Gonzalo Bonadeo: “Desde la convicción y también desde la hipocresía se empieza a incluir mucho más a la mujer”
El periodista reflexiona sobre los cambios que atraviesa su profesión y se atreve a mostrar su lado femenino, una enseñanza transmitida por sus cuatro hijas mujeres
Los deportes menos populares o convocantes, aquellos que son protagonizados por atletas cuyos nombres no suelen ocupar las portadas de los diarios y que, en muchos casos, esconden historias de vida signadas por la lucha, los sacrificios, las privaciones, con más frustraciones que éxitos, adquieren relevancia gracias a la tarea periodística de Gonzalo Bonadeo.
“En Argentina hay una subestimación muy grande del deporte como herramienta de cultura, de salud, de educación, de compromiso”, sostiene una de las voces más representativas de TyC Sports, hijo del recordado periodista Diego Bonadeo. “Mis viejos separaron cuando yo tenía tres o cuatro años; el fin de semana estaba con mi viejo y él laburaba en Canal 7, en la redacción del diario, en estudios de radio. Yo vi veinte deportes diferentes con mi viejo, y de alguna manera estaba inoculando, y además empecé a tener una sensibilidad para entender algunas cosas del juego y como contarle a la gente una parte chiquita, la que la gente puede entender, ser inclusivo en ese sentido. Él solía decir que me dio una profesión y yo me hice mi carrera”.
Riguroso, así como presta atención a los detalles de alguna actividad deportiva, lo mismo hace con la herramienta principal que tiene un periodista para expresarse: la palabra, un valor muchas veces devaluado o, en todo caso, excesivamente empleado, y no siempre de manera correcta, por el auge de las redes sociales. “En el canal me he encontrado con muchos chicos absolutamente inexpertos y ver una gran excelencia en el laburo. Todavía hay una gran subestimación del trabajo que se hace a través de las redes, pero hay pibes extremadamente creativos. Yo me he encontrado con producciones para el área digital que son mucho mejores de lo que estamos haciendo nosotros. Hay mucha gente con mucho nivel, hay jóvenes que usan muy bien la información, el acceso a la información que nosotros no tuvimos. Pero también hay que sacarle un poco de punta al tema de las redes, seguís siendo un periodista que está hablando y el mismo rigor que hay que usar en el trabajo editorial tiene que usarse en las redes. El no control, la cosa indiscriminada, le hace mucho daño al protagonista, les ha pasado a muchos deportistas argentinos que han tenido una persecución feroz a través de las redes, desde el resentimiento, desde hacer daño por hacer daño. Hay que buscar un punto de equilibrio, como en todo”.
Gonzalo Bonadeo formó parte de la primera versión de Videomatch, desde 1990 a 1993. “Yo medía 40 puntos de rating con Marcelo Tinelli y sé que ese éxito es relativo, y además es efímero. Soy un fanático de la consecuencia y no de la circunstancia. Entonces, si vos estás haciendo un buen programa, y no tiene repercusión, concentrarse en hacer un buen producto”, aconseja a las nuevas generaciones, como si le hablara a cualquiera de sus cinco hijos, de los cuales cuatro son mujeres y dos de ellas heredaron la vocación por el periodismo.
El lado femenino de la vida
“Mis hijas me ayudaron mucho desde muy chico, mucho antes incluso de conocer a Carmela, mi segunda esposa, a percibir mi lado femenino en términos de cierta sensibilidad. Estamos ignorando cosas que son reales, tanto la masculinidad en la mujer como lo femenino en el hombre”, expresa Gonzalo, que intenta apartarse de ese estereotipo de macho, tan arraigado, aún, en la sociedad. “Cometés errores, aunque tampoco me voy a estar clavando puñales. Si vos ves Friends, cancelas todo, y no puede ser que la ternura de Friends sea cancelable. Estamos en ese proceso, creo que es circular y que en algún momento vamos a lograr el punto de equilibrio entre atender lo grave y estar más relajados. Es un aprendizaje constante. En el deporte también hay una gran lección en ese sentido; hoy, quizás desde la convicción y también desde la hipocresía se empieza a incluir mucho más a la mujer. En el 84 se creía que una mujer no podía correr más de 1500 metros, no podía levantar pesas, no podía saltar con garrocha, no podía hacer salto triple. ¿De qué me estás hablando? Hoy cuando hablan de tanta inclusión, de igualdad, hasta hace muy poco tiempo se le prohibía a la mujer, por presunta debilidad física, hacer ciertos deportes”.
