“No soy fuerte, me salvó ser mamá”. Nazarena Vélez habló sobre los momentos más oscuros de su vida y cómo salió adelante
En una conmovedora entrevista para LA NACION con Maite Peñoñori, la actriz y productora contó sobre la adicción que vivió de joven tomando pastillas para bajar de peso y se quebró al recordar a su hermana menor Jazmín y su ex marido Fabián Rodríguez
Nazarena Vélez (49) se abrió y contó de todo: desde cómo fue su comienzo en los medios hasta de su maravillosa infancia y los valores que sus padres le inculcaron y de su nuevo amor, Santiago. También habló sobre cómo es la vida de abuela y acerca de cómo la maternidad y el amor de su familia le dieron la fuerza para sortear los peores momentos que le tocó vivir.
SUS MOMENTOS MÁS DIFÍCILES
–La muerte de tu hermana Jazmín, ¿te unió más con tu familia?
–Ya éramos muy unidos nosotros, lo que nos pasó con mis hermanos es que cambiamos el foco y lo llevamos mucho más a mis viejos, nos centramos mucho más en protegerlos. Mis viejos son papás muy presentes, están hace 50 años juntos y son muy presentes. A mí me siguen tratando como si yo tuviera 14, mi mamá viene a mi casa, me cocina, mi papá me arregla las cosas. Son unos padres maravillosos y lo de Jazmín fue tremendo.
–¿Jazmín era más chica que vos?
–Jazmín era mi hermanita chiquita, mi relación con ella me hace acordar mucho a la relación que tiene Barbie con Titi. Yo le llevo 14 años a mi hermana, siempre tuvimos esta relación tan unidas que fue muy fuerte. Yo estaba embarazada de Titi cuando pasó lo que pasó, pero para mis viejos fue tremendo. Inmediatamente mis hermanos y yo hicimos foco en ellos. Yo he visto a mis viejos en momentos tremendos y como mamá entiendo que es incomprensible que te pase algo así. Lo de Jazmín terminó de afianzar algunas cosas y esto de prestarle más atención a ellos, pero siempre fuimos muy unidos.
–¿Lograste volver a sentirla, poder tenerla presente a lo largo de estos años?
A mí me pasa con mi hermana que todavía no la duelé lo que la tenía que duelar, porque yo estaba embarazada y priorice mucho mi panza y a Thiago. Siempre reprimí mucho, es muy doloroso para mí pensar en la muerte de mi hermana. Todavía siento que no lo procese, siento que procesé más lo de Fabián que lo de mi hermana y eso que lo de Jazmín fue hace más tiempo.
–¿Sentís que tus hijos son tu motor de alguna manera?
–Sí, sé que mis hijos me salvaron la vida de alguna manera. He tenido momentos muy tristes y muy oscuros. La maternidad a mí me salvó. Yo elegí a sus padres y elegí ser madre, así que yo me voy a hacer cargo de ellos siempre. A veces la gente me dice “que fuerte que sos” y yo no soy fuerte, yo no sé qué sería de mí si no fuera madre.
–¿Cómo fue hacerle entender Titi, tan chiquito, lo que había pasado con su papá?
–Fue muy difícil porque no lo entendía. Yo fui muy clara con él, con amor, pero yo necesitaba que él supiera desde el primer día. Era muy difícil porque yo le decía “papá murió y no va a venir más, pero está en el cielo y si querés vamos al cementerio” y a los dos días me preguntaba donde estaba su papá. Esa etapa fue tremenda para mí, fue más duro que quedarme en la calle.
–Y tuviste que salir a trabajar enseguida…
–Sí, porque me quedé en la calle y con muchas deudas. Para mí la plata no es tan importante, yo trabajo y la hago, soy una mina muy autosuficiente. Por un lado, le das ese valor porque te permite tener momentos felices, pero después de lo que te paso dijiste “la plata es lo de menos” A mí me tocas a uno de los míos y ahí me rompes. Tengo la cultura del laburo que mis papás me inculcaron. La plata es necesaria, es importante, pero no es la base de mi felicidad real.
–¿Te desayunaste lo de las deudas cuando pasó lo de Fabián?
–Sí. Yo creía que era millonaria, porque veníamos de años de hacer mucha plata, de obras de meter dos mil personas por día. Yo sé que él lo hizo para protegernos, que se equivocó en algo y no supo enfrentarme. Nunca estuve enojada con Fabián. A mí me importaba él y su vida, lo otro de alguna manera se podía arreglar como lo arreglé. Capaz nos separábamos, no sé, pero es el papá de Titi y yo lo amaba muchísimo. Cuando Fabián murió yo lo amaba muchísimo, fue muy duro. Lo menos que me importaba era la plata.
OSCURIDAD ABSOLUTA
–¿Vos después de todo lo que viviste pasaste por alguna situación de depresión fuerte?
–Pasé por un momento de oscuridad absoluta. Me tomaba tres litros de vino porque quería estar sedada, hasta que reaccioné y me di cuenta de lo que me estaba pasando. Yo tengo una personalidad muy adictiva y cuando me di cuenta de lo que me estaba pasando con el alcohol lo dejé.
–¿En la época de las pastillas fue cuando más flaca estuviste y más laburo tenías?
–Sí. Yo trabajaba mostrando el cuerpo, y me metí en una encrucijada para la cual no estaba preparada porque yo siempre luché contra mi peso y mi cuerpo. Me metí en una que parecía fácil, pero me daba un costo muy alto sobre mi cuerpo.
–¿En qué momento te diste cuenta que estabas mal?
–Cuando casi me muero. Yo igual no era tonta, cuando tomaba las pastillas y se me secaba la boca me daba cuenta que estaba mal.
–¿Te las daba un médico las pastillas?
