Julieta Prandi: “Pasé por todos los infiernos”
Como nunca antes, Julieta Prandi cuenta el calvario que atravesó por una violenta relación de la que aún le cuesta recomponerse. Una historia de lucha y resiliencia.
A veces se siente una niña en el cuerpo de una adulta, su inocencia la puede salvar o llevar al límite. Se define como una mujer tímida que logró vencer el miedo cuando se convirtió en modelo; había que enfrentar el desafío de un mundo ajeno y exigente, había que crear un personaje que apareciera cuando fuera necesario. Cuando todo parecía ser felicidad para la actriz y conductora Julieta Prandi, su mundo puertas adentro se desmoronó cuando emergió la violencia en una pareja que se pensaba para siempre. Tuvo que volver a aprender a ser fuerte, a vencer temores, a resistir. Y en eso anda todavía. “Este fue un año de reconciliación, me rescaté cuando me fui de mi casa porque sufría violencia extrema, todo tipo de violencia”, dice Julieta en un diálogo con LA NACION, en donde se atreve a contar la historia de su matrimonio, un sueño de hadas que se transformó en un verdadero infierno. Su hogar, de pronto, se pareció a una cárcel: “De a poco me alejó de mi familia, de mis amigas, no podía manejar, no me dejaba salir, me llevaba y me traía. Controlaba mis movimientos”.
Julieta recuerda que, al comienzo, confiaba que su marido quería lo mejor para ella. Poco a poco, esos cuidados se fueron transformando en violencia. A lo que sucedía puertas adentro se sumaba una exigente demanda laboral: “Era un momento de mucho trabajo para mí, grababa de lunes a sábado y él comenzó a manejarme todo, se ofreció a ayudarme, pero finalmente se enriquecía con mis ganancias, se quedó con todo”. La ayuda se transformó en estafa, y todo se agravaba día a día. “Viví situaciones de película, quedé atrapada en casa sin mi celular ni mis documentos”.
“En un momento no me dejó escapatoria, era él o yo. Tuve que tomar una decisión. Me preguntaba adónde iba a vivir, cómo iba a sostener a mis hijos”, recuerda.
Mateo, su hijo mayor, tenía 7 años en ese momento y Roco solo 3 años y medio; quería salvarlos también a ellos. “Una vez que me fui, mis hijos también atravesaron situaciones muy complejas”.
Reconoce que es difícil salir de la violencia, afrontar que existe un problema, que hay que mirarlo a la cara y tomar decisiones. “Hay que vivir una sumisión, el maltrato, el miedo, nadie que no lo haya transitado puede entenderlo. Cada vez te sentís más disminuida, insegura. Se socava tu autoestima, tu amor propio, tu confianza”.
La justicia no actuó con la celeridad que Julieta hubiera esperado. El juez Hernán García Lázaro, del Juzgado 3 de San Isidro, tardó casi dos años en permitirle entrar a su propia casa. “La justicia fue ciega sorda y muda, vivo en esa casa a través de una atribución del hogar, no se hizo la división de bienes para poder recuperarla, el juez se corrió de la causa, pero mientras estuvo no hizo nada, ni para que cobre una cuota de alimentos, ni para escuchar a mis hijos que no querían ver al padre. Fueron muchas denuncias y la justicia no respondió”.
Toda lucha viene con secuelas: “Hoy estoy en tratamiento, fue día a día, pasé por todos los infiernos, incluso después de haberme ido. Fue muy difícil mantener a los chicos, al principio fue muy duro. Me costaba hasta físicamente, no me sentía lista”. Incluso la posibilidad de sentirse libre se convirtió en una dificultad. “Después de cuatro años y medio volví a ver a mis padres. Conocieron a Roco con 4 años. Aprendí a disfrutar el día a día. Aprendí a vivir el momento, el presente. El pasado ya no puede castigarme y el futuro aún no existe. Es muy difícil salir y también contarlo. Quizás si no hubiera estado en los medios hubiera sido un caso más”.
La vida se fue recomponiendo y Julieta se enamoró del músico Emanuel Ortega, hijo de Palito y Evangelina. Él también se separó después de años de estar en pareja, se conocieron por las redes sociales, hoy viven juntos y él se convirtió en su compañero. “Lo veo a Emanuel y siento que es luz en mi vida. Llegó en un momento justo, yo encontré en el un hombre real y yo me mostré tal cual era”.