Lizy Tagliani: “Podría haber nacido en una cultura donde esté penado con la muerte ser trans y no me importaría pagar la pena”
Su nacimiento en Chaco, el recuerdo de su mamá, su llegada a Buenos Aires, su lucha por la igualdad de derechos, el salto a la fama y su esfuerzo para recibirse de abogada, en un nuevo capítulo de Entre Nos
La televisión le dio popularidad y ella aprovechó ese fenomenal vehículo de comunicación para mostrar su frescura, su simpatía y sus dotes como conductora y comediante. También, para visibilizar el tema de la diversidad de género. Para llegar hasta este momento de éxito y reconocimiento, Lizy recorrió un largo camino.
“Mi mamá se viene del Chaco conmigo de bebé, era mamá soltera. Me iban a entregar a mi abuela de parte paterna, para que me criara como si fuera su hija, entonces mi mamá me agarró, se tomó un micro y se vino, a la deriva, sin nada. Dejó todo en Chaco. Es como si no hubiese existido toda su vida anterior. Era una mujer con unos silencios tremendos, donde no se cuestionaba ni tampoco se hablaba, no era exigente conmigo, yo era muy libre. No me preguntaba nada, podía hacer todo lo que quería, pero siempre me acompañaba”, recuerda Lizy, y agrega más detalles acerca de esa mujer que le enseñó, con más ejemplos que palabras, que a la vida hay que tomarla con riendas cortas y firmes y conducirla hacia el lugar que uno quiera, sin importar el qué dirán: “Mi mamá no sabía leer ni escribir. Ella me mostraba el lado bueno, lo correcto, pero siempre respetando lo que yo decidiera. Era sabia. Mi familia siempre estuvo compuesta por mi mamá, un portón, una ligustrina, mis perros y mis gatos del momento. Te juro que entrar y cruzar ese portón en mi casa era lo mejor que me podía pasar. Si no hubiese tenido ese lugar de contención tan grande y amoroso, no podría ser quién soy hoy. Todo lo que me sucedía afuera se terminaba cuando abría ese portón”.
¿Y qué era lo que a Lizy le pasaba afuera? “Afuera pasaba la vida, supongo que a todos por algún lado nos golpea. Yo creo que todos somos todo, somos buenos y malos, somos lindos y feos, somos discriminadores y somos discriminados, siempre depende del ojo con que lo mires. Yo también fui discriminadora de alguna manera en algunas situaciones, entonces no me gusta ponerme solo de esa vereda. pero sí pasaban cosas terribles, como no encontrar un lugar, que es lo peor que te puede pasar”, cuenta en Entre Nos.
A la intemperie, fuera de esa casa que la cobijaba, Lizy comenzó a pensar en su identidad y, al mismo tiempo, en la necesidad de encajar en una sociedad que a veces prefiere el rechazo, el aislamiento del diferente. Así lo cuenta ella: “Ser diferente tiene sus beneficios cuando vos sabés o empezás a disfrutar de esos beneficios, Pero mientras tanto querés ser igual al resto. Me acuerdo que tuve una compañera, a los 13 años, en el colegio secundario, que cuando una vez me pegaron a la salida, me vio y me dijo: ‘Lizy, yo te acepto como sos y voy a ser siempre tu amiga’. Y a mí se me iluminó la cara, mi casa se extendió hasta el patio del colegio y hasta esa chica que era mi amiga a partir de ese momento y volví tan feliz a contarle a mamá: ‘Mi amiga Mónica me dijo que a partir de ahora ella me acepta como soy, que siempre va a ser mi amiga’, y mi mamá, que estaba cocinando, se da vuelta y me dice: ‘¿Y quién es Mónica para decirte que te acepta? ¿Acaso te preguntó si vos la aceptas a ella?’ Eso fue un cachetazo psicológico. Me quedé pensando y entendí que no somos objetos para que a alguien le guste o no le guste. Uno es en el encuentro con el otro. Soy una convencida de que uno es recién cuando se puede encontrar con el otro, pero no tiene que ser sumiso al otro”.
Soy lo que soy
Lizy no ha elegido la identidad de género que hoy exhibe; nació con ella: “Lo que yo siento es que no me gusta llamarlo elección ¿Quién en su sano juicio elegiría ser una chica trans cuando sabés que no vas a conseguir trabajo, lo difícil que sería la calle? Si yo hubiera podido elegir, no hubiera elegido esa vida. Yo simplemente soy y podría ser en cualquier lugar, no soy yo por las circunstancias, soy porque tengo que ser. Dure lo que dure. Podría haber nacido en una cultura donde esté penado con la muerte ser trans y no me importaría pagar la pena. Sería igual, porque es algo que está en mí”.
