Los cien metros de la calle Presidente Roberto Ortiz, que se caracterizan por sus veredas anchas, habían quedado vacíos en los últimos años
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El famoso bar La Biela fue testigo de su esplendor, de sus diversas crisis y de su última caída, hace unos cinco años, cuando ese paseo gastronómico que alguna vez fue de los más concurridos de Recoleta quedó desolado. Pero ahora también es el mismo bar el que observa con entusiasmo el renacer de esos 100 metros emblemáticos linderos a Plaza Francia, con su vereda ancha repleta de mesas. Una cuadra que arranca en la esquina de Presidente Roberto Ortiz y Quintana, donde está el bar notable, y que se extiende hasta Guido.
“Sobre esa calle brillaron durante décadas restaurantes como Lola, Café Victoria o La Munich, pero con el paso de los años todos fueron cerrando. Hubo nuevas aperturas en distintos momentos, pero han sido fugaces. La excepción siempre fue La Biela, que vivió todo los cambios por los que atravesó este paseo”, dicen desde La Parolaccia, un restaurante que lleva más de 30 años en el escenario gastronómico local, y que abrió hace algunos meses su décima trattoria sobre la calle Roberto Ortiz al 1800, donde alguna vez funcionó el clásico Café Victoria.
Con la llegada de nuevos jugadores y algunos proyectos en marcha que prometen estar listos para fin de año, la cuadra comenzó a recuperar movimiento, pero con un perfil renovado: lejos de los canapés y las copas de champagne que marcaron una época y más cerca de la movida gourmet actual, donde no pueden faltar las cervecerías artesanales.
Uno de los que convalida la transformación que vive la zona es Carlos Gutiérrez, que llegó desde España en 1966. Hoy está detrás de la barra de La Biela como director, pero primero fue lavacopas, después barman, mozo y luego encargado. A pesar de los estragos que dejó en el sector la pandemia de Covid-19, Gutiérrez es optimista. Desde su experiencia en el rubro, dice, lo vio todo: el nacimiento de Puerto Madero como polo gastronómico y la migración de muchos de los restaurantes de Recoleta hacia allí; el surgimiento de Las Cañitas y la consolidación de Palermo. “Creo que se viene una buena etapa. La cuadra necesitaba una renovación de sus locales. Nosotros, aún como bar notable, vamos modernizándonos dentro de lo que se puede. Claro que la gente no viene a La Biela por eso, pero cuando hay tanta oferta para elegir los restaurantes no pueden darse el lujo de quedarse en el tiempo. Hay que estar a tono con lo que se pide, con lo que la gente busca”, dice Gutiérrez, y reconoce que los últimos dos años fueron una catástrofe para el rubro, con una caída en las ventas que es difícil de remontar.
De los “socios” más antiguos que tenía La Biela, quizás el cierre que más dolió fue el de su vecino, La Munich. Sin embargo, Gutiérrez, que también es presidente de la Asociación Amigos de Recoleta, es el que más celebra la llegada del nuevo inquilino: la cervecería Club de la Birra, que le dio una impronta más dinámica a la calle con la afluencia de gente más joven.
“Nos instalamos donde funcionó durante décadas La Munich, que fue un punto de encuentro muy familiar. Creo que, de a poco, el paseo vuelve a ser el polo gastronómico que era antes, pero esta vez con un público más joven, por lo menos en nuestro caso. Estar acá para nosotros es muy importante. La calle tiene muchísima visibilidad y eso que todavía no vivimos épocas de turismo internacional fuerte, que esperemos se reactive pronto”, cuenta Iván Edelstein, uno de los socios propietarios.
En la otra mitad de la cuadra, hacia la intersección con Guido, donde cerraron hace ya varios años los restaurantes Lola, Montana, San Babila y la cervecería Buller, que fue la última en partir y se reubicó por la zona, está en construcción una torre de lujo que genera mucha expectativa. Los vecinos no ven la hora de que la obra se termine para que la cuadra se libere de una vez por todas de ese aspecto sombrío, de abandono. Los gastronómicos también están atentos, y especulan con la llegada de nuevas marcas que potencien la oferta gastronómica.
El proyecto inmobiliario es el exclusivo Armani Casas, lo que significa que todo el equipamiento de los amenities, la decoración y el mobiliario de los espacios comunes llevan la firma del diseñador italiano y el emporio dedicado al diseño de productos de lujo. Se trata de un edificio de 15 pisos, con departamentos de uno, dos y tres ambientes y locales comerciales en la planta baja, con superficies y características ideales para destino gastronómico. “Están preparados para eso, es el uso ideal, y previo a la pandemia había varios interesados. Tienen una vereda increíble y una ubicación inmejorable, pero dependerá de los inquilinos —dice el arquitecto Mariano Boruchowicz, socio de la firma ABV, a cargo del desarrollo y dirección de la obra—. Justo en la esquina del edificio estaba el local de Lola. Apuntamos a que todo esté listo para marzo del año próximo; porque estuvimos unos cinco meses con la obra parada por la pandemia, y si bien luego se recuperó fueron aperturas parciales”.
Los departamentos de Armani Casas tienen un valor promedio de venta de 5500 dólares por m², y apuntan a un público de vivienda permanente y también temporario. Entre los amenities están el centro de negocios, el salón multimedia, la pileta exterior climatizada, el gimnasio, sauna y piscina cubierta. También vestuarios y seguridad.
Marcela Pollini es vecina del barrio de Recoleta. Vive a dos cuadras de La Biela, lugar del que es habitué todos los fines de semana, y cree que con todos estos cambios la zona finalmente recuperará su esplendor. “Era una cuadra que se había quedado en los 90. Los cambios son bienvenidos. Ojalá se abran lindos restaurantes en los locales del edificio para que haya movimiento y esté más iluminada. Lo que no se sabe es qué destino tendrá el Hotel Etoile”, dice la mujer, en referencia al hotel que está a mitad de cuadra y también cerró sus puertas; la única propiedad de la cuadra sobre la que aún no se sabe nada de su destino.
En la expansión sobre la vereda de La Parolaccia, la conexión con el verde de la plaza y la vista a la Iglesia Nuestra Señora del Pilar componen una vista excepcional. Los árboles rodean las mesas de mármol dispuestas en ese sector, resguardadas por sombrillas y calefacción individual, para aprovechar el plan de comer al aire libre durante los últimos días de frío antes de que llegue la primavera.