El frente del inmueble de tres plantas tiene un mural que fue creado por un artista italiano; su color terracota y las terminaciones de los herrajes le dan una característica distintiva
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Tan misteriosa como atractiva la Casa de los Azulejos perdura con su propia impronta en el barrio de Retiro. Cercada por edificios de gran valor patrimonial y arquitectónico esta construcción, quizás una de las más llamativas de la ciudad, ofrece todo en su fachada con dos imponentes murales verticales que atrapan las miradas de los curiosos. Su historia es desconocida y, quizás, eso sea parte de su atracción.
Un local comercial y una pequeña puerta de herraje negro con incrustaciones en dorado, una característica que se repite en los balcones y el resto de los herrajes de la casa, se ubican en la planta baja. En los dos pisos superiores, donde se despliega el mural de cerámicos, se encuentran las dos únicas unidades del edificio de 1905 de estilo art nouveau en su versión liberty milanés.
El color terracota flanquea el mural titulado Escenas pastoriles, que está protagonizado por una mujer acomodando heno, a un lado, y por un hombre que sostiene a un toro por las astas, en el otro. La obra se remata con imágenes de árboles y una vegetación decorativa que llegan hasta la tercera planta. Su creador fue el italiano Pio Pinzauti, que ubicó ese trabajo en el edificio que diseñó el arquitecto Benjamín Trivelloni.
La Casa de los Azulejos está entre edificios de una universidad privada, en Paraguay al 1300, y los vecinos de la zona no conocen mucho de su historia. Se sabe, eso sí, que cuenta con dos departamentos y que la entrada conservó la puerta original, cuyo pasillo desemboca en un palier con revestimiento de mármol. El lugar solo tiene escaleras y la puerta conserva el picaporte original de 1905.
“Tiene elementos art nouveau y quizás la única característica importante sea el mural en la fachada, la intervención en azulejos, que le dan una impronta particular. Pero no es un inmueble que se destaque en el barrio que está lleno de edificios históricos de gran calidad arquitectónica”, cuenta el presidente de la Junta Histórica de Retiro, el arquitecto Néstor Echeverría.
“Es una casa que no se conoce mucho la historia, es bastante desconocida. Lo único que se tiene como dato certero es el arquitecto que la construyó y el mural en cerámico, un rasgo que no tiene mucho registro de repetición en la ciudad. Desde la Junta nunca pudimos entrar al lugar y ver qué hay en el interior y cómo se conserva”, agrega Echeverría.
Pinzauti fue un ceramista con actividad entre 1898 y 1930. Trabajaba en un taller de la calle Gustavo Modena 56 de Milán, en Italia. Algunos de sus trabajos más importantes fueron el retablo para la capilla Borghi del cementerio de Varano y una loza esmaltada titulada Mascotas que es parte de las colecciones del Castillo de Milán.
Pero el trabajo más importante de Pinzauti y de donde surge la inspiración para el mural en Retiro, fue la Casa Galimberti, en Milán, de 1902, realizada en colaboración con el pintor Ferdinando Brambilla. Esta construcción es considerada como uno de los mejores ejemplos del art nouveau milanés por el uso de los azulejos con imágenes, las cerámicas, el hierro forjado y las flores con diferentes motivos. El inmueble italiano fue construido entre 1903 y 1905 diseñado por el arquitecto Giovanni Battista Bossi a pedido de los hermanos Galimberti.
Elementos nobles
Los cerámicos fueron elegidos para realizar los proyectos art nouveau por sus texturas, colores, matices y detalles formales, como explica el arquitecto e historiador, miembro de la Comisión Nacional de Monumentos, Fabio Grementieri en su libro Buenos Aires Art Nouveau. A principio del siglo XX, comenzaron a aparecer en los frentes de hospitales, escuelas, hoteles, estaciones de ferrocarril y de subte, oficinas, depósitos, tiendas y restaurantes. En el interior de los hogares se encontraban en cocinas, baños y vestíbulos.
“Los cerámicos alcanzaron gran importancia en el embellecimiento y decoración de las fachadas buscando darle una cualidad pictórica al paisaje urbano, tal el propósito compartido por el arquitecto y el propietario del edificio”, explica Grementieri en el libro. “En Buenos Aires la procedencia de los cerámicos fue, fundamentalmente, europea. La factura local se concentró en baldosas cerámicas o calcáreas. La ciudad tenía una buena tradición de estos materiales desde la época colonial. Así lo demostraban las cúpulas de las iglesias revestidas de azulejos o los pisos y zócalos de recintos religiosos y civiles. Y ya en la última parte del siglo XIX, en sintonía con la moda de la arquitectura policroma de alcance internacional, aparecieron construcciones totalmente recubiertas de cerámicos”, agrega el texto. Uno de los edificios más emblemáticos de ese estilo fue el Palacio de las Aguas Corrientes, que fue inaugurado en 1886.
Mosaiquismo
Las cerámicas se siguen usando hasta hoy para la decoración de las viviendas como ocurre en Barracas, al sur de la ciudad. Con una intervención diferente a la de la Casa de los Azulejos, pero con la utilización de las fachadas y mosaicos venecianos, un pasaje de tres cuadras ganó notoriedad cuando los 40 frentes comenzaron a cambiar su imagen por la obra de un artista plástico del barrio.
Marino Santa María, de 72 años, fue el creador de la obra de arte pública en el pasaje Lanín. La cortada, de tres cuadras, se transformó con diseños propios de Santa María a base de pintura y mosaico. El autor es un referente nacional en el mosaiquismo, maestro de artistas, y personalidad destacada de la cultura nombrado en 2011 por la Legislatura porteña.
La obra de Santa María aún continúa sobre fachadas que no fueron modificadas o en algunas que necesitan una puesta en valor, cómo en algún momento demandó el mural Escenas Pastoriles, de Retiro. Esa intervención dejó un dato curioso que se ve a simple vista contemplando la obra: hay azulejos que fueron mal colocados y las figuras quedaron deformadas en algunos sectores. Algo que Pinzauti no se hubiera perdonado.