El preferido de la reina Máxima. Un ícono de la moda argentina se sinceró al hablar sobre su pasado: “Había algo distinto en mí”
El prestigioso diseñador Benito Fernández, en una entrevista con Maite Peñoñori para LA NACION, habló sobre su infancia, su sexualidad y sobre su nuevo gran rol como abuelo de Fermín, de su primer nieto
Conocido alrededor del mundo por su trayectoria, Benito Fernández (63), no es solo uno de los favoritos de cientos de modelos, actrices y celebrities, sino también de la reina Máxima de Holanda. El diseñador recuerda su infancia como uno de los momentos más difíciles y problemáticos de su vida: “La escuela a la que asistía no estaba preparada para recibir a alguien con dislexia”, revela a LA NACION. A pesar de ello, supo encontrar los caminos correctos y enfrentar sus grandes miedos desde otra perspectiva, sabiendo que la vida le tenía preparado algo mucho más grande.
–¿Qué es la moda para vos?
–La moda tiene dos caras, por un lado la crítica filosa y la frivolidad, pero por el otro también esta muy en contacto con la vulnerabilidad de las personas. A la moda siempre se la puso en el lado frívolo, pero como vos decís, tiene costados que no tienen nada que ver con eso. Primero es una industria que genera fuentes de trabajo, segundo trabajas con la vulnerabilidad de las personas. Yo creo que la moda nos atraviesa, por ejemplo, en la pandemia de COVID-19, al mes las marcas estaban haciendo barbijos. Si nos corriéramos de la frivolidad del desfile, de la modelo, de esa mirada y viéramos como se adapta en todo sentido, hasta en la política, estaría buenísimo.
MARCAS QUE NO SE OLVIDAN
–¿Cuál crees que fue el primer prejuicio que tuviste que superar?
–Yo soy disléxico. De chico sentía la mirada del otro, creía que hacía todo mal y para mí el resto pensaba lo mismo. Ese fue el primer prejuicio grande que tuve que atravesar. Esto fue a mis siete años.
–¿Padeciste esto en la escuela?
–Sí, lo padecí porque la escuela no estaba preparada para recibirme. Ahora hace 30 años que no leo porque le agarre una especie de fobia. Igual eso no me impide llegar a otros lugares, yo voy por otros caminos.
–¿Hay maneras de tratar la dislexia?
–Sí. Depende del grado de dislexia, pero hoy hay tratamientos y maneras de ayudar. Yo siempre le digo a los padres que no hay que preocuparse por el chico disléxico porque eso lo carga, lo que hay que hacer es ocuparse.
–¿Cómo fue vivir la dislexia con tus papás?
–No había herramientas entonces tuve que hacerlo solo. Hice como un autoanálisis de por qué era diferente y de cómo atravesarlo. No sufría tanto bullying por la dislexia, pero uno se siente mal porque yo de verdad no llegaba a hacer las consignas, así que más que el bullying era mi percepción de la situación. Encima la preocupación de mis padres, era una situación complicada.
–¿Pudiste terminar el secundario?
–Sí. Empecé a estudiar derecho antes de ser diseñador, tenía 3,80 de promedio. Yo tampoco nunca luché por equipararme, yo sentía en el fondo que había algo distinto en mí, que me tocaba ser diferente. Hay que sacar esa cosa de equiparar y de que todos tenemos que hacer lo mismo, pensar en “algo tiene que haber para mi” me relajó un poco.
–Con tu sexualidad, ¿a que edad pudiste sincerarte?
–De grande, pero fue algo como natural. La dislexia fue más problemática que mi sexualidad, que lo viví más tranquilo, de mas grande, ya tenía 40 años. No fue una carga pesada en mi vida.
–¿Las charlas con tus hijos tampoco?
–Eso sí, pero los chicos entendieron. Tal vez me arrepiento de no haberlo dicho antes, por eso de ocultar y no decir. Pero para mí fue más traumática la dislexia, eso me marcó más.
LEJOS DE LA POLÍTICA
–El tema de la política, ¿era un tema que dividía a tu familia cuando eras chico?
–Sí, dividió mucho a mi familia. La familia de mi madre era peronista y la de mi padre radical, eso no me permitió disfrutar tanto a mis abuelos. Era una situación incómoda. Eso me alejó un poco de la grieta y de hablar de política. Solo me meto en política desde lo social. Cuando me han llamado para hacer acciones sociales fui, no importaba el partido.
–¿Vestirías alguna primera dama?
–No, hay prejuicios. Cuando vestís a alguien quedas pegado a la grieta. Es muy difícil.
–¿Cómo fue que te fundiste en 2001?
–Tenía la marca y ya era conocido, pero me agarró muy mal y me fui a España. Estuve dos años ahí trabajando, después volví. Justo ese año, yo había vestido para el casamiento de Máxima Zorreguieta, a la cuñada y a cinco amigas. También le había hecho el vestido de casamiento a Pampita que pegó mucho. Me fui en el momento que más arriba estaba. Me agarró el corralito, todo fue un desastre. Pero después el país se recuperó y las mujeres ya tenían en su inconsciente lo que yo hacía, así que empecé a volver cada vez más seguido a Buenos Aires, hasta que a los dos años terminé volviendo de manera definitiva.
–¿En qué momento estás hoy como empresario?
–Es un momento muy difícil para la industria. Han sido años difíciles con la pandemia y todo lo que está pasando ahora, la verdad que es una situación súper difícil, no hay entregas, no hay precios.
–Hay cosas que cuesta conseguir incluso…
–Sí, no sabes si no entran, o te las retienen o cambian la forma de pago. Es difícil y es una lástima porque la industria textil se tendría que apoyar mucho. Es una de las industrias más importantes que hay y que más fuentes de empleo genera. Desde el gobierno deberían tener más conciencia de eso.