Nicola Gratteri, el hombre al que quiere matar la mafia más poderosa de Italia
El capo Matteo Messina, considerado el líder del grupo la Cosa Nostra y quien llevaba prófugo 30 años, fue detenido en Sicilia este pasado lunes. Su arresto forma parte de la amplia acción policial contra esta mafia en las últimas décadas y vuelve a poner de actualidad el rol de estos grupos. Con motivo de ello, publicamos esta investigación de la BBC sobre el punto de mira de otra de las mafias italianas, la más potente en la actualidad: la ‘Ndrangheta
El objetivo de la mafia de más alto perfil de Italia solo nos dice dónde reunirnos 20 minutos antes de nuestro encuentro. Nicola Gratteri, el fiscal que lidera la lucha contra el crimen organizado en el país, ha aprendido a vivir en peligro constante y, por eso, evita dar por anticipado cualquier información que lo deje expuesto.
Tenemos instrucciones de esperarlo fuera del tribunal en la sureña región de Calabria, donde está supervisando el mayor juicio contra las organizaciones criminales desde la década de los 80. Más de 330 sospechosos han estado declarando allí y 70 de ellos ya han sido condenados.
De repente, Gratteri entra, rodeado por su escolta de cinco autos de policía.
Le agradecemos varias veces su disposición para recibirnos y hablar. “Deja de darme las gracias, y sigamos adelante”, corta bruscamente. “No hay nada que odie más que el tiempo muerto”.
El hombre que encabeza la lista de objetivos a eliminar de la mafia más poderosa de Italia, la ‘Ndrangheta, y ha dedicado toda su carrera a enfrentarse al grupo, no está para bromas.
Nos lleva a su oficina, a 40 minutos de distancia. Allí podrá hablar con más libertad.
Haciendo memoria
Subimos a su auto a prueba de balas y así comienza quizás uno de los viajes más peligrosos de Italia.
“Vivo con este nivel de seguridad desde 1989, cuando dispararon contra la casa de mi prometida y alguien la llamó en la noche para decirle que se casaba con un muerto”, recuerda el fiscal, quien agrega que con el tiempo esa protección “se intensificó hasta alcanzar este nivel de control sofocante”.
No hay alternativa, dado lo que pasó hace 30 años. En 1992, el fiscal Giovanni Falcone fue asesinado por una bomba colocada debajo de una autopista cerca de Palermo por la Cosa Nostra, la mafia siciliana.
El atentado mató a Falcone, a su esposa y a tres policías. Dos meses después su colega Paolo Borsellino fue asesinado por un coche bomba.
Los asesinatos de los funcionarios y las imágenes de la autopista medio derrumbada por el ataque contra Falcone todavía son vistos por los italianos como un momento decisivo en su historia moderna.
Los magistrados son reverenciados en Italia por su heroísmo y la brutalidad de sus muertes sigue siendo un potente símbolo de la capacidad de terror de la mafia.
Con los ojos en la carretera, Gratteri dice que piensa a menudo en los jueces asesinados, y en cómo ellos también eran objetivos móviles mientras conducían por otra parte del país envenenada por el crimen organizado.
“A menudo hablo con la muerte, porque tienes que racionalizar el miedo para seguir adelante. De lo contrario, no podría hacer este trabajo”, dice.
La más poderosa
Atravesamos a toda velocidad la punta escarpada y exuberante de Italia: el bastión de la ‘Ndrangheta desde sus orígenes en el siglo XIX. Este sindicato criminal se basa en clanes familiares, o ‘ndrine, que tradicionalmente controlaban los pueblos en la cima de la montaña del paisaje calabrés, y cuya lealtad inquebrantable está forjada por lazos de sangre.
Si bien la Cosa Nostra de Sicilia y la Camorra de Nápoles son más conocidas internacionalmente, en parte por sus dramáticos bombardeos masivos, ambas se han visto debilitadas por la implacable represión policial.
Como resultado del debilitamiento de las otras dos organizaciones criminales, la ‘Ndrangheta ha ascendido y ahora es la organización más poderosa de Italia, con ramificaciones en todo el mundo, desde América del Sur hasta Australia, y una facturación anual estimada de alrededor de US$ 60.000 millones.
