Gisela Dulko: “De chica le escribí una carta a mi papá y le dije que sería número uno del mundo en tenis”
La histórica tenista argentina conversó en Alma en el Juego. Sus inicios en el deporte, el fanatismo de su papá por el tenis y el deseo de maternar que marcó un antes y un después en su carrera
Número 26 en singles y número uno en dobles junto a la italiana Flavia Pennetta. Gisela Dulko (38), figura indiscutida del tenis argentino, se retiró del circuito profesional hace tan solo once años. Las ganas de ser madre pusieron un freno en su carrera y la convencieron de retirarse a sus 27 años de edad. “No me costó dejar el tenis, tenía mucho deseo de ser mamá”, cuenta Dulko, con emoción: “En cualquier deporte de alto rendimiento, cuando no es tu prioridad, es muy difícil estar en competencia”.
–¿Qué guardás en el corazón?
–Hay muchas cosas que tengo en el corazón. Si voy a hablar de mi carrera tenística, tengo muchos momentos que no me los voy a olvidar jamás, tanto de resultados como de amistades. Después, si voy a hablar de familia, son mis hijos, que son lo más importante de mi vida y que son lo que pienso antes de irme a dormir y cuando me levanto. Hay muchísimas cosas, te podría hablar un rato largo.
–Tu hermano fue tu entrenador, ¿difícil eso o no?
– Es que para nosotros, al contrario; a mí se me simplificó mi carrera. Yo viví en Estados Unidos desde mis 15 a mis 19 años, y cuando volví no tenía más ganas de jugar. Y si no hubiera sido porque mi hermano empezó a viajar conmigo y me empezó a entrenar, yo hubiera dejado el tenis. Mucha gente me dice: “Capaz si hubieras tenido un entrenador con más experiencia, te hubiera ido mejor”. Y yo digo: “Este no tiene idea de lo que está hablando, porque si yo no hubiera tenido a mi hermano, no hubiera jugado más al tenis”.
–¿Por qué quisiste dejar a los 19?
–Porque tuve un momento muy duro cuando me fui a vivir a Estados Unidos. Estuve cuatro años ahí, obviamente con altibajos, cosas buenas, malas, pero el desarraigo de mi familia fue muy, muy grande. No me iba bien, sentía como que hacía las cosas para nada, porque mi carrera estaba estancada. Tuve unos temas personales, que eso me influían. Entonces estaba quemada y cuando volví lo único que quería era estar en mi casa, con mi familia, rodearme de mis amigos, no viajar más, no tocar la raqueta.
–Pasa mucho eso en el tenis, ¿no? Esto de quemarse. El hecho de que sea un deporte individual, que generalmente lleva mucha dedicación desde chiquita, y a veces, cuando no llega el objetivo, la frustración también debe ser grande.
–Sí, yo empecé muy chiquita. También me retiré joven, a los 27 años, pero tuve como 20 años de carrera. Yo empecé a viajar a los ocho y a los 12 años, me acuerdo, empecé a viajar full time. Hoy veo a mis sobrinos que tienen 12 años y digo: “¿A dónde vas?”. Yo viajaba tres meses, volvía dos semanas a mi casa...
–¿Y cómo lo vivías a los 12 años?
–Una inconsciente total. Yo perseguía mis sueños, solamente quería jugar al tenis.
–Hiciste una gran carrera de singles, mejor de dobles también. Llegaste a ser la número uno...
–Fue increíble lo que pasó, sobre todo con el dobles. Pero fue algo muy natural para mí, porque a mí siempre me fue bastante bien en el dobles, como que ganaba torneos, pero hubo un click cuando empecé a jugar con Flavia [Pennetta]. Ahí es como que mantuve la misma compañera durante un tiempo y ahí fue cuando nos convertimos en número uno. Tuvo un sabor especial porque fue natural. Éramos muy amigas, entonces nunca dejamos de disfrutar. Nos complementábamos muy bien porque ella tiene un carácter bastante fuerte y yo soy mucho más tranquila. Cuando ella estaba ahí arriba, yo le decía: “Pará”, y después ella sabía cuando yo me apagaba un poco. Ella sabía levantarme. Hicimos una pareja perfecta. Teníamos esa sensación de que no podíamos perder.
–¿Qué preferís, deporte en conjunto o individual?
