Coronavirus en la Argentina. Mercedes: Reabrió una pulpería que resistió más de una pandemia a lo largo de dos siglos
MERCEDES.- Junto al puente del río Luján, una mancha blanca interrumpe la línea del horizonte. El rancho de barro, pintado a la cal, tiene a un lado un alero, un palenque y un sulki apostado. En el frente, un cartel desvencijado dice: "La última pulpería. El último pulpero".
Este apeadero remoto, que resiste desde 1830 el paso del tiempo, reabrió sus puertas el fin de semana pasado a los vecinos de esta ciudad. Familias y grupos de amigos se acercaron a las mesas dispuestas en el parque lindero. Algunos quisieron llegar desde el Gran Buenos Aires, pero se les impidió el paso en los accesos de la ciudad. Por el momento, el local está abierto solo para los mercedinos.
"La única vez que se había cerrado por más tiempo fue por una gran inundación, en 2015", sostiene Fernanda Pozzi Di Catarina, la propietaria de la pulpería.
Su tío, Roberto "Cacho" Di Catarina, el último pulpero que pintó ese cartel desvencijado, nació aquí, en la misma habitación que su abuela y en la que vivieron sus bisabuelos. Cacho falleció en 2009. Entonces, pese a la muerte del último pulpero, el boliche no se cerró. Pasó a ser atendido por su ahijada, Fernanda, siguiendo la tradición familiar de generación en generación.
A la pulpería la frecuentó Don Segundo Ramírez, inmortalizado por Güiraldes en Don Segundo Sombra, resiste el paso del tiempo. En aquel siglo fueron censadas 350 pulperías, esquinas y almacenes en la campaña bonaerense. Hoy apenas sobreviven un puñado de estos boliches, dispersos en la inmensidad del campo. Son rastros de una etnografía de la pampa, de una tradición que languidece con los embates económicos.
"En nuestra pulpería tenemos un documento que acredita que existe el lugar desde 1830", dice orgullosa Pozzi Di Catarina. Ella es la cuarta generación de pulperos: su bisabuelo se hizo cargo del boliche cuando este ya tenía 100 años.
Delivery
Desde abril la pulpería reaccionó ante la pandemia y comenzó a hacer envío de guiso de mondongo, guiso de lentejas, guiso carrero y locro para las fechas patrias. Nunca dejaron de estar a disposición las picadas con salame quintero y empanadas fritas en grasa, al estilo de Cacho, con una pizca de picor.
En los meses fríos del invierno la pulpería capacitó a su personal con cursos de manipulación de alimentos en el contexto de la pandemia, e instruyó a sus mozos y camareras para volver a recibir a los visitantes.
El día de la reapertura finalmente llegó, y en la entrada de la pulpería se instaló una recepcionista con un pote de alcohol en gel, e instrucciones precisas para mantener la distancia social a más de los dos metros recomendados.
Los visitantes volvieron a sentirse en un recreo gaucho, pese a todos los cuidados. "Hay protocolo a full. Todo el personal está súper entrenado con los detalles de seguridad", dijo Guadalupe, una de las visitantes que eligió el boliche para almorzar el domingo.
"Había ido en febrero. Y hoy volví. Es un lugar especial: tiene mucho espacio afuera para las mesas", dijo Patricio, otro de los clientes que eligió el lugar y almorzó con empanadas fritas y picada con salame, queso, y bondiola acompañada con queso de campo. "Elijo la pulpería porque es un lugar histórico: tiene mucho de poesía gauchesca. Me gusta porque refleja la tradición Argentina", destacó.
"La gente acompaña. Se registran con turnos previos. Se toma la temperatura al llegar. Y se acredita que no tuvieron síntomas", dijo Fernanda Pozzi Di Catarina. "Estamos todos con barbijos".
Uno de los carteles que cuelga en la pulpería hace honor a algunos de los versos más famosos del Martín Fierro:
"Mi gala en las pulperías/era cuando había más gente,
ponerme medio caliente,/ pues cuando puntiao me encuentro
me salen coplas de adentro/ como agua de la vertiente".
La música volvió a sonar en la Pulpería de Cacho Di Catarina el fin de semana que pasó.
No es la única pulpería que luchar por resistir el paso del tiempo, en esta provincia.
San Gervasio, en Tapalque.
Mira Mar, a las afueras de Bolívar.
Y La Esquina de Argúas, en los campos de Mar Chiquita también luchan por sostener abierta esta tradición de copas y coplas en medio del campo.