Su moneda es la cocaína. El grupo domina el mercado global y ahora se cree que controla hasta el 80% del comercio de las drogas en Europa.
La mayor parte se canaliza a través de Gioia Tauro, el puerto de contenedores más activo de Italia, una instalación descomunal en el sur de Calabria. Una fracción de la cocaína que llega aquí es para el mercado italiano, y el resto pasa al este, hacia los Balcanes y el mar Negro. Aquí también se ha interceptado material militar con destino a Rusia.
Vemos cómo un contenedor recién llegado y que transporta bananas de Ecuador es inspeccionado. Primero por perros rastreadores y luego por oficiales de la Guardia di Finanza, la unidad policial de delitos financieros, quienes abren cajas para revisar los racimos de fruta.
Este cargamento está limpio, pero muchos otros no. La cantidad de cocaína incautada en este puerto casi se ha triplicado en los últimos dos años.
Una guerra que no cesa
Una operación policial reciente se abalanzó sobre trabajadores portuarios sospechosos de estar involucrados en una red masiva de tráfico de la ‘Ndrangheta. Treinta y cinco personas fueron arrestadas y se incautaron 7 toneladas de cocaína, con un valor en la calle de US$ 1.400 millones.
Se nos da un acceso excepcional para ver la mayor parte de estos estupefacientes, los cuales se encuentran en una celda cerrada con llave: cientos de paquetes bien envueltos que se fotografían y luego se analizan.
Se corta un fragmento del polvo blanco y se coloca en un tubo que contiene una solución líquida, que se comprime en kits de prueba que parecen algo a los usados en la pandemia, solo que esta vez detectan delitos, no covid-19. Después de unos segundos, aparece una línea roja. Es positivo, con una pureza del 98%.
La cocaína incautada por la Guardia di Finanza en el puerto de Gioia Tauro en los últimos dos años representa más de la mitad de todo su botín de las últimas dos décadas.
El contrabando de ‘Ndrangheta puede estar aumentando, pero también lo está haciendo la policía, con fuerzas que colaboran a través de las fronteras.
Una operación internacional masiva en 2019 por parte de oficiales en Italia, Alemania, Suiza y Bulgaria condujo al arresto de 335 sospechosos, incluidos abogados, contadores y un exdiputado.
Todos los detenidos eran parte de la familia Mancuso o estaban vinculados a ella, uno de los 150 clanes que se calcula que componen la ‘Ndrangheta.
A raíz de esto, el mayor golpe para el grupo en su historia, el llamado “macrojuicio” de Calabria comenzó hace dos años.
Lo que era un centro de atención telefónica, en las afueras de la localidad de Lamezia Terme, se reconvirtió en un espacio capaz de albergar unos 600 abogados y 900 testigos, muchos de los cuales declararon por videoconferencia.
Los cargos contra los sospechosos incluyen asesinato, extorsión y tráfico de drogas. Más de 70 ya han sido condenados.
El mensaje: No hay intocables
En la enorme sala hay jaulas instaladas a un lado, una configuración diseñada para mostrar a los italianos que su Estado está atacando a la ‘Ndrangheta y que los mafiosos no son intocables.
El juicio es la mayor prueba en la carrera de Nicola Gratteri. Mientras nos llevan rápidamente a su oficina, con su equipo de protección personal siempre un paso atrás, me cuenta que los arrestos privaron a la ‘Ndrangheta del 70% de su control en Vibo Valentia, uno sus baluartes.
“Si todos son condenados, significará un respiro para la comunidad”, dice.
La Mancuso, sin embargo, son solo una, aunque poderosa, familia de la ‘Ndrangheta y esto no es de ninguna manera el comienzo de su fin. “Tan pronto como termine este juicio, pasaré a otro”, agrega el fiscal.
Gratteri ha dedicado -incluso sacrificado- su vida a esta lucha.
“No tengo una vida”, confiesa.
“Para entrar a un café, tenemos que parar y discutirlo con mi equipo de protección. Alguien entra a pagar y luego entramos a tomar el café. Tenemos que parar y discutir dónde usar el baño”, explica.