–Creo que aprendí las dos cosas. En single, estás solo. Si tenés un mal día, es imposible ocultarlo, y en el tenis el partido se te va en media hora, 40 minutos. En cambio en dobles, o en un deporte colectivo, por ahí uno tiene un mal día y capaz se disimula un poco más. Jugando dobles capaz que sí me sentí más contenida y fue distinto; lo supe disfrutar más, me relajé más.
–¿Y en singles cómo se convive con esos demonios?
–Y es complicado. Hay mucha frustración en el tenis. Creo que ni siquiera los mejores tienen más partidos ganados que perdidos. Es la realidad. Es semana tras semana, viajes y agachar la cabeza. Lo bueno es que siempre tenés revancha, porque los torneos son uno tras otro y estás ahí tratando de mejorar. Pero es difícil ganar cada semana. Siempre estás perdiendo porque ganás dos partidos, pero después perdés.
–Te retiraste joven. ¿Por qué quisiste dejar el tenis?
–Me retiré porque quería ser mamá. Físicamente podría haber jugado muchos años, pero ya tenía eso en mi cabeza. Tampoco es que dejé una semana para otra. Fue todo un proceso de casi ocho, diez meses. En cualquier deporte de alto rendimiento, cuando no es tu prioridad, es muy difícil estar en competencia.
–¿Te costó?
–No, no me costó. Tenía mucho deseo de ser mamá.
–¿Por qué seguías jugando al tenis cuando las cosas iban bien o cuando las cosas iban mal?
–Porque quería ser número uno. Cuando era chiquita y me pasó esto de mi papá, le hice una carta a mi papá y le dije que iba a ser número uno del mundo. No especifiqué si iba a ser en singles o en dobles, así que está cumplido. Ese fue, como siempre, mi objetivo. La verdad que nunca pensé que lo iba a lograr. Él era tan fanático y disfrutaba tanto de vernos; lo escribí medio inconsciente, sin pensar lo que estaba escribiendo, y siempre lo tuve en mi cabeza. Ese papel es el trofeo más importante que tengo.
–¿Qué es el amor?
–Todo. Uno no puede vivir sin amor. Y no solo el amor de una pareja. El amor en general: tu familia, tus amigos, mis mascotas. Tengo perro, soy súper perrera. Todo gira en torno al amor.
–¿Qué es el miedo?
–Es un gran obstáculo que a veces cuesta vencer, pero creo que todos trabajamos en nuestros miedos. Hay que trabajarlos y se superan.
–¿Recordás alguna vez que sentiste miedo?
–Muchas veces sentí miedo, muchas veces antes de entrar a la cancha. En muchos partidos. No eran solo nervios, era miedo escénico. De entrar a jugar a un estadio, de enfrentarme a alguna jugadora que tenía mucho mejor ranking que yo. Creo que cada uno reacciona distinto. Simplemente hay que animarse. No hay que quedarse en el lugar cómodo. Mucha gente tiende a poner excusas. Creo que hay que ser atrevido y si uno es atrevido, muchas veces esos miedos se superan.
–¿Qué es la felicidad?
–La felicidad son mis hijos, mi familia, mi gente, mis amigos, que son pocos, pero que son incondicionales. Esa es mi felicidad... estar con ese pequeño mundo que formé y que es mi sostén.
–¿Cuál fue para vos la mayor apuesta de tu vida?
–Mi mayor apuesta es irme a vivir con 15 años, sola, a Estados Unidos, y haber probado esa experiencia, que no fue de las mejores. Pero fue una apuesta y creo que eso también me hizo crecer mucho y ser la persona en la que después me convertí.
–¿Qué es para vos el tenis?
–Mi pasión. Fue mi trabajo, pero fue mi pasión. Me llevé un montón de cosas lindas. Este año o el año pasado que volví a Roland Garros, vi personas que no veía hace más de diez años y seguí sintiendo como una gran familia.
–¿Qué te agotó más, ser número uno del mundo o ser mamá de tres chicos?
–Ser mamá, sin dudarlo. Es el trabajo más lindo del mundo, pero es agotador. Uno no nace con un manual de cómo ser mamá. Yo aprendo todos los días. Ellos me enseñan más a mí que yo a ellos.
–¿Qué son tus hijos para vos?
–Todo, mi mundo. Ellos crecen y el tiempo se pasa rapidísimo, así que intento disfrutarlos cada día y acompañarlos.