Máximo Mazzocco: “El cambio climático ya está sucediendo y las consecuencias las sufrimos todos los días”
El activista socioambiental y fundador de EcoHouse Global participó del ciclo de Conversaciones Sub35 de LA NACION. La explosión del activismo joven, el doble freno de la pandemia y la “esperanza” de modificar la relación de la sociedad con el ambiente: “Necesitamos de un compromiso colectivo gigante”.
A los 17 años, Máximo Mazzocco comenzó haciendo activismo ambiental casa por casa. En ocho meses, tocó la puerta de 400 hogares de Buenos Aires para explicar a los vecinos cómo separar los residuos e inmediatamente generó una “cadena de inspiraciones”. Poco más de diez años después, se convirtió en líder de la juventud de las Naciones Unidas, personalidad destacada de la Ciudad de Buenos Aires por su compromiso con el ambiente y en fundador de una de las ONG socioambientales con más voluntarios de la Argentina: “La idea era poner primera y encontrarnos con gente que tenga ganas genuinas de hacer por un mundo mejor”.
Si bien considera que la crisis climática y ecológica requiere de grandes cambios estructurales, Mazzocco está convencido del valor de los pequeños compromisos personales. “Son la clave de todo porque la pequeña acción individual implica a la gran acción también”, asegura a LA NACION.
Desde el fondo de la sede de Eco House, en Palermo, el activista analiza la irrupción de los jóvenes en el movimiento socioambiental y la importancia de construir una agenda política ciudadana. A su vez, reflexiona acerca del doble parate impuesto por la pandemia -el social y el personal- y las posibilidades de modificar el rumbo de cara al futuro.
- En los últimos años se dio una explosión del movimiento socioambiental y sobre todo de los jóvenes. ¿Qué factores crees que llevaron a esa reacción?
- Es una multiplicidad de factores, ¿no? Lo estuve pensando bastante en los últimos meses porque empecé en esto hace 12 o 13 años. Era distinto. Y me puse a pensar: “¿Qué es lo que cambió?”. Sin darle rango de importancia, para mí es un mix. Primero que la comunicación se hizo mucho más democrática y accesible para todos y todas. Hoy una persona con un celular puede filmar un videito donde quiera y cuando quiera, subirlo a las redes y tener 500.000 reproducciones. No necesita ser un gran medio de comunicación. Eso hizo que la información viaje muchísimo más rápido. Todos y todas quieren estar, quieren ser. Entonces si las consecuencias nos están tapando, nos están pegando en la cara. A eso le sumás la comunicación gratuita y masiva que se da, empezás a tener una reacción de las personas. “Esto ahora me interesa, esto ahora debo hacer algo”. Ahora voy a sumar uno, que no es que es el menor, sino que es el último empujoncito que faltaba, cuando una pelota está por caer por un acantilado, que es la incorporación de la juventud. Sumamos la telecomunicación, a eso, toda la información que hay y los héroes del pasado que nos dejaron todas esas cartas y herramientas para que nosotros podamos agarrar. A eso le sumamos las consecuencias que nos tapan y que no se puede esperar más. Y bueno, entramos los jóvenes. ¿Por qué entramos? Porque no nos queda otra. Empecemos por la base. No nos queda otra.
- A nivel personal, ¿cuál fue el punto de inflexión que te llevó a meterte en el ambientalismo?
- A nivel muy personal, lo que me sucedió es que desde los 15 o 16 años me empezó a afectar mucho la injusticia en general. Es algo que venía inherente. Quizás tuve suerte en ese sentido. Entonces, relativamente a una temprana edad decidí que lo que quería hacer era ayudar: quería usar mis recursos, mi energía, mi capacidad y mi formación y ponerla a disposición de un mundo mejor. Cuando tuve que elegir, a medida que fui creciendo, era o me meto fuerte en lo social o me meto en lo ambiental. Hoy es lo mismo, hoy es lo socioambiental. Tomé la decisión y apenas empecé a investigar un poquito, tenía 17 o 18 años. Es muy difícil no enamorarte perdidamente de la causa. Y más que enamorarte, es muy difícil no hacer algo. Pasa a ser una obligación moral, pasa a ser una costumbre, un hábito.
