sigue siendo la prevalente, me alarma el aumento de esta patología en niñas”, señala Mariela Di Lorenzo, pediatra especialista en nutrición infantil.
En el caso de los chicos y chicas, los trastornos de alimentación son especialmente riesgosos porque pueden escalar rápidamente deteniendo su crecimiento y desarrollo. Por eso, es importante que las madres y los padres cuenten con herramientas que les permitan prevenirlos desde los primeros años. A continuación, te compartimos diferentes consejos para que puedas llegar antes.
Las claves de la prevención
- Enseñarles que no deben preocuparse todo el tiempo por su peso, por cuánto comen o por qué tan delgados se ven. “Decirles que lo importante es sentirse sanos y alegres, que no vale la pena estas tristes por cómo se ven”, sugiere Juana Poulisis, psiquiatra especialista en la temática y autora del libro Los nuevos trastornos alimentarios.Y agrega: “Transmitirles que la gente saludable y feliz no se ajusta a una talla única, viene en envases de todo tipo”.
- Prestar atención a los comentarios que hacemos de nuestra imagen. Valorarse y respetarse es contribuir a una sana autoestima. “Si nosotros, frente al espejo, nos miramos y decimos: ´Uy que gorda que estoy´, el chico va a pensar que esto es muy importante”, explica Poulisis. Además, sostiene que hay que evitar pesarnos en la balanza frente a ellos.
- Enseñarles a no burlarse de las personas porque considerarlas gordas, flacas, altas, bajas o cualquier otra característica física.
- Hablarles sobre los peligros de seguir una dieta restrictiva.
- Fomentar hábitos alimenticios donde comer sea una respuesta al hambre. No debe usarse como un recurso para bajar la ansiedad, superar momentos de estrés o calmar la angustia.
- Reflexionar sobre las expectativas que se tiene en relación a la imagen de los hijos e hijas. “No caer en la trampa de proyectarles ideales de delgadez que están desfasados de su genética y su contextura física. Muchas veces el primero en demostrar insatisfacción sobre la imagen corporal de un niño es el propio padre o madre”, reflexiona Poulisis.
- Ayudar a los niños y niñas a construir su autoestima. “El mejor obsequio que le puede dar un padre a un hijo es valoración y amor. Cuando los adultos les muestran a los niños que los valoran y aman incondicionalmente, ellos pueden enfrentar cualquier desafío y superar los riesgos con menos temor y sin traumas. La autoestima es fundamental para inmunizar a un niño o joven frente a los trastornos alimentarios”, dice Poulisis.
El momento de la mesa familiar
- Compartir las comidas en familia. “Los estudios demuestran que con al menos una comida familiar diaria, se disminuye la probabilidad de desarrollar un trastorno de la alimentación, porque modelás qué comen los chicos y, además, el foco deja de estar en la comida y pasa a estar en compartir emociones y charlar”, detalla Poulisis.
- Generar momentos de tranquilidad y un clima relajado mientras se come. Esto evita que los chicos se sientan nerviosos o tensionados. Asociar la comida con un momento de tensión puede impactar negativamente en la salud alimentaria, aseguran los expertos. ”Hay que aprovechar cada oportunidad para hacer de la mesa un momento de intimidad, donde se comparta la comida y se renueven los vínculos. Son tan importantes estos hábitos del buen comer”, reflexiona Poulisis.
- Que no haya televisión ni celulares que interfieran en la comunicación a la hora de sentarnos a la mesa. Las pantallas durante las comidas nos hacen perder la oportunidad de encontrarnos a través del diálogo y fortalecer los vínculos.
- Comer lo mismo. No es conveniente que nos vean comer una ensalada, mientras ellos comen un plato de pastas. Lo mejor es compartir el mismo alimento.
El ejercicio físico
- Como adultos, realizar actividad física de forma placentera. Evitar hacerlo de forma compulsiva, obsesionándonos con bajar de peso ya que los chicos recibirán ese ejemplo.
- Que las actividades físicas que realizan los chicos sean sociales. “Es muy común que a los 15 años muchos jóvenes vayan al gimnasio, eso no es bueno. Mejor es que hagan deportes recreativos en equipo, una actividad en conexión con otros y al aire libre. Que entiendan que lo importante del deporte tiene que ver con mejorar la calidad de vida y mejorar el estado del ánimo”, sostiene Paula Hernández, psicóloga de La Casita.
- Salir con los chicos a andar en bici o a caminar. No porque sea funcional para verse bien, sino porque es divertido hacerlo en familia.
Un aliado: los valores
- Enseñarle a los chicos a construir un juicio crítico sobre los valores estéticos, aceptando las diferencias. Mostrarles que todos somos diferentes y, las contexturas físicas, también. “Los adultos a veces se ríen de bromas de gordura, de esa forma invitan a los niños a hacer lo mismo. La intimidación por el peso es la primera temática en situaciones de bullying en los colegios. Hay que transmitirles a los chicos:, ¡qué aburrido sería que fuéramos todos iguales!”, asegura Poulisis.
