Una réplica del Big Ben de más de 100 años: cómo se repara uno de los íconos porteños a 60 metros de altura
Pieza por pieza, el reloj fue desarmado por primera vez en su historia por un grupo de expertos que también realizan el mantenimiento de otros dispositivos similares
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A 60 metros de altura marca el tiempo de la ciudad desde su inauguración, hace más de 100 años, en un punto central del microcentro porteño. El reloj de la Torre Monumental, ex Torre de los Ingleses, es uno de los símbolos de Retiro y un faro que alumbra día y noche la plaza Fuerza Aérea Argentina, una de las primeras atracciones de la ciudad de Buenos Aires que pueden ver turistas y vecinos al salir de las estaciones terminales de trenes y de colectivos.
Por primera vez en su historia, ese reloj, fabricado por la firma Gillett & Jonhston de Reino Unido, fue desarmado por completo para una restauración en profundidad: la realizó un equipo de relojeros expertos que también se encargan del mantenimiento de los relojes de la Casa de la Cultura, el Ministerio de Salud, el Palacio Lezama, la Usina del Arte, la Iglesia del Pilar, el Cementerio de Recoleta y los artefactos solares Seiko que funcionan en distintos puntos de la vía pública.
“Es la primera vez en la historia que la máquina del reloj se desarma por completo. Siempre que fue necesario, se reparó por etapas, pero en esta ocasión se le realizó una restauración de todo el sistema”, explicó Javier Terenti, el relojero encargado –junto a los técnicos Omar Galoppo y Gonzalo Quiroga– del cuidado y mantenimiento de las maquinarias. La Torre Monumental conserva en perfecto estado desde 1914 una réplica del Big Ben bajo su cúpula y a 60 metros de altura.
“Como no existían las piezas, los bujes fueron confeccionados en nuestros talleres, en tornos y fresadoras para copiar las que ya estaban desgastadas por los años. El desgaste produjo que se endureciera el mecanismo, por lo que tuvimos que desarmar por completo y hacer una limpieza manual de cada pieza”, detalla Terenti, en el Día Internacional del Relojero. “Cuando reparamos los engranajes y los bujes, se rearmó la maquinaria y se puso a punto el reloj pieza por pieza, lo cual incluyó lubricación, ajuste de cuadrantes y otras labores”, agrega.
El histórico reloj se encuentra en el séptimo piso de la torre. Sus caras, o cuadrantes, miden 4,40 metros de diámetro y la maquinaria se compone de varias secciones de funcionamiento mecánico. La parte del reloj está provista de un péndulo de cuatro metros, pesas, rueda de escape y engranajes, y funciona a través de un sistema denominado satélite que da movimiento a las agujas, que miden más de dos metros de largo. El mecanismo pone a andar los cuatro cuadrantes con la fuerza necesaria para que no deje de funcionar cuando hay tormentas o fuertes vientos.
El engranaje del reloj da cuerpo, además, a un sistema de campanas conocido como carrillón, con martillos y palancas que anuncian la hora cada 15 minutos con el sonar de cuatro campanadas (cada campana pesa unas tres toneladas). Así se informa cada cuarto de hora, con la clásica Melodía de Westminster. El entorno de la plaza y de la estación Retiro resuenan, además, cada 60 minutos mediante un mecanismo específico con toque de hora de campana, que multiplica por doce los sonidos al mediodía y medianoche.
“Estos mecanismos dependen de un tambor a cuerda que posee unas pesas de 150 kilos, que puede activarse manualmente con una palanca especial. La estructura fue modificada para que se cargue automáticamente mediante un dispositivo con motores que cargan la cuerda y que luego se desconectan y permiten que el reloj quede funcionando mecánicamente sin electricidad, solo guiado por el movimiento del péndulo”, señala Terenti.
El equipo realiza una rutina semanal de mantenimiento de los relojes porteños, de funcionamiento mecánico y a cuerda. “En la mayoría de los relojes de la calle utilizamos un hidroelevador para hacer las reparaciones, ya que los de torre suelen estar en altura. Es un trabajo de riesgo, pero es maravilloso”, afirma el experto.
“Son relojes monumentales mecánicos de torre y algunos poseen sistemas electromecánicos –apunta Terenti–. Les damos cuerda y nos encargamos de tareas como la lubricación o calibración. Son relojes que poseen piezas únicas y, para repararlos en casos de desgaste o rotura de alguna pieza, se hacen copias de las mismas en nuestros talleres, donde trabajan torneros, herreros y carpinteros”.