-En este momento estamos en lo que sería la parte de atrás de Eco House. Contanos un poco qué es este lugar, cuándo empezó y qué significa este lugar para vos.
- Eco House es un sueño que empezó primero individual, en el corto plazo se transformó en colectivo y hoy lo estamos viviendo y transitando entre cientos de personas. La idea con todo esto que estaba contando era poner primera, hacer algo, encontrarnos con gente que esté en la misma. Y cuando decimos “en la misma” es que tenga ganas genuinas de ayudar, ganas genuinas de hacer por un mundo mejor que involucre a todos y todas. Cuando decimos a todos y todas, contamos a las demás especies del planeta, y no solo a los seres humanos. Entonces al haberme criado en un país con tantas grietas, con tantas divisiones, entre un par de jóvenes teníamos un sueño de concentrarnos en las similitudes: que no importe el partido político de turno, los colores, sino empezar a trabajar por causas, por temas. Y a partir de ahí después ver la diversidad que surge y construir a partir de ello, que es lo más valioso que tenemos, la diversidad.
- Hoy Eco House no solo tiene esta sede, sino que tiene seis en el país. Además tiene nueve departamentos y más de 30 programas. ¿Qué sentís cuando parás la pelota y mirás todo lo que se construyó?
- Lo que siempre nos damos cuenta es las ganas que había de ayudar. Las ganas que había de que haya espacios bien organizados que ofrezcan la oportunidad de ayudar de esta manera, sobre todo: de una manera apartidaria, de una manera muy constructiva donde la propuesta siempre es lo más importante.
- ¿Te sentís de alguna forma un referente de otros jóvenes?
- Para nosotros cualquier persona que intenta hacer del mundo un lugar mejor ya tiene en potencia la oportunidad de inspirar a alguien, de motivar, sobre todo a partir del ejemplo. ¿No? Nos interesa mucho a nosotros pasar de las palabras y la conversación a la acción. Entonces, desde el día uno lo que hicimos nosotros fue concentrarnos en objetivos muy concretos, no hablar tanto, sino hacer. Y a partir de ahí nos dimos cuenta que éramos referentes para las personas que nos rodeaban. Entonces, si yo arranqué Eco House y me puse a hacer educación socioambiental puerta por puerta, toqué más de 400 casas en 8 meses. Bueno, automáticamente a alguien inspiró.
- ¿Cuál es la amenaza que creés que está más latente, o por lo menos la que más te preocupa?
- La amenaza masiva que existe hoy a la vida de la tierra es muy preocupante. Es durísima además. Son millones de años de evolución que tiramos a la basura por la irresponsabilidad colectiva, sin señalar específicamente, porque somos todos responsables. Hace poco se hizo muy conocido el gran informe del IPBES. El IPCC es el del cambio climático y el IPBES es el de la biodiversidad. Hace poco tiempo salió uno de los informes y mencionaba que un millón de especies están amenazadas de desaparecer. Cuando uno se involucra en este tema y comprende el significado de solo una especie, que te digan que un millón están amenazadas es un golpe al corazón. Si tengo que decir personalmente, a mí lo que más me preocupa son las especies que están sufriendo y que a medida que sigan desapareciendo de la faz de la tierra y mermen las poblaciones, la resiliencia, por un efecto dominó, va a disminuir. Y por ende todas las demás especies, incluyendo los seres humanos, vamos a sufrir las consecuencias. Ejemplo muy coyuntural: el coronavirus. A menor resiliencia de ecosistemas, para que entendamos todos y todas, más probabilidad de plagas, vectores, pandemias, etcétera.
- Hoy el cambio climático es una realidad innegable. Según el IPCC, que reúne a científicos y expertos del todo el mundo, el año 2030 sería la fecha límite que tiene la humanidad antes de un colapso ambiental que puede transformar la tierra de manera dramática. Es decir, que nos quedan menos de 10 años para cambiar el rumbo. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de no actuar ya?