- Fortalecer su autoestima y la confianza en ellos mismos. No hacer comentarios sobre sus cuerpos o cuestiones de belleza física, poner el foco en sus valores, actitudes, capacidades, buenos gestos o virtudes. “Tampoco es bueno comparar sus cuerpos con los de sus amigos o referirnos a otras personas como gordos o flacos”, señala Paula Hernández.
Los riesgos de las redes sociales
- Estar atentos a qué mostramos los adultos en las redes sociales. Si optamos por publicar fotos de momentos felices o compartimos solamente imágenes donde la atención está puesta en nuestra apariencia. Tampoco es bueno que nos vean retocar una foto para que aparezca la panza chata o las piernas más alargadas, siempre es mejor mostrarnos tal cual somos.
- Prestar atención a qué consumen los chicos y chicas en las redes sociales. “Hay muchos influencers que hablan de su propio cuerpo y sobre su manera de comer. Es importante enseñarles a los niños y niñas que muchos de ellos no son especialistas y, en general, muestran un solo aspecto de su vida. Además, si la mayor parte del día nuestro hijo o hija está siguiendo páginas de comida, su cerebro va a estar obsesionado con en eso. Entonces, si hay una persona que es influencia –de ahí el término influencer–, tengo que saber quién es, al igual que cuando van a la casa de un amigo. Es muy importante involucrarse”, apunta la especialista de La Casita.
Los dos errores más frecuentes de los padres
1. Ponerlos a dieta
Los especialistas advierten que no es bueno poner a nuestros hijos o hijas a dieta, o hacerles comentarios como: "Tenés que bajar de peso". "Si tu chico es goloso o le gusta comer un montón, hay que ayudarlo de distintas maneras, por ejemplo: a comer más despacio, a registrar si realmente es hambre lo que tiene o le pasa otra cosa y hacer actividad física juntos como andar en bici", explica Poulisis y asegura que no es aconsejable imponer hábitos estrictos muy saludables. Por ejemplo, si ya terminamos de comer, podemos levantarnos de la mesa o cambiar de actividad. También, ser ordenados con las colaciones para que los niños y niñas no estén picoteando todo el día.
Una alimentación saludable incluye variedad de comidas. No hay que privarlos de consumir cosas ricas ni prohibirles alimentos que disfrutan. Tampoco es bueno referirse a los alimentos como "buenos" y "malos". Los chicos deben comer alimentos variados y de forma moderada. Deben incluirse frutas, verduras y, en forma moderada, también cosas ricas como chocolates o alfajores, subraya Poulisis.
2. Usar la comida como premio o castigo
Otro de los errores más frecuentes es utilizar alimentos como premio o castigo de algunas conductas. "Está bien agasajar a un niño con una torta pero no es bueno poner la torta en el lugar de la medalla que obtendría si hiciera suficientes méritos", indica Poulisis ya que en los trastornos por atracón es habitual encontrar que el alimento con el que se desencadena la ingesta compulsiva está relacionado a alguna prohibición o a aquello que se reservaba solo cuando existía motivo de merecerlo. "Lo prohibido siempre invita a la transgresión", enfatiza la psiquiatra.
A dónde recurrir en busca de ayuda
- Hospital Durand: Tel.: 011 4982-5555 / 5655
- Hospital Piñero: Tel.: 011 4631-8100 / 0526
- Hospital Borda: Tel.: 011 4305-6666 / 6485
- Hospital Pirovano: Tel.: 011 4546-4300
- Hospital Argerich: Tel.: 011 4121-0700
- Hospital Garrahan: Tel.: 011 4122-6000
- Hospital Gutiérrez: Tel.: 011 4962-9247
- La Casita: es un centro de atención y prevención para adolescentes y jóvenes y su familia. Para el abordaje de la problemática que pueda surgir, trabaja enfatizando los recursos de la persona y su sistema familiar apoyándose principalmente en el grupo de pares. Cel: +54 9 11 4914-2545 (atención de 13 a 18).
- CITPAD: es una institución médica especializada en anorexia, bulimia y trastornos depresivos. Tiene un hospital de día. Tel.: 011 4863-7640
Fuentes
-Entrevistas a especialistas
-Los nuevos trastornos alimentarios, Juana Poulisis
Metodología. Cómo lo hicimos
Este artículo forma parte de “Hablemos de trastornos de la alimentación”, una guía de Fundación La Nación que incluye las voces y las recomendaciones de algunos de las y los principales referentes en esta temática de la Argentina, así como también testimonios en primera persona. Además de las entrevistas cualitativas, se realizó un análisis de datos estadísticos y una compilación de trabajos elaborados por distintas organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil, y contó con la curaduría de Juana Poulisis, psiquiatra, magister en psiconeurofarmacología, presidenta del capítulo hispano de Academy for Eating Disorders.
LA NACION