En el límite con Villa Crespo, ofrece propuestas gourmet y convoca sobre todo a jóvenes
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No es Palermo Hollywood ni el Soho: la zona gastronómica que creció en el último tiempo entre las avenidas Scalabrini Ortiz y Córdoba y la calle Gascón bien podría merecer un nuevo nombre. Casi en el límite con Villa Crespo, el triángulo que forman las tres arterias ofrece propuestas gourmet en ambientes descontracturados que sumaron mucho público, incluso en el transcurso de la pandemia. La mayoría: jóvenes que no tienen problema en sentarse en el piso o comer de pie, siempre y cuando la comida lo valga.
El primero fue Nola, abreviatura de New Orleans, un diminuto local sobre Gorriti que con su pollo frito atrajo multitudes dispuestas a comer clásicos de la cocina cajún literalmente sobre el cordón de la vereda; aquello sucedió en 2014. Por la misma fecha se asentaba Gran Dabbang, con sus sabores de la India y del sudeste asiático sobre Scalabrini Ortiz. Unos años después llegó Desarmadero Bar, que en Gorriti y Lavajella captó más público nocturno con su misión de ser el mejor bar de cerveza de Buenos Aires. Entonces la dueña buscaba una zona de Palermo no tan explotada, escenario que duró poco tiempo.
Hoy, una noche de viernes primaveral la esquina de Julián Álvarez y Cabrera explota de gente. Parados alrededor de un viejo y enorme tacho de aceite, un grupo de amigos come en Eléctrica Pizza, la novedad nocturna del creciente polo gastronómico. Son los que lograron un spot, difícil de conseguir pasadas las 21 en este local que es, literalmente, un taller mecánico que nadie se preocupó en disimular. Los chicos tienen entre 25 y 33 años, como la mayoría de los asistentes, y vuelven por lo que consideran son las mejores pizzas que probaron recientemente. De masamadre, no utilizan levadura y fermentan 48 horas en frío. El resultado, un estilo de masa napolitana que se cocina en menos de dos minutos. Los toppings tienen una vuelta de rosca: la “magic mushroom” lleva portobellos, hongos de pino y aceite de trufa, mientras el de espárragos, parmesano, cascaritas de limón y un huevo sale casi poché por el paso fugaz por el horno de pura leña. El fuego también se utiliza para otras opciones por fuera de la pizza: hay burrata con duraznos quemados y choclos “latinos” con manteca, cilantro, pimienta de cayena y parmesano.
Eléctrica Pizza abrió formalmente en octubre del 2020 cuando las restricciones de la pandemia no permitían más que vender al paso. Entonces comercializaban en diversas ciudades sus pizzas envasadas al vacío. Su dueño, Sebastián Levy Daniel, cerró sus otros dos locales (Miranda y Brandon) en medio de la larga cuarentena y decidió apostar por un modelo de negocio mucho más pequeño, sin camareros y con un estilo más informal. La búsqueda de la locación fue muy exhaustiva hasta que dio con la esquina de Julián Álvarez, que se reformó por dentro, pero mantuvo la fachada de taller mecánico prácticamente igual.
“Conozco bien la zona porque estoy hace bastante, y no quería que el nuevo local estuviera en Palermo Hollywood [donde estaban sus dos locales anteriores] ni Palermo Soho. Buscaba una zona más como las de ahora: con chicos más hipsters, gente que escucha trap y cae en bicicleta”, explica Levy Daniel, que también evaluó instalar su negocio en Chacarita o Villa Crespo. La bicisenda que corre por Julián Álvarez y pasa justo por enfrente del local garantiza una continua provisión de ese público que busca: “Pibes de 20, 30 o hasta 40 años que no tienen problema en comer parados”. Con ellos, Eléctrica busca desmitificar aquello de que la pizza solo se come con cerveza; contrario a lo que se pensaría, vende mucho vino y tragos.
Parte de la movida nocturna de la zona se la lleva la sucursal que Koi Dumplings tiene sobre Lavalleja 1387 desde 2018: es una apuesta de comida callejera asiática (dumplings, baos, buns y ramen) en un entorno de estridente neón y animé.
Sigue el recorrido
Otra reciente apertura pandémica en el nuevo polo fue la del restaurante El Imperfecto, que estaba prevista para marzo de 2020 y se retrasó a julio de ese año. Ahí hacen pura cocina a leña, en una vieja casa sobre Gascón y Honduras. Tiene interiores de pintura descascarada y codiciadas mesas en la vereda. Su dueño, Diego “Tatu” Rizzi, tiene otros dos restaurantes sobre la calle Honduras y en la misma zona: enfrentados casi llegando a Julián Álvarez están Regio (fabulosos sandwiches y bowls) y Opio Gastro Pub (comida asiática de estilo callejero). Rizzi cuenta que cuando alquiló el local de Opio, hace cinco años, no había casi nada en ese rincón de Palermo. “Me pareció que estaba cerca, pero no supercolmado, entonces tenía una vida particular de barrio”, explica. Otra particularidad que le gustó es que congrega a casi todos cocineros dueños, como él.
El Imperfecto abre de miércoles a viernes de 12.30 a 23, y sábados y domingos solo para el almuerzo. Diego cocina junto a su mujer, Emilia Saravia, que es salteña. La cocina los refleja a ambos en los sabores del norte y del sudeste asiático. Por ejemplo, las tortillas de grasa al rescoldo salen con mollejas (y pickle de ananá, cilantro, sweet chilli y lima) o langostinos (y cebolla roja, chilli garlic y hoja de shiso) o vegetales (berenjena, cebolla y tomates asados con pepino y yogurt). También hay empanadas de carne al horno de barro y populares sándwiches de roastbeef o de milanesa “tucumanos”: “El pan es de figaza y la milanesa se corta en tiras. Lleva lechuga repollada bien finita, mostaza, mayonesa y una salsita de ají con vinagre que le da un toque ácido”, describe Rizzi.
A fines de 2020 apareció Casa Nueza en Lavajella 1373. Es un pequeño, pero hiperactivo, café que se especializa en pastelería vegana y en armar canastas de picnic plant based. Tiene una pequeña ventana mostrador y una mesa comunal en la vereda.
“Esto se llenó de locales”, reflexiona Moisés Dagui, chef venezolano que hace seis años abrió Vinotinto, un take away gourmet en Julián Alvarez y El Salvador. Entonces tenía un espacio de sobra en el local donde realizaba caterings, y se propuso empezar a hacer platos del día para vender a la calle por mostrador o en versión envasada al vacío. Pronto el catering quedó en segundo plano y Vinotinto se llevó toda la atención. La propuesta es de rotisería con un guiño diferente: hay dos tartas que cambian a diario (por ejemplo, de alcaucil y queso brie o de calabaza con queso azul) y platos del día más complejos, como penne rigate con ragú de hongos y ternera. El éxito del take away lo animó a Moisés a abrir la versión restaurante, que está hace dos años en Humboldt 2157, en este polo gastronómico que aún busca nombre. ¿La competencia de tantos nuevos locales gastronómicos lo perjudica? “Diría que me beneficia, porque hay más gente pasando por la puerta. Creo que lo importante es que los clientes vuelvan. Podés tener el mejor publicista y el lugar lleno cada día, pero si la gente no viene dos veces no sirve de nada”, concluye.