- Cuando lo planteás así es espectacular porque si no estuviera en el rubro y lo escucho desde afuera, ¿qué me generaría todo eso que acabás de describir? Eso es lo que siempre trato de pensar. Uno está todo el día metido con los informes, conversando con personas que estamos en la misma. Los datos, ya vieron un dato más o un dato menos. Pero si esa data se la contás a una persona que nunca la escuchó: ¿qué es lo primero que te debería preguntar? ¿En serio? ¿Quién dijo eso? ¿De dónde salió? ¿Cómo en 10 años un colapso ecosistémico? ¿Vos ves que las personas se preguntan eso?
- No, pero creo que hay un despertar ahí, quizás más importante del que tal vez había hace unos años. No sé si vos opinás lo mismo.
- Sí, totalmente.
- Este año salió una encuesta de Poliarquía. Y hubo un dato que me llamó mucho la atención, que decía que tres de cada cuatro encuestados creía que el cambio climático era igual o más grave que la crisis del coronavirus. Sin embargo, pareciera que no reaccionamos de igual manera ante la amenaza que está enfrente. ¿Por qué nos cuesta pasar a la acción?
- El cambio climático es una cuestión tan compleja y tan simple, al mismo tiempo. De seguro somos cada vez más. El crecimiento en el involucramiento de las personas viene en una escala exponencial, viene en subida. Lo que sucede es que muchos lo ven como algo muy a largo plazo, lo ven como algo no tan tangible. El coronavirus llegó y en un minuto frenamos el mundo, en un minuto los gobiernos se pusieron de acuerdo, en un minuto vinieron los salvatajes, en un minuto las medidas, en un minuto... Ok, bárbaro. El cambio climático pareciera que como el golpe no es una cachetada directa, una piña de frente, lo puedo hacer de una manera más tranquilo, de una manera más light y demás. Por supuesto que mirarlo así es incorrecto con los números que tenemos actualmente porque el cambio climático ya está, ya llegó, ya está sucediendo, y las consecuencias las sufrimos todos los días. El tema está en que el cambio climático requiere de una comunión global. Por eso es que se tarda tanto, tanto, tanto. Para que nos demos una idea, recién ahora Joe Biden se sentó con China y con Europa, trató de acomodar los patitos y de decir: “Gente, tenemos que reducir mínimo el 45% de las emisiones de gases de efecto invernadero de acá a 2030, mínimo”. nueve años. Ya terminó el 2021. Mínimo nueve años para evitar el colapso. Recién ahora está sucediendo.
- Y veníamos de un presidente norteamericano que negaba lo que era el cambio climático.
- Si, y ahí es donde nos damos cuenta de que tenemos un largo trecho por recorrer. Un largo trecho que requiere mucha voluntad. No es que un gobierno tiene que tomar la decisión. No es que Alberto Fernández o Macri son los únicos que tienen que tomar la decisión. Estaríamos muy equivocados si pensamos que es así. Cuando hay demanda, hay oferta. Por eso tenemos que alzar a la sociedad, por eso tenemos que construir una agenda política ciudadana. Tenemos que ceder un poco, urgente. Si nos basamos todo en si soy peronista o si no soy peronista, siempre vamos a estar en conflicto. Siempre vamos a estar a si jugamos con dos 9 o si jugamos con un solo 9. Soy de River o soy de Boca. ¿Cuándo se termina eso?
- Quizás es medio difícil, pero ya esto es opinión personal: ¿Creés que estamos a tiempo de revertir la crisis climática? ¿O que somos capaces?
- Nosotros no somos apocalípticos en el sentido de fin del mundo. Pero si tomamos la palabra apocalipsis, al margen de que tiene una raíz en despertar, vamos a dejar esa parte filosófica de lado, el apocalipsis ya es, ya fue y ya será para miles. Entonces, ¿estamos a tiempo? Siempre estamos a tiempo. Siempre estamos a tiempo de ser mejores. En la Argentina nos queda un largo trecho, pero podemos. Mucha esperanza. Acá cuando empecé era uno, tenía un sueño: que las personas den 15 horas semanales de lunes a viernes gratis por un mundo mejor, a ver qué pasaba, si daban su tiempo.