“No he ido al cine o a un restaurante en 25 años. Mi barbero viene aquí a la oficina cuando necesito un corte de pelo. Casi nunca veo a mi familia. Pero dentro de mi cabeza, soy un hombre libre”, agrega.
Al preguntarle si vale la pena, el fiscal suspira pesadamente. “Vale la pena si crees en ello, y yo lo hago”, responde.
“Creo que estoy haciendo algo importante. Hay miles de personas que creen en mí y para quienes soy el último recurso, la última esperanza de cambio. No puedo decepcionarlos”.
La “semilla del cambio”
Sara Scarpulla y su esposo Francesco están entre quienes confían en el fiscal Gratteri. En 2018, soportaron lo inimaginable, cuando enterraron a su único hijo, Matteo, quien murió por una bomba colocada en el chasis de su automóvil.
Se sospecha que sus asesinos pertenecen a la familia Mancuso, el clan de la ‘Ndrangheta actualmente en juicio. Los criminales atacaron a Matteo y a Francesco después de una prolongada disputa sobre los límites de sus tierras.
En el cementerio de la ciudad de Limbadi, a pocos metros de la tumba de Matteo, está una de la familia Mancuso: la víctima y los familiares de sus asesinos casi uno al lado del otro en una región empapada de enemistades sangrientas.
En su sala de estar, donde las paredes están adornadas con fotografías gigantes de Matteo, su madre dice que él era “la alegría de la vida, educado y excepcional. Estoy orgullosa de haber sido la madre de Matteo y orgullosa de haberlo tenido como hijo”.
Sentado a su lado, Francesco, quien estaba en el auto con Matteo en el momento del atentado, golpea distraídamente la mesa, mirando impotente cómo su esposa ya no puede contener las lágrimas.
“La nuestra ya no es una vida”, dice la mujer. “A veces, le pregunto a Dios: ‘¿Dónde estabas cuando Matteo se estaba muriendo?’ Y la novia de Matteo me dice: ‘Él estaba allí, llevándose a Matteo con él’”.
Limbadi, afirma Sara, está plagado de la ‘Ndrangheta. Controlan los negocios locales, sostienen las palancas del poder e inspiran miedo con su comportamiento matón.
A medida que se intensificaba su disputa con ellos por la tierra, la mujer recuerda como mataban a los animales de su finca y luego arrojaban pollos decapitados al techo de su casa.
“Hasta que no cambie la mentalidad de la gente, las cosas nunca cambiarán”, añade.
“Tenemos que plantar la semilla del cambio, como el fiscal Gratteri y todos los fiscales como él. Mientras nosigamos los pasos de esta gente, estaremos atrapados por la ‘Ndrangheta”.
De repente algo se apodera de la madre y lanza una mirada de desafío. “Necesito luchar, ir al frente y gritar en las calles de este pueblo: ‘¡La ‘Ndrangheta debe irse de aquí!’ Esta no es la ciudad de la ‘Ndrangheta. Es la ciudad de Matteo’”, espeta.
Un camino difícil
Pero para romper el asfixiante control de la ‘Ndrangheta se requerirá de algo más que un cambio de mentalidad, se necesitará que los mafiosos se vuelvan contra la mafia, rompiendo la “omertà”, o código de silencio.
Sin embargo, hay muy pocos traidores entre un grupo fundado en lazos de sangre, en el que la deslealtad significa traicionar a tu propia familia.
Luigi Bonaventura es uno de los pocos y es testigo en el juicio contra el clan Mancuso. Acuerda reunirse en el norte de Italia, en algún lugar no muy lejos de donde vive, aunque no dice exactamente dónde es.
El testimonio de Bonaventura ofrece una visión poco común del funcionamiento interno de los mafiosos y cómo funciona su adoctrinamiento.
Hace 16 años, comenzó a colaborar con la policía, para, dice, dar a sus hijos la libertad que él nunca tuvo y desde entonces vive bajo protección. Usa su propio nombre, pero se cubre la cara con un pasamontañas, para no ser reconocido por aquellos contra los que se volvió.
