Luciano Lutereau: “Nos volvimos más zarpados, más salvajes, en cuestiones que antes eran de muy mal gusto”
El reconocido psicoanalista y filósofo analizó cómo la tecnologización modifica los vínculos de pareja
Psicoanalista, doctor en Filosofía, doctor en Psicología, docente, investigador y autor de varios libros en donde explora tópicos relacionados con el amor, la nueva masculinidad y los vínculos actuales, Luciano Lutereau sostiene que una pareja se compone de tres aspectos: uno, el otro y el deseo de ambos. “Cuando dos personas buscan muy rápidamente la unión, el deseo se les impone con los celos, con las amenazas de separación o a veces con alguna infidelidad concretada”, analiza Lutereau.
–Vos definís al amor como un sentimiento que tiene más que ver con la ambigüedad y con aceptar esa ambigüedad. ¿Podés ahondar en este concepto?
–A partir de algunos libros que escribí empecé a correrme del eje temprano del amor, que tiene que ver más con el enamoramiento, la seducción, los primeros tiempos, que son muy efusivos, de mucha intensidad. Y me empecé a interesar más en el amor desarrollado, en el medio tiempo del amor. Lo que a veces tiene que ver con la ambigüedad y con los matices. Es el amor que se redescubre. Es el amor como construcción, como trabajo cotidiano, no el que nos llega como un rayo; es el que nace desde adentro. A veces no sabemos muy bien qué es lo que sentimos. La contracara de la ambigüedad es la opacidad, la duda, la incertidumbre. Y pensar en esos amores de medio tiempo es también pensar en la mediana edad.
–¿La idealización puede matar al amor?
–Yo puedo admirar lo humano, lo concreto del otro, lo real. Es importante distinguir entre lo que es admirar e idealizar. Todo amor tiene una parte de idealización, pero otra cosa es sostener el amor idealizando dentro de las relaciones, eso es un circuito ilusión-desilusión. Hay que distinguir entre lo que es cierto y lo que no es realidad. La experiencia de ilusión-desilusión es una vivencia temprana, yo diría del bebé. Entonces, si seguimos amando como bebés después de los 40 años, vamos a estar en problemas.
–¿Uno se integra con el otro, toma cosas del otro que viven en uno? ¿Uno se transforma con ese vínculo?
–Ahí vos introdujiste una palabra central: más allá del amor está el vínculo. El vínculo tiene que ver con esta experiencia de integración, es lo que me pasa con el otro, es lo que me pasa con lo que al otro le pasa conmigo. Es la incorporación del otro, es hacerle un lugar al otro en mi vida. El enamoramiento es pura pasión, el amor es vínculo, es la capacidad de hacerle un lugar al otro en la propia vida, que es una de las cosas más difíciles.
–La película Aprender a soltar cuenta la historia del vínculo de una pareja, del momento en el que uno de los dos quiere romper, porque ya está en otra relación, porque ya no soporta estar ahí. Ella dice no, esperemos un poco, vamos a ir de viaje con los chicos, después nos separamos. Y en ese viaje se reencuentran. ¿A veces tomamos decisiones apresuradas?
–Es algo muy típico de los varones dar por sentado el amor de la mujer y empezar a proyectarse en una vida diferente. Me pregunto qué hubiera pasado en esa película si ella hubiera empezado a ser otra. Seguramente cuando una mujer empieza a rehacer su vida, ellos inmediatamente ponen el grito en el cielo y dicen: “Pero yo te amaba”. Adolfo Bioy Casares decía que los hombres aman con distracción. Es una idea muy linda, lo decía él que era un mujeriego. Creo que hay que poder distinguir entre lo que es una crisis de pareja y una pareja en crisis. Esto implica mucha madurez, poder vivir una crisis, aceptarla y decir: “Estamos en un mal momento, tenemos que pensarnos y tomarnos el tiempo para la crisis”. Una pareja puede ser muy fuerte y estar viviendo una crisis durante un tiempo, eso la fortalece, no es necesariamente el final.
–¿Qué rol juegan los celos?
–A veces los celos surgen cuando están demasiado juntos y el afuera se les impone. Siempre digo que una pareja son tres: uno, el otro y el deseo de ambos. Cuando dos personas buscan muy rápidamente la unión, el deseo se les impone con los celos, con las amenazas de separación o a veces con alguna infidelidad concretada.
–Decís que la monogamia no es solo una construcción social.
–La monogamia es real. Decir que es una construcción social es una especie de eslogan. Tiene una raíz más profunda. Tiene que ver con un estilo de crianza. Nos criamos en vínculos donde hay una dependencia absoluta inicial, esta es la célula elemental del amor de pareja, el amor con relación a esa única persona de la que dependemos en términos absolutos. Por eso, cuando uno sigue amando todavía en términos infantiles, tiene la experiencia de que sin el otro se muere, le falta el aire. La monogamia tiene la raíz en ese vínculo materno, ahí está la raíz psíquica de la monogamia.
Los vínculos en la era digital
–¿La seducción en la era digital va a contrapelo del deseo?
–La digitalidad lo que trajo es un tipo de seducción que a veces queda simplemente en el acto de seducción. El acto se desplazó del efecto a ser el medio mismo. Como si fuese una excitación autoerótica. Lo que escuchamos, hace un tiempo, son un montón de personas que dicen: “Teníamos todo listo para encontrarnos y se canceló. Y ni hablar de como también la tecnologización del amor trajo una modalidad de vínculo muy basada en tener muchas opciones. La seducción entendida como la selección, tener muchas opciones para poder saltar de una a otra.
–Entonces, si somos un mercado, somos productos de un consumo, todo tiene un valor.
–El valor puede estar en los likes o se puede medir en reacciones. Entonces, eso se vuelve mucho más importante que la realización del deseo. La realización de todo deseo, en última instancia, produce una decepción. Una vez que dos personas se juntaron y realizaron ese deseo, tienen que conocerse, ahí hay que arriesgar, arriesgarse a salirse de uno mismo. Para mí, lo central, tiene que ver con la disponibilidad, hacerle lugar al otro en tu vida. Cuando hablo con alguien de estos temas, les digo: “No te fijes si te dice un montón de cosas lindas, ni cuánto te gusta, fíjate qué disponibilidad tiene”.
–Decís en tus ensayos que hemos caído en una especie de anomia con respecto a relacionarse con otro. ¿Qué es lo que está pasando con eso?
–El individualismo contemporáneo es propio de una mercantilización de la vida, estamos sujetos a oferta y demanda. Entonces, ciertos códigos vinculares, ciertos códigos simbólicos que regulaban nuestras interacciones hoy no están. Hay situaciones que hoy no quedan mal; por ejemplo: yo arreglo para encontrarme con vos en un bar, llego, te veo de lejos, no me gustaste y, listo, me doy vuelta y me voy. No tengo ningún compromiso. Nos volvimos más zarpados, más salvajes, en cuestiones que antes eran de muy mal gusto.
–¿Por qué el ser humano siempre tiene que encontrarle sentido a sus acciones, a sus actos, a su vida?
–Es una pregunta hermosa para un tiempo como este en el que, con la inteligencia artificial, las máquinas, los algoritmos, los desarrollos de sistemas operativos son cada vez más precisos. El ser humano ya no es el animal que piensa, porque hoy en día las máquinas piensan y creo que también los seres humanos nos vamos robotizando, automatizando. Si hay algo que va a definir de aquí a un tiempo a la humanidad es la sensibilidad en toda su ampliación, en todo su espectro. La sensibilidad como capacidad de registro, como capacidad de elaboración de los sentidos, de los afectos, de las emociones y como capacidad, en última instancia, de dar sentido a partir de esa elaboración, tener una experiencia significativa. Hace poco leía un artículo que hablaba de cómo se están utilizando sistemas operativos para la psicoterapia y seguramente van a ser psicoterapeutas muy eficaces. Pero, cuando se hizo la prueba testigo, los seres humanos se guiaban mejor con terapeutas humanos, por la relación que se establece con el vínculo. O sea que el sentido es vínculo. Los vínculos construyen nuestros sentidos. Nos movemos en una experiencia gracias al encuentro con el otro y a eso todavía la inteligencia artificial no llega.