- ¿Y hoy son más de cuántos?
- Hoy vamos a ser más de 1000.
- Si bien se precisan grandes cambios estructurales. ¿Qué puede hacer una persona a nivel individual. ¿Por dónde arranco?
- Lamentablemente las pequeñas acciones individuales en los últimos tiempos fueron bastante bastardeadas porque los problemas son tan grandes que se necesitan cambios estructurales. Entonces fueron perdiendo valor, poder o reputación. Para nosotros son la clave de todo porque la pequeña acción individual implica a la gran acción también. De por sí no podemos decir cuál es la mejor porque somos todos distintos y con un impacto distinto. Pero lo que sí podemos recomendar es primero informarse. A raíz de eso, ver qué nos pasa adentro, si queremos hacer algo o no. Ya el obligado me parece que no va. ¿Quéres hacer algo? Si queremos hacer algo, lo primero que tenemos que hacer es extrapolar eso que aprendimos. Esa es la mejor pequeña acción. Hay que estar convencidos de lo que queremos y salir fuerte a hacer pequeñas acciones permanentes, constantes, que den el ejemplo. Y no solo educar, sino pasar a la acción en esa pequeña acción.
- Por eso se habla también de lo que es el ambientalista imperfecto. No hacer el 100%, sino tratar de adoptar pequeños hábitos que te lleven hacia...
- La campaña del ambientalista imperfecto se divulgó bastante. Es interesante, no quiero decir algo de lo que después me arrepienta, pero hay que tener cuidado de que no nos gane la vagancia a la hora de decir: “Ok, tengo de yapa la idea de ambientalista imperfecto, entonces puedo no hacer todo esto y hago compost en mi casa, y compro orgánico y ya está”. Simplemente hago la salvedad. El ambientalista imperfecto, filosóficamente hablando, debería ir bastante en línea con la búsqueda de la sostenibilidad que acabamos de mencionar. Es: “Claro, no soy perfecto. Soy un ser humano, tengo miles de defectos. Pero intento y hago lo mejor que puedo”. Que lo mejor que puedo es dar el 100% en una cuestión específica. Si estoy dando el 60%, pero tengo 40% de más para dar, bueno, entonces hagámoslo. Hoy necesitamos de un compromiso colectivo gigante. Lo necesitamos, esto no lo va a cambiar de una sola persona. Van a haber héroes o heroínas destacados y destacadas que aparecen en momentos indicados, inventan algo, o revolucionan, o comandan, o son más líderes o menos líderes, una especie de Greta. ¿Pero cuánto duró? Ya está. Eso fue para despertar a un montón. Y ese montón que ahora se involucró tiene que dar el ejemplo. No era solo un cartel. No era una movilización. No era quejarse nada más. Era proponer, era activar constantemente, era involucrarse en todos los sentidos para poder llegar a ese cambio.
- Pasando al plano legislativo. Sé que Eco House tuvo mucho que ver con lo que fue la sanción de la ley de educación ambiental. ¿Por qué el foco ahí? ¿Qué rol le asignan ustedes a la educación?
- La educación hasta el día de hoy, sobre todo después del siglo XIX, se enfocó deliberadamente en el fin de lucro en la economía, en el sistema capitalista, específicamente. Ese modelo educativo, como reflejo o como consecuencia tiene a la sociedad actual. La sociedad actual tiene una crisis, una multi-crisis climática-ecológica y todas las que acabamos de mencionar. Entonces, ¿por dónde arranca la cuestión? Por la educación. Ahora tenemos a la ley de educación socioambiental o la ley de educación para la sostenibilidad. Si se aplica de manera correcta, si se ejerce de manera correcta por lo menos en un 60% o 70%, porque ya sabemos cómo son las leyes en la República Argentina... Si lo aplicamos bien desde salita de tres a sexto año durante 20 años, estamos en el comienzo de la sostenibilidad. La educación para la sostenibilidad hoy es más que una necesidad. Siempre vamos a volver a lo mismo, pero es ser coherentes. Educación para la sostenibilidad, léase educación para sostenernos en el tiempo. ¿Qué puede haber más importante? ¿No?