La nueva masculinidad y la lucha por los derechos de las mujeres son temas del que Gonzalo suele reflexionar, de manera individual y en familia: “Catalina, mi hija, es muy militante y tenemos pocas, pero muy buenas discusiones en el sentido de entender que uno nunca debe perder lo individual dentro de un movimiento de masas, porque el movimiento de masas es tan amplio que te puedes comer una cantidad de farsantes ahí adentro que mete miedo y esa es gente que deslegitima un reclamo justo. Es algo muy interesante que también me ayuda a entender una cantidad de cosas y en definitiva la familia le tiene miedo a la discusión en la mesa y es todo lo contrario, es un vínculo indefectible porque tiene que ser un extremo muy absurdo para que la relación entre hijos y padres se convierta en algo sin retorno”.
Hoy, Gonzalo comprendió que “acercarse mucho a la feminidad es un buen camino. Aceptar que eso no hiere tu masculinidad. El hecho de tener una buena percepción, de ser empático con la mujer en general. Tengo la impresión de que es inclusive hasta una herramienta de seducción”.
Pero al mismo tiempo reconoce que, en el camino de este aprendizaje, se han cometido muchas injusticias. “A veces yo me he sentido hipócrita y me he corrido del concepto de que el tema no es el género, sino que las mujeres sean buenas haciendo su trabajo. Porque indefectiblemente se mide a la mujer hablando de fútbol más rigurosamente que al hombre. Entonces, una mediocre no entra en un laburo, pero un mediocre abunda. Hay más exigencia con respecto a la llegada de la mujer”.
El país que duele
Hace pocos meses, Valentina, otra de las hijas de Gonzalo, decidió cumplir sus sueños profesionales muy lejos de casa y de la Argentina. Reflexiona un padre que sigue padeciendo, pero también entendiendo, esa decisión: “Mi tabú fue no poder decirle ‘estás equivocada, quedate’, porque no había razón para decírselo, tiene razón en haberlo intentado a los 27 años y siendo joven. Y, por otro lado, mirado retrospectivamente, me humanizó un montón, porque el día de su viaje no pude parar de llorar todo el tiempo. Como paradoja, todos queremos que le vaya bien, y si le va bien, lo más probable es que tarde un montón en volver”.
¿Qué estamos haciendo mal como para que sistemáticamente los jóvenes se vayan del país? “El muro de Berlín fue un divisor de familias, y nosotros estamos inventándonos el nuestro. Debería ser natural el proceso de irse o de quedarse y no una cosa tan forzada por el sistema, por la clase política, por los que mandan. El mismo tipo que está echando a mi hija de casa me dice que me la va a traer de vuelta. Dejame vivir por lo menos con mi tristeza. Después ahí está la paradoja, cuando para ir del otro lado de la famosa grieta se habla de que explote todo hay que saber que cuando explote todo vamos a estar nosotros adentro”.
Una hija se va lejos. ¿Soltar o no soltar? Esa es la cuestión “En cuanto a soltar, Carmela, mi mujer, tiene un proceso interno muy superior al mío y me ayudó al tema de calmar, porque detrás de esa cosa familiera, detrás del tema de la contención o de la asistencia o de ser el proveedor, podés estar generando una dependencia que no corresponde, no les estás dando la libertad suficiente para que vuelen. Martina, otra de mis hijas, vive en casa con Simón, mi nieto, es madre soltera, ella trabaja de 8 a 20 horas, y no puede pagarse un alquiler y vivir sola. Así que ayudamos como familia. La coyuntura nos lleva a eso”.