“La ‘Ndrangheta es una tribu, y si naces en esa familia mientras está en guerra, no puedes hacer nada más que crecer con la incitación al odio y la violencia”, dice.
“Las palabras repetidas eran siempre las mismas: ‘Matar, matar, matar’”, prosigue.
Recuerda que lo criaron “como un niño soldado”, le entregaron un arma a los 10 años y jugó con armas reales como si fueran juguetes.
Fue entrenado en lo que llama “un asesino de células durmientes”, fue llamado a luchar a los 19 años cuando su familia se enfrentó a otra. “Estuve involucrado en cinco asesinatos”, dice. “Tres los presencié y dos los llevé a cabo”.
Afirma que su colaboración ha llevado a la condena o arresto de más de 500 sospechosos de la ‘Ndrangheta. ¿Qué impacto, le pregunto, cree que tendrá el “macrojuicio” en curso sobre la mafia?
“La ‘Ndrangheta no tiene una sola cabeza, no es la Cosa Nostra de Sicilia, con un jefe de jefes que, una vez que se derrumba, se lleva todo consigo”, responde.
“La ‘Ndrangheta es un monstruo, es una hidra de múltiples cabezas y si se corta una, hay muchas otras. Es cuestión de tiempo, tal vez 10 años, pero el clan Mancuso se reagrupará y volverán más fuertes que antes”, zanja.
Prevención y educación
El pronóstico del delator es pesimista. Sin embargo, en Calabria las asociaciones antimafia están trabajando para educar a la próxima generación y garantizar que los jóvenes italianos se alejen de las garras del crimen organizado.
No obstante, los tentáculos de la mafia son tan largos, su infiltración en la sociedad italiana tan profunda, que incluso el fiscal Gratteri, la máxima autoridad del país en lo que la ‘Ndrangheta se refiere, admite que Italia nunca estará libre de sus garras.
“Se puede reducir mucho, pero se necesitaría una revolución para combatirla. Todavía necesitamos un sistema más fuerte y, sobre todo, necesitamos invertir en educación y cultura”, explica.
Esto último, dice, fue lo que marcó la diferencia para él cuando era niño, mientras que muchos de sus amigos de la infancia fueron atrapados por la ‘Ndrangheta.
“Si hubiera nacido 100 metros más abajo, hoy sería un capo de la mafia”, comenta. “Pero tuve suerte porque nací en una familia de gente honesta. Muchos de mis compañeros de clase han sido asesinados con una escopeta recortada, otros los he hecho arrestar por armas o drogas”.
Recuerda haber sido enviado a Miami cuando arrestaron a un antiguo amigo de la escuela con 800 kilogramos de cocaína en su velero. “Me dijo que le había arruinado su vida. Le dije: ‘Todavía puedes cambiar las cosas, hay una posibilidad si cooperas’, pero se negó”, relata.
En esta batalla por el alma de Italia, le pregunto qué lado está ganando: ¿la mafia o el Estado? El fiscal sonríe. “Es un empate. Para ganar, necesitamos cambiar las reglas del juego, con un sistema penitenciario lo suficientemente fuerte como para desalentar a los delincuentes”, zanja.
Héroe para muchos, enemigo de algunos, Gratteri parece de alguna manera una figura aislada, sin miedo a pelear y deshacerse de los obstáculos al más alto nivel. Pero ¿a sus 64 años se arrepiente? “No”, responde.
“Tal vez podría haber hecho más, incluso si no fuera humanamente posible. He hecho el mejor trabajo del mundo, y continuaré tanto como pueda”, agrega.
Hace una pausa, ordenando sus pensamientos. “Todo en la vida tiene un precio, ¿no? Para tener una vida normal, habría tenido que ir más despacio. Tal vez hubiera tenido que trabajar menos. Pero me habría sentido cobarde y eso no tiene ningún sentido para mí”.
A medida que nuestro tiempo llega a su fin, revisa su teléfono. “Empaquen rápido”, nos instruye, “y saquen sus maletas, necesito cerrar con llave e irme”. Con un apretón de manos enérgico, el cruzado antimafia se va a pelear su próxima batalla.