Sebastián Domínguez: “Diego fue la persona más inteligente que conocí en el planeta”
El ex futbolista vuelve a Vélez Sarsfield, ahora como entrenador; un desafío que asumió en el año 2021 tras retirarse de las canchas como jugador. En este nuevo capítulo de Alma en el Juego habla de sus miedos, su paso por la selección y una cuenta saldada con su papá.
Sebastián Enrique Domínguez debutó en el año 1999, de la mano de Newell’s Old Boys donde, ya como capitán, obtuvo su primer campeonato: el Torneo Apertura 2004. Retirado de las canchas en 2017, asumió un nuevo desafío como entrenador, según él, mucho más exigente que ser jugador de fútbol. Un eterno agradecido con Alejandro Sabella, y por haber podido compartir momentos –y consejos– con Diego Maradona en su paso por la selección nacional, Sebastián se enfrenta al bolillero y a las preguntas emocionales de Sofía Martínez, en un nuevo capítulo de la segunda temporada de Alma en el Juego. El flamante entrenador de Vélez Sarsfield no esconde nada al hablar de su familia, su carrera y esas cuentas pendientes que logró saldar.
- Describí el momento más triste de tu vida.
- No he tenido pérdidas, salvo las de mis abuelos. La abuela Titi era la que más estaba. Tenía cuadernos con todos los recortes, y cuando fuimos a revisar sus cosas, le quedaba un cuaderno sin terminar. Mi abuela era la ama de casa que vivía para el marido y ahí la empezamos a conocer un poco más. Se murió cuando yo estaba en Vélez, y me acuerdo que fui y vine a Rosario con una goma pinchada. Ese es un momento que recuerdo como muy triste. Fue una gran pérdida.
Con el tema del deporte, no lo comparo, pero sí fue tristeza y decepción –no sé si van de la mano o no–, pero sí fue algo que a mí me tocó mucho cuando Ale [Alejandro] Sabella agarra la selección. Con Ale fui a casi todas las convocatorias internacionales, y cuando se arma la lista [para el Mundial 2014] empiezan a cortar, a cortar, a cortar. Fue como un golpe, decir “tan cerca que estuve”. Aparte, yo tenía 34 años y, no sé por qué, siempre me dije: “Voy a jugar un Mundial a los 34 años, en el final de mi carrera sé que me va a llegar”. Sé que para él [Sabella] fue una decisión difícil. Me emociono un poco porque lo quiero, lo quería mucho; siempre hubo una conexión de amistad muy grande.
- ¿Qué momentos te generan orgullo?
- Sentirme un buen padre. Yo estoy divorciado y perdí mucho tiempo de calidad con mis hijos. Antes, fuera de cámara, me pedías que te defina a los entrenadores del fútbol argentino con una palabra y te dije estrés. Y sí, te lleva mucho tiempo ser entrenador, mucho más que ser jugador, y el costo de ser entrenador lo pagan mis hijos. Intento ser el mejor padre que puedo ser, y cuando tengo las devoluciones de ellos siento que, más allá del tiempo que queda en el medio sin aprovechar, hay un tiempo de calidad que termina siendo sustancial para que ellos también sientan que el papá sigue estando.
- ¿Un momento en el que se te soltó la cadena?
- Un día iba en el auto volviendo del canal [en ese momento trabajaba en ESPN] y un tipo, al lado, me empieza a tocar bocina. Yo ya venía mal. Baja el vidrio y me empieza a gritar a la altura de Aeroparque: “Me encerraste con el auto, me encerraste con el auto”, me tira una botella llena de agua de auto a auto y me pega. No pasó nada, pero lo empecé a seguir. Hoy lo pienso y es una locura. Para los que estén viendo… esto es todo lo que no hay que hacer.
Y esto se le voy a cargar a mi viejo. Mi viejo ha sido un tipo muy, muy bueno para aconsejar en un montón de cosas sobre la ética, la moral, la forma de manejarse en la vida, pero también ha sido un tipo muy bravo. Mi viejo siempre se afeitaba con un espejo medio oxidado. Un día me cuenta que iba en el auto, en el 128, y lo encierra un colectivo. Entonces lo pasó, le cruzó el auto, se bajó, le arrancó un espejo, le arrancó el otro… los desarmó y eran esos espejos con lo que se afeitaba.
- ¿Sos intenso?