- ¿Cuáles son las leyes que deberíamos estar mirando para exigir que se sancionen o esas leyes que deberían ingresar al Congreso con urgencia?
- Cuando hablamos de temas de sostenibilidad, lo que está bueno es pensar las leyes como temas. Podemos ir por parches o podemos ir por lo estructural, como acabamos de mencionar. Hay un montón de reivindicaciones que todavía no están abarcadas. Ahí voy a hacer una excepción y un paréntesis, que digamos lo que digamos, hay que inventar urgente un sistema o reinventar para que se cumpla lo que sancionamos. Hacemos el paréntesis porque si no podemos tener 700 papelitos aprobados, pero si después no hay recursos... Empecemos por la base, si no le asignás el presupuesto a la ley de bosques que tiene que tener, entonces no se va a cumplir. Ahora, cuando hacemos una ley ambiental y se sanciona, hoy automáticamente lo que hace es pinchar y meter el dedo en la llaga de lo antiguo, del viejo paradigma. Porque si vos sacás una ley de cambio climático, como militamos hace dos años y lo logramos, que dice que a partir de ahora todos los años hay que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Así, y lo dice la ley: reducir. Significa que todo lo que hagamos, que no es reducir gases de efecto invernadero, está contra la ley. Está prohibido o no deberíamos ir en esa línea. Entonces, ¿cómo hacés para que esa ley conjugue y se ponga de acuerdo con todas las leyes? Las leyes ambientales lo que empiezan a hacer es ganar a codazos espacios para ir acomodando un poquito las bases de lo que queremos construir y tenerlas. Podemos tener ley, ley, ley, ley y todas van a tener que sí o sí, por a o por c, hacer las paces con el sistema económico. Entonces, ahí es donde entra lo que falta. ¿Cuál es la nueva economía?
- ¿Creés que esta pandemia nos sirve como una especie de alarma o llamado de atención respecto de nuestra relación con la naturaleza?
- La esperanza de todos los que nos dedicamos a hacer que el mundo sea un lugar mejor es que hayamos elevado un poquito nuestra conciencia colectiva, ¿no? Esa es la esperanza. Personalmente, lo veo. Por primera vez en mucho tiempo tuvimos la oportunidad de parar la pelota y eso nos da perspectiva. Muchas personas en su vida habían visto un documental ambiental o social. Al estar encerrados y encerradas, después del boom del Tik-Tok, de estar ahí y subir una foto en mi casa, empezamos a chusmear nuevas cosas. Tuvimos la oportunidad de pensar un poco. Ahora viene el efecto rebote, como una dieta. Ahora salimos. Y en los próximos dos o tres años nos vamos a dar cuenta cuántas personas se quedaron con la dieta y cuántos fue anecdótico. Con la conciencia pasa lo mismo. Aún así, hay algo que llegó para quedarse. Nos dimos cuenta de que la ecuación no da, ya no tiene mucho sentido. La mayor parte de la pandemia la viví con cáncer, encerrado, así que pude hacer un doble freno: el de la pandemia, que tenía que estar en cuarentena, y además que no podía ni pararme de la cama. Y me dediqué a observar qué está pasando. Está lleno de gente que quiere ayudar, que quiere hacer que el mundo sea un lugar mejor. Si creyéramos que no se puede, no estaríamos haciendo nada. Así de simple. Y eso está bueno decirlo porque hasta el menos optimista, a veces te cruzás y está haciendo algo. Hasta el más pesimista, por decirlo de otra manera, está haciendo algo. Entonces, al fin y al cabo, todos creemos que podemos.