Paola Marzotto: “Los países ricos no hacen nada por el clima”
La condesa italiana es una enamorada de la Argentina, país al que visita frecuentemente desde sus 19 años. La fotógrafa, creadora de Eve-V Gallery, pintora y periodista, dialogó con LA NACION acerca de su exhibición fotográfica que revela cómo se derrite el territorio antártico: una muestra que combina arte con un llamado de atención sobre el cambio climático
Artista y condesa, ha recorrido un largo camino, al igual que su muestra de 27 fotografías titulada “Antarctica, Melting Beauty” (Antártida, belleza que se derrite), que ya se presentó en el Pabellón Italiano de la Bienal de Venecia, en la Escuela de Minas y Energía de Madrid y en la Legislatura de Buenos Aires, en el marco del C40. “Sabemos que existe el cambio climático, sabemos que la Antártida se derrite, pero no lo vemos. Cuando estuve en ese continente tampoco me di cuenta. Yo lo sabía, pero no tenía esta conciencia fuerte sobre el tema. Saqué las fotos con el IPhone, las subí a mi Instagram y me llamaron de la bienal de Venecia”, comenta Paola Marzotto, hija del conde Umberto de Mazotto y de la Marta Marzotto. Además, es consuegra de Carolina de Mónaco: su hija, Beatrice Borromeo, está casada con Pierre Casiraghi, el hijo menor de la princesa.
“Lo interesante que retratan esas fotos y quería rescatar”, continúa Paola, “es que, al hablar de cambio climático, parecería que estamos refiriéndonos a algo positivo, cambio es una palabra positiva; sin embargo, es una catástrofe, un desastre planetario”.
Paola tiene una añeja conexión con la Argentina: “El amor por la Argentina lo tengo desde muy chica, mi padre me traía estampillas y coleccionaba las de Argentina, con la cara de Evita Perón. Empecé a venir en 1974. Y siempre estoy de regreso”.
Una heroína moderna
Multifacética, es difícil encasillar a Paola Marzotto, más allá de su título de nobleza. Se dedicó a la moda, el diseño, la elegancia. “Durante siete años tuve una marca de alta costura. Mi madre era una mujer muy elegante, muy especial. Era muy extrema, yo soy el contrario, como pasa siempre. Mi madre decía que cuando yo llego a hacer bien una cosa, entonces cambio. No era una crítica, ella venía de otro mundo, era campesina, para ella la meta era tener éxito. Yo era una malcriada, cuando aprendía algo ya podía pasar a otra cosa. A medida que pasa el tiempo cambia el compromiso, cuando uno tiene 20 años la meta es realizarse, después tiene que ser algo compatible con la maternidad. Creo que las mujeres somos heroínas modernas, no somos todavía tan independientes, es difícil que tengamos un respaldo. La mujer que trabaja tiene un doble sentimiento, cuando trabaja siente culpa por dejar a sus hijos y cuando está con sus hijos no puede hacer bien su trabajo, todo sale mal. En esa época me salió todo mal. Respeto a la gente que puede al mismo tiempo desarrollarse como profesional”.
Paren al mundo
Carlo Borromeo, hijo de Paola, había visitado la Antártida hace diez años. Y al regresar, le contó a su madre: “¡Es espectacular! Teníamos a las ballenas saltando y durmiendo alrededor del barco”. Siete años más tarde, fue ella quien recorrió el continente blanco, y se llevó un profundo desencanto: “Yo estuve en el mismo barco que mi hijo, en el mismo lugar, la misma zona, pero no había más hielo para romper, no había más animales, tenía miedo de caminar en el hielo, no había pingüinos, ni ballenas. Me preocupé por la falta de vida. Me dijeron que, si el mundo parara hoy, tendríamos cuatro años para salvar el planeta. La única cosa que podemos hacer es parar nosotros, parar de consumir, de ir de un lado para otro en avión”.
El mundo tiene derechos y merece ser cuidado. Bien lo sabe Paola, cuando exclama: “¿Por qué los acuerdos de la cumbre del clima no se cumplen? Los países ricos no hacen nada por el clima, solo van de cóctel en cóctel en esas reuniones. Prometieron darles el dinero a los países pobres. Veo que la naturaleza le encuentra la vuelta y siempre le pone un límite a la civilización. Me di cuenta de que los que estamos en peligro en realidad somos nosotros”.
Pandemia y naturaleza
¿Cómo nos cambió la pandemia? “La pandemia fue una gran ocasión para tomar conciencia. Parar fue muy bueno para ver lo que no veíamos; la naturaleza en su ciclo anual era algo que no veía desde que era niña. Volvimos al pasado; como en una comunidad rural antigua, hacíamos trueque de vegetales de nuestra huerta. Yo no podía volver a Milán porque allí estaba el epicentro de la pandemia, uno de los lugares donde más COVID había. Cuando al fin iba a volver, me rompí una pierna y empecé a reaccionar y me dije que algo positivo tengo que sacar de esto; entonces creé una empresa cultural que reúne a 14 fotógrafos con perfil artístico; empezó en 2021; no son naturalistas puros, cada uno tiene su visión y te transmite algo emocional de la naturaleza”.