The New Brighton, que había cerrado durante la pandemia, reabrió a fines del año pasado con una nueva y disruptiva estrategia
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Aunque el período de confinamiento parece ser un recuerdo cada vez más lejano, el sector gastronómico en la Argentina ha quedado marcado. Y una de las zonas más perjudicadas fue el centro de la ciudad de Buenos Aires. Algunos bares y restaurantes nunca más volvieron. Otros, como The New Brighton, estuvieron al borde del cierre. Ubicado a metros de la peatonal de Florida, este reducto clásico y con mucha historia vio el abismo a mitad del año pasado. Pero su destino, finalmente, no fue ese. Hace más de seis meses reabrió y bajo una curiosa estrategia: reducir los precios de sus platos.
“La pasamos muy mal. Las opciones no eran viables hasta que entendimos que para abrir y mantener la historia del lugar había que bajar los costos de la carta. De esa forma, más las aperturas, logramos que el cliente pudiese volver más seguido”, relata Sebastián Di Costa, uno de los socios que gerenció la vuelta del clásico bar porteño a finales de noviembre, luego de restaurar toda la cocina y los equipos, contratar el personal que hacía falta e invertir en la puesta en valor del salón del lugar tras casi 20 meses fuera de servicio.
Para los nostálgicos su apertura resultó una grata sorpresa, entre tanta pérdida de bares notables e históricos. “La mayoría de los platos de antes se mantienen, pero agregamos nuevas opciones y hasta un menú del día, algo que nunca habíamos tenido”, responde Di Costa. Por otro lado, buena parte del antiguo staff de mozos continúa, un equipo a la que se le han sumado algunos nuevos sin antes corroborar la clásica técnica de la atención: “Este es un restaurante de cinco cubiertos, la nota más alta que hay. Y tenemos la particularidad de que los mozos no usan bandejas, llevan varios platos en simultáneo en la mano. Esa es una técnica difícil de conseguir”.
Héctor es el maître (o maestro de salón) desde hace 12 años y empleado desde finales de los 70. En todo el tiempo de cierre e incertidumbre, él siempre confió en que iban a volver a abrir. “Este lugar es todo, como mi casa. Ahora se encuentra perfecto y completo. Se modificó la clientela al ampliarse la propuesta, pero acá todo el mundo viene a buscar lo mismo: el espacio y servicio profesional que se daba hace 40 años atrás. Te atendemos todo el tiempo sin ser ceremoniosos”.
Entre los últimos cambios, la propuesta culinaria de antes —más basada en el estilo de la cocina española— se mezcló con platos franceses, más gourmet. Otro tema relevante, al menos por ahora, tiene que ver con los turistas. Si bien fueron los clientes fuertes del restaurant durante lustros, hoy quedó relegado. “Van llegando de a poco aún. Recién se está reactivando, pero muy lentamente. En el pasado, teníamos un público desde la 6 de la tarde hasta las 10 de la noche que era puramente extranjero. Principalmente, de Europa. También había tripulaciones de empresas que venían exclusivamente a visitarnos”.
Más de un siglo
Ubicado sobre la calle Sarmiento 645, sus orígenes datan de 1908, cuando la denominación de la cuadra era Cuyo. No como ahora, sino como sastrería. Hasta 1976, bajo el nombre The Brighton, allí se confeccionaron varias de las prendas de vestir más exclusivas del país y desfilaron miembros de la realeza europea, como el Príncipe de Gales o los reyes de España. Luego, por casi tres décadas, funcionó el restaurant Clark’s, del legendario chef Carlos Alberto “Gato” Dumas. Tras la crisis del 2001 y un cierre de por medio, recién en 2007 volvería —ahora sí— bajo el sello actual de The New Brighton.
“El príncipe de Gales obsequió un presente de tres plumas de oro que aún perdura acá. Después, se mantuvieron los probadores de la sastrería, que hoy funcionan como boxes con mesas y sillas para comer. En el subsuelo, donde están los baños y el salón de eventos, también hay reminiscencias de la estructura de lo que fue ese antiguo comercio”, describe Héctor, que describe que el salón del que está a cargo tiene capacidad para 150 cubiertos, abastecido por un personal que ronda 40 personas, entre mozos, encargadas, cocineros y gente de limpieza.
Si bien muchas compañías y comercios se han reconvertido y pasado a la virtualidad, confían en capitalizar a los oficinistas, empleados de comercio y demás trabajadores que sí han regresado a la presencialidad en la zona céntrica. “Que alguien venga una vez cada tanto hoy no es negocio. Entendiendo la situación económica del país, necesitamos brindar una propuesta que permita regresar varios días a la semana. Todo siempre respetando la impronta del lugar”, completa Di Costa, que reconoce que hoy el máximo enemigo es la inflación y que “los precios suben todos los días”.
Aunque la virtualidad y la situación del país conspira, Di Costa confía en que van por buen camino: “El cliente valora y responde volviendo seguido. Nos encontramos bien, pero no tengo dudas de que vamos a estar incluso mejor en poco tiempo”.
De fondo, suena música de jazz, a cargo de un pianista, que le da clima a esta nueva vida de un clásico argentino que sale adelante.