Sin embargo, aunque ella no haya elegido ser quien es, sí ha tomado decisiones; por ejemplo, no someterse a grandes cambios corporales: “No tomé hormonas nunca, porque sabía que eso puede servir cuando uno está desarrollando y que ya después no tiene sentido, me da mucho miedo que pueda pasar con mi cuerpo interiormente. Me gusta tener mi cuerpo sano. Sí me hice las lolas, y poquitas, porque quería lucir como las modelos. Nunca quise ser una mujer de verdad. Siempre me preguntan si soñé con ser famosa y si yo hubiese fantaseado en algún momento ser una celebrity; no, hubiese sido una modelo. Había un boliche que se llamaba Bunker y al finalizar la noche se prendían todas las luces y desfilábamos. Éramos modelos y cada una tenía asignado un nombre. Tampoco tengo la sensación, la necesidad de ser una mujer extremadamente arreglada, mi referente más importante es mi mamá, que a la tarde se lavaba con champú de manzana, el pelo mojado, se ponía un vestidito y era la imagen de la mujer elegante”.
Lizy pretende romper con ese estereotipo de mujer que poseen muchas chicas trans con relación al mandato de la belleza, al arreglo exagerado: “Tenemos que hacer nosotras un mea culpa. Obvio que somos las menos responsables de lo que nos sucede, pero también somos responsables porque nosotras creamos esa mujer superpoderosa, que es una diva y que está con su pelo súper platinado, con unas lolas tremendas, con una cola fabulosa, con uñas espectaculares. Supongo que es para dar una imagen fuerte que creamos esa mujer, pero después se pone difícil llegar ahí. Eso no las hace menos mujeres”.
Los derechos adquiridos y las diversas formas de discriminación que aún persisten en la sociedad son temas que motivan la reflexión de Lizy: “Yo creo que lo que nos falta es equivocarnos más. Para mí hay derechos, obviamente hay más inclusión, pero también hay mucha pose. Es que uno ya sabe cómo tiene que ser y cómo tiene que actuar, y entonces no dice las cosas que siente porque sabe que va a quedar mal. Hay personas que piensan de una determinada manera de mí, que discriminan, y como saben que eso hoy no es políticamente correcto, no lo dicen, pero eso está. Hay cosas que no se dicen en público, pero sí en el ámbito privado, en algún grupo de WhatsApp. Eso es lo que hay que exorcizar. Yo me equivoqué muchas veces, utilizaba una palabra que es totalmente discriminadora todo el tiempo y cuando empezaron a corregirme, yo sola la fui exorcizando y no está ahora en mí, ya no lo pienso, no es que no lo digo para quedar bien”.
A pesar de que los cambios no se producen de un día para el otro, Lizy valora los derechos que se han ido adquiriendo en estos últimos años: “La Ley de identidad de género para mí es muy importante. El nombre y la identidad es fundamental, más allá de lo que diga la ciencia o lo que diga la biología. El matrimonio igualitario también es un gran logro. En lo personal, fue muy importante casarme, porque sentía que no podía estar afuera de lo que siempre creí. Yo nunca me imaginé casada, ni con hijos. Pero pensé: ‘solamente por ser travesti no me puedo privar de formar una familia’”.
Y esa familia, para Lizy, se completaría con un hijo. “Quiero adoptar, necesito devolverle todo esto que me ha dado la vida a alguien y poder construir ese lazo indestructible. Y no me importa si la personita que venga a mi casa me dice mamá, tía, Luis, Lizy. Si me dice mamá, yo creo que va a ser lo más hermoso, pero si no sucede soy feliz igual, porque mi intención es poder ayudar y cambiar la vida de esa persona”, dice Lizy sin ocultar la emoción.
La doctora Tagliani
Lizy no le escapa al estudio. No solo se abrió paso en la vida a base de carisma y ese encanto natural reconocido por el público, sino quemándose las pestañas durante horas. “La formación es fundamental y no me consta tanto en el ejemplo, porque mi mamá se murió escribiendo cuatro o cinco palabras que aprendió sola, murió con esa ignorancia intelectual y sin embargo era una sabia. El estudio no es lo único importante, pero te ayuda a fortalecer y a encontrar un lugar en el mundo, en el trabajo, que es lo más importante para sobrevivir. Pero primero hay que trabajar en uno porque es muy difícil si estás lastimada que te atrevas a hacer algo por vos, a tratar de crecer. Ahora estoy estudiando Abogacía, estoy en tercer año. Me fascina. Yo quería ir a la Universidad de Lomas de Zamora. Los sábados yo me iba a trabajar con mi mamá, tomábamos el colectivo 306 y yo siempre recuerdo que atrás, en el fondo, había muchos chicos con carpetas enormes. Le preguntaba a mamá a dónde iban esos chicos, y me respondía que a la facultad, y yo decía que algún día también iba a ir a la facultad. Obviamente, nunca pude ir porque tuve que empezar a trabajar y por todo lo que me pasó en la vida, pero ahora que tengo un trabajo estable y que tengo una vida acomodada, con el poquito tiempo que me queda, me anoté en Abogacía. Me encanta el Derecho, las leyes. Estoy súper feliz por aprender”.
Lizy finaliza la entrevista con una reflexión que proviene no solo del sentido común, sino también de su propia experiencia: “Con la diversidad fundamentalmente lo que se logró es entender que hay tantas realidades como almas hay en este universo. Cuando aprendamos a convivir entre todos va a ser maravilloso”.