- Sí, soy intenso para todo. Cuando discuto, cuando no discuto, cuando algo me gusta, cuando algo no me gusta, cuando tengo una opinión y siento que no me están dando el lugar que necesito y quiero que me escuchen. Soy un tipo ansioso, y creo que va muy de la mano. Eso es algo que trato de encausar, más en esta profesión que, si tomás decisiones a través de la ansiedad o de esta intensidad, al otro lo podés cansar, lo podés agobiar, lo podés poner en una situación donde, tal vez, no tiene las herramientas para bancarse tu ritmo. Pero bien utilizada, [la intensidad] te sirve un montón. A mí la intensidad me ha enfocado mucho en mi carrera. Me ha enfocado como padre, me ha enfocado en las cosas que me gustan. A mí, que soy mucho de prueba y error, me ha servido. Lo tomo como algo más positivo y de grande la he administrado mucho mejor.
- ¿El momento más feliz de tu vida?
- El nacimiento de mis hijos es algo que sería lógico; es un lugar súper común en el que, creo, debemos caer todos. Creo que hay muchas cosas en la vida que van marcando etapas, y el nacimiento de mis hijos, reconocerme como padre, fue algo que a mí me hizo ver la vida de otra manera, inclusive, a la hora de tomar decisiones. Antes siempre decidía por mí. Hoy, haga lo que haga, sé que tengo dos personas que me están mirando diferente al resto porque son mis hijos. Siempre pensé en jugar en primera, pensé en recibirme de arquitecto, lo intenté y no pude, pensé terminar la escuela… pero tener hijos siempre fue algo lejano. Es algo que no planificaba y que emparento mucho con la felicidad, con mi momento más feliz.
- ¿Y cuál fue tu momento deportivo más feliz?
- La convocatoria de Alejandro [Sabella] fue espectacular, pero el llamado de Diego es lo que todo el mundo sueña, o sea, que te llame Maradona para ir a la selección. Diego fue la persona más inteligente que conocí en el planeta, de todo, inteligencia emocional, deportiva, ponerle el título que vos quieras. Lo inteligente que era ese tipo no se puede creer.
- ¿Algún momento en el que hayas sentido miedo?
- Tengo los miedos lógicos de que le pase algo a alguien que quiero o no poder estar en una circunstancia que sea necesaria. Por lo general, salvo en el fútbol que me costó canalizarlo hasta cierta edad y lo sufrí mucho, después no he sido una persona que haya tenido situaciones donde realmente el miedo me toma y me paraliza. Salvo en lo deportivo, en alguna situación antes de arrancar un partido, jugando de volante central, no querer tocar la primera pelota del partido. Con respecto a la vida, siempre he sido muy despojado de algunas cosas y decir “le voy a encontrar la solución, voy a salir adelante”.
- El bajo rendimiento en la selección argentina, ¿tuvo que ver con un sentimiento previo de no poder gestionar esa emoción, ese miedo?
- Puede ser que no haya tenido un acompañamiento externo, alguien que me sepa llevar en ciertos momentos. Siempre me tomé todo muy a pecho. Uno de los primeros aprendizajes de mi pareja actual, que he aplicado en este último tiempo, es decir “nada es tan grave”. Empecé a ver la vida de esa manera hace tiempo, donde todo tiene solución, salvo la muerte. Al resto le encontramos un sentido y una forma de mediar y llegar a un punto medio. En la selección no lo viví de esa manera y, obviamente, lo sufrí porque nunca me sentí a la altura, y Alejandro fue el que trabajó conmigo desde ese lugar de decirme “liberate”.
- ¿Tenés algún agradecimiento pendiente?
- Sí, sin duda, pero los saldé. Estuve cinco años sin hablar con mi viejo. Un día, hablando con María, mi pareja actual, que tiene algo de sabia y cada tanto me va diciendo cosas y me va alineando, me dijo: “Vos tenés una cuenta pendiente que, hasta que no la saldes, no vas a poder transitar un montón de cosas que te pasan. Tomás malas decisiones por cosas que están inconclusas, y yo veo que una de esas cosas es tu viejo”. A mi viejo le reproché un montón de cosas, en las que creo que se ha equivocado, pero hay mucho de mí en él. Ha sido un padre ejemplar en la formación futbolística de muchos jugadores, pero como padre, hay muchas cosas que todavía le reprochó y que creo que podrían haber sido diferentes. Son cosas de nuestra familia que van a quedar para nosotros.
Mi viejo tiene dos operaciones a corazón abierto y nunca lo fui a ver ni antes, ni durante ni después; o sea, se podría haber muerto y yo no podría haber saldado nada. Hoy, después de esos cinco años, tenemos otro tipo de relación, obviamente con nuestros vaivenes. Los dos tenemos mucha personalidad y podemos llegar a chocar, pero he podido fajarme con un montón de demonios y de cosas que siento que son una cuenta saldada y, en definitiva, un agradecimiento.