–Sí. Pero un día como me había comido una hamburguesa y después de eso me tomé 30 pastillas. Las pastillas eran como un diurético que me generaban ir al baño y eso que hacía que me chupara al instante. Y bueno, ese día me pasé de pastillas y me quedé tirada en la cama. Mi cuerpo no reaccionaba y sentía un hormigueo. Lo único que me funcionaba era mi cabeza. Pensaba en que iban a venir Barbie y el Chino del colegio y me iban a encontrar muerta. Cuando reaccioné, que no sé cuánto tiempo después fue, llamé a mi mamá y le dije que viniera porque me había mandado una cagada. Ahí me di cuenta que era algo que yo ya no podía controlar, que se me había ido de las manos. Lo que para mí había empezado como algo inofensivo, que era tomarme unas pastillas para adelgazar, terminó siendo una adicción fuertísima que me iba a matar. Desde ahí tengo un soplo en el corazón y tengo temblores.
–¿Eras la única que las tomaba o en el medio era algo común?
–No lo sé, porque a mí me daba vergüenza. Quienes convivían en una gira conmigo capaz sabían, pero si no como todo adicto yo lo escondía.
–¿Y pudiste salir sola de ahí?
–Cuando sentí que los chicos me iban a encontrar pensaba “me la doy de buena madre y me estoy matando con unas pastillas”.
–¿Cómo fue el proceso, pudiste seguir trabajando?
–Fue muy duro, yo tenía que estar internada. Según el psiquiatra yo estaba con una abstinencia como la de la cocaína. No sabes la locura y la necesidad que tenía de tomar una pastilla. Mis viejos se hicieron cargo de una situación tremenda, los primeros dos meses fueron muy difíciles.
NUNCA ES TARDE PARA VOLVER A AMAR
–¿Cuándo pudiste empezar a disfrutar de la comida?
–Hace cinco, seis años. Un poquito antes de conocer a Santiago. Sané muchas cosas un tiempito antes de él, por eso lo pude conocer.
–Ahora van a estrenar obra juntos…
–Sí, yo como productora y él en las tablas. El Bocha es un gran actor, se formó muchos años y laburó con los mejores.
–Pudieron ensamblar familia, ¿cómo se lleva con tus hijos?
–Soñado, sino no estaría conmigo. No existe la chance de que una persona esté al lado mío si no se lleva bien con mis hijos. No es papá, nunca lo deseó, pero se comporta como uno.
LA PÉRDIDA DE SILVINA LUNA
–Vos que laburaste con Silvina, ¿cómo te pegó lo que pasó?
–Lo de Silvina me pegó muy fuerte. Siempre pensé que si yo no tuviera la cola que tengo, tranquilamente me podría haber puesto por la presión o por querer laburar más.
–¿Te impactó el desenlace?
–Sí, además soñada. Era una mina que no se metía con nadie, que se ponía los laburos al hombro. La verdad que muy buena mina y es tristísimo.
–¿Crees que va a haber justicia?
–Yo la verdad creo que estamos en una novela, no puedo creer todo lo que se muestra y que este señor este libre, de verdad no lo entiendo.
LARGA TRAYECTORIA
–¿Cómo llegaste a trabajar con Gerardo Sofovich?
–Empecé a los 14 y llegué por un casting. Yo me quería comprar una bicicleta de carreras. Siempre fui muy independiente y a mis viejos nunca les faltó nada pero tampoco les sobraba, entonces a mí no me daba para pedirles la bicicleta. Justo en ese momento elegían a Miss Quilmes que te daban plata y yo dije: “chau, la bicicleta de carrera”. En ese momento había pegado el estirón y tenía el pelo corto como Araceli González, y gané. Después de ahí empecé a hacer castings y el segundo casting que me mandan era para secretaria de Gerardo.
–¿Enseguida supiste que querías hacer eso?
–No, mi motor era la plata. Lo que yo ganaba en un desfile, mi hermana que vendía ropa en un shopping, lo ganaba en 15 días.
–¿Cómo fue cuando Barbie te dijo que se quería dedicar a esto?
–Yo le dije a Barbie que gane plata por ahí. La plata es muy importante, más cuando sos mujer, porque te da independencia. Por ejemplo, tener plata me permite crear, si tengo plata en el bolsillo puedo hacer lo que me gusta y puedo irme de viaje. La plata no es todo, pero es fundamental y me gusta inculcarle eso a mis hijos. Así que cuando Barbie quiso empezar a trabajar yo le dije que le cerraba un par de campañas y que después ella hiciera lo que quisiera.
SÚPER ABUELA
–¿Es más de lo que te imaginabas tu nieto? Viste que dicen que es distinto a los hijos…
–No, yo me imaginaba que lo iba a querer como un hijo. Para mí nació mi cuarto hijo. Estoy re loca, pero para mí es mi responsabilidad todo lo que le pase a Salvador. Siento la responsabilidad y el amor que se siente por un hijo. Por supuesto que es distinto porque yo trato de no ser tóxica con Barbie y no me meto, porque sé que la que lo está criando es ella, y ahí es cuando me doy cuenta y digo: “Ah, soy la abuela, no soy la madre”. A veces le digo a Barbie “que no duerma” y me dice “elijo yo, soy la madre”, y me ubico enseguida. Pero si lo mido por amor, para mí es mi cuarto hijo.
–Y cuando pasó todo lo que pasó con Fabián vos decías que Barbie había tomado un poco el rol de madre de Titi…
–Sí y Barbie como mamá es maravillosa. Yo sabía que iba a ser maravillosa, me lo demostró siempre, pero verla ahora es otra cosa. Me asombra, me encanta y la contemplo como madre. Vos la ves cansada a veces, con ojeras, pero